Desde el origen de frio
El Comarcal del Jiloca celebra su
XX Aniversario
Fue mi padre, aún hoy lector
empedernido de viejos periódicos, quien nos enseñó amar la diaria letra impresa
en aquellos años de la vida tranquila, cuando los periódicos iban de una casa a
otra, olvidado su primer dueño, con noticias que parecían eternas y se leían sin
importar la fecha de su publicación. Sus enormes hojas, sus dobles imposibles,
su áspero tacto, su olor, las manos tras su lectura manchadas de tinta y el quedarte
dormido entre ellas, abrazado a sus hojas, al mundo entero, eran en su conjunto
todo un placer difícil de olvidar.
Fue después mi madre, quien, de
un modo inesperado, consolido nuestro amor por los periódicos. Tuvo un trabajo ciertamente
privilegiado como limpiadora del instituto y allí a la hora de la merienda
junto con sus amigas Trini y Pili devoraban algo más que un sano tentempié, devoraban
conocimiento en forma de periódicos. Los indultaban, rescatados de la papelera
y les daban una nueva vida, los leían a matacaballo y tanto si había algo interesante
como si no, la mayoría de las veces se los llevaban a casa. Mi madre volvía sobre
las diez y decía las palabras mágicas, “Os
traigo el periódico”, ¿el Heraldo, o
el Lucha?, preguntábamos. Y si añadía: “Sale
Calamocha” La felicidad era absoluta.
Mucho tiempo ha pasado desde
entonces para todos y muchos otros periódicos hemos tenido entre nuestras manos,
de comprar y leer casi a diario durante los años de estudio, cualquier cabecera
servia, a lector de suplementos de fin de semana conforme me hice mayor y comencé
a trabajar. Ha cambiado también y de qué manera en apariencia la vida misma, ha
llegado internet, lo inmediato, lo aparentemente gratis, y con ello las prisas
y la “barra libre”, y sin duda, lo peor de todo es que hoy las noticias que traen
resultan tan efímeras y tan poco creíbles que se torna imposible encontrarlas. Malos
tiempos para la prensa escrita.
La pregunta hoy seria: ¿queda algún
periódico que se pueda leer?, que te haga sentir en buena medida lo que en su día
fue el papel. La respuesta, afortunadamente para aquellos que nacimos o viven a
orillas del Jiloca es, sí. Somos unos afortunados.
Es en estos momentos de celebración
cuando me doy cuenta de que realmente de aquellos primeros días en los que leer
cualquier periódico era un auténtico placer, tan solo nos queda en casa EL
Comarcal. Su imprescindible lectura es casi una cuestión de necesidad vital, su
compra es obligada cada vez que vuelvo por Calamocha, otras veces lo encargo
desde la distancia, y ello me resulta el mayor de los placeres, y suelo comprar
dos ejemplares, porque con uno, no tengo bastante, y los compro junto a otros periódicos
en los cuales, aunque escasamente, aun confió, y todos salvo un ejemplar de El Comarcal
se los doy a mi padre sin leer, y me vuelvo a Castellon con mi comarcal bajo el brazo, lo mismo que con
el cañao y el jamón, y llego a casa y lo dejo sobre la mesa, y pasan los días,
y las semanas y por fin lo leo, y me quedo feliz dormido entre sus hojas, al tiempo
que me llegan recortes ya de números más nuevos de una u otra noticia al
correo, y leo su portada en la red. El Comarcal en su conjunto me devuelve la esperanza
en el papel impreso, y ese milagro del que podemos disfrutar, se torna imposible
dejar de amarlo. Milagro que discurre paralelo al rio de nuestra vida, al Jiloca,
entre Monreal y Daroca, abrazando a todos y cada uno de esos maravillosos pueblos
que conforman algo mas que una imaginaria comarca, un modo de vivir.
Felicitar a José Antonio Vizárraga,
artífice de todo esto resulta obligado, de hecho, todos deberíamos hacerlo sin
dudarlo, y animarle al tiempo a continuar con ese trabajo como artesano del
papel, que tiene también algo si no todo de héroe, agradeciéndole así, tantos
momentos de lectura como nos ha dado, como el hecho de haberse convertido en altavoz
de una tierra que como el mismo periódico parece sobrevivir en un milagro continuo.
Felicidades y gracias, por tantos
buenos momentos, a pesar de que a veces las noticias, los hechos, que no por conocidos
dejan de sorprendernos, no sean los que nos gustaría leer, 20 años quizás no
sean nada, pero si lo son para la tierra del Jiloca, ¡por dios!, ha cambiado
hasta el tiempo meteorológico en estas dos décadas, el sol a veces parece otro
y el frio nos ha abandonado. La hemeroteca si algún día tenemos acceso a ella, dará
buena cuenta de todo, y sin duda debe ser todo un paraíso del tiempo compartido,
un placer de lectura.
Finalmente, como lector, seré egoísta,
los lectores, debemos serlo, ¿cuándo nos sorprenderá con una nueva novela?, cuándo
podremos ver sus películas en la pantalla grande, o en el patio de las monjas,
una noche de esas en las que estemos todos, también los que un día nos
marchamos y encontramos cada quince días en la lectura de El Comarcal un lugar
para volver a vivir lo que fuimos, una esperanza de continuidad.
Felicidades, gracias y recuerdos