martes, 26 de julio de 2011

De Calamocha a Valencia.

En época pasada, aunque no remota, el Mercado de Valencia tenía una leyenda, que corría como válida en todos sus establecimientos, donde jamás faltaban testigos dispuestos a dar fe de ella.

Al llegar el invierno, aparecía siempre en la plaza algún aragonés viejo llevando a la zaga un muchacho, como bestezuela asustada. Le habían arrancado a la monótona ocupación de cuidar las reses en el monte, y lo conducían a Valencia para «hacer suerte», o más bien, por librar a la familia de una boca insaciable, nunca ahíta de patatas y pan duro.



El flaco macho que los había conducido quedaba en la posada de Las Tres Coronas, esperando tomar la vuelta a las áridas montañas de Teruel; y el padre y el hijo, con los trajes de pana deslustrados en costuras y rodilleras y el pañuelo anudado a las sienes como una estrecha cinta, iban por las tiendas, de puerta en puerta, vergonzosos y encogidos, como si pidiesen limosna, preguntando si necesitaban un criadico.

Cuando el muchacho encontraba acomodo, el padre se despedía de él con un par de besos y cuatro lagrimones, y en seguida iba a por el macho para volver a casa, prometiendo escribir pasados unos meses; pero si en todas las tiendas recibían una negativa y era desechada la oferta del criadico, entonces se realizaba la leyenda inhumana, de cuya veracidad dudaban muchos.

Vagaban padre e hijo, aturdidos por el ruido de la venta, estrujados por los codazos de la muchedumbre, e insensiblemente, atraídos por una fuerza misteriosa, iban a detenerse en la escalinata de la Lonja, frente a la famosa fachada de los Santos Juanes. La original veleta, el famoso pardalòt, giraba majestuosamente.
—¡Mia, chiquio, qué pájaro...! ¡Cómo se menea...!—decía el padre.

Y cuando el cerril retoño estaba más encantado en la contemplación de una maravilla nunca vista en el lugar, el autor de sus días se escurría entre el gentío, y al volver el muchacho en sí, ya el padre salía montado en el macho por la Puerta de Serranos, con la conciencia satisfecha de haber puesto al chico en el camino de la fortuna.

El muchacho berreaba y corría de un lado a otro llamando a su padre. «¡Otro a quien han engañado!», decían los dependientes desde sus mostradores, adivinando lo ocurrido; y nunca faltaba un comerciante generoso que, por ser de la tierra y recordando los principios de su carrera, tomase bajo su protección al abandonado y lo metiese en su casa, aunque no le faltase criadico.

La miseria del hogar, la abundancia de hijos, y sobre todo la cándida creencia de que en Valencia estaba la fortuna, justificaban en parte el cruel abandono de los hijos. Ir a Valencia era seguir el camino de la riqueza, y el nombre de la ciudad figuraba en todas las conversaciones de los pobres matrimonios aragoneses durante las noches de nieve, junto a los humeantes leños, sonando en sus oídos como el de un paraíso donde las onzas y los duros rodaban por las calles, bastando agacharse para cogerlos.

El que iba allá abajo, se hacía rico; si alguien lo dudaba, allí estaban para atestiguarlo los principales comerciantes de Valencia, con grandes almacenes, buques de vela y casas suntuosas, que habían pasado la niñez en los míseros lugarejos de la provincia de Teruel guardando reses y comiéndose los codos de hambre.

Vicente Blasco Ibañez, Arroz y Tartana, Capitulo 2. Año 1894.

Los de la foto, siguieron el camino... del Hospital a Valencia...Pero eso ya es otra historia.

sábado, 16 de julio de 2011

RETACIA.

Receta para dos litros:

Un litro de anís seco, o cazalla

Un litro de anís dulce

Un buen puñao de guindas, no en vano luego se comen, y es lo que mejor esta

Un puñao de nueces verdes, media docena por decir algo. De la Serrana.

Un clavel o mejor dos, de una clavelina que haya pasado el invierno calamochino al raso. Es el toque de la alegría.

Un trozo de zarza, palmo por litro, esto es el ser, de los alrededores de la Fuente del Bosque o la Huerta Grande, depende de si estas en el Rabal o en el Peiron que sobre gustos no hay nada escrito, en cualquier caso, a orillas del Jiloca, y si quieres un licor seco, al Campo de Aviación y ya si quieres toda una delicatessen como resultado final, ha de ser del Camino la Cañadilla, tirando hacia Navarrete, junto a alguna tapia de cal.

Añadir, finalmente, o no, unos granos de café. Imagino que ya seria en los años finales de los cincuenta cuando dieron las abuelas en poner café, ya que antes, … era un lujo, todo lo más, se tomaba salvado.



Buscar un recipiente de cristal de boca ancha, para que entren las nueces, un garrafón sin mimbres, y listo.

Dejarlo al raso, en al bardera de sarmientos de la viña de la dehesa, en el tejado, que le casque todo el sol del verano, para que se emboten bien las guindas y coja color el licor.

Lleva alcohol, y no poco, no se va a helar, pero por si acaso, y dado que por la noche todos los gatos son pardos, bajar a la bodega o subir a la falsa, no vaya a ser que se la lleven. Largo es el invierno.

En cualquier caso, no peder de vista.

En esto, como en todo para gustos los colores, y “Quan-més-sucre-més-dolç”. Cuanto más azúcar más dulce….

Al cabo del año ya esta lista, se cata, y se apaña, se añade anís, o azúcar, zarza, o se deja estar…

Y a cada año que pasa mejor esta, y hace de madre la primera Retacia, así que tanto como te bebes, puedes rellenar de anís, hasta que se agote…

( Tener presente, eso si, que la Retacia, ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma, evoluiona, .. asi, en los corros entre el Rabal y el Perion, hay quien dice que le pone un poco de canela en rama, que le da un color agradecido, un tono marron de lujo, y hay quien dice  le pone  una piruleta, un chupa chups de fresa, para darle color y dulzura. Hay calamochinos para todo)



La pasada noche en la fresca, Remigio, de allá de la parte de León, bien comido y bien bebido, como manda dios, termino por decir: “no me duele nada, pero ahora mismo, me hacia una copa de licor de nueces, de nueces no, de cerezas con nueces, no tampoco, de guindas con nueces, que aun esta mejor, y orujo, aunque a falta de carne, bueno es el pescado, y también sirven las cerezas… licor de guindas,  de allá de mi pueblo. Nuestros padres se cascaban todos días un trago antes de salir de casa, que decían quitaba el frío, y las abuelas en cuanto les dolía algo, agarraban la botella y a cascale también, decían que eso lo curaba todo, .. a todas horas les dolía algo, y a nosotros también nos daban, que si los huesos, que si las tripas, con lo que dura allí el invierno… tinajas enteras hacíamos”.

Tiempo atrás, como todos los años,  llegaron a casa un buen puñado de cerezas, de allá de Los Molinares, cosecha triste la de este año, “los cerezos lloraban cerezas” dijo mi padre, todo me dolía al verlas, todo eran recuerdos, y ahora qué… Pena.


Así que aparte un puñado y me fui a por la Retacia madre, de cuando comulgue y se las puse, que mas da si no son guindas, pensé… y al mismo tiempo, puse unas pocas en otra botella, con nueces de la Serrana, y zarza de allí mismo, que unos días después trajo Miguel, no será Retacia, no lo será, … será Licor de Cerezas de La Amada.

Dedicado a la Carmen, La Amada, quien hace unos días, se fue al cielo.

Hoy seria su santo. Para todos nosotros, en el Barrio, para toda la chiquilleria, en aquellos años, era como una madre, de hecho, mucho mejor, en su casa, entrábamos, salíamos, subíamos, bajábamos, lo poníamos todo patas arriba, en un trajín eterno, cazábamos renacuajos, toreábamos a los pavos, le hacíamos las mil y una perrerías al perro, a Yaki, comíamos, merendábamos, …. Lo que fuese menester, que para eso éramos niños y teníamos que jugar, y siempre, siempre con una infinita sonrisa en su cara. “Hala, maños pasar a jugar”.

16 de julio de 2011, Festividad de Nuestra Señora del Carmen. Sábado. 

miércoles, 6 de julio de 2011

Los Geraneos.


Mi abuela, en medio del corral cual patio cordobés, rodeada de flores por los cuatro costados, corral donde cualquier cosa hacia las veces de maceta, soperas, botes, terrizos, ruedas en el suelo, tinajas de la conserva,… eran su pasión, de hecho la única,  junto con el ganchillo, las abuelas, no perdían el tiempo, vicios no se conocían, todo había de ser práctico, o casi todo, con los brazos en jarras, desolada, a punto de llorar, habría dicho: 

Mecagüen la puta de oros, que no haya manera niña, de tener las flores, conforme dios manda, con lo bonitas que estaban, que daba gozo verlas, que llamaban la atención, no te creas que no es gorda esta, que cuando no son los cabrones de los gatos, son las zorras de las  gallinas que saltan, y si no la puta piedra, ¡Santa Bárbara bendita!, y si no las jode el frio, redios que sanantonada más grande, copón bendito, todo el año cuidándolas, para nada… 



 Y yo, a una distancia prudencial, libre ya de culpa y pena, pensando, si solo son flores, qué más da.

Afortunadamente mi abuela, no llego a conocer la araña del geraneo, el taladro, el bicho ese, que de unos años a esta parte, como todo lo malo, ha llegado para quedarse, … y cuando menos te lo esperas, te lo encuentras en el tronco del geraneo, por más que fumigues a titulo preventivo, cada tanto…. El acabose.

Heredada su pasión por las flores, ahora soy yo, quien con los brazos en jarra, ve como el mundo se le viene encima al contemplar los geraneos, me siento como mi abuela, la verdad, no sé qué hacer… 

Si ya nadie tiene flores en los balcones, todo el año cuidando de ellas, para terminar así… No hace ni cuatro días, Feliciano, se rendía a la evidencia: 

Oye niño, pero tú que les das a los geraneos, para que tengan ese color, si te fijas en los míos, dan pena, y eso que son hermanos de los tuyos, que me los dio Fermin como a ti cuando se fue, aunque a ti te dio los mejores,  y los tienes llenos de flores y verdes, y a todo el sol que les casca a los tuyos, chiquillo  ese balcón que tienes, eso es una maravilla, eso no se paga con dinero, y yo todo es traer abono y tierra de allá del puerto, que a mi parece que es lo mejor, y no hay manera, asi que dime que les echas, y donde lo compras

Un poco de Growel de Massó, le dije, en el agua cada dos semanas, media  cucharada de café por cada cinco litros, mano de santo como veras,  en Leroy Merlin lo puedes comprar, de todas formas ahora te doy un poco…

Pasaron dos semanas y en la terraza de Feliciano, se obro el milagro… aquello parecía un vergel, la huerta de valencia allá por San Juan,… una cosecha tras otra, una flor tras otra… 



Y un  par de días después. Nuevamente, el acabose. 

Niño, ya te he visto en la terraza metiendo mano en los geraneos, en los de Salamanca, en los de Calamocha, … da igual, los mios los tengo llenos del puto gusano que se los come, ha sido engordar para morir, … tienes algo para joderlos a esos mal nacidos,  o me voy al Leroy Merlin a ver qué hay de Masso.

No te preocupes, ahora te doy veneno de Massó, para que no dejes ni uno, ya le ponía mi abuela sabes, y no veas cómo funciona, le metes una buena rociada,  y no te haga duelo cortar y replantar, que en cuatro días, los geraneos están nuevos…  cortas el tallo, tiras lo malo y después agarras el tallo, como hacían las abuelas, lo cortas en diagonal, le haces un corte, y pones un par de granos de trigo y un pelo, para que agarre.

 


Bajo los geraneos, la Doña Manuela, una de las canarias, viuda de Pajares desde hace cuatro días, trata de obrar el milagro... Y que el ilustre "El Mixto", tenga descendencia...