AQUEL hombre, tío
abuelo de mi padre, quien luego contara la historia que ahora recordamos, era
hermano de mi bisabuela Martina, la yaya de los veranos de la Boneta. Aquel
hombre, pariente cada vez más lejano, llegado al mundo en Navarrete, allí al
lado mismo de Calamocha, terminó siendo todo un personaje de leyenda entre la familia, digno de
una de esas novelas de aventuras de Don Pio Baroja, le faltó tal vez hacerse a
la mar, pero no le fue necesario para viajar y convertirse el leyenda.
Su nombre, se
resiste, entre nosotros, sus descendientes al olvido, muchas de sus gestas
asombraron en su momento a la familia y día a día, han llegado hasta hoy, a
golpe de admiración y recuerdo. Como un camino, el suyo, a seguir, en los momentos más
difíciles, como un ejemplo de superación.
La mayoría de sus recuerdos, victimas
del tiempo pasado, se perdieron ya, pero de entre todos, queda uno, que merece la pena volver a
contarla una y otra vez. Y eso es lo que precisamente hace mi padre, cada
tanto, una y otra vez…Contarlo.
La última vez que
oí de mi padre la historia, fue hace unos meses, a la hora del café del mismo día
de San Roque, "joder que balaguera llevamos encima, dijó, sin comer, sin beber y
uno ya no puede ni tatear, ni aun remecerse en la silla para echar a levantarse,
y el caso, es que quiera o no quiera, uno tiene que tirar para adelante, que
tiene sus obligaciones, no queda otra, si no en los jubilaos, me echaran de
menos para el guiñote. Que viejos estamos, copón bendito que decía tu abuelo,
habrá que coger al toro por los cuernos y levantarse de la mesa, al toro o al
oso, como hizo el tío Antonio en Daroca, … ¿os lo he contado alguna vez?. El
Tío Antonio, pero no el hermano de mi madre, si no el que le dió el nombre, el
hermano de mi abuela Martina, la madre de mi madre."
Habrá que coger al
toro por los cuernos y tirar para adelante, la de Mainar Roche en Daroca, no sé
si os lo he contado o no alguna vez, el caso es que mi abuela era de Navarrete
y se llamaba Martina, a vosotros aún llegó a conoceros a los dos, al poco de
nacer tú, se murió. Pero no creo que fuera culpa tuya, estaba ya muy mayor. No fue por eso.
Mi abuela tenía un
hermano que se llamaba Antonio, y también estaba Cirilo, que fue el último en
morir, de ese si que os acordareis, con ese nombre, es difícil olvidarse de
uno, además se murió hace cuatro días como aquel que dice. El caso es que mi Tío
Antonio Mainar Roche, por esa puerta no cogía, y no por alto, aunque pequeño
tampoco era, si no por ancho, por ahí tendría que pasar de medio lado, tenía mi
Tío unas espaldas como armario ropero, como un Pegaso, unos brazos, unas piernas, no se lo
llevaba el aire, no, y valiente como el solo. Fanfarrón y tronera que para eso
era de Navarrete.
El caso es que un
día, era yo zagal y ya me contaban a mí la historia, así que imaginar, que año
podría ser, uno de esos de antes de la guerra. A mi ver había feria
en la capital, en Daroca, y lo que pasaba entonces, ¿podíamos bajar a Daroca?, se ve que
pensaron, pues nada, vamos a la feria, ¿te vienes?, venga, vamos a buscar a
este, al otro, a correr la voz, y todos camino Lechago, carretera y manta, unos detrás de otros, andando como digo,
a Daroca a pasar el día y ver la feria, entonces los caminos estaban todos
llenos de gente yendo y viniendo. Conque al cabo del rato, se plantarían en
Daroca.
Así que por allí
pasarían el día, perras no se gastarían muchas, porque no había, mejor ganar
que gastar, así que como todo, siempre que había ocasión de ganar alguna puta
perra, pues había que hacer lo que fuera menester.
El caso es que allí en la
feria había un feriante que tenía un oso con un bozal, atao a un poste con una
cadena, de modo que el oso solo podía andar unos metros en círculo, y aquel buen hombre, se jugaba los cuartos con unos y con otros y siempre ganaba. La cosa era que tú pagabas por pelear con el animal y si le ganabas aquel hombre te daba el oro y el moro, lo
que fuera, bastante al parecer, porque nadie en su sano juicio, por muy fuerte que fuera, era capaz de
tumbar al oso. Considera que dicen en Navarrete.
A mi ver, como os digo, aquello
era la atracción de la feria y la gente andaba como loca con el oso, y tiraban
también a apostar con unos y con otros
por ver quién aguantaba más, ya que tumbarlo no lo tumbaba nadie, el feriante
se forraba y la gente se divertía, y así ya de parte tarde cuando ya habían
resuelto volver se pararon otra vez allí entre el jolgorio de la gente, a oler.
Y a mi Tío Antonio se ve que se le revolvió la
sangre de ver que no sé si era el Molinero de Ferreruela, o no sé de dónde, que
casi le gana. Pues si a este botarate le puedo yo, se ve que le decía el
Tío Antonio a su hermano. Además, para
terminar de joderla, parece que habían tenido sus mas y sus menos en alguna
noche de ronda por esos pueblos, mi tío y el molinero, sin llegar a las manos, se tenían ganas, vamos, lo que pasa, y
el Molinero al verlo en la barrera le dijó “navarretino, yo no puedo con el
oso, pero contigo ya sabes que si, el día que quieras me buscas, y aun atado como
ahora está el oso te doy una paliza”.
Justo le vino oír
eso, a mi tío, entre que ya estaba un poco picao con el oso, y este que le
provocó, le faltó tiempo para entrar al ruedo a pelear.
Se ve que la
primera vez fue tirar las perras y hacer el ridículo y quedar como cagancho, como un gabache,
no pudo con él, sus mas y sus menos, pero el oso sabia más que los ratones
coloraos, y aunque parecía pequeño, o poca cosa, bien plantao no había forma de
echarle mano, así que entró una segunda vez a pelear, menudo disparate
pensarían todos. Otra vez a pelear.
Y se ve que de segundas se
plantó allí delante del oso, y lo esperó, nada de atacarle, la gente le decía
de todo menos bonito, pero él se quedó esperando al oso mientras el dueño le
cantaba el tiempo y le recordaba las normas que hubiera, que había que pelear
que así no valía, que eso de correr de un lado para otro era de poco hombres,
que fuera a por el oso.
Pero mi Tío ni
caso, allí lo esperaba le gritaba, lo citaba como a un toro, hasta que por fin,
se ve que el oso se decidió a atacar al de Navarrete al darle caña el feriante. En eso que el
oso se puso en pie y se fue directo a por él, y eso es lo que esperaba, mi Tío, que se pusiera a dos patas y le encarase, y es que en la familia, aunque no somos valientes, de cobardes no tenemos nada,
y si bien listos no somos, tontos tampoco, así que el pariente navarretitno le
tiro un amago, se medio agacho, le paso una mano por el cuello y con la otra
la echo abajo y le agarro de los huevos, y a escape sin esfuerzo alguno lo levanto en el aire, lo
dejo caer al suelo de espaldas y se le sentó encima, vamos que le dio una paliza
que lo dejo baldao en un momento. El oso, animalico, ni se canteo, lo trabo
como a un cordero y no hubo más fiesta. Así que se volvió con un puñao de
perras, las del feriante, las que apostaran, y las del molinero.
Luego todos querían
hacer lo mismo, y todos querían entrar a pelear, pero el oso de tonto no tenía
nada y ya no hubo quien le echara la mano ni al cuello ni a los cataplines,
aprendió rápido, pero el Tío Antonio se fue de Daroca por la puerta grande, se
tuvo que ir de la feria, por que el oso en cuanto le notaba el olor se escondía
y se ponía a llorar, así que el feriante amo del oso, aun se ve que le dio
alguna perra más porque no se acercase por allí. Joder, era un tío cojonudo de verdad, mi pobre Tio Antonio.
En fin, lo que os digo, así es la
vida, a veces hay que coger al toro por los cuernos o al oso por los cataplines
como hizo el Tio Antonio, y tirar para adelante, así se ha dicho y contado siempre en la familia.
Entonces, ¿ya conocías la historia, ya os la
había contado?.
De los
Años de la Cazalla. La Puerta Grande de la Feria