CUANDO YO ERA EL NIÑO DIOS
(Juan Ramón Jiménez)
CUANDO yo era el niño Dios,
era "Calamocha", este pueblo,
una blanca maravilla;
la luz con el tiempo dentro.
Cada casa era palacio
y catedral cada templo;
estaba todo en su sitio,
lo de la tierra y el cielo;
y por esas viñas verdes
saltaba yo con mi perro,
alegres como las nubes,
como los vientos, ligeros,
creyendo que el horizonte
era la raya del término.
Recuerdo luego que un día
en que volví yo a mi pueblo
después del primer faltar,
me pareció un cementerio.
Las casas no eran palacios
ni catedrales los templos,
y en todas partes reinaban
la soledad y el silencio.
Yo me sentía muy chico,
hormiguito de desierto,
con Concha la Mandadera,
toda de negro con negro,
que, bajo el tórrido sol
y por la calle de En medio,
iba tirando doblada
del niño Dios y su perro:
el niño todo metido
en hondo ensimismamiento,
el perro considerándolo
con aprobación y esmero.
¡Qué tiempo el tiempo!
¿Se fue con el niño Dios huyendo?
¡Y quién pudiera ser siempre
lo que fue con lo primero!
¡Quién pudiera no caer,
no, no, no caer de viejo;
ser de nuevo el alba pura,
vivir con el tiempo entero,
morir siendo el niño Dios
en mi "Calamocha", este pueblo!
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