Eramos
los más pobres de Fuentes Claras. Recuerdo a mi madre gritarnos:“Muchichos,
corriendo al rio, ¡han soltado los aucos!” Les tenia muchismo miedo. Era un
gabache descalzo, les dábamos en los morros para quitarles las caracolas por
que si se las echaban al buche, no comíamos. Fue al bajarme de pastorcillo a
Calamocha a casa de Iñigo Catalán cuando empece a matar el hambre. Nos decía el
amo“Mañana a segar tomar un pan bajar a llenaros la bota y subir a por
conserva”. Tu mismo te servias. Mi alforja hacia mas bulto que yo. Allí
eche el mal pelo fuera y mas tarde conocería a la “gitana”, a la Carmen,
de criada para lavar.
Vino la guerra y mi quinta murió en la Batalla del Ebro con
dieciocho años. Me salve gracias a la
suerte y a Manuel, el Chato el esquilador.
Cuando fuimos a tallar recomendados como unos señoritos por un pariente suyo
nos libramos. Pero acabando el jaleo llamaron a todos los escaqueaos y me
casque tres años de mili construyendo el Cuartel de Valdespartera. Una
mañana en la formación un Sargento me dijo: “¿Eres de Calamocha?, yo de
Bañon. Si por mal de aprender de albañil quieres cascarte toda la mili tirando
de pico y pala bien. Pero si quieres
venir a casa de pasante, miro de rebajarte de servicios a cambio de que por las
tardes las pases en las cocinas pelando patatas”. ¡Que mili! En esta santa
vida, sin suerte no eres nadie.
De vuelta a Calamocha sin un real ni tierra ¡imagínate!
pase las de Caín. Para ganar alguna perra, todo eran abusos. Me fui buscando el
jornal, me patee la vega entrecavando, escardando, escoronado remolacha,
vendimiando. Siempre para otre y con la hoz y la zoqueta me segué la comarca y
me comí todos los nidos. Con sol, frio, nieve y unos hielos entonces de tres
pares de coquines, y mal atrapechao. En los ratos libres, echaba culos de
cestos. Me deslome. Pase mas tiempo agachao como un animal que de pie como un
hombre. Luego fue escampando y eche a ir con los albañiles y dejando los
jornales, nos casamos, las hijas, los
cestos que vendía, la casa, la viña, el campo y el huerto junto a la vía. No
respire tranquilo hasta que me jubile. Entonces la Carmen, siempre jodida, se
me murió. ¡Que vida esta. Cuando no padeces, sufres! Me jope al charco
donde nací.
Gargallo murió hace unos
días en medio de estos tiempos envueltos en tristeza a unas semanas de cumplir
cien años. Advertir que lo hizo en su cama y a causa de la edad. Era una
persona excepcional, un ejemplo, un padre para todos, un excelente conversador,
contador de historias, sabia escuchar,
sabia estar. Era culto a pesar de no haber ido a la escuela. Trabajador
incansable. Fue allá por el 2014 en Zaragoza donde acudía a verlo cada vez que
podía cuando se nos pasaron las horas repasando su vida tal cual la he contado.
Iba a verlo con libreta y boli, “Apunta. Si el de arriba lleva la misma
marcha que yo, os he de enterrar a todos” Y se reía y nos hacia reír y aun pensar si
seria verdad lo que una vez mas nos contaba. En él todo era verdad.
Siempre he leído los
obituarios que traen a diario los periódicos. Estos corresponden a personas que
han destacado en algún campo de la vida, escritores, artistas, profesores,
investigadores, emprendedores. Tal vez con demasiada frecuencia nos olvidamos
de las personas en apariencia normales. Sirva pues su vida, el anuncio de su
muerte como recuerdo no solo de él sino de todos los que hoy nos están dejando
en soledad. Solo la suerte parece poder librarnos de la tragedia.
Gracias Gargallo, boina,
moquero, albarcas, peducos, bicicleta, carretillo y mimbres. Sonrisa, voluntad,
trabajo, generosidad y vida. Gracias señor Antonio por tus historias y ejemplo,
por ser el primero en todo, por no poner jamas una mala cara, ni pedir nada a
cambio, por tus ánimos, por decir siempre la verdad, “muchos os tendréis que
jopar del pueblo”, por cuidarnos de niños, por las tardes en el remolque de
Perico a sacar las patatas con los machos, por los días de vendimia subidos al
camión de Matinsa con mi padre, por los sacos de trigo que nunca eran tuyos a
las espaldas, tus espaldas, tus cestos, y caracoleras, los barbos que tanto te
gustaban, los tordos y cuervos con cebolla y hasta algún gavilán, las noches a
la fresca, el huerto en la vía, las tardes regando, embotando el Ventorrilo.
Y gracias por los
últimos años en Zaragoza caminando juntos por el Paseo Longares. Un día
agarraste el gayato de la Carmen, después eran dos y al final el tacatá. Fue
una suerte inmensa haberte tenido como vecino, padre, abuelo, lo que hiciera
falta, Dios te bendiga amigo, te queremos un montón. Paciencia con la Carmen,
no le hagas rabiar mucho, ni dejes que te indizque ahora que por fin descanséis
juntos en la Cañadilla. “Ya esta aquí el Bicho. Pensaba que no vendrías”
te habrá dicho al llegar. “Considera Morena, como dicen en Fuentes Claras,
no iba a venir. Ande iba estar mejor que con tu”