“La noche mitiga el calor del cuerpo pero no el de los corazones, el del deseo, el de la vida joven empujando para abrirse paso, para imperar, para brotar como un torrente desbocado”
Cuatro años atrás por estas fechas entre nieve, hielo y frio Jon Lauko llego en tren desde Barcelona a tierras de Daroca y Calamocha para presentar su novela, cierre de la trilogía de la transición, Cancán. Por todo equipaje traía una maleta llena de ropa y libros. Intrigado y antes de que pudiera preguntar me advirtió: “No quieras saber los pocos libros que se venden. Menos mal que en mi caso los cuartos se los juega el editor”
El maestro era una excepción. La mayoría de quienes hoy escriben en torno al país del Jiloca lo hacen no solo con un esfuerzo enorme si no también perdiendo dinero. Lógico es que tarde o temprano se pregunten si merece la pena o no continuar para alcanzar el reconocimiento en el mejor de los casos a la vuelta de cien años cuando las generaciones venideras se pregunten como nos fue, como pudimos si quiera sobrevivir y los cronistas futuros se fijen en ellos hagan justicia y den en comentar que hubo a nuestro alrededor y en concreto en Ojos Negros un escritor que supo reflejar su tiempo vivido y escuchado. Seamos claros, si no hacemos el esfuerzo de leer y comprar, sobre todo esto último, lo lógico es que no se publique y quede lo escrito durmiendo el sueño de los justos en cualquier estantería o disco duro. Todo un lujo que no nos podemos permitir.
Y ahí anda David Izquierdo Marín y tantos otros pensando si buscar criada o ponerse a servir, si escribir y publicar o tan solo lo primero. Sencillamente toda una pena.
En las bibliotecas de su pueblo y también en la de Calamocha esta su trilogía, quien la haya leído bien sabrá de lo que hablo, merece la pena y mucho, su esfuerzo como el de tantos otros bien vale que a su vez nos rasquemos el bolsillo. Por navidad me mando su último libro, he de ser sincero, me lo regalo y a cambio le prometí Barrendero, enterrador, ferroviario del gran Paco Rubio
Bajo el cielo de Ojos Negros su última novela nos aporta un montón de sensaciones, vuelve David, un hombre tranquilo, lector apasionado, escritor desbordante, por donde ya paso, pero más firme si cabe con un prólogo maravilloso a propósito del gran Garcia Pavón, que Jon Lauko nos descubriera. Quizás algún día se hable del “ojosnegros” de David Izquierdo como de un tiempo pasado que supo tan certeramente evocar en torno a un montón de pequeñas historias, las cuales ahora en sus ultimas páginas ando gozando día tras día. A modo de un Reino de Celama, real o inventado, que más nos da pues el autor tiene la capacidad de ver y sentir más allá de donde la vista nos alcanza al común de los mortales. Relato a veces de una España en blanco y negro que no se cansa de recibir palos un día si otro también, olvidando que en sus pequeñas vidas también hubo felicidad. Vidas e historias con sabor a recuerdo, a otra época, a pueblo sencillo, llano sin ser esto un adjetivo despectivo, seco y frio, en la lucha por un olvido constante de su propio pasado en su inevitable tirar para adelante.
En medio de todo aparece servidor, vanidad, convertido en uno de los personajes del libro, garantía de inmortalidad, imaginado en voraz lector. Tan es así que ahora ando comprando los libros mencionados por el autor para saber más de mi personaje. Somos lo que leemos, leamos lo que fuimos.
Ojos Negros convertido en el “lugar donde la vida se detiene a tomar un respiro”, recordado, soñando, deseado.