Me pide jamón, o algo
del pueblo, para mojar en el café, los hay con buena gana, que por
mucho que comen, nunca tienen bastante.
Aprovecho y le cuento la
historia del Señor aquel de Calamocha que le enseño al burro a pasar
sin comer, y en cuanto que aprendió, se le murió.
Dice que me calle, que le dé algo, que es su pueblo tambien decian eso... que le cuente otro cuento.
Le digo que no hay jamón, ya se acabo, pero tengo algo mejor, y le saco un paquete de madalenas.
¿A media tarde, con esta calor, madalenas? Las probare por ser de donde son, pero las que hoy en día vende no valen nada. Asi que me hace un favor y las acepta.
Al cabo de un rato, rompe el silencio y dice: ¡Que cosa más buena!, están como dios.
Ha sido panadero antes que fraile y sabe de lo que habla.
En parte tienes razón le
digo, pues esas en concreto están hechas por quien hizo el mundo, y le
explico, le cuento la historia de quien hizo el mundo y con qué, segun nos contaban allá en Calamocha cuando eramos zagales.
Esta es la tercera, me
dice, tú sigue contando historias de grandes calamochinos, yo seguiré
comiendo, no te escucho. Con esta merienda que me estoy pegando, sería
capaz de hacer cualquier cosa.
Hubo un calamochino que
escalo la torre de la iglesia con solo un chuchillo, sin soga ni nada,… y
ese mismo dicen que salto las muelas del molino sin tomar carrerilla…
deberíamos llevarte a las olimpiadas a ti, despues de lo de las madalenas.
Cállate, me va a sentar
mal el café, me he comido media docena, me da vergüenza seguir y dejarte
sin nada, además si no son parientes tuyos no me cuentes nada, todo
mentira.
Uno de mis abuelos era el mejor jugando a “revientasapos” en los trujales…
Se acerca San Roque. Recuerdos amigo Pepe, merienda a gusto. Calamocha es Madalena