lunes, 27 de mayo de 2013

Aquellas tardes de los domingos. ¡Qué grande era el cine!

Sesenta años ya del estreno de Lo que el viento se llevó en Calamocha.

 


De zagal, sentado junto a la tele, cada vez que empezaba una película, solía escuchar:


¿Te acuerdas?, esta la vimos en el cine, "cinemascope" pone en las letras, ¡qué película tan bonita!, ¡qué actores tan buenos! Ya no hacen películas como las de antes. Las hemos visto todas. Es una pena. ¡Y en color! En color debe ser preciosa".


Lo oí tantas veces, que sin saber porqué inevitablemente me entraban las dudas una y otra vez, en torno a si seria o no verdad, si como decían, la habrían visto en el cine, o seria solo fruto de su imaginación. ¿Cómo películas tan buenas como aquellas?, se iban haber visto en un pueblo de tres al cuarto como Calamocha veinte o treinta años atrás. Aquello era del todo imposible.


Mientras, ellos, a lo suyo, continuaban recordando esos días,  al tiempo que transcurría la película del sábado en la tarde o la noche, todos frente aquel viejo televisor Philips en blanco y negro de un solo canal, que un buen día de San José del año 80, exhausto se paró. "Al final pasa esto, ¿te acuerdas?" aseguraban, a escape, al cabo de un rato. Y pasaba.


En unos días el pariente Juanico el Clavillo, apareció por casa y trajo el Philips K12, la nueva tele. Todavía no sabíamos lo que era un mando a distancia, aun quedaba algo de romanticismo en aquel televisor donde veríamos a todo color el mundial de fútbol y la llegada de los socialistas al poder, un par de años mas tarde. Al tiempo que el pariente Juan puso el modulo para ver la segunda cadena que desde apenas unos meses atrás del ya lejano 1982 había llegado a aquel remoto, frío y olvidado cinéfilo rincón de España.


Todo estaba cambiando tan deprisa,  que irremediablemente parecía no haber ya vuelta atrás para nada, o casi nada. Afortunadamente de vez en cuando veíamos  aquellas antiguas películas que mis padres habían visto ya, en el viejo y olvidado cine de Pardos. Por fin en technicolor. Y aquel segundo canal, los viernes por las noches, nos devolvía a los días pasados, y regresábamos al blanco y negro de La Clave, con James Cagney, Errol Flynn , en las películas de Raoul Walsh, Al Rojo Vivo, Objetivo Birmania...


Hace años deje de dudar de sus recuerdos, el tiempo les dio la razón, y el cartel que puede verse es una buena prueba de ello. Efectivamente de jóvenes no solo vieron cine, si no además del bueno, conocían las películas, amaban al León de la Metro, sentían pasión por Alan Ladd, Glenn Ford, James Stewart, y el alto, grande y feo, John Wayne, Cary Grant, Rod Hudson....y más allá por Sofía Loren, Llina, Elizabeth Taylor, Grace, Vivian, Doris... las grandes películas de vaqueros, romanos, piratas, aventuras y alguna que otra historia de amor y eternos musicales de Gene Kelly y Fred y Ginger. Efectivamente conocían todos los finales, no por imaginarlos, si no por haberlos visto.


Debió ser un cine magnifico, unas tardes de domingo inolvidables:

Todo se lo llevó el viento: los blancos vestidos de muselina de Escarlata O´Hara, las fiestas campestres en las plantaciones, los consejos de Mamy, las maniobras de Rhett Butler… Amores, pasiones, intrigas, esperanzas, ilusiones…Todo se lo llevó el viento de la Historia y el Cine nos lo ha vuelto a traer en una película excepcional.
 
LO QUE EL VIENTO SE LLEVO
 
Es la obra cumbre de la Cinematografía Universal, que el público espera con verdadera ansiedad y podrá admirar en el
 
TEATRO IDEAL CINEMA de CALAMOCHA
 
Los días 15,16 y 17 de Agosto de 1954
 
Sesiones de 5 Tarde y 10 Noche
 
Autorizada mayores.
 
AVISO: Por disposición de la Casa Distribuidora, quedan anulados todos los pases de favor.
 
Durante los días de las Fiestas, Bailes y Verbenas amenizados por la
ORQUESTA IRIS
 
Imp. Maicas. Calamocha
 



La película es del año 1939 y se estreno en España en el año 1950, tan solo cuatro años después llego a Calamocha, lo cual puede dar una idea de lo grande que era aquel cine y aquel pueblo, aquella Villa. Debió ser todo un acontecimiento del que se cumplen ahora, o casi, sesenta años, unas fiestas de San Roque del año 1954. Seis sesiones en tres días, casi nada.

Mi abuela Xalta, debió, pagar por supuesto, y ver la película, pues recordaba constantemente la frase "A Dios pongo por testigo..." de la escena final de la primera parte, que  durante años pensé era el final de la película...la usaba como ejemplo de nunca supe muy bien el qué:

"A todas alguna vez nos ha pasado como aquella pobre desgraciada de la Escarlata, mira que no era mala la pobre, pero que de buena no tenia ni gota, aquella que juro no pasar hambre y se tiro a la tierra a comer como los animales. A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre…".

Hoy, casi sesenta años después de aquellos días, les he preguntado por el cine, una pena que los abuelos ya no estén, ¿de que os acordáis?:


"De las películas de Trazan, de las colas que formaba la chiquillería por las mañanas para sacar la entrada a los hermanos mayores en las taquillas del Cañalejo,…Los domingos por la tarde todo Calamocha iba al cine, era un cine elegante. Al día siguiente no se hablaba de otra cosa. Aquello sí que eran películas bonitas. ¿Españolas?, no recuerdo ninguna, no sé porque no harían”

viernes, 10 de mayo de 2013

Los años de la Cazalla.


Un comienzo.

Lo recuerdo como si fuera hoy, y fue hace casi tantos años, como los que tengo, ni siquiera iba aún con las ovejas,  tendría algunos siete u ocho años, cuando un domingo, sacando las raíces del alfaz para las vacas, allá en la Suertes, vinieron los civiles a llamarnos la atención.

 Sería el año 1945, el Abuelo enseguida los guipo, mira la pareja, ya vienen a por nosotros, algún cabrón nos habrá denunciado. Viéndonos morir de hambre se quedarían contentos, nos echarían un responso y al hoyo. Pobrecicos dirían, no sé dejaron gobernar.

Todo aquello era, como siempre ha sido, por nuestro bien. Todo era, como digo,  por que en aquellos primeros años tras la guerra, en el pueblo, y en todos en general, los domingos no se podía trabajar, había que ir a comulgar, de modo que si te veían de faena, te la jugabas.

Debias salir de casa para ir al campo mudao con la ropa de los días de fiesta para que nadie pensase mal, para que nadie se llevase las manos a la cabeza porque te ibas a ganar el jornal, en lugar de ir a misa.

Alguien nos denunciaría aquel día, o nos verían los mismos civiles, vete a saber, y a la pieza donde estábamos sacando las raíces llego la pareja. El Abuelo todo era jurar, cagarse en dios y en todos los santos, salvo en el Santo Cristo. Eso jamás, de tal cosa presumía, eran otros tiempos, en balde no se hablaba y respetaba al Santo Cristo del Arrabal por encima de Dios, aun siendo, como éramos, del Barrio Bajo.

 Tu pobre Abuelo repartió juramentos para todos los santos, a gritos con todos, con la confianza que le daba el hecho de que uno de los civiles era medio pariente, de allá de la parte de Odón, de la Laguna“Maño, dime quien ha sido”, recuerdo que le decía, “Tío José, no me joda, no se lo puedo contar, qué más da, venga para casa con el zagal y aquí no ha pasao nada…”.

Y  a casa que nos tuvimos que ir. Mira que tenia huevos la cosa. Podía haber sido mucho peor, así que agarramos el montante y a casa. Podía haber sido peor como digo, haber tenido que ir al Cuartel, que además lo teníamos allí en la misma calle donde ahora está el Instituto, te acordaras claro, o a lo peor a misa, escoltaos por los de la capa, el máuser y el tricornio, figúrate si acabamos en misa. La que se hubiera preparao.



Por eso digo lo que digo, nuestros padres, vuestros Abuelos, poco o mucho, antes de salir de casa, tenían que echarse una copa de cazalla, porque si no, no había manera de llevar de ninguna forma a toda aquella gente, beatos, caciques, políticos y demás parientes, todos hermanos y la misma cosa, todos familia nuestra, que se habían propuesto, que los domingos, con una hostia y un poco de agua bendita, viviésemos nosotros los pobres desgraciaos, que vivíamos estilo cáscala, sin orden ni concierto.

Por eso la copa de cazalla antes de salir a la calle, era necesaria, lo mismo que llevar la bota de vino al hombro a todos lados. Sin lo uno, ni lo otro, no se podía salir de casa, y trago va, trago venia, se llevaba mejor todo aquello.

 Tan mal se puso la cosa, que unos meses después, ya nadie salía de casa a trabajar cuando se hacía domingo, ni tierra, ni animales, los domingos a misa, a rezar y comulgar, sin embargo, las fuerzas vivas, los de siempre, se ve que no se quedaron contentos y a escape se dieron cuenta de que nadie trabajaba, pero tampoco iban a misa.

Esta historia es buena también, decidieron tocarles los cojones a nuestros padres, con la Lista,…

Había que ir a misa si o si, y apuntarse en la Lista como que habías ido, luego los beatos, desfaenaos miserables, después de rezar por todos y comulgar, se la leían para ver quien había ido o quien no…

Nosotros nunca fuimos, teníamos otras faenas, el padre de Valero, el pobre Tío Vitos el Sacristán, como vivíamos al lado, pasaba el sábado a casa y decía, José, tranquilo, ya te he apuntao, así se hunda la iglesia mañana con todos esos zancarrones dentro.

Lo primero era lo primero, la necesidad, el trabajo, luego la devoción, no era por no ir a misa,  había cosas más importantes por hacer  que ir a verle el culo al cura mientras cantaba en latín.

Aquella vez que el Abuelo saco el Nazareno, porque yo estaba en la mili, puede que sea la única vez que fue a misa, cuando fue preciso, no fallo, no fue menester ir a buscarlo, que ya sabía lo que tenía que hacer, no era por no ir… había otros menesteres. Y si hubiéramos tenido de que vivir, pues no te digo que no hubiéramos ido a misa, a oler, como todos.

Aún me acuerdo de más, de todos aquellos que nos gobernaron y nos gobiernan, sean quienes sean, que la cosa no cambia, que decía la Tía de Francia. Un día apareció el Tío Colin por casa: José, José… dice radio macuto que pasaran todos estos del rosario y las “hostias” casa por casa y nos quitaran las patatas… nos dejaran lo justo para comer y el resto se lo llevaran para los pobres…

Capaces son estos cabrones, con tal de no trabajar y agachar los riñones en la tierra. Habrá qué pensar algo, ¿algo tendremos que hacer pa joderlos?, no, nos vamos a dejar, y que se coman, si tienen hambre las piedras, así se jodan todos, mecagüen la madre que los pario, no vendrá otra guerra… Y la Abuela se llevaba las manos a la cabeza, “callar, callar, no habléis de eso, redios”.

Teníamos lio otra vez, líos a todas horas y todos los días, para lios los de entonces, así, durante noches y noches, a oscuras y mirando de no hacer ruido, el Abuelo y yo cavamos un hoyo en el corral para enterrarlas bajo el fiemo y dejar cuatro patatos grillaos en la bodega para que se llevasen lo que quisieran cuando pasasen por casa los señoritos del agua bendita de aquellos años de la cazalla, a los que no les bastaba con comulgar para vivir, que tenían que venir a robar a los pobres, para dárselo, … a los ricos, no nos engañemos, lo mismo que ahora y siempre.
 
De los Años de la Cazalla. Recuerdo de La Primera Comunión. Un diez de mayo.