Con los dedos de una mano todos me sobran a la hora de contar los días que puedo recordar, haya pasado frio en Calamocha. En cambio, calor, si que recuerdo pasar, calor y mucho, muchismo, pero frío, nunca.
Llegados los ochenta apareció en la tele el programa aquel, Meridiano, creo que se llamaba, las noticias de Aragón en Televisión Española, y al mismo tiempo empezamos a poder sintonizar con nitidez a un lado del dial Canal Dos de Radio Zaragoza, Radio Calatayud al fin y al cabo, aquellos veranos sin su música no habrían sido los mismos, y al otro Radio Nacional.
Todas las noticias, aquellos días, terminaban igual a lo largo de cómo aquel que dice nueve meses al año, “La temperatura mínima se ha registrado una vez más en Calamocha, donde esta noche han estado a cuatro grados bajo cero”.
Oír Calamocha en la radio o en la tele, nos mantenía atentos a las noticias, era toda nuestra ilusión. Y el Heraldo comenzamos a leerlo de atrás hacia delante para llegar antes a las páginas del tiempo. Poco a poco tal ilusión devino en afición al termómetro, y llegó la pregunta obligada, ¿a cuántos grados habíamos estado, los años en los que hacía frío de verdad, a decir de los abuelos?.
Fue tremendo, todo un descubrimiento, Calamocha no tenia igual, ya lo sabíamos pero esto era la prueba. La temperatura más baja de España se había dado allí. Resulto que habíamos estado a treinta bajo cero. Para variar, los abuelos tenían razón, antes hacía más frío. Llegaron y vimos los veinte bajo cero y más en aquellos años ochenta y posteriores, y a todos nos entro el “síndrome de la selección española”, cuando nunca ganaba nada, ¿conseguiríamos batirlo?, a buen seguro nos lo quitarían
Fue tremendo, todo un descubrimiento, Calamocha no tenia igual, ya lo sabíamos pero esto era la prueba. La temperatura más baja de España se había dado allí. Resulto que habíamos estado a treinta bajo cero. Para variar, los abuelos tenían razón, antes hacía más frío. Llegaron y vimos los veinte bajo cero y más en aquellos años ochenta y posteriores, y a todos nos entro el “síndrome de la selección española”, cuando nunca ganaba nada, ¿conseguiríamos batirlo?, a buen seguro nos lo quitarían
Los abuelos del Barrio nos ponían alerta: Para frío, Molina y toda esa parte, esa pobre gente de Castilla, mis abuelos eran de por aquellas tierras, y cuando llegaron aquí, dijeron que este clima nuestro de Calamocha, era una bendición en comparación con aquel, pues no se lo habré sentido yo veces a mi abuelo, allá en el Rincón.
La afición al mercurio se fue extendiendo más allá de Calamocha, todos querían más y más, y para colmo de nuestras desdichas, comenzaron a terminar, valga el juego de palabras con la cantinela aquella de:
“La temperatura mínima se ha registrado una vez más en el Refugio de Góriz donde esta noche han estado a cuatro grados bajo cero”.
“La temperatura mínima se ha registrado una vez más en el Refugio de Góriz donde esta noche han estado a cuatro grados bajo cero”.
Aquello nos sentaba con una patada en el arco del triunfo, en plenas fiestas de San Roque cuatro grados bajo cero, sinceramente de qué estábamos hablando, una temperatura así, te daban las fiestas ¿Se podía comparar Goriz con Calamocha, a quien le importaba la temperatura de aquel curioso lugar del Pirineo?.
Ayer, domingo 15, todo el mundo compro el periódico, y hasta lo leyeron, da lo mismo cual, todos lo saben, no me hablan de otra cosa que no sea de aquel récord de no sé que año en Calamocha y ya hasta se aventuran a decir que en breve se batirá. Pura estadística.
Ayer, domingo 15, todo el mundo compro el periódico, y hasta lo leyeron, da lo mismo cual, todos lo saben, no me hablan de otra cosa que no sea de aquel récord de no sé que año en Calamocha y ya hasta se aventuran a decir que en breve se batirá. Pura estadística.
Válgame dios, móvil en mano te lo demuestran, quizás un frente que llegara la segunda semana de enero. Aquí el más tonto hace relojes, nadie me cree cuando les digo que no recuerdo haber pasado frío en Calamocha y hasta lo odio. Y Calendario Zaragozano en mano, no veo nada que aliente tan vital acontecimiento.
Hoy, ya martes 17, aniversario de tal hito, han sido tres personas las que se han acercado a mí para recordarme lo evidente, el frío que dicen he pasado de pequeño, todo lo que les cuente esta demás, a ellos les gustaría poder decir a los cuatro vientos que han estado ¿a cuánto habré estado yo?, a veinte, veinticinco bajo cero, y yo que sé .
Hoy, ya martes 17, aniversario de tal hito, han sido tres personas las que se han acercado a mí para recordarme lo evidente, el frío que dicen he pasado de pequeño, todo lo que les cuente esta demás, a ellos les gustaría poder decir a los cuatro vientos que han estado ¿a cuánto habré estado yo?, a veinte, veinticinco bajo cero, y yo que sé .
Ha sido un día agotador, como todos aniversarios, que manía con celebrar cualquier cosa, que pocas faenas tenemos. Ganas tengo que acabe todo esto. Nunca antes ser calamochino resulto tan duro. Ganas tengo como digo de que un buen día Molina de Aragón marque 35 grados bajos cero y podamos descansar.
Como hoy no tenemos nada sembrado no nos preocupa mirar al cielo para ver el tiempo qué hará. Con lo nuestro ya tenemos bastante, que cada uno se apañe o se joda como pueda, nos da lo mismo, si llueve o deja llover, si hay o no tempero, y si cae piedra, hasta nos parece poca, cuanta más mejor, queremos que hiele por debajo de los treinta, si es cincuenta, mejor, da igual si no se jorean los jamones, y tenemos que cambiar todas las tuberías, por supuesto queremos que nieve, pero para ir a esquiar, si las fuentes dejan de manar, será culpa del poder, el calor es lo de menos, cuanto más mejor, y si no hace cuando toca, lo mismo da, una tontería, si enveran o no los tomates, o se agostan las patatas, qué más nos da. Y puestos a llover, una riada descomunal es lo mejor, luego resultan unas fotos tan bonitas. Así que no paramos de mirar la información meteorológica, ávidos de récords, cualquiera nos sirve.
Quizás por todo ello, no soporto, me aburre soberanamente hablar del tiempo. Pues a mis oídos vienen los ecos de todo cuanto oí de niño, cuando la “cosa” del tiempo no era tan bonita como ahora, por lo que podía conllevar. Nos bastaba con mirar al cielo, para saber que la cosecha se quedaría en el campo. Y encendíamos una y otra vela a Santa Barbara
Quizás por todo ello, no soporto, me aburre soberanamente hablar del tiempo. Pues a mis oídos vienen los ecos de todo cuanto oí de niño, cuando la “cosa” del tiempo no era tan bonita como ahora, por lo que podía conllevar. Nos bastaba con mirar al cielo, para saber que la cosecha se quedaría en el campo. Y encendíamos una y otra vela a Santa Barbara
No recuerdo haber pasado frio nunca en mi pueblo.