Quería
volver a ver la película que tantas veces vimos en casa cuando mis hijas eran
pequeñas y por fin encontré tiempo la tarde del domingo 23 de octubre, más
cuando sonaron los primeros acordes pensé que este sol, aunque ideal no es lo
normal y que pronto tendrá que refrescar. Había estado por la mañana ultimando
la crónica de la pandemia en la villa a lo largo del año 20 y me vino a la
cabeza la mesa y las sillas que compramos aquellos días para la terraza donde
un par de matas de acelgas, alguna col, tomatera y demás componen un jardín que
por imperativo legal no prosperara ya por estas fechas otoñales yermo de
geranios asesinados a plena luz del día por el gusano de turno. Dejé la tele
encendida, para que los canarios de ascendencia calamochina y que ya solo
cantan en valenciano cogiesen tono, salí, me senté y comencé a leer.
Flor
venenosa, del autor, de la trilogía Ojos Negros ambientada en pueblo del mismo
nombre, David Izquierdo y con la cual el escritor se adentra en el entretenido
mundo de la novela negra, y además rural, personajes ficticios, localizaciones
reales, y a ver si hay suerte y siguen los crímenes por la otrora bulliciosa
ciudad minera y el comisario Toro se convierte en una saga, es lo mínimo que se
puede pedir.
Por
cierto, entre los personajes, más allá del halcón, cual Hombre Pez galdosiano
vuelve a salir Jesús El Lechón, mi alter ego, para saber si soy el asesino
habrá que comprar y leer la novela. Esta
vez el autor ha publicado con el Señor Amazon, quien al menos le garantiza no
perder dinero, y que con cada libro que venda le de para un café y un donut,
todo muy policiaco sin duda. Eso sí, el gigante donde compre la silla y la mesa
sobre la que leo y tomo notas, no se ha esmerado mucho, la portada es impecable
pero el interior, viene con un procesar de textos del siglo pasado tal cual
parece tirado por una multicopista clandestina de tres al cuarto, pero mira
resulta le da un plus a la lectura. Parece que leas un informe policial, raspen
los folios y se te llenen las manos de tinta. Una delicia.
Algo
mas de dos horas es lo que dura Hello Dolly y mismo tiempo cuesta leer la
novela, donde por cierto las referencias musicales son constantes, en ella el
autor olvida a Delibes cuya prosa le inspiro la trilogía mencionada, para
empezar a repartir estopa acorde con los autores policiacos del momento,
nuestro Leonardo Padura, y su Mario Conde, el chino Qiu Xiaolong y su inspector
Chen Cao, todos ellos con permiso del tierno Agapito Jon Lauko, cuya novela aun
le debo a David, y el alter ego del escritor de Anadón, Emili Bayo, empinar el
codo, sacudir, y el revolcón de turno que no puede faltar en ninguna novela
contemporánea del género, pues sabido es que, bien comido, bien bebido y bien
lo otro la mente se despeja y el asesino-a cae. Un tio culto este Toro, aseao,
de buen comer, y que tiene en su pueblo su refugio, y en los asiduos del bar,
un puñado de asesino en potencia y en su conversación el humor autentico.
Bueno,
al grano, sin rodeos, lenguaje claro, directo, entretenido, tierno, amable como
solo en un pueblo de Teruel uno puede ser, una delicia, un lujo para Ojos
Negros, capital del crimen en el país del Jiloca, muy actual, fresco, vital, y
animemos al autor a seguir las trochas iniciadas y que esta sea la primera
novela de una exitosa saga, asi que a los habitantes de Ojos Negros, ruego se
cuiden las espaldas no vayan a ser la próxima víctima, mucho cuidado por tanto
con los que llegan de fuera, que ya se sabe…
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