Acabada
la guerra don José Sancho Cetina eligió venir al mundo en la vivienda que había
en el viejo cine de la calle Cañizarejo de Calamocha. Muy a su pesar se jopo de
allí al año y medio de nacer junto a sus padres a la vecina Cariñena. Y así
viviría su infancia y juventud entre constantes idas y venidas en tren entre
uno y otro pueblo siendo principalmente sus abuelos quienes le transmitirían el
enorme amor por la tierra que le vio nacer.
Días
atrás se hizo con mi teléfono y me llamó. Aunque habíamos intercambiado algún
que otro mensaje a través de Facebook y comentado su libro Juicio en el Valle
de los Caídos, aquel original y magnifico proyecto que hoy descansa en varias
cajas a los pies de sus recuerdos en su despacho de Zaragoza, junto a un
impresionante archivo vital con Calamocha como centro, fotografías, recortes, e
innumerables escritos mayormente con el pueblo que le vio nacer como
protagonista. Quería hablar conmigo y conocerme. Ademas tenia un regalo para
mi. De paso por Zaragoza una tarde pudimos conocernos y hablar de nuestro amor
por esa Calamocha que se nos escurre de las manos que conocimos y compartimos y
cuyos recuerdos se desvanecen con el paso del tiempo como algo natural.
Camino de
vuelta, constituye a decir del autor una novela entre la ficción y la realidad,
Calamocha y en parte algo Cariñena es su protagonista. A caballo entre los
recuerdos y el presente. Entre cuyas lineas puede leerse: “No tengo prisa, todo
el tiempo del mundo esta delante de mi, pero si cierta impaciencia por recorrer
viejos caminos, en los que mis pies de niño hicieron senda”
Narra en
ella el eterno sueño de quienes un día se joparon: El deseo de volver al pueblo
llegada la jubilación. Si magnificas son las reflexiones que dan sustento real
al libro, el por qué de la vuelta, que hacer llegada la jubilación, si tiene o
no sentido volver, como entretenerse o como evitar caer en la depresión; aun
mas magnifico resulta todo cuanto nos contara en letra cursiva, los recuerdos
que despierta en el protagonista la vuelta al pueblo donde nació y vivió el
amor en tiempos del blanco y negro.
Constituye
el libro todo un constante recuerdo de la vida en Calamocha a lo largo del
siglo XX, todo un reflejo fiel de lo que fueron los días de nuestros abuelos y
padres, la tierra, la guerra, la pobreza, el despertar a la vida. Lo cierto es
que no echo en falta ni un solo aspecto digno de ser recordado que no lo haya
hecho el autor. Absolutamente entrañables resultan de leer sus días de agostero
en la siega y el retrato de su vida como aprendiz de barbero en las cuatro
esquinas junto a su tío Santiago y ¡como no! el impagable recuerdo taurino a
propósito de Francho y su cuadrilla de valientes, casi con toda probabilidad el
último calamochino que mató un toro en nuestra plaza.
He tenido
una suerte loca, don José fue realista e hizo tan solo las copias que sabia se
iban a leer, en concreto trece. Doce las repartió entre la familia y la última
me la regalo como si yo fuera Calamocha o el guardián de sus recuerdos. Leerla,
darla a conocer, guardarla como un tesoro durante un tiempo y después devolvérsela
a su legítimo dueño, Calamocha, sera mi cometido.
Próxima
la despedida ante el eterno lamento de quienes un día nos jopamos, “voy poco
por el pueblo”, recuerdo que me dijo. “Lo más bonito que tenemos en Calamocha
es el cementerio y mira que da gozo ver el pueblo”. Cierto. A pesar del
esperanzador presente siempre complicado nos gusta más mirar atrás y recordar
lo que vivimos, escribirlo, y divulgarlo.
JESUS LECHON MELENDEZ
Publicado en El Comarcal del Jiloca Octubre de 2019