viernes, 20 de diciembre de 2013

Muchismo calor.

 Con los dedos de una mano todos me sobran a la hora de contar los días que puedo recordar, haya pasado frio en Calamocha. En cambio, calor, si que recuerdo pasar, calor y mucho, muchismo, pero frío, nunca.

Llegados los ochenta apareció en la tele el programa aquel, Meridiano, creo que se llamaba, las noticias de Aragón en Televisión Española, y al mismo tiempo empezamos a poder sintonizar con nitidez a un lado del dial Canal Dos de Radio Zaragoza, Radio Calatayud al fin y al cabo, aquellos veranos sin su música no habrían sido los mismos, y al otro Radio Nacional.

Todas las noticias, aquellos días, terminaban igual a lo largo de cómo aquel que dice nueve meses al año, “La temperatura mínima se ha registrado una vez más en Calamocha, donde esta noche han estado a cuatro grados bajo cero”.


Oír Calamocha en la radio o en la tele, nos mantenía atentos a las noticias, era toda nuestra ilusión. Y el Heraldo comenzamos a leerlo de atrás hacia delante para llegar antes a las páginas del tiempo. Poco a poco tal ilusión devino en afición al termómetro, y llegó la pregunta obligada, ¿a cuántos grados habíamos estado, los años en los que hacía frío de verdad, a decir de los abuelos?.

Fue tremendo, todo un descubrimiento, Calamocha no tenia igual, ya lo sabíamos pero esto era la prueba. La temperatura más baja de España se había dado allí. Resulto que habíamos estado a treinta bajo cero. Para variar, los abuelos tenían razón, antes hacía más frío. Llegaron y vimos los veinte bajo cero y más en aquellos años ochenta y posteriores, y a todos nos entro el “síndrome de la selección española”, cuando nunca ganaba nada, ¿conseguiríamos batirlo?, a buen seguro nos lo quitarían

 Los abuelos del Barrio nos ponían alerta: Para frío, Molina y toda esa parte, esa pobre gente de Castilla, mis abuelos eran de por aquellas tierras, y cuando llegaron aquí, dijeron que este clima nuestro de Calamocha, era una bendición en comparación con aquel, pues no se lo habré sentido yo veces a mi abuelo, allá en el Rincón.
 
 La afición al mercurio se fue extendiendo más allá de Calamocha, todos querían más y más, y  para colmo de nuestras desdichas, comenzaron a terminar, valga el juego de palabras con la cantinela aquella de:

“La temperatura mínima se ha registrado una vez más en el Refugio de Góriz donde esta noche han estado a cuatro grados bajo cero”. 

Aquello nos sentaba con una patada en el arco del triunfo, en plenas fiestas de San Roque cuatro grados bajo cero, sinceramente de qué estábamos hablando, una temperatura así, te daban las fiestas ¿Se podía comparar Goriz con Calamocha, a quien le importaba la temperatura de aquel curioso lugar del Pirineo?.

Ayer, domingo 15, todo el mundo compro el periódico, y hasta lo leyeron, da lo mismo cual, todos lo saben, no me hablan de otra cosa que no sea de aquel récord de no sé que año en Calamocha y ya hasta se aventuran a decir que en breve se batirá. Pura estadística. 

Válgame dios, móvil en mano te lo demuestran, quizás un frente que llegara la segunda semana de enero. Aquí el más tonto hace relojes, nadie me cree cuando les digo que no recuerdo haber pasado frío en Calamocha y hasta lo odio. Y Calendario Zaragozano en mano, no veo nada que aliente tan vital acontecimiento.

Hoy, ya martes 17, aniversario de tal hito, han sido tres personas las que se han acercado a mí para recordarme lo evidente, el frío que dicen he pasado de pequeño, todo lo que les cuente esta demás, a ellos les gustaría poder decir a los cuatro vientos que han estado ¿a cuánto habré estado yo?, a veinte, veinticinco bajo cero, y yo que sé .
 

 
 Ha sido un día agotador, como todos aniversarios, que manía con celebrar cualquier cosa, que pocas faenas tenemos. Ganas tengo que acabe todo esto. Nunca antes ser calamochino resulto tan duro. Ganas tengo como digo de que un buen día Molina de Aragón marque 35 grados bajos cero y podamos descansar.

 Como hoy no tenemos nada sembrado no nos preocupa mirar al cielo para ver el tiempo qué hará. Con lo nuestro ya tenemos bastante, que cada uno se apañe o se joda como pueda, nos da lo mismo, si llueve o deja llover, si hay o no tempero, y si cae piedra, hasta nos parece poca, cuanta más mejor, queremos que hiele por debajo de los treinta, si es cincuenta, mejor, da igual si no se jorean los jamones, y tenemos que cambiar todas las tuberías, por supuesto queremos que nieve, pero para ir a esquiar, si las fuentes dejan de manar, será culpa del poder, el calor es lo de menos, cuanto más mejor, y si no hace cuando toca, lo mismo da, una tontería, si enveran o no los tomates, o se agostan las patatas, qué más nos da. Y puestos a llover, una riada descomunal es lo mejor, luego resultan unas fotos tan bonitas. Así que no paramos de mirar la información meteorológica, ávidos de récords, cualquiera nos sirve.  

Quizás por todo ello, no soporto, me aburre soberanamente hablar del tiempo. Pues a mis oídos vienen los ecos de todo cuanto oí de niño, cuando la “cosa” del tiempo no era tan bonita como ahora, por lo que podía conllevar. Nos bastaba con mirar al cielo, para saber que la cosecha se quedaría en el campo. Y encendíamos una y otra vela a Santa Barbara 
 
 
 No recuerdo haber pasado frio nunca en mi pueblo.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

La Cafetera.


Hace unos años, un tarde de viernes cualquiera, a eso de las seis...
 
No hace falta que me des las gracias, si lo necesitaras todo te lo daría, ya no he de menester nada en esta vida, ni aún dinero ni nada que se le parezca, la salud no se puede comprar, la compañía, la familia tampoco, ahora, aún no teniendo, me sobran las perras, pero aún me acuerdo de cuando nada tenía, y de los tiempos en que todo lo que ganaba se lo llevaba el banco, vivíamos de las ayudas, con una vergüenza inmensa, ahora como aquel dice solo me gasto en la comida del gato, si me viera tu abuela, mi otra madre, antes los gatos comían las sobras, y comían de todo, y ahora hay que cómprales latas, y no todas se las comen, no te creas que no vale… También más de una vez, habré comido gato en aquellos maravillosos años, buena era tu abuela y mi madre.
 
Llevo un gripazo tremendo, gripe española la llaman, estos franceses desustanciados, lo que toca ahora en estas fechas, resfriado y tos, tos como un perro, día sí y día no. Espera un momento, ahora vuelvo, tengo el café en el fuego.
 
Ahora vengo de hablar una detrás de otra, no paro yo con esto del teléfono, … no sabría vivir sin él, y sin el café, qué haría yo, morirme de asco, claro que si no me he muerto ya de asco con todo lo que he pasado, sin café ni teléfono podría vivir …
 
Con todas hablo lo mismo, ochenta y pico tenemos todas, aquí y en Torrijo, todas, la una con la pierna jodida, la otra con el brazo y yo les digo que no me cuenten sus penas, que las mías son mayores, que todas tienen hijos y nietos y yo solo un gato cabron y francés, estoy sola, y eso no hay pastilla que lo cure, aunque el café ayude. ¿Habrá café en el cielo?, que me lleven donde haya, da igual el infierno. ¿Donde estarán todos?.
 
Como se ríen las sinvergüenzas, vaya unas primas, si os hubiera tocao vivir y padecer lo que a mí, ya hace años que os habría enterrado les digo. Ahora mismo me cambio por vosotras, os doy todo lo que tengo, todo…ya que sois tan pobrecicas.
 
Es que tú lo darías todo, me dicen. En fin, es lo que me enseñaron en Calamocha, a darlo todo menos problemas. No recuerdo donde bebería café por primera vez, pero seria allí, en la Casa el Registrador.
 
A mi madre le pasaba un poco igual, todo lo daba, somos una familia de tontos, a cual más, no tenemos remedio, “son tan pobrecicos, son tan pobrecicos” me decía, de la familia de España, que todo pensaba en guardarlo para dárselo,… sin en lugar de guardar para dar trastos y zarrios, nos hubiera dado alguna hostia de vez en cuando, a todos nos habría ido mejor,…
 
 Yo no podía soportar que pensase eso, “pobres” ¿en España?, ni hablar, aquí en la maldita Francia, sí que éramos pobres, y además extranjeros, pero allí no, “mama, allí poco o mucho no les falta de nada”… y mi madre venga a guardar los vasos de cristal de los danones para enviarlos a España, se pensaba que allí no bebían por no tener vasos, los botes de cristal para echar conservas, tenía la casa llena, para enviarlos a España….
 
Todo menos poner café en la mesa. Había olvidado que los primeros años aquí, sin lo que les enviaron de España a través de la Cruz Roja, no habrían podido tirar para adelante como lo hicieron.
 
Redios, guardar los vasos de los danones, que ni siquiera se comían ellos…. Terrible, “en España son pobres”, cuantas veces se lo oí decir….
 
Nunca lo entendí, pasaron los años y los años, volvieron a España por fin y seguían pensado que eran pobres, no hubo manera de hacerles ver la realidad, ni aun bebiendo café a todas horas, como ocurría cada vez que íbamos a Calamocha, donde el café corría tanto como el vino antaño.
 
Café Aragón se llamaba, y había que molerlo, unos paquetes verdes, fíjate si me sabia bueno aquel bendito café, que me volvía a Francia con unos cuantos kilos de aquel café de Calamocha, que me sabia como el arrope. Para mí no había nada mejor. Café de Calamocha.
 
La última vez que fuimos a España recuerdo que era el año 82 y  en el coche dijo mi madre… me parece que la estoy oyendo,  como si fuera ahora “Nati, maña, he cogido un molinillo de café para llevarlo a la familia, y ahora que pienso, no sé para qué si allí no hay ni café, si no pueden beber de lo caro que esta”…
 
Nada, no se enteraba de nada, solo veía lo que le interesaba, a mí me entro la risa y yo todo era reírme y ella, qué pasa, qué pasa… nada mama, menudos regalos les llevamos tu un molinillo de café y yo una cafetera,…
 
Pues pararemos antes de cruzar la frontera y compramos café dijo mi padre, y a mi madre le falto tiempo para decir,… y azúcar, porque si café no hay en España, azúcar menos.
 
Creo que compramos una arroba de azúcar y otra de café, en cualquier caso una barbaridad para ver como llevábamos el coche… Daba igual que en realidad en España fuese todo ya más barato…
 
Así, que esa cafetera la tienes tú. ¡Qué alegría me das!, cuídala, tiene su historia como ves.
 
 
Feliz Navidad, allá donde este espero, haya café y familia. Busque el de la foto, Café El Hornero, es el mejor, la cafetera como ve, sigue a pleno rendimiento, como el primer día puntual a su cita cada mañana, sin conocer más café que el de Calamocha, que en eso también, allí, donde si no iba a estar, esta el mejor del mundo.
 
Muchos recuerdos, hablare con la familia, ya sabe, ya sé lo puede imaginar, la vida sigue, ya le contaré.
 
"El día que nací yo, que planeta reinaría, por donde quiera que voy, que mala estrella me guía"
Imperio Argentina.
 
Feliz Navidad a todos...a los de Calamocha, a los de Soria, a los de Palma de Mallorca, Zaragoza, Toulouse, Castellón, Valencia, Barcelona, Girona, Madrid y de Vinaroz hasta la Argentina... A los que solo están de paso, a los que van y vienen... A los de Bonete, al vecino de abajo...
 
 Un abrazo a todos y de aquel lugar que me olvide, ya me acordare y lo pondré. Me falla la memoria y si no me apunto las cosas, se me olvidan.
 
A rusos y alemanes también...

Ismael recuerda....

Vaya historia mas conmovedora. Muchas veces vemos trastos viejos y que hace décadas que ya han dejado de sernos útiles, pero lo que si es verdad es que cada vez que vamos a la casa de nuestros padres y abrimos los armarios de la cocina y la despensa y vemos esos "cacharros" de metal casi oxidados por el paso de los años, y le digo a mi madre,,!!porque no te desaces de todo esto!! solo te esta ocupando sitio, si ya no lo utilizas, y entonces me dice, en ese cacharro que le llamas tu, ahí te daba yo tus primeras papillas, y luego cogías la cuchara y te gustaba darle en el plato como si fuese el tambor, y del ruido que hacías a la vez te reías, tu no te acordaras porque eras pequeño, pero yo me acuerdo como si fuese ayer.

Saludos y Feliz Navidad, recuerdos a la familia.