lunes, 19 de enero de 2015

De una de las increíbles historias del Tío de Valencia

De la que probablemente sea la mayor gesta aérea llevada a cabo por un pionero calamochino enamorado de su tierra, desde los inicios mismos de la aviación hasta nuestros tristes días de hoy, donde una historia de amor así, seria del todo imposible…

Él, sin duda alguna, de haber  podido elegir donde nacer, habría elegido Calamocha, sin embargo, no pudo, nosotros tampoco, pero en eso, tuvimos la suerte que a él le falto. Vino así a ver la luz un poco más arriba, en Teruel, que tampoco es mal sitio para nacer,  hasta llegado el caso, yo mismo lo hubiera elegido, eso si, con el tiempo paso a amar Calamocha por encima de todas las cosas, y siempre que podía, en aquellos años, del blanco y negro, se presentaba en el pueblo.

De hecho amaba tanto la tierra calamochina, que llegado un día, pensó seria una gran idea, poder acercarse a cualquier hora, y a escape, sin pasar las calamidades que por esas carreteras en aquellos días, a bordo de coches infames, debieranse a buen seguro pasar.

Y así, ni corto ni perezoso, por sus venas, sin duda, corría algo más que gasolina, en cualquier caso, no sangre, diese en comprar ni más menos que una avioneta, cosas también, a mi ver, de cuando la guerra, pues al parecer la hizo no solo del lado que tocaba, eso es del, correcto, si no rodeado de máquinas en aquella temprana aviación, y así, con su propia avioneta,  poder ir a su aire de Valencia, donde vivía, a su pueblo, donde caso, a cualquier hora, volar. Y así fue.

Dicho y hecho, un buen día de verano, camino de San Roque, despego de Valencia y puso rumbo a la procesión. Despego y voló, sobrevoló Teruel y aterrizó en el Campo de Aviación de Calamocha. En suma, todo un pionero, que merece capitulo a parte, más calamochino ni siquiera uno lo es, ni aún habiendo nacido allí en pleno rabal ni por mucho jamón, y cañao que coma.

No creo que ningún otro haya hecho lo que el hizo aquel día,… llegar en avión a Calamocha para pasar unos días. Del todo especial, sin duda, el aeródromo o lo que de el quede, debería llevar su nombre. Dando así por inaugurado aquel lejano verano el puente aéreo, de carácter civil y comercial,  Valencia – Calamocha.

Aquel día que aterrizo en el pueblo sobrevoló tan bajo Teruel, contaban que si paso o no por debajo del Viaducto, en cualquier caso esa parece era su intención. No lograba la familia  recordar si lo hizo o no, si finalmente se acobardo al ver correr asustada a la gente con los días de la guerra aún tan cercanos. Aunque no parece, por lo que de el contaron siempre o por las fotos que podamos ver como espejo de su alma, que fuera él, de los que se echaban atrás. Si pasó o no, no lo sé, no se ponían de acuerdo, tantas veces como se recordaba la heroica hazaña la duda seguía vigente. 

Finalmente se alejo del viaducto y siguiendo la línea de la carretera nacional, aterrizo en el Campo Aviación, una pena que vaya a dejar de existir si no lo ha hecho ya, ahora que el de Caudé esta lleno, y hasta despegan aviones del aeropuerto de  Castellón. Una pena, aquel puente aéreo podría tener hoy su continuidad, una vez abierta la ruta.

En aquellos días el aeródromo de Calamocha estaba en pleno funcionamiento, aviones, soldados haciendo la mili, mandos… y de pronto una avioneta que llegaba vete a saber de donde, tras sobrevolar Teruel, y con qué intenciones. Dio un par de vueltas por Calamocha, hizo un par de fotos aéreas, mando saludos. Todo un acontecimiento… Aterrizaje perfecto finalmente, y recibimiento amistoso por parte de la Guardia Civil, mosquetón en mano. ¡Manos arriba, alto, queda usted detenido!.

Como si la cosa no fuera con él, o si, frente a tan cordial recibimiento que le esperaba, dicen bajo de la avioneta consumada la gesta como si tal cosa, sonriente, sin perder la compostura, orgulloso de lo hecho, de su amor por el pueblo, quería estar siempre allí, llegar cuanto antes, no perder ni un segundo, ordeno y mando sin borrar la sonrisa, lo que había de hacerse, comento de donde venia, a donde iba, por qué, y quien era, “llamen si quieren a Valencia, o mejor a Madrid, acabaran antes, digan que estoy aquí y verán como cuento con todas las autorizaciones habidas y por haber, que sean menester. Lo de Teruel, si, he sido yo, no teman, al volver no entrare a ver mi casa, la gente se ha asustado. Hagan el favor de guardar bien la avioneta durante los días que este en el pueblo, volveré a Valencia con ella”.

Y unos días después, se marcha a Valencia, obviamente volando,… el puente aéreo quedaba inaugurado, a la espera de tener continuidad. Sin embargo, no hubo ya mas vuelos por su parte con origen Valencia y destino a su amada Calamocha. Quizás, donde hay patrón no manda marinero, le dieran un toque, vía conducto reglamentario desde las mas altas esferas de la cadena de mando, en tono discreto y cordial, del tipo habitual  “Camarada, se ha pasado usted cuatro pueblos, no esta el horno para bollos. Déjelo estar, baje los pies al suelo. Esto es España. Un lugar tranquilo”.

Y así hizo, tiempo después llego a su pueblo, a Calamocha, conduciendo un Mercedes, la familia contaba, que era uno de los primeros que llegaron a España tras la guerra, y que el mismísimo Franco había recibió uno igual, regalo de Alemania. Verdad sera.



Así, tal cual se le ve en la foto, Valencia 1948, día de comunión, no engañaba a nadie, siempre iba derecho, así lo recuerdan aún, con un enorme cariño, y de igual modo derecho que caminaba, pretendía que todos los fueran con él. Miembro de esa España paternalista que jamás pasara de moda, conocedora en todo momento de cual es el camino a seguir, por todos aquellos que a uno le rodean, el buen camino, el único posible. El recto. El suyo.

Y en frente, como no, tenía al resto de parientes, familia política calamochina en este caso,  esa otra España, una de tantas, que por muchas trabas que se le pongan, que por muchas palmaditas en la espalda que se le den, y parabienes que reciba, nunca se deja doblegar, ni engañar y asimismo nunca ceja en su empeño de hacer lo que le da la gana, este o no ese buen camino por todos pretendido, en la creencia siempre, de estar haciendo lo correcto, consejos los justos. Mejor darlos que recibirlos. “Este nos quiere gobernar a todos. Dejaremos que se lo crea” Se ve que decía mi abuelo, su cuñado. 


De los Años de la Cazalla. El cuñao con influencias. 



La avioneta protagonista sobrevolando el Puerto de Valencia
Recuerda su hija, mi Tía, protagonista de aquellos viajes, emocionada, añorando aquellos días de abuelos, bicicletas, avionetas, motos. Días de verano, niñez y Calamocha. Ella, mi Tía,  que sí pudo elegir, nació allí, recuerda:

Te podría contar una anécdota de los vuelos Valencia - Calamocha. 

En uno de ellos se atrevió a volar mi madre con la ilusión de ir en una hora a ver a su hija, a mí, y todo fue bien pero mi madre estaba acostumbrada a volar junto a mi padre y  tomar tierra en pista asfaltada, y claro en Calamocha…

El aeródromo de Calamocha era aquello como un sembrado, una era, con unos baches tremendos, tal fue el susto de mi madre al empezar el aterrizaje, que comenzó a gritar y a mi padre lo puso de los nerviosos y capotó un poco, bastante más bien, ya que se rompió la hélice que la tengo yo como recuerdo de aquellos días.

La Chica de la Bicicleta que quiso ser Piloto

Ya sabes que las hélices no se pueden arreglar, gracias a dios,  no pasó nada solo un gran susto para ellos, sobre todo para mi madre.

Aquel aterrizaje recuerdo que a mí me pillo llegando al Campo de Aviación,  pues mi padre siempre daba un par de vueltas al pueblo, no había móviles ni aun casi teléfonos y esa era la manera de decir, ya estamos aquí, yo, todo el pueblo le veía, y yo corriendo acudía en bici a recibir a mis padres. Imagínate como me sentía.

Resumiendo el carpintero del pueblo  arreglo la avioneta, la hélice la trajo un camión nuestro desde Valencia y mi padre se volvió tan contento.

Hoy pienso que fue una locura fiarse de cómo iba la avioneta, pero mi padre, en realidad la familia, éramos, somos así

De todas aquellas historias, de aquellos días, de esos viajes, de la avioneta en su feliz camino de Valencia a Calamocha, fueron no uno si no varios los viajes que hicieron, me quedo siempre la tristeza de no haber seguido los pasos de mi padre. 


Yo no fui piloto porque, mi madre que era lo contrario a nosotros, a mi padre y a mí,  gasolina en las venas nosotros, ella horchata, me lo suplico casi de rodillas una y otra vez, por Dios que no lo hiciera.

Pero si que he pilotado la avioneta, era una PIPER  EC. ADA Tres plazas, de mediados de los años cincuenta. Toda mi vida, me he arrepentido de no tener el título y volar, pues es precioso. Hubiera sido la primera mujer piloto de Calamocha. 


Muchísimas gracias por el recuerdo, y las fotografías, de una historia que tantas veces como se reunida la familia, era recordada con admiración y cariño, como ejemplo de superación. 

lunes, 12 de enero de 2015

El paso del tiempo.

No creáis, no voy a decir nada, no haré como hacia mi abuelo con mi pobre padre que lo llevaba a mal traer por el camino de la amargura. Luego sería mi padre, cuando ya no se acordaba de lo que el suyo hizo con él, el que me salia a mi con la cantinela aquella de los hijos, de lo mal trabajador que es uno para un padre, de no querer echar mano en casa, de trabajar lo justo fuera y de no pensar nada más que en la jarana. La gente joven ya se sabe.



No sé cuantas cosechas de patatas quedaran en el Ventorrillo, pero no voy a pasar pena, ya os las veréis, como me las vi yo. Cuando os toque ya os apañareis, y se que lo haréis bien, aquí o ande sea, eso de destripar terrones, lo llevamos en la sangre. Y os acordareis de mi, y aún mirareis para arriba a ver si me veis, y os pondréis a la faena. A la tierra.

Ya mi abuelo, de mala virgen, le decía de todo a mi padre, cada careo liaban de tres pares de coquines, y fíjate si han pasado años y seguimos comiendo lo sembrado en casa, le decía a gritos, entonces se chillaba para todo “cuando yo falte ni aun patatas comeréis, ni sembrar sabréis...Ahora la juventud no tiene tiempo para nada, ni ganas, de lo que da faena no quieren saber nada, y el huerto da muchisima, pero te da de comer, es agradecido.Vagos, mal trabajadores, mientras este uno, ni poner un pie. Sin vergüenzas.”

Fíjate tu, mi abuelo, decirle eso a mi padre que a los siete años ya iba de pastor el hombre pasando las de Cain y Abel porque no había ande echar las ovejas. Hace cien años ya de aquello. Y después el conmigo, más de lo mismo.

Luego, con el tiempo, yo hice igual, y mi padre me decía tres cuartos de lo mismo, cincuenta años, o los que fueran, después de haberlo oído él, pero con más razón, si cabe, por que yo si que no tenia ganas, mientras hubiese quien lo hiciese, a mi como a todos, no me pillaban, el día que yo falte, me decía a cualquier hora que nos quedábamos solo, no sabrás ni tirar un surco patatas derecho, menuda es la juventud de hoy, venga bailes y cine.

 A mi me parecía que yo no tenia tiempo para nada, atender al trabajo y punto y de la tierra, lo que no daba faena, lo que hacían las caballerias y luego las  maquinas, el caso es que en el hortal no ponía un pie... Y mi suegro, luego de casado, igual,”ni aún el camino de la Serrana conoces, el día que yo no pueda, ni sabrás donde esta el huerto ni sembrar nada, no se quien es peor si tu o mi hijo, mecagüen el copón bendito si no os conociera”.



Todo mentira, la juventud siempre ha sido igual, y los viejos lo mismo, lo poco que hacia uno de mozo le parecía mucho y a la gente mayor, nada. Pero cuando te llega el momento, cuando no te queda más remedio, entonces si, agarras y te pones a la faena, siembras el huerto, sacas la corte los tocinos, te joden el pienso las gallinas y aún no tienes un rato de tiempo que te vas al hortal a dar vuelta. 

A tus padres ya les viene justo para verte, que en vida nadie te hace justicia, pero si te vieran, dirían mecagüen el mozo el copón, me ha tenido aquí jodiéndome de trabajar, por que el se fuera a ganar alguna perra para irse de fiesta, que no hacer casa, y en cuando no he podido, ha cogido el hortal, y sabe más que yo. 


Por eso, este año cuando el día del Santo Cristo, fuisteis a la Serrana a sacar las patatas detrás del tractor de Ruiz, me di cuenta, no sé cuanto sembraré más, pero que no me cale pasar pena. Luego en un lado o en otro, sembrareis, y os daréis cuenta, de lo que todos nos hemos dado cuenta en algún momento, sin razón alguna, cuenta de que estáis malcriando a los hijos, como hicieron con mi y yo con vosotros, que os tengo pena, sin motivo, cría tocinos y no hijos que decía La Moracha.