jueves, 25 de agosto de 2022

Cabezas de cordero asadas

 

A don José María de Areilza, de quien acabo de leer una colección de cien de sus artículos de entre los más de tres mil que llego a escribir. Publicados en este caso por Revista de Occidente en 1971 y que vine a mercar meses atrás por trescientas pesetas mal contadas a la ombría de la catedral de La Seo y su rastro dominguero, paraíso del libro viejo con los días contados, como todos. A don José María de larga, prolífica y apasionada vida alrededor de medio mundo, político, consejero, alcalde, embajador, ministro, quizás tan solo le falto haber formado parte de aquel primer equipo del balompié calamochino entrenado por don José Gomez de la Serna. ¡Si el destino hubiese tenido a bien concederle unos años de paso por nuestra villa! con cuya alineación habría hecho sin duda buenas migas.

 

Entre tanto artículo, repaso a las democracias de su tiempo, lideres con los que mantuvo contacto, personas varias y viajes varios y su eterno y amado País Vasco, protagonista una y otra vez a propósito del cual en un momento dado escribe “Marmitako

 

“Hemos comido amigos, en el marmitako uno de los platos originales de nuestra mar cantábrica”

 

Leo con pasión a la espera de encontrar la receta, receta de las de antes, como dios mandaba, de cincuenta años atrás y contada por este hombre. ¡Con lo que sabia! se me hace la boca agua y pienso en ponerme a cocinar marmitako a escape y sin falta a la hora de cenar. Sin embargo, me quedo con las ganas, pues continua el articulo dando un repaso a un puñado de vascos ilustres a lo largo de la historia. Quienes llegaron a ser lo que fueron, a decir del autor, gracias entre otras cosas a los platos de marmitako que se empentaron desde zagales y sin rechistar.

 

Algo decepcionado, pero sin renunciar a sopar marmitako me puse a buscar la receta al tiempo que empecé a darle vueltas a la cabeza y cavilar por un lado en ese puñado de calamochinos ilustres e históricos, vivos y muertos a los que me podría referir con nombre y apellidos y en un par de líneas dar cuenta de sus gestas, (pues los calamochinos somos más dados a gestas que a logros). A esos que de un modo u otro han venido a conformar nuestro subconsciente calamochino, nuestro modo de ser y pensar a lo largo del último siglo. Pero quien viva para contarlo ya lo hará, no seré yo, al menos de momento. Pero si me detengo a pensar que, si no somos fruto del marmitako, que padre no hay más que uno y este lo es de los vascos, ¿de qué plato somos hijos? Seguro hay unos cuantos.

 


Mas allá del tópico del pernil, antaño casi un lujo, lo mismo que las chuletas de cordero, o la conserva agostera entre aquellos a los que no les quedaba más remedio que echarle riñones a la vida para poder comer. Quizás todos ellos, señoritos y pobres vinieron o vinimos en un momento dado de nuestra infancia a enfrentarnos a un plato de cabezas de cordero asadas, esencia mismo del país del Jiloca, su olor, su color y finalmente al decirse a comer, porque el hambre aprieta; Descubrir en su sabor desde la más tierna infancia que no hay o había, nada mejor.

 

La receta de mi madre: Limpiamos las cabezas, las abrimos, las partimos. Preparamos la bandeja del horno con patatas, ajos y perejil. Pizca de sal. Colocamos encima las cabezas. Una chorreada de agua. Otra miaja de aceite de oliva. Ponemos perejil y ajos una vez más, sal. Y al horno unos 45 minutos a 200 grados, dándole a mitad la vuelta a las cabezas y cuidando de que los sesos no se nos quemen ni sequen las patatas. Buen provecho (no olvidar el cañao para abarrer). De lo que se come se cría.

 

Foto de las ovejas de José Luis Latorre Lazaro recién esquiladas en Cutanda

sábado, 20 de agosto de 2022

La gigante doña Celia

 

HERALDO DE ARAGON, DOMINGO 7 DE ABRIL DE 2002


Todavía pertenezco a esa última afortunada generación que puede presumir, con bien poco nos conformamos, de haber nacido en su pueblo, en su casa y más aún, en su cama, allá en Calamocha.

 

Mi madre siempre cuenta que al ponerse de parto, mando a mi padre en busca de Doña Celia, la comadrona, ella misma había tenido un niño apenas dos semanas antes. Doña Celia se encontraba asistiendo a otra parturienta unas casas mas arriba, evidentemente eran otros tiempos, de modo que cuando llego, el que ahora escribe todo esto ya “estaba fuera” y ella sólo tuvo que cortar el cordón.

 

Casi 34 años después, esta vez en el Hospital de Castellón, hace un par de meses, vino al mundo nuestra hija Cecilia, la cual esta Semana Santa fue por primera vez a Calamocha, y allí, Doña Celia, toda ella amabilidad y ternura. Humanidad. Le puso sus primeros pendientes.

 

Gracias, sinceramente gracias de todo corazón, por habernos hecho tan felices aquel día, ahora, Cecilia y yo, tendremos en común una anécdota en torno a nuestro nacimiento y Doña Celia, que nos acompañara el resto de nuestra vida, eso es lo mas maravilloso del mundo, y eso es lo que ella nos dió aquella mañana de Viernes Santo.

 

Un fuerte abrazo desde Castellón y nuestros mejores deseos, “que siempre se vea rodeada de niños”.

 

Jesús, Mayte y Cecilia



lunes, 1 de agosto de 2022

Mi querida Calamocha

 

Muy buenas noches a todos, gracias por venir. Comienza hoy la Crónica de la Villa de Calamocha.

 


Verano

 

Mi querida Calamocha esta noche de verano querría escribirte la más bella carta de amor que jamás te hayan escrito, juntar letras, crear palabras y finalmente unirlas en el orden correcto. Parece sencillo, ¿verdad?, sin embargo, no lo es.

Carta que, al leerla aun con el paso del tiempo, lo mismo hoy que en el devenir de los años, todos, pudiéramos sentirnos en ella reconocidos.

Y dejar así escrita en estos tiempos, inicio de la crónica, la más bella epístola de amor que entre todos podamos escribir a esta tierra que a unos nos vio nacer y a otros llegar.

También para esos pocos, en realidad muchos, otra Calamocha, a quienes antes que yo quienes le escribieron llamaron de la diáspora. Calamochinos agosteros que un día nos jopamos para vivir el resto de nuestra existencia envueltos en el anhelo del casi imposible regreso.

 

Nosotros los calamochinos que en cualquier lado nos encontramos como en casa, y que si salimos como decía aquel de la casa grande cien años atrás no es por ver mundo, si no por volver a Calamocha y contarlo una vez hemos comprobado que por mucho que viajemos siempre nos parece estar aquí mismo. En este maravilloso marco desde donde se ven las más bellas puestas de sol.

 

Todos Bienvenidos

 

Desde el último en llegar a ese primer calamochino hijo del frio y las tormentas, amamantado por un generoso Jiloca y puesto en pie sobre la tierra que pisamos, roya y cenicienta, fértil, la mejor del mundo, que tal vez mereciera un clima más amable, aunque con ello se nos fuese parte de nuestra misma esencia, ¡bien se podría perdonar! Tierra que a lo largo de los siglos nos trajo hasta aquí, nos cuidó y amamos, y con la cual estaremos en deuda eterna.




Otoño

En el lugar de Calamocha y en el calor de una noche de julio cómo está, eternos y efímeros días que surcamos anunciadores del fresco agostero de San Roque, el verdadero frio.

¡Hoy! días, meses, años después, por fin, volvemos a vernos sonreír.

Aunque sea tan solo una sonrisa a medias.

Al amparo de este maravilloso pórtico, iglesia, testigo de unos días y de una villa que va dejando lugar a otra.

A tan solo 65 pasos de la casa de todos, nuestro ayuntamiento, a cuyos pasajeros integrantes agradezco de corazón, ¿de qué otra forma si no podría hacerlo?

Gracias, gracias, gracias, (que nunca, y como ejemplo la noche de hoy, tras lo vivido, nos cansemos de dar las gracias y ayudarnos)

 

Gracias al hecho de haberme traído hasta aquí, nombrado cronista, y escrito a un tiempo mi epitafio. Después de tanto como vengo escribiendo a lo largo de los años en torno a nuestra querida villa con sus gentes sencillas como protagonista. Mi familia, la calle las Escuelas, la vida entre maestros y civiles, mis seres queridos, vecinos, amigos, calamochinos todos entre el Rabal y el Peirón. La vega y el secano. Calamocha y yo.

 

En estas gradas, anfiteatro improvisado ya consolidado, donde el actor protagonista es el espectador, el pueblo. Puerto de una Cala Mocha sin mar. Lugar mágico donde año tras año nos reunimos ilusionados ante los días venideros plenos de alegría.

Asimismo, efímero puerto principio y fin de muchos de nosotros, a quienes en un primer día al cabo de haber nacido nos suben en volandas, (hoy vuelve a ser ese día) y un día cuando todo en apariencia termina nos bajan en andas.

Y lugar donde cada año nos parece que siempre estamos los mismos, y en número bien pueda ser, pero no nos engañemos nunca es así, siempre se echa en falta a uno u otro cuando te sientas y te giras y ves llegar a uno si y a otro no.

 





 

Cada año, con anterioridad a este día, como parte de ella somos devueltos a la vida tras el silencio de la Semana Santa amparados bajo el sol de una mañana de mayo, la calorina de julio y el fresco de allá por San Roque. Frio naciente que nos empeñamos cada septiembre en vencer y pretendemos año tras año ahogarlo en vano entre las llamas del Santo Cristo.

Una quimera tras otra nuestra vida en una tierra que, aunque la amamos tanto como nos ama: No nos pertenece.

Arropados y hasta ahogados por las tardadas de octubre anuncio de un invierno, de tardes eternas y noches de un cielo raso y precioso con las estrellas amenazantes a nuestro alcance, que nos recuerdan donde estamos, que hemos de abrigarnos, encender la gloria, tirar para adelante, la cañadilla tendrá que esperar, puertas cerradas, para nevadas las de antes, hielo a destiempo, oscuridad.

El frio egoísta y solitario se adueña de una Calamocha a la que obliga a morir cada año un poquito más, también el paso del tiempo sin más lo hace, mientras al comienzo de cada año fijamos la vista en la esperanza de alcanzar esa mañana de mayo, que le devuelva a la vida, que nos ponga en pie.

Que pase algo, una ilusión, algo. Siempre, en apariencia, la vida en un pueblo es una vida a la espera.

 

 

Invierno

 

Hay instantes que valen por toda una eternidad y la tarde noche de hoy será uno de esos momentos, como tal lo contare, lo dejare escrito como el día en que por fin después de dos años volvimos a vernos las caras, saludarnos, abrazarnos y darnos en medio de todos los temores todos los besos del mundo, el día en quisimos detener el tiempo y retomar la normalidad.

 

Pero también el día en que nos dimos cuenta de que muchas de esas caras ya no están aquí, nos dejaron, sin poder imaginar ni ellos ni nosotros nada de lo que hemos vivido desde el ultimo seisado al de hoy.

 

Mientras en otras caras vemos reflejado en nosotros mismos el paso del tiempo al quitarnos por fin, el lastre de una mascarilla salvadora.

 

Días, meses años que en vano decimos nos robaron, pero ¿quién pudo cometer tal osadía? sabemos que no fue así, pues nosotros vivimos para contar: Lo que otros dejaron de ver, a ellos si, la fatalidad vital, el destino les robo estos días, meses, años a los que cual dioses venimos hoy a poner fin en su recuerdo.

 

Dejar escrita una vida sencilla, una Calamocha amable, que mira cada día al acostarse al cielo: si helara, si lloverá, si podrá salir la procesión, si se podrá o no sembrar, cosechar. Si viene o no una u otra empresa, si aquella cierra, si tras estudiar tú también te joparas, o estudiaras aquí ahora que puedes, si se cierra una casa, si la venderán o se hundirá, si vendrán familias, si parara un último tren o pasara de largo, si haremos un esfuerzo tras otro aun siendo incierto el resultado o nos quedaremos resignados a esperar esa pedregada seguida de esa riada que cada tanto nos cae encima y el último que lo cuente, cierre y se marche a otro lugar.

 

Si creemos que Calamocha será eterna, que nunca desaparecerá, estamos equivocados. Lo mismo podríamos pensar que somos inmortales, valiente tontería, basta con mirar a nuestro alrededor y sentir el dolor de los pueblos que nos rodean, viviendo una amenaza tras otra.

 






Mirar al futuro, con el respeto de ver que ahí está tu destino y el de los que vendrán detrás arreando, el de todos, un cambio constante, que sean conscientes de que hicimos todo lo posible por levantarnos al alba y dejarles el mejor Calamocha que pudimos soñar, y fue cosa de todos, de quienes empujaron y quienes a veces también pusieron piedras en el camino por que el progreso de otro modo no llega, y nunca lo hace de un modo sencillo. Todo cuesta si de verdad queremos una Calamocha grande.

 

Calamocha desde hoy tendrá su crónica y en ella los calamochinos venideros encontraran un punto de partida, respuestas a casi tantas preguntas como se hagan, como hoy nos las hacemos nosotros al mirar atrás.

Que cuando se pregunten como nos fue, culpándonos o dándonos las gracias de su situación, busquen en la crónica y encuentren un atisbo de repuesta, y sepan que llegaron hasta ahí de alguna forma gracias al mérito, en ello quiero pensar, de quienes hoy estamos aquí.

 

Ahora toca ser cronista. Escuchar a Calamocha, sentir y escribir. Y buscar un sucesor, que tras del primer cronista llegue el segundo y uno tras otro hasta los últimos días de la villa, esos que precisamente queremos evitar con nuestro día a día, si es que estos llegasen, que ni dios quiera, ni el cronista lo cuente.

 



Hay que seguir trabajando. ¡Ojalá todos los días fuesen San Roque!, pero no, son los menos, el resto toca tirar para adelante, intentarlo.

 

Primavera

 

He de terminar, perdona mi Calamocha querida si quise escribirte y no supe, también quisiera darte el mar y no puedo. Otros antes de mí lo hicieron y otros tras de mi lo harán, todos te quisimos, nos diste la vida, la razón de ser y quisimos pagarte como mejor supimos, agradeciéndotelo a diario.

 

Quizás debiera tan solo haberte escrito unos versos o mejor echado un dicho, por qué bien lo sabes somos de una tierra. ¿Qué te voy a contar? de pocas palabras, pero sentidas, de saludo y el consabido ya charraremos otro día y ese día nunca llega y se nos va el tiempo de entre las manos sin pararnos entre el Rabal y el Peirón y decirnos cuánto nos queremos, o si necesitas que te eche una mano, o lo felices que fuimos y lo aún más felices que deseamos ser, ese dicho, esas palabras a juntar en el orden correcto, si tuviera la voz y la elegancia de un baturro torrijano en noche de ronda bien te lo echaría mi Calamocha querida:

 

 

 

 

Noche de verano a la fresca, olvido. Fuente del bosque, un imposible. Cirujeda, agua del pasado. Jiloca donde dicen hubo un día cangrejos, rio literario. Tarde de agosto, peñas, inmortalidad. Huertos hoy yermos. Puente romano, lugar de paso. Terrazas llenas, caminos abandonados. Algún corro de paso en la calle real, vacío rabal. Huerta grande, sala de espera al cielo.

Tormentas, pedrisco, muchísimo calor. Frío el que toca y cuando toca, que no es menester más. Todo pardina. Dehesa del pueblo. Santa Bárbara, pies descalzos. Puente la vía. Ratero. San Roque y carretera Navarrete.

 



(Conchita Puértolas. Mantenedora 2022 a quien San Roque en una crueldad inmensa le regalo la tarde noche mas desapacible que pudiéramos imaginar, precisamente a ella, que tanto amor y devoción le tiene y Dichos le ha echado) 


Despedida

 

¡Mi buen San Roque! bien sabes que los calamochinos somos dados a toda clase de gestas, pero habrás de perdónanos por no haber saltado la reja por muy alta que sea y echado la puerta abajo por más grande que sea, en el amanecer del 16 de agosto del ya lejano 2020 y sacado tu imagen en volandas a las calles de tu villa, en plena pandemia, haciendo oídos sordos a todos protocolos y autoridades, ¡teniendo tu capa que nos podía pasar!

Fuimos unos gabaches, unos desagradecidos, te pido perdón.

¡Cuánto me habría gustado, dejar escrito un hecho así!

Sin embargo, aun puedo y quiero dejar escrita una gesta mayor:

Calamochinos todos

Que entre nosotros nunca haya despedidas, ni siquiera un adiós, que baste un hasta luego y que al año que viene este cronista pueda contar la gesta de que todos cuantos hoy estamos aquí nos volvimos a ver.

GRACIAS

Fin

Jesus Manuel Lechón Meléndez

Quise pronunciarlo en las gradas de la iglesia con motivo de la aceptación del cargo como primer cronista oficial de la villa que me viera nacer un 30 de septiembre del año 1968. Pero el frio lo impidió.

Calamocha sábado 30 de julio de 2022 Santa María de Jesús Sacramentado primera santa mexicana y fundadora de la Congregación de las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús


FOTOGRAFIAS Radio Calamocha