Por PEPE TOMAS, Calamochino de la diáspora, nazareno,amigo, con el alma en el Barrio Nuevo, siempre con las maletas, como la Tia Gueda de Navarrete, en el patio de casa, hoy en Mallorca, mañana en Madrid, incansable lector de todo lo que huele a granero. A Calamocha
A propósito de la novela de Jon Lauko: Barrendero, enterrador, ferroviario.
Año 2013
Conseguí
la novela de Jon Lauko, me la guardaba la tía Pilar... Sí, responde
al esquema del relato que publico en el Diario de Teruel hace unos 15
años... El entramado es el mismo y el final idéntico, y como decías
tú, un poco desconcertante... Refleja algunas frases relacionadas
con las que el decía, con alguna variación... Describe momentos de
"lapsus" en su capacidad cognitiva... Bueno, aunque ha
pasado mucho tiempo, tengo recuerdos muy vivos, como muy recientes.
Yo tenía 10 años cuando murió en septiembre de 1973...
Te remito
en documento adjunto algunos datos que a Jon Lauko no le facilitaron…
¡Una lástima!...Datos que poca gente conoce, pero que forman parte
de la intrahistoria de Calamocha, la que nunca aparecerá en los
archivos y en los libros que se puedan escribir...
Espero que los
disfrutes... Un abrazo. Pepe
Cabezudo, fotografía de Carmen Taules, San Roque del año 2015
Escribía Don Jesús Blasco en El Comarcal, justo antes de las fiestas de San Roque, la posibilidad de homenajear, con un cabezudo, a un puñado de calamochinos, y entre ellos Agapito Saz, en suma inmortalizar:
Si así fuera, los señores mandamases tendrán que plantearse reservar partida en el presupuesto y en vez de alquilar, (cabezudos) comprar. Y es precisamente en esa posibilidad de comprar, donde quiero retomar aquello que ya expuse sin que nadie me hiciera ni puñetero caso, de ir personalizando la comparsa al igual que ya hizo Zaragoza con la Pilara y la Cigarrera del Tubo.
Agapito el enterrador, Santos el alguacil y la señora Ángela la hornera son los tres queridos y recordados calamochinos que con todo respeto y por méritos propios merecen ser inmortalizados en la figura de gigantes calamochís, saliendo cada año a nuestras calles para recibir el cariño y homenaje de sus paisanos.
Si no es mucho pedir, ahora que tenemos doblada la población, me gustaría que esta propuesta se comentara con sus pros y contras, por ver si la moción llega a la casa consistorial y quien sabe si en los próximos años, vamos creando una comparsa de gigantes todos ellos autóctonos y con pedigrí local en vez de foranos.
AGAPITO SAZ, por Pepe Tomás
Su
frases más celebres fueron dos: "Pólvora y sangre, granito de
oro, limpio como la espalda de un violín", o también solía
comentar con ironía que era "ingeniero de Caminos, Puertos y
Canales", estudiante en Salamanca y con "Cargo en
Industria" (en este momento de la historia un resobrino suyo es
Ingeniero de Caminos)...
Era un poco irónico, rasgo propio de la
gente inteligente... A mí me solía decir: ¡Maño... Si tu
supieras lo que yo tengo olvidado! Era, pues, un tipo inteligente,
original, al estilo de Pedro Saputo, el personaje de la novela de
Braulio Foz, turolense del "Bajo Aragón" (Te recomiendo
que la leas)...
Quizá pudo ser ingeniero y sin embargo no llegó a
serlo... Tuvo oportunidad... Vicente, Agapito es el apodo por parte
del padre, nació en "El Castillejo"; que si en tiempos fue
de la familia de los Angulo de Santa Pau, cuando nació Vicente era
propiedad de Don Jenaro Lucia, el primer alcalde de la IIª
República…
El bisabuelo Pedro, un hombre bueno, además de tocar
en la banda de música del tío Félix el “Aranda”, era su hombre
de confianza. Y Don Jenaro era el prototipo del “Buen Cacique”.
Trataba a la gente con paternalismo, y prestaba dinero sin intereses… Varias personas
de Calamocha construyeron sus casas con préstamos que les hacía…
Y por lo menos, dos calamochinos sacaron la carrera con el apoyo
económico de este hombre: uno fue maestro, el otro catedrático de
instituto…
Quizá el haber nacido en “El Castillejo” hizo que
Agapito fuese un niño despierto e inquieto: buen pescador, topero…
Y el campo le hizo muy ágil, a pesar de la poliomielitis que sufrió
siendo niño y que le hizo cojear para el resto de su vida… En
aquellos años de infancia se movió con los niños de su edad, entre
los que se encontraban los hermanos Rivera, que con el tiempo serían
importantes militares en los escalafones del Ejército y de la
Armada.
La
“minusvalía” no le mermó la agilidad de la infancia: saltaba
sin grandes problemas los ríos, frecuentó las fiestas de los
pueblos vecinos, donde participaba en las carreras de “pollos” y
solía ganar en muchas de ellas; corrió los toros en la calle Real y
se agarraba a los balcones cuando el astado estaba a punto de
cogerle… Como puedes imaginar: ¡Genio y figura!
Quizá
el ser hijo único (tenía dos hermanas más) y el haber sufrido la
poliomielitis hizo que su padre se resistiese a que marchase a
estudiar… ¿Cortedad de miras? ¿Excesivo paternalismo? Ese fue el
único tren que realmente perdió…
El
tener cerca al alcalde Jenaro Lucia les valió, al padre y al hijo,
el formar parte de la escasa plantilla laboral del ayuntamiento.
Jenaro Lucia, tras dejar la alcaldía en las elecciones de 1936,
murió en Valencia, asesinado, al bajar de un tranvía, en la actual
plaza del Ayuntamiento…
Llegó
la rebelión militar, y Agapito, pese a su minusvalía fue movilizado
y le tocó “hacer su guerra” en el bando insurgente. Le tocó
vivir toda la guerra civil en el Cuerpo de Sanidad Militar, en el
hospital militar de Zaragoza…
En Zaragoza no lo pasó muy mal.
Cuando yo era pequeño aún recuerdo haber leído una carta que se
conservaba dirigida a él con la pulcra letra del bisabuelo Pedro.
Terminada la guerra volvió a Calamocha. En las guerras, en aquella
época, como en las de la nuestra, se practicaba el saqueo de los
espacios conquistados…
Vicente volvió a Calamocha con una maleta,
la misma que se llevó de casa cuando le movilizaron. A parte de sus
pocas pertenencias de soldado raso, en ella traía unas cuantas
vendas y algunos rollos de esparadrapo, amén de un “peine” de
balas del legendario Mauser del 93… Ese fue su saqueo en aquella
guerra tan fratricida. ¡Todo un botín!
Vinieron
los años de la posguerra, y con ellos un montón de historias y
anécdotas: con Procopio Pignatelli, con el capitán de la Guardia
Civil, con el Brigada de Caminreal, con Vicente “Colín”, con el
telegrafista… ¡Legendario, como Pedro Saputo!
¡Hay
que joder al mundo y dejarlo contento! Era una de sus expresiones… Nunca hizo mal a nadie… Era así. También alguna
copa de más le ayudó a serlo.
“Requiescat
in pace”