sábado, 1 de agosto de 2015

Calamocha y yo

GUIÑOTE  I

HOY no habrá guiñote, con este calor, no saldré Rabal abajo.
El guiñote es mi misa.  Me quedo en casa
A más de uno y dos le pesara
Me estarán esperando. Que aguarden

No te creas tú que no vale
Por esperarme a mí, se quedaran sin jugar
A más de uno  y dos, les dicen que no
Por un mísero café que nos jugamos

Por qué no las guipan, ni saben jugar
Se enfadan y gritan, no quieren jugar con ellos
Se joden los que dicen saber
Y no juegan con quien sabe poco o no sabe

A quien no sabe le da igual. Juega por divertirse
Al que sabe y no encuentra pareja, parece…
Que la vida en ello le vaya, y no juega

Yo juego con todos
Yo juego con Pepe y les ganamos
Pepe se ríe muchismo a gusto
Les jodemos las perras

Aún hay, quien con ochenta años
Cree que para jugar a las cartas hay que saber

Pepe no sabe pero tiene una suerte loca
Nos reímos y ganamos. Perdemos y nos reímos.
Pepe no puede tomar azúcar, y se pone dos terrones.
Hace muchisma calor.

Le siento hablar mientras me duermo.

MODESTO II

MODESTO lleva unos años que cuando no cojea, garranglea.
Coño dice, ya tocan, van a ser las seis. ¡Y que calorina!
En misa se estará fresco.

Ahora aquí, la misa de doce los domingos la echan lo sábados a las seis de la tarde.
A mi ver,  los curas tienen muchisma faena y no llegan a todo
Algún día tendremos que ir, y si no vamos, nos llevaran.
No hay prisa. Joder.

¡Cuantisma gente va a misa, baja la Rambla llena!
No me extraña que los curas no lleguen a todo.
Ande si tengo que ir, cuando baje la calor, es al campo
A dar vuelta y replegar. Ya no he de sembrar nada

Allí en el caseto tengo la herramienta
La he de traer a casa
Estaría bueno. Se la hubieran llevao
Un azadón, dos azadones, tres azadones
Me paice que tenía,, ya no me acuerdo

¿Quién va robar algo que solo sirve para trabajar?.
Cuantisma calor está haciendo, habrá hecho y hará.
Ya no sabe uno ande metese.
Allí en el caseto tengo la herramienta
La he de traer a casa

Pa tirar será

EL CRISTO DEL RABAL III

HAN sonado las campanas la misa es a las diez
Cae el sol, la calle esta desierta, casi,
Por la sombra, un reguero, camina la gente
Vamos a la misa del Santo Cristo

La luz caprichosa del altar hace que sean tres los cristos
Mosén dice: en agosto, habrá pueblos en fiestas
Y no tendrán misa, por falta de curas
Nos echaran de menos, sois muchos
Y nosotros pocos, debéis ayudarnos
No es una queja, es una alegría
Algo que hacemos entre todos

Voy a misa, me da miedo que un día
Pase aquí, la de “Navarrete”.
Y la misa del Santo Cristo sea en la plaza
Veo  a gente muy mayor, también joven

Echo de menos  las abuelas de negro
Con su pañuelo a la cabeza y su andar cansado
Su voz fuerte, sus delantales, su olor a trigo

Volveré a misa
Y lo hare con abanico
Hace muchísima calor
Se oyen los abanicos, zas, zas, zas, zas.
Podéis ir en paz
Nos vamos por la sombra.

CASTELLON IV

VUELVO a casa
Los abuelos dicen: En la vida ha hecho tantísima calor
Como está haciendo. Sentencian
Y guardan silencio, como pensando.
Como esperando que les demos la razón.
No lo sabemos. Callamos.
Jamás. Añaden y concluyen.

Y sentados frente a la tele digo
Imaginar, si hubiéramos de ir a segar
Y la María, con su acento valenciano dice:
Sería una jodienda.
Maña, le dice su hermana Ángela.
Lo que seria es una putada
Pues si quisiéramos comer
Tendríamos que ir.

El calor es una putada,
El frio una jodienda.
Y no dice más.

MOSCAS V

HAY más moscas que manda Dios
Y hormigas también
Las moscas solo dan faena
Las hormigas parecen trabajar
Estoy sentado en el poyo de la puerta
He vuelto.
Calle del Castillo en Navarrete

He de levantarme. Se me comen.
Me subo a lo alto de la tarjadera
¿Has visto la torre? Me dice el que garranglea.
Algún día se caerá

Esta torcida, como la de Pisa
Pero no es tan famosa. Pienso para mi.
Barruntan agua me dice, el que cojea
Han renovado el tejado
Pero solo a corros
No habría para más

Aquí pasara igual
Un día bajara la Rambla
Y no habrá nadie para echar la tarjadera
El agua enfilara esta calle.
Y si queda alguno como yo
No tendrá cojones a echarla

Se nos llevara el agua a todos
Que más dará Lechago que Santa Margarita.
Mecagüen las moscas del copón
No te dejan vivir.



DAROCA VI

COMO no tenemos faenas
Ni matar moscas queremos
Nos vamos a la ciudad de Daroca
A su feria medieval

Hará cosa de cien años
La familia de Navarrete
También bajo a la feria de aquel entonces
Aún recordamos su gesta
Pero hoy no la contare.

Entonces éramos unos valientes
Nosotros en cambio hoy
Pasamos sin hacer ruido
Somos unos cobardes
Ni moscas matamos

Si  Calamocha, como dicen, se acaba
Nos iremos a Daroca
Es tan grande que me pierdo
De villa a ciudad

Mi padre ha venido con ilusión
A ver si de aquellos años conoce a alguien
No queda nadie me dice
Solo debo quedar yo, y vivir para contarla

Cuando ya nos vamos, junto a la puerta baja
Alguien lo conoce, le para, le saluda. Hablan
Maño, de aquellos años, le dice el de ciudad
No queda nadie, si acaso tu y yo
Y para de contar.

La próxima vez que nos veamos
Estaremos muertos. Y termina.

LA POZA VII

A la altura del Callejón de la Poza
Nosotros de vuelta del Minino
A la hora del remolachero
Aparece el Hombre sin Nombre

Tres años que no nos vemos
Tres hará en septiembre, bien me corrige
Dame un abrazo, darme un abrazo
Han pasado muchas cosas
Una detrás de otra

Un buen día, luego otro, luego otro
Esta vez sí, la vida, me ha dado otra oportunidad
Tiene la voz cansada
Quedamos para hablar con calma
No me busques en San Roque, me advierte
He de guardar luto

Estaré lejos de todo
Pero cerca de la gente que me quiere
De la buena gente como tú.
Charraremos, charremos…
Me voy cara el Barrio Bajo
Suena extraño, pero
 Quiere guardar luto.

FOTOGRAFIAS VIII

VAMOS dentro, se estará fresco
Mejor nos quedamos fuera
Hemos de acostúmbranos al calor
Si todo va como debe de ir
Nos quemaran en el infierno

Si la cosa se complica
Nos quemaran en cualquier lado
A no tardando mucho, a escape

Que no te engañen
Al cielo sólo irán los curas y las monjas
Y algún rico que se lo pueda pagar
Siempre estamos con lo mismo. Pienso

Mira, ya acaban. Ahora si quiere entrar.
Esta es la nuestra, tira para dentro, me empuja
¿Tú crees que nos llamaran la atención?
No, le digo, pero querrán saber

El cura se alegra tanto de vernos
Ni se ha dado cuenta
Que no hemos estado en misa

Pregunta por la familia. Por la vida, por todo
Yo me case en este altar ¿Y tú?
Ah sí, en Caminreal. Se contesta el mismo.
Recuerdos a la mujer y familia
¿Todo bien?
Estupendamente, padre.
Luego explica. Me conoce y me confunde.

Tomo las fotos
Estoy ya solo, acabo y salgo
Fuera, aquel que en el infierno se quemara
Habla y no para rodeado de mujeres y algún curioso
Pregunta y le preguntan

A mí me da igual con  una que con otra
Yo me iré con la que mejor comida tenga
¿Tú por ejemplo, que me ofreces?
Sopica, maño. Le dice y se ríen.
¿Pero con el día que hace sopa?
Yo carne, ¡sopa con esta calor!
Eso ya está mejor, dice el que se va
Pues yo paella tengo, no hay nada más bueno
Vamos mejorando…

Entonces en este pueblo tan bonito
Si me echan de Calamocha
Me vendré aquí a vivir.
Si el santo sale en procesión para pedir agua
Mañana mismo lo sacamos y lo vemos.
¿Tiene peana o vale cualquiera?
 A una mala, a cotenas lo sacamos.

Maño que no está, hace años se lo llevaron
El santo que buscas se lo llevaría el dueño
Maño que no tiene piernas, se oye a un tiempo
Mañas que tontas estáis. Y todas callan.

Cualquier peana vale, y el santo está en su sitio
¿Quién va a querer una cosa así?
¿Quién se lo va a llevar?
¿Ande lo vas a poner?
Y con el calor que hace
Bien haríamos en sacarlo
Y ver bajar la Rambla embotada de agua

MARTINA IX

CAMINANOS Rambla arriba
Hemos ido perdiendo tan grata compañía
Solo una queda.
Que sepáis, nos dice, que os conocemos
Que no nos han de dar traslado de vosotros

Y de ti menos, que llevas mi misma sangre
Yo soy maño, el último pariente que aquí queda
De la Martina, tu bisabuela
De la Xaltación, tu abuela
Voy pues hacerle un retrato le digo
Tira maño, echa la foto. Que ya llego tarde.
Me emociono y desaparece tras la cortina de casa

Sabes, el otro, me dice, tengo un sueño
En realidad son cinco, puntualiza
Pienso en decirle, está la cosa como para soñar
Guardo silencio y le digo
Yo lo que tengo es sueño.

EPILOGO X

QUE bien te lo pasas cada vez que vuelves al pueblo
Confiesa, ¿es así o no?
Te equivocas, le digo
Y no te miento. Como diría Perico
Que me caiga muerto aquí mismo si lo hago.
O peor, me quede ciego.

Calamocha me duele, me ahoga, me quita el aliento.
Vengo ahora con más obligaciones, que otra cosa

No vengo por devoción
Los fantasmas del futuro me persiguen
Y a esos no los conozco
Me persiguen lo mismo que los recuerdos
Y aunque a estos los conozco, no todos son buenos

Ni aun dormir puedo
Esta tarde vuelvo a casa
A pasar calor. Allí, al menos, no hay moscas
Ya te escribiré.

Allí no tengo recuerdos que me persigan
Y el futuro tan solo es recordar
Que he de abrir los ojos a la mañana siguiente.
Lejos de Calamocha
Todo me es más sencillo

miércoles, 15 de julio de 2015

Albonican Graffiti.

AQUELLAS noches, del despertar a la vida, aquellas noches de sábado, llegada la hora, sin nada que ver en ninguno de los dos canales de televisión, sin ganas, acabábamos en la cama junto a la radio tratando de escuchar el futbol, lo único divertido de aquellas noches en tierra de nadie, el fútbol, lo único que se podía escuchar. Y no siempre había suerte, a veces, ni aún el futbol a través de la SER se podía sintonizar, mientras RNE tan apenas tenía un hilo de voz.

Aquella noche calamochina, podía ser la última de nuestra vida, ser Calamocha pasto de una invasión de marcianos, llegar el fin del mundo y no enterarnos de nada. De hecho, de aquella excursión de Tejero al Congreso, tan apenas, pudimos saber algo en lo que hoy llamamos “tiempo real”. Además, por aquellas fechas, en unos de esos programas de Iñigo los domingos por la tarde en la tele, un piloto de Iberia, lo había dejado bien claro: el ovni lo vi sobrevolando Calamocha, de camino a Madrid, en el Puente aéreo. Sin duda alguna, estábamos en su punto de mira, Calamocha el centro del universo.

Jugando con el dial, emisoras franceses, árabes, su música, se escuchaban con nitidez, era el colmo, el pan nuestro de cada día, del todo inexplicable, escuchar emisoras de vete a saber dónde, en francés, en árabe,  y no oír nada de Madrid, Barcelona o Zaragoza, de Teruel ni hablar, para qué, si era poco menos que Calamocha, la isla bonita. 

El radiocasete aquel ya era viejo cuando nos lo regalaron, si bien las cosas antes, aun nuevas parecían viejas, (era como un Mecano Made in Corea), como si llevasen años fabricadas y  otros tantos en las estanterías de las tiendas. Las cintas se las tragaba cada dos por tres, la tapa de las pilas hacía tiempo se había perdido, rota así mismo la puerta del casete, la antena bailaba y amenazaba con sacarte un ojo, todo un fantástico desastre, cinta tras cinta  había que cortar y poner celo para volver a escucharlas, y las pilas, se la tragaba que daba gusto. Así solo quedaba la radio para la noche y gracias... y en ella una palanca que decía FM, y que allí en el pueblo hasta ese momento no servía de nada, sin embargo, todo ilusión, no perdíamos la esperanza, y cada día, por probar no pasaba nada, cambiábamos  la palanca de AM a FM y movíamos el dial.

Aquella noche subimos a la cama a escuchar el final de un Barça Málaga, y ocurrió aquello por lo que llevábamos tanto tiempo soñando, que no luchando, no podíamos luchar, ¿contra quién?, no podíamos cambiar el pueblo de sitio, ¿o sí?, el pueblo a trasmano de todo era un remanso de ondas silenciosas, eso se decía, eso creíamos. Sin embargo, la música termino por llegar a Calamocha.

Fue sencillamente magnifico, mi hermano llevo la palanca de la FM a su posición, movió la rosca, lo que tantas y tantas veces habíamos hecho y de pronto la niebla se paró y oímos atónitos “parafernalia” si esa fue la primera palabra que oímos.... volvió atrás, sintonizo y la voz de Pedro Elías, de Canal Dos de Radio Zaragoza a través de la FM entro en casa, como si estuviese allí mismo junto a nosotros, y llego a Calamocha para quedarse.

La música llego a Calamocha. Parafernalia, parafernalia, parafernalia. Aquella noche, todo un momento mágico quedo inevitablemente ligado a esa palabra, escuchamos la radio hasta dormirnos, se agotaron las pilas, y al despertarnos a la mañana siguiente bajamos corriendo a por el cable de la luz, enchufamos el radiocasete una segunda marca de la marca el pato, y bendito sea dios,... Sonaban los Beach Boys. Sería el año 83, tal vez 84 poco después escuchamos el debut de Butragueño, en un descanso musical, así que eran esas fechas,... el momento justo para dejar la Marcha de Aplauso los sábados por la tarde, a Tequila, Parchís y Boney M  y subirnos a la Movida. Íbamos a convertirnos lo mismo que  Loquillo en una rock and roll star.

Se corrió la voz, prácticamente todos lo habíamos descubierto la misma noche, tantas eran las ganas de escuchar la radio, la música, que la desesperación diaria nos llevaba a todos a la misma rutina, probar por probar en el dial de la FM. ¿Pero qué había cambiado, como era posible, de buenas a primeras, acaso nadie sabía nada?

Efectivamente nadie sabía nada, solo una cosa, la radio en la FM se oía perfectamente, solo una emisora, pero qué más daba, habíamos pasado de la nada al todo. Del silencio a la música. No queríamos saber nada más.



Como la voz del Hombre Lobo en American Graffiti, aquella música que vino a poner banda sonora a nuestros años del despertar, nunca supimos muy bien, de donde salía ni por qué, ni para qué, y en realidad jamás nos importó,... día a día, la radio de la FM, la Frecuencia Modular, llegó para quedarse, y con ella toda la música de los ochenta. Solo los días de tormenta, dejaba de escucharse, acrecentando la tristeza del momento, ver llover, sentir los truenos. Había que cuidar el repetidor, fuese de quien fuese, estuviese donde estuviese, no quiero ni pensar que habría sido de nosotros en aquellos días lo mismo de invierno que verano, sin la posibilidad de escuchar música,... han sido los Tajadas, los que ha puesto el repetidor, se comentaba, y mirábamos hacia sus tejados, y pensábamos !benditos sean!, en cualquier caso, ni se nos pasaba por la cabeza mirar hacia los tejados del ayuntamiento, ocupado como estaría en goteras y cosas más serias, ni siquiera nos acordábamos de ellos para dedicarles una de Los Ilegales, aquella de “soy un macarra, soy un hortera…”. 

Preocupados y mucho durante un tiempo estuvimos, en tareas de aprovisionamiento, cual Alaska y los Pegamoides y su terror en el hipermercado, sacando de donde no había, todos los transistores posibles, grandes pequeños, a pilas, a luz, con el fin de tener todos los rincones de nuestra vida musicalizados, dándonos cuenta de que tantos como había por casa, ninguno tenía FM, había que comprar, pedir prestado, y por cierto como era posible que hubiese tantos “arradios” por todos los sitios si era imposible oír nada con ellos… hacerse con unos cascos, era ya otra de las prioridades. En fin, pedir a quien fuese, que de Andorra nos trajese una radio AM FM y cascos…. Y se olvidase de los paraguas, quesos, cartones de tabaco y demás tonterías. Alguna que otra radio afortunadamente fue llegando.

Las noticias de la SER por la mañana eran nuestro desayuno, enganchados al “sermómetro”, los Cuarenta Principales por la tarde con todo el calor, a la hora de la siesta era lo mejor, y a eso de las seis por fin,… aparecía en las ondas Radio Calatayud, god save the queen, él no va más. La nuestra. Durante meses, años, Ole, Ole,…Calamocha fue un barrio de Calatayud, y no nos importó en absoluto, fuimos unos bilbilitanos más, estábamos al tanto de todo cuando ocurría allí, sus desgracias eran las nuestras, y sus alegrías también, por el contrario, de Calamocha seguíamos sin saber a penas nada, ni importarnos. Vivamos felices en Calatayud, y a ratos en la Venezia de los Hombres G,  lejos de Calamocha en cuanto encendíamos la radio marchábamos a Calatayud, o a cualquier pueblecito de su alrededor, sufríamos lo indecible con ellos y la amenaza de la autovía a Madrid, quién nos lo iba a decir que años después nos tocaría a nosotros, también con los incendios en la Sierra de Vicor o la tensa espera de los carteles de las fiestas de San Roque o de la Virgen de la Peña… Cualquier despistado de paso por nuestro pueblo, podía entrar a comprar un jamón, y dudar de si estaba en Calamocha o Calatayud al oír la radio de fondo tras el mostrador.

Y así desde el cielo de Calatayud, voyage, voyage,  a la tierra calamochina fue llegando la música de los ochenta, Dona Sumer, Flasdance, Michael Jackson, Bon Jovi, Maniobras Orquestales en la Oscuridad, mientras nosotros íbamos con la radio de un lado a otro, tanto en verano como en invierno, estudiando con música, jugando en el barrio las tardes de verano interminables partidos de voleibol sin playa, fai un sol de carallo,  sentados a la fresca a la espera de que los mayores contaran algo interesante, con música cuando íbamos a pescar, o a sacar las patatas, ni aun todos los coches tenían radio en aquellos magníficos años, ni mucho menos con FM…

Y llamando, llamando cada dos por tres para pedir una canción, cualquier excusa era buena. Aun hoy, escuchando M80 me dan ganas de llamar, has apuntado el teléfono me dicen en casa, vamos a llamar, no hace falta, les digo yo, aun me lo sé, aun guardo en la memoria el número de Radio Calatayud, pero ya no llamo. Llamábamos para pedir una canción, Lobo hombre en Paris, Jardín de Rosas, la canción del momento y pedíamos por favor presenta la canción y déjala sonar entera, vamos a grabarla. Aquello resultaba maravilloso, podíamos grabar todo y con la mayor calidad del mundo, y luego de casete a casete y guardando silencio hacíamos copias de unos a otros. Oye, ayer grabe esta, yo aquella, nos falta Ni tu ni Nadie, vamos a llamar y que nos la dediquen a los del Rabal. Deben estar hartos de nosotros…

Y no todo era música disco, ni de la movida, también estaban los heavies de Villarroya que llamaban a todas las horas para pedir Still love you de Scorpions aún hoy al escuchar M80 hay quien llama y sigue pidiendo esa canción, desde Barna, desde Granada, la piden y pienso si no será uno de aquellos que escuchaba Radio Calatayud, y que un buen día, dejo su pueblo, pero no su música.

Un mal día, Radio Calatayud dejo de escucharse, Siniestro Total, en su lugar el silencio u otra cadena, no lo recuerdo, hace años dejó escucharse, volvió el silencio, cien gaviotas donde irán, adiós a la música, a la banda sonora de la vida en su despertar, seguramente entre nosotros resulto toda una catástrofe, aunque ya tuviésemos todos radiocasetes de dos pletinas, listas para grabar las cintas que comprábamos en los moros cuando el mercado estaba en la plaza de la iglesia, esto no puede estar prohibido pensábamos, se vende en la plaza del ayuntamiento, y si vende radiocasetes con dos pletinas, será porque se puede, …. Pero los malos recuerdos, y entre ellos esta, el fin de las ondas de Radio Calatayud hace tiempo los condene al olvido.

También desapareció aquel viejo radiocasete segunda marca, de la marca el pato, años más tarde en Zaragoza donde termino sus días, roto el casete, roto finalmente el Dial, imposible oír música, oír nada, lo baje al portal y lo deje sobre una lavadora vieja, un día de esos, que pasaban a retirar electrodomésticos por los portales, aquel viejo aparato, sin él no habríamos podido vivir, tendría el pobre más de veinte años.


Cuando lo abandone, sonaba en mi cabeza los acordes de “soy un gnomo, el más anciano del lugar…” La canción con la cual durante años la Discoteca Albónica daba por terminados los domingos a eso de las diez de la noche. Es inevitable desde entonces el recordarla cada vez que algo se acaba.

miércoles, 1 de julio de 2015

El Artista. De Joaquín Carbonell.

Don Joaquín, saludos desde Castellón, por fin, compré y leí su libro. A continuación, lo que de todo ello resultó. 

Recuerdos y un abrazo.

JESUS

El Artista de Joaquín Carbonell. 

EL LIBRO


SUBIMOS a Zaragoza, pasada Semana Santa y allí en el Coso, en una bocacalle, compre por fin el libro. Tras buscar sin éxito la estantería de Grandes Autores Aragoneses de todos los tiempos, me rendí, y acabe preguntando:

Quiero El Artista de Carbonell, el último que ha escrito Antón Castro, y el de Sergio del Molino en el cual cuenta los recuerdos de su abuelo.

El librero, atento recorrió en un suspiro los estantes y dejo sobre el mostrador, dos de los tres. Falta El Artista. Le dije con cierta desilusión, realmente era el único que me apetecía leer ya.

Oh si, ese lo tengo aquí mismo, no se me olvida, ahora se lo acerco. Se retiró tras el mostrador, a una especie de bodeguilla, lejos de los ojos escudriñadores de los curiosos, como yo, movió un par de cajas, lo saco, le paso la manga por el lomo, casi lo acaricio y lo dejo con sumo cuidado sobre el mostrador.

Virgen del Pilar, pensé yo, que no daba crédito a lo visto, no sabía que Carbonell estuviese prohibido en Aragón y El Artista fuese un incunable.

 ¿Pero quién gobierna aquí?. La falta de confianza no me dejo preguntar, me quede con las ganas, los libreros son gente muy seria… inmediatamente pensé, voy a tirar 19 euros, los tendrá ahí para devolver, ha debido ser un fracaso monumental.

En fin, salí de la tienda pensando que me llevaba un libro maldito, si Carbonell no vende en Zaragoza, donde va a vender en Castellón. Diome aquello que pensar, tan ese así, que aún sigo tratando de averiguar que pasó.



Un artista en la familia. 

RECUERDO



Y en qué familia no habido un artista, la mía no es ninguna excepción, hubo al menos uno, hace muchos años, en la Barcelona de antes de la guerra. El Tío Blas, quien salió huyendo de Torrijo, de los barrenos y los picos, no, en Torrijo, ahí entre Calamocha y Monreal, no había minas, su padre hacia pozos, de ahi los picos y los barrenos.

Instalado en Barcelona, la familia siempre recordó, que dada su buena planta, sus casi dos metros, lo buen mozo que era, su enorme don de gentes, guapo y flamenco a mas no poder,… se dejó seducir por el mundo de la farándula, comenzando como modelo, tocando el violín, queriendo llegar a ser, ni más ni menos que como el gran Rodolfo Valentino, quien en comparación con él, la verdad, era poca cosa.

Lo recuerdo cantando cuplés, jotas, recitando versos de aquellos años allá por los veranos de los ochenta cuando venía a dar vuelta de la familia, hablando de viejas películas y revistas,… Durante años busque su rastro, su nombre, alguna foto, algo, que sirviese para poder decir, el Tío Blas fue artista y salió en…

Desistí, quedo la ilusión, el pensar, algún día lo veré en youtube, en alguna vieja película, subida de tono, quien sabe, algún día…La familia recordaba de él muchas cosas, y entre ellas, que fue artista. Pero.

Hace algún tiempo, hablando, recordando con quien al fin y al cabo vivió junto a él allá en Toulouse, si, mi Tío Blas, era anarquista, lo tenía todo para triunfar, comentó que aquello de ser artista, en realidad no era así, que no hubo nada vaya,…que sí, que cada vez iba hacerse una foto, para mandarla a la familia, el fotógrafo le tiraba los tejos, y le recordaba que debía buscar un trabajo en el mundo de la farándula, dejase las patillas largas, el éxito vendría solo, como al mismo Valentino… Ve aquí, le dijo un dia, bailes, orquestas, teatros, necesitan gente. Y allí que se fue.

Hizo la mili, voluntario en caballería en Barcelona, para salir del pueblo e irse bien lejos, no habia mejor lugar, no hacia cuenta de volver, lo suyo eran los animales, los caballos, la ciudad… y allí su planta y buen hacer hicieron el resto, tenía amigos en todos los sitios, y los oficiales y señoritos lo llevaban a todas las partes, así que acabada la mili, le buscaron un trabajo en el club de hípica de Barcelona, .. y allí, lo que faltaba, de cuadra en cuadra, por las mañanas daba buena cuenta de las mujeres de toda esa gente, y por la tarde alternaba con militares y demás, si confiaban en él, si lo querían, que llego a tener un barco, un yate, anclado en el puerto de Barcelona durante la guerra a su disposición, al cual iban a pasar muchos fines de semana durante la guerra. Hasta llevado por la desesperación pensó un buen día soltar amarras y marcharser al Uruguay.

Si, que una vez, ciertamente, tanto lo rondaron, tan dispuesto estaba a todo, que se presentó a donde fuese, que necesitaban gente, siguiendo las recomendaciones del fotógrafo,  recordaba mi tía, que nada más verlo lo contrataron, era una orquesta de baile, y el torrijano debia tocar y rondar de mesa en mesa, .. Ni siquiera les importo que no supiese tocar el violín.

El Tio Blas, era la responsabilidad absoluta, y salió de allí contratado, uno de tantos trabajos y entretenimientos que tenía, salió y se fue directo a comprar un violín, y se puso aprender. No le dio tiempo, empezó el jaleo y lo empeño para poder comer, cuando ya los gatos de los tejados de Barcelona se acabaron. Vamos, no fue artista, aunque a la familia le hubiese gustado que lo fuera, y como tal lo recordaba.

El Arista de Chuaquin Carbonell

LECTURA


Y por fin, entre tanto recuerdo, encuentras el momento, abres el libro y comienzas a leer,  al cabo de una docena de páginas, lo cierras.

Suele pasar, a veces hay libros que te gustan y te dices a ti mismo, o lo leo poco a poco, disfrutando, o lo devoro sin más. Se ha de optar por la primera opción, al menos en mi caso, por beberlo a sorbos y saborearlo. Uno no se encuentra todos los días con un libro escrito en blanco y negro, ni menos aún que te traiga recuerdos, te haga soñar, te distraiga con todo aquello que pudo pasar, o simplemente pasó.

No tardo en pensar, tendré que volver a ver Viridiana, y unos días después, avanzada la lectura, caigo rendido en el sofá, como imagino le pasa al señor Carbonell, cuando llega la noche, noches que antes eran de farra y ahora son de televisión en blanco y negro, y entre tanto mando echo mano del disco duro que hay pegado a la tele, cansado la noche me confunde y salen los créditos de El Angel Exterminador, Viridiana tendrá que esperar.

Ya puede cantar misa, que a buen seguro no se llamaba Antuan sino Chuaquin, aquel que huyo de los brazos de las suecas, como antes de la mina, en busca de la ternura de Silvia Pinal. De modo que de principio a fin, todo lo contado en el libro resulta tan verdad como la vida misma, tan cierto como claro es el final de Viridiana, fruto tal vez de un hermanamiento México, Francia, Aragón, por parte de Antuan, pillado por Buñuel con las manos en la rubia y los pies en la gabacha … encuentro que tal vez en el libro no este contado, como aquellos detalles omitidos de la canción del gorila, unos por pudor, y otros por prohibición materna.

La historia en sí, resulta entrañable, el pobre Antuan tiene una suerte inmensa, vamos, que para ser un chico que no quiere picar piedra en un pueblo perdido de Teruel, lo tiene todo, o casi, o no tiene nada, ya no lo recuerdo, igual, el libro, cual película de Buñuel hay que volver a leerlo. Ha retozado con suecas, inglesas, francesas, lo cual para un chico de Teruel no esta nada mal, dormido en suma con media Europa en la playa, servido y alternado con la otra media Europa en el hotel como camarero, … no pica, no pasa ni frio ni calor, pero los hay que no tienen remedio, y un buen día se marcha a Madrid, la criatura que no quería picar, ahora quiere ser artista.

Los amantes nocturnos de Buñuel estamos de enhorabuena, el libro es una delicia, imaginar el rodaje, sus tejemanejes, sus inevitables noches de farra, el gran Paco Rabal, el no menos triste que Antuan, Fernando Rey, el cine, las pensiones,… los Dominguines, la fauna de la corte y la gran señora, a todas luces inalcanzable, Ava Gadner, a lo igual que aquellos grandes coches americanos del momento, se ve pero no se toca.

Se me olvidaba también está el partido, de los dos que hay, que en realidad son el mismo, el que cae a mano izquierda. ¿Pero le gustara la novela a quien Buñuel, ni fu ni fa, lo mismo que  el cine en blanco y negro?. A mi no me importa, y si al editor no le importó, no vamos a preocuparnos, a perder el sueño por quien se ha jugado los cuartos con tan gran osadía. Quizás por eso no sea una trilogía, una pena, una de tantas. Pobre Antuan, convertirse en actor, de una película de monjas, pobres y en blanco y negro, y para terminar de rematarlo, que jamás se verá en su pueblo, ¿Quién va a ir a verla?, ni el mismo, que mala suerte.

A pesar de todo, lees y lees con la esperanza de muchas cosas, pero sobre todo de ver a Buñuel como personaje,… y de pronto ves, que ha terminado el rodaje, la película ha triunfado, pero bueno, eso ya lo sabíamos, y te das cuenta de que adiós muy buenas, aun siendo ateo por su gracia, Buñuel se va y quedan unas cuantas páginas, ¿y ahora qué? Como no vuelva aparecer el de Calanda se antoja un final agónico. No queda otra, hay que seguir leyendo.

Es entonces cuando ya sin remedio empiezas a creerte la historia, efectivamente Antuan, se convierte en artista, hace sus cosas, se encama de vez en cuando, cuanto puede y con quien puede, empieza a leer todo lo que cae en sus manos y a frecuentar sin querer, el ambiente, antifranquista, se deja llevar el es un chico bueno, anarquista, no comunista, no un rojo cualquiera. El libro, todo hay que decirlo, la historia, se vuelve gris y empieza a pesarme, no me lo puedo creer, el bueno de Chuaquin justificándose, a través de Antuan, como el paradigma de la lucha por la libertad,… pero este qué Madrid es, pero había algún fascista en aquellos años,… ¿por qué todos cuando recuerdan, recuerdan lo contrario de lo que vivieron o hicieron?. Debe ser cosa de la edad, siempre contaron que los cabaretes de Madrid en aquellos años, hacían tres turnos, siempre era de noche.

Sin embargo, es el pobre Antuan, el que chochea, por decirlo de algún modo, fruto de la edad, no el autor de la novela, que algún día llegara a ser Artista, hará grandes turnes, llenara estadios, escribirá trilogías. Amen. El final, resulta magnifico, la vida misma, cuando uno ha vivido para contarla y ha habido alguien dispuesto a escuchar.

Ya se sabe, los de la farándula, son todos iguales, comunistas, anarquistas, fascistas todos, unos progres que mienten más que hablan, da lo mismo, actúen, canten o escriban. No son de fiar

En fin, recuerdos, acabo ya, a lo igual que he acabado de poner “Shimmy Doll" de Ashley Beaumont como tono de móvil.

Recuerdos, gracias, desde Castellón. 

4 de mayo de 2015

lunes, 15 de junio de 2015

La tarde en que murió el Abuelo José.

La tarde.

Recuerdo aquella tarde de finales de junio, de ello hace casi ya treinta años, entre libros y apuntes, camino de la selectividad, deje de estudiar pasadas las siete y salí por el Barrio Nuevo a la Calle Real, camino del Peirón, donde habíamos quedado en acudir todos de casa, a ver al abuelo José, lo suyo era cuestión de días, había resuelto dejarnos, morirse a causa de la edad, en su casa y en su cama, como siempre debiera ser.

Hacia bochorno, el sol se escondía entre las nubes y por un momento parecía que llegaría una tronada, la tarde se oscurecía y al instante se despejaba, entre a lo de Romances a echar la Primitiva y compre la Muy Interesante. Finalmente llegue al Peirón, a casa de los abuelos.

La puerta aparentemente cerrada, siempre estaba abierta, metí el brazo por el ventano, tire de la cuerda, la abrí,  entre al patio, “soy yo” dije, “pasa Jesusin, estamos arriba”, contesto mi abuela. Pase por la cocina antes de subir a verlo, la tele estaba puesta y la voz se oía con claridad, “Manolin, tú por aquí otra vez, los abuelos están arriba, mira tú que la entiendes, ponle el palillo a la tele y bájale la voz, está muy alta y molestara”. Era la Encarna la Miércolas, pasaba allí todas las tardes haciendo ganchillo y compañía a mi abuela. Coloque el palillo, la tele dejo de pregonar la faena de Julio Robles, espere sin sentarme a ver como mataba el toro, “nadie mata como él los toros” dijo la Encarna al tiempo que la mujer empezaba a ojear la Muy Interesante, “voy a verlos”, ya no me oyó o eso creí, entretenida ella con la revista  la deje estar… “Sube, sube, yo ya no estoy para escaleras, he bajao hace un rato, una pena maño, el Tío José se nos va”.

 El ramo de escaleras apenas eran diez o doce peldaños para llegar al rellano del piso, allí de un lado las habitaciones y de otro una puerta que daba paso a dos habitaciones comunicadas entre sí, y allí en la primera estaba en la cama mi abuelo y sentada junto a la puerta de la galería mi abuela. Había salido el sol y se colaba por la puerta, por entre las cortinas, iluminando toda habitación, por entre la cabeza de la cama, junto a la puerta que daba a la otra habitación, la luz en cambio era blanca. Me vio llegar mi abuela, pero fue mi abuelo quien primero hablo, se incorporó y dijo “hola maño, has merendao ya” y volvió a recostarse. Me senté en la silla junto a la cama y al cabo del rato mi abuela comento “aún conoce, pero está muy mal hemos llamado al médico” el sol se había ido ya definitivamente y estábamos medio a oscuras.

 Al cabo de un rato, el abuelo José rompió el silencio: “Cuidado, quietos, quietos, no salgáis, cuidado, cuiado, tiros, tiros, tiros, vuelve, vuelve,… ¡mi pierna, me han dado, me han dado, abajo, abajo, esconderos….” “Lleva así toda la tarde” dijo mi abuela resignada, y yo solo acerté a decir “parece algo de la guerra, pero al abuelo no le dieron”, al cabo del rato la Xaltación termino la conversación: “a saber de que estará hablando, igual es alguna marcha de las ovejas, de la guerra nunca conto nada, ni le pegaron ningún tiro, hubo suerte. Pero hijo hemos pasado por tantas, que acordarnos de todo sería una faena”.



Recupero parte de la consciencia al oírnos hablar, recordó que yo estaba allí, me miro y dijo “bájate a por un par de cervezas y súbete unas almendras y merendamos”.  La lucidez del momento era tal, que tontamente mire a mi abuela para preguntar “¿qué hacemos?”, “a tu abuela no le hagas caso, haz lo que te digo” dijo mi abuelo… “redios el tío el copón, que ahora de parte tarde no te podías fiar, que de todas botellas me chuperreteaba, que bueno está el moscatel decía … cuando pases con el camión, tráeme, tráeme pajarilla de esa tan buena de la ribera para ver si así me entra la gana comer, le decía a tu padre” mi abuela ya no se fiaba y hablaba en voz baja, “abuelo, vamos a esperar que venga mi padre, y entonces merendamos todos” fue lo primero que se me ocurrió contestarle para salir del paso. “Vale, vamos a esperar, vete a la casilla, anda a por la botella,  llégate a la Huerta Grande y llénala de agua, tengo sed” Ordeno.

Que yo recuerde fui una vez, de la Vega Los Postigos a la Huerta Grande a por agua, que yo le decía, “pero abuelo si llego antes a casa, y aquella agua da pena”… “no, ve, ve”…”tendré que bajar a por una botella de agua por si vuelve a pedir, o subo una cerveza”. Hablábamos con cuidado y mi abuela me interrumpió, “Calla, alguien ha abierto la puerta, será el médico”

Subió el médico, tal vez fuese Don Pedro, o el compañero de aquellos años, ya se conocía el camino, entro y mi abuelo lo saludo como si tal cosa, pensé que me haría bajar a por una cerveza para él, pero no, la conversación era distinta: “otra vez, aquí, a pincharme porque no como,… ya comeré cuando tenga gana”,…” Pero hombre aun no te han dado de merendar, pues te pinchare aunque sea para que te dejen descansar y mañana volveré a verte”, “Ni media docena de veces me habrán pinchado en toda mi vida”. Volvió a dormirse en apariencia, el médico aún se sentó con nosotros a descansar, llevaba mal día, y la tarde estaba pesada, en fin, lo que aguante, mañana si dios quiere, vendré a dar vuelta, me marcho que parece que viene alguien, y ya son más de las ocho, casi las nueve ya, como pasa el tiempo. Ahora descansara, no puede ser que aguante mucho, aunque estas naturalezas tan fuertes, ya se sabe, no se rinden, no dejan de trabajar”

Al tiempo que el médico se marchaba entraba la Tía Paca, llegaba de Zaragoza en el autobús de las “ocho”, el cual con parada en todos los pueblos llegaba a la media, se quedó en el umbral de la puerta dando  paso a Don Pedro, mi abuela, hizo ademan de levantarse, pero estaba agotada, no podía más, su hermana, mucho más joven y  ligera, alta y espigada, entro a saludarnos, sólo con sus ojos, allá donde mirase, lo iluminaba todo, “ya ves lo que hay, ahora le ha pinchado y ya está dormido, al menos hasta bien entrada la noche, así que vamos a bajar a preparar la cena y aprovechamos para descansar y charrar” estaba la Xaltación terminando de hablar en voz muy baja, cuando mi abuelo se incorporó y con total lucidez dijo: “Paca, maña que bien que hayas venido, y que bien te encuentro, que tal el viaje, como están todos. Pues alguien más viene, se siente la puerta, alguien me llama”. “¿Ande estas José?”. Se oyó. Nos quedamos asombrados mi abuela y yo de que la conociese con tan poca luz, de la conversación en sí, la inyección parecía haber hecho un efecto total durmiéndolo y sin embargo estaba más despierto. Se recostó en la cama y volvió a repetir:  “Cuidado, quietos, quietos, no salgáis, cuidado, cuiado, tiros, tiros, tiros, vuelve, vuelve,… ¡mi pierna, me han dado, me han dado, abajo, abajo, esconderos….” El Angel, el marido de la Encarna,  hija de la Miercolas, entro en la habitación, se quedó en la puerta, lo vio dormido y pregunto “¿Qué hace el peón, cómo va?”, venía a verlo casi todas las tardes. El abuelo esta vez no pudo incorporarse pero abrió los ojos, lo reconoció y hablo: “Hombre Angel, que tal, ayer también viniste, bájate con el zagal y subirme una cerveza, estamos esperando a Jose Maria para merendar pero no viene”. El Angel se acercó y nos miró, “lleva así toda la tarde” le dijimos, queriendo echar un trago de cerveza, ya no sabemos qué hacer si supiéramos que con eso se le pasaban todos los males. Insistía ya casi dormido, “bajar, bajar a por una cerveza y luego subir”,… Finalmente el Angel, yo que ya no podía más, dijo: “No se apure Tío José, que nos bajamos el chico y yo a merendar, y a ver si viene Jose Maria y a escape le subimos una cerveza, pero solo un trago, eh, que le acaban de pinchar”. “Bajar, bajar”. Y en apariencia se durmió de nuevo.

Nos bajamos el Angel y yo, él se iba a marchar pero aún se acercó por la cocina, yo necesitaba descansar un poco y pensé en subir la botella de agua de “la Huerta Grande” por si la inyección no terminaba de hacer efecto: “Coño tu por aquí, pues sí que has hecho tú la visita el doctor, que no has estado ni un minuto arriba, está dormido, está descansando por lo menos”, saludo la Encarna a su yerno… “nos ha pedido una cerveza el Tío Auge, y ya no saben qué hacer” le contestó… “Pues en esta casa no hay cerveza ni para el Tío José ni pa ti ni pa nadie, que ya es la hora de cenar”… “Calle, calle, quien puede pensar en echar una cerveza estando la cosa como esta,… nos hemos bajao por ver si se le pasaba”.

“Coño, callaros los dos, algo pasa ahí arriba, esos gritos, sube tu Angel, sube…ve ayudar”. No dio tiempo, apareció la Tía Paca en la cocina con los ojos apagados llenos de lágrimas y dijo: “Ya nos os cale subir, lo hemos visto morir, ha sido al bajar vosotros, al saber que le subiríais la cerveza y la merienda, se ha quedado tranquilo y se ha muerto, se nos ha ido el José. Parece como si me hubiera estado esperando al saber que venía”  Arriba sola, se oía llorar a mi abuela, mientras lo llamaba con la esperanza de que volviese.  ¡José, José!. No pudo volver, llega un momento, en que ya no merece la pena. La Tía Paca se sentó y apago la tele. Tendremos que hacernos al ánimo y subir.

 La noche.

Lo siguiente que recuerdo es estar sentado en el cuarto de la casa, comunicado con la cocina a través de una puerta, y justo frente a mí, otra puerta que daba al patio, donde sobre una mesa descansaba el cajón abierto, serian ya sobre las once de la noche, y allí estaba la familia y poco más, pues dada la hora de la muerte nadie en el pueblo se había enterado.

Habríamos cenado, charrado y descansado y dejábamos pasar el tiempo, el “pariente”, el primo José El Cerillas, se quedaba dormido, intentaba hablar, contar las historias de la vida que llegan con la muerte, y literalmente se le cerraban los ojos “copón bendito, me quedo dormido, no sé qué hostias me pasa, no puedo abrir los ojos, el pobre José se va a pensar que no quiero verlo”… seguía la conversación y se dormía, al final, la Juana, la mujer resolvió el misterio: “¿pero tú, que pastillas te has tomao”?,… “Coño, eso digo yo… ya nos pasa la que decía el Tio Cachurro, si uno ya ni ve, ni oye, ni na, ya no se para que vive, si no para dar mal como un tocino”…. “Anda duérmete y calla”. Se recostó en el sofá de balancín y empezó a roncar. Se oyó la puerta, y las pisadas de un perro.

 “José, maño, ande estas, soy yo”. Era el Tío Gregorio El Colín, el marido de la Encarna y Blas su perro, se adelantó, llego a los pies del cajón y se volvió, “¿Qué haces, te quedas o te vas, ya lo has visto?”. El perro debió decirle que se quedaba y se echó en el patio junto a la puerta. El Tío Colín camino hacia la luz del cuarto, y se acercó al cajón a ver al amigo José. Allí estuvo un buen rato, de espaldas a todos nosotros y con los brazos en jarra, movía la cabeza, le hablaba, miraba al cielo, y ya con los brazos gesticulando parecía pedirle cuentas al de arriba. Al volverse hacia nosotros, tenía la cara desencajada y había perdido su habitual pícara sonrisa envejeciendo años en unos segundos. Entro y se sentó en la primera silla que encontró, al ver que le daba el culo al cajón pidió que nos cambiásemos todos de sitio, para dejarle un hueco y poder ver todos, al pobre José.

“Santo Cristo l´Arrabal, llegara un día que no habremos de estar ninguno de los que estamos aquí. Buenas noches, por decir algo, que no he dicho nada. Copón bendito”. Recobraba la sonrisa y la cara se le rejuvenecía, y ante el silencio, prosiguió: “Para José y para mí, la cosa se empezó a torcer el día que a los dos con setenta años, que puede que tuviéramos entonces y sino cerca andábamos nos pusieron nuestra primera inyección, allá en la Residencia en Teruel cuando a los dos nos operaron de la dichosa hernia, joder que sanos estábamos entonces y fuertes….

Por cierto Xaltación, que ahí fuera me ha dicho el Auge, “que ande está el coñac, que además en esta casa siempre ha sido del bueno y las pastas, que saques algo, o es que no tienes nada preparado, que te pensabas, que no se iba a morir”, redios con el Tio José, aun muerto manda.

“Anda Jesusin, maño, que tiene razón el desustanciao este, y yo no me acordaba, aquí todos con el café y sin una pasta, abre el armario y saca, hay de todo, considera si no sabíamos que se moría, hasta él lo sabía… lo que no hemos hecho ha sido llamar a Villalba para que baje mañana Ramiro un cordero, ya sabéis que el padre, quería que el día de su entierro, comiésemos carne de cordero,… anda llamar, si no habrá que ir a lo de Cachola a comprar, y Ramiro, el consuegro, dijo que lo bajaría”.

Pronto la mesa se llenó de botellas y pastas, coñac de Osborne, un culo de Soberano, moscatel Carmelitano, ponche Caballero, y la botella de Licor 43 que nadie bebía, pero que estaba en todas la casas así como  todo el muestrario de pastas de Saboga. El Tío Colín enseguida lo tuvo claro, “pues yo mañana comeré aquí”. Llego el silencio, entre copas y pastas… solo roto por los ronquidos de José EL Cerillas.

 La vida.

“Ya que nadie habla, hablare yo, dijo el Tío Colín, así pasaremos la extranochada,  ir a meterme a la cama con la Encarna no me apetece que la noche es muy larga, si fuera más joven, ella quiero decir, pues aun…, José y yo éramos tal para cual, tan pronto nos queríamos, como nos queríamos matar, o todos buenos o todos malos…  muchísmo trabajadores los dos, el con más genio que yo y yo con más picardías, a él muchas veces le bastaba con echar cuatro juramentos,… a mí me iba más el careo. Ahora en estos años, cuando nos juntábamos en la calle ahí abajo enseguida me guipaba bien sabía dónde encontrarme a la hora en que pasaban las jovenzanas del instituto,… se te va la fuerza por los ojos desustanciao me decía, no era de los que se callaba no, aunque tampoco hablase tanto como yo, que si no… en algún camino nos habrían encontrao alguna noche… “macho viejo, coneja joven, cría segura” le decía yo, la fuerza se nos iba ya por la boca además de los ojos. Venga a trabajar y tragar…  ya se sabe, que nosotros los pobres con cuatro pesetas ya teníamos un duro, pero el que se ganaba el jornal con el sudor de los otros, ese no, para ese un duro no eran cinco pesetas, y siempre queria más,… José, le decía yo, que metan los zagales las ovejas en la Dehesa… no, no… hacia él, y luego a escape las entraban. Si yo hubiera entendido la mitad que él de ovejas, nadie, nadie las conocía mejor que él, mecagüen el copón, y la tierra igual, pero nunca le gusto fanfarronear… Fijaos lo que os digo, que a escape iremos todos pa arriba, pero que cuando lleguemos, el Auge ya tendrá apañao un atajo ovejas, las mejores del cielo, con cuatro pellejos que le habrán dao, y de la tierra que no haya querido nadie, habrá hecho un vergel como la Cerrada Sancho, … Y en cuanto suba yo, la prepararemos, le llamare la atención, pleitearemos otra vez, “José maño,    deja ya de trabajar, descansa”. Que parao no sabía estar. Que en esta puta vida no hemos hecho nada más que sufrir y padecer para morir,… la de la mujer, que si no se casa le toca sufrir, y si se casa le toca padecer, pues lo mismo los demás. Solo ahora, a la vejez, parece que echemos el mal pelo fuera… pero  ya tarde mecagüen el Santo Cristo, que diría él, no miento. Oye, que yo he jurao mucho pero jamás me he cagao en el Santo Cristo, me decía el Tío José y razón tenía que nunca le oi faltar a los del Rabal.  Trápalas y costodias, … aún me acuerdo que él era el único que me daba la razón, con lo de la hita que habían movido los sinvergüenzas de Bañon comiéndose medio monte, coño, los únicos donde podían comer las ovejas… aquello, aquello fue peor que lo de la Dehesa… pero  José lo tenía claro, que todos me decían que era yo un busca ruidos y un metomentodo, pero él, pastor desde que supo andar,  como yo, lo sabía, porque de pequeño con las ovejas la hita no estaba allí, que la habían movido los de Bañon, un obús cuando la guerra, sinvergüenzas, yo lo sabo, yo lo sabo me canse de decirlo a todo cristo, pero nada…  aquello costo pleitos, bullas y pedradas, que no te dejaban echar las ovejas, y hubo que ir a los ayuntamientos y hacer venir de Madrid con los mapas… y al final que paso, pues que teníamos razón y me la dieron, que los de Bañon habían movido la hita que separa el termino de Calamocha del suyo y se nos habían comido medio monte, … Y ya pudimos volver a echar las ovejas, y que paso, que los de Bañon las seguían metiendo, pero qué, nada, yo nunca les llame la atención como hicieron ellos,….El Tio José y yo éramos así, poco o mucho, había para todos… así es la vida, así es como debe ser… Como la tarde en la que el Blas y otros puteros mataron al Chuti… José maño, que ha pasao esto, y tengo al Chuti en la puerta de casa, pues nada me dijo, yo con un disgusto que pa que con los cojones en la garganta, que si hubiera sido el Blas el muerto, yo no lo hubiera sentido tanto, si la que pasa…si fuera una oveja nos la comeríamos dijo, ya voy a por él, y lo enterrare en la Vega los Postigos al pie del peral, que llegar a viejos como nosotros no es nada fácil, así es la vida Gregorio, peor era cuando a los zagales se les reventaban las ovejas…

Pasada la una de la noche, camino de las dos, me marche a dormir al Barrio calle Real arriba, sin dejar de mirar las estrellas del cielo ya despejado.



La Mañana.

Aquel día, soleado, de verano, comimos cordero, a salto de mata, pero cordero  al fin y al cabo, cada uno donde pudo y a la hora que pudo, era esa la comida de los días grandes, de San Roque, de San Isidro, del día en que se esquilaban las ovejas,… de las fiestas en casa. Ramiro, el consuegro de Villaba sentado en la pila del corral, junto al viejo pozo no paraba en elogios hacia el animal que él mismo había criado, “que buen cordero, que costillas más buenas, y que pan más bueno hay en este pueblo, este de quien es del Churro o de Saboga, aunque a mí me parece que se llevan poco los dos…. Qué bien hemos comido, que razón tenía el pobre José con mandarnos comer cordero a todos el día de su entierro, cuando yo me muera he de dejar dicho que se haga lo mismo… pena, ninguna, si morimos cuando nos toca, con la edad que tenemos qué queremos…”. Se reía entre dientes, nunca mejor dicho, pues le faltaban unos cuantos, se reía con pena y nos miraba para que le diésemos la razón.

La casa era ya un continuo trajín de gente, un ir y venir de un lado a otro, mientras apurábamos las costillas y preparábamos el café, en aquellas cafeteras enormes que siempre hicieron el mejor café del mundo, café para toda la familia… conforme se acercaba la hora de marcharnos a la iglesia, llegaban los últimos parientes, vecinos, amigos,… y volvían las lágrimas ante lo inevitable del entierro. Cuando uno se  marcha de su casa para no volver.

Deje a Ramiro entre las costillas y el café, y me salí a la calle, la puerta de casa también estaba concurrida llegaban entonces mis primos Manolo y Pili, uno levantaba un par de palmos del suelo y la hermana algo menos, así que su madre, tejió un pequeño revuelo cuando los llevo hasta el cajón y los aupó un par de veces a cada uno para que vieran al abuelo; Habría que preguntarles si lo recuerdan y si aquella noche pudieron dormir o no. “Tenéis que verlo, tenéis que verlo”. No les dio opción, lo vieron.

 Se acercaba la hora de marchar hacia la iglesia cuando vi llegar al otro consuegro, a Valentín el Chichin, apenas podía andar, mover su inmensa humanidad debía ser un suplicio y andar desde su casa hasta allí, un infierno, cansado como un perro, sin poder respirar a penas, emocionado y sin la eterna sonrisa que le acompañaba, desde la esquina de la calle, al pie de la costera me hizo señas para que me acercase: Así que le dije: “Pero hombre, no ha querido que lo trajeran y se viene andando, lo hacíamos en la iglesia” cuando pudo contesto: “Quería venir, y quería venir andando, a despedirme,… y de pocas me muero, pero aquí estoy, … ¿llego a tiempo o han tapao el cajón ya?”. Al menos pude darle la alegría de no haber hecho el camino en balde: “Aún está abierto, aún llega a tiempo, estamos esperando que llegue la hermana de mi abuela, la Carmen y el Álvaro de Valencia”. “Pues vamos maño, vamos que lo cierran”. Me volví y vi el Peugeot 505 aparcando en medio de la calle y a mi Tío Álvaro y la Tía Carmen, entrando en casa. Luego, el cajón se cerró.

No recuerdo nada más, ni la llegada de la funeraria, ni la iglesia ni el cura, ni el camino al cementerio ni esa última imagen que queda de cualquier entierro, cuando tapian el nicho… nada, absolutamente nada. La llegada de los de Valencia, que pasaban los veranos en aquella casa, junto a mis abuelos es el punto final. Pasado San Roque, los “valencianos” se marchaban a la Puebla de Valverde. Se acabaron los sanroques para siempre.

La Abuela Xaltación moriría casi el mismo día, cinco años después, sin embargo, murió en Teruel, y no llegue a verla, los últimos exámenes de la carrera lo impidieron, el cajón llego al Barrio, a la Calle de las Escuelas ya cercana la hora de comer y de allí salió la funeraria… hice un montón de café, en aquella cafetera tan extraña, de la otra familia, que años atrás nos había traído de Francia la Tia Nati. Aquel día, el último café se lo serví a Manole, a Paco, el vecino del huerto. No recuerdo más. Nada. Absolutamente nada.

FIN


De los años de la Cazalla. La tarde en que murió el abuelo José.

lunes, 1 de junio de 2015

La curva Tornos.

La mañana del Santo Cristo subimos a Caminreal íbamos a por un jamón a lo de Isidro, al final echamos el viaje en balde, ¿o no?. Conducía yo, y después de años y años volvimos a la conversación de siempre.

Así, mi padre no paraba de decir la cantinela de siempre que él no lleva el volante: en la vida vas aprender a conducir, llevas el auto forzado a más no poder, fíjate en las revoluciones, y el ruido que hace, que poco cuidáis las cosas, y lo que gasta así, redios es que no vais aprender. Al menos mi hermano me apoyo y dijo  “yo no oigo nada”, otro que tal dijo mi padre, a que te mando a Luco le dije yo, a que paro y te bajas a Calamocha matando hormigas… Cállate. Pero no se calló.

Empezó a recordar, la primera vez que salió a la carretera.

Recuerdo que bajo mi pariente Lacruz de las oficinas y dijo, “José Maria, tu vete a casa y a la mañana cuando quieras, vienes a por la furgoneta y te vas a Bello a los Peirolones que te la cargaran de pollos picantones y los llevas a la fonda que los quieren para estas fiestas. ¿Has estado en Bello alguna vez?, ¿sabes donde esta?, pasas la Estación y te vas cara Tornos, ¿y los Peirolones sabes qué son?, es igual, toma las llaves y cuando llegues a Bello, preguntas, cargas y te vuelves”

Unos meses antes de irme a la mili, al vender las ovejas, entre a trabajar en los piensos allí en la Balsa, Piensos San  Roque, Piensos Z, Pygasa… Y mi tío Lacruz no hacia otra cosa que decirme, y “ande vayas, en al mili sácate el carné”, pues bien, sin el carne me vine, y entre otra vez a los piensos, y el pariente otra vez con la cantinela a mi a y a los demás “Menuda juventud, que hagáis el favor de sacaros el carné”.

En eso estábamos pensando, ninguno le veíamos futuro ni creíamos que algún día tendríamos coche. Al final ya medio obligados, nos sacamos el carné porque nos lo pagaron, no por otra cosa “que juventud, na mas piensa en beber cerveza , comprar cacahuetes en Benito el Val y llevarlos al horno de Blasco”. Y era verdad, no necesitábamos más, todos pensábamos jubilarnos allí tirando de saco.

Y luego la que pasa, teníamos el carné y no nos dejaban ni subirnos a las furgonetas, a echar la siesta. Meses pasaron hasta aquel día que bajo el pariente y me mando a Bello. Yo ni me acordaba ya ni de marchas, ni embragues, ni leches.

Así que me fui a casa, pero considera iba a dormir, con el sueño cambiado que llevaba y con los nervios menos aun. Trabajábamos de noche para no dejar al pueblo sin luz, necesitaba la fábrica todo lo que producía Sixto en el Molino, y para encender la maquinaria el pueblo debía estar dormido o los plomos se saltaban, no había para todos. A dormir, ya lo creo que dormí aquella noche.

A la mañana cuando ya no había nadie en la Balsa me fui a por la furgoneta, no quería que me viera nadie, ni aún las ratas, la puse en marcha y enderece para arriba, cruce el paso a nivel de la Estación Vieja, que estaba abierto, ya contaba con ello y no parar hasta Bello y yo venga a písale, a cáscale todo lo que podía, yo más feliz que una perdiz y más contento que chupillas que por fin conducía, y toda la carretera para mi.



Pero amigo, correr es fácil, pero frenar, a mecagüen la leche, las pase putas de verdad, en cuanto deje atrás la Rambla de la Cirugeda, el llano que se acaba, y yo que ya no sabía que hacer, tiro a frenarle, la medio freno, pillo la curva, la primera que había cuando ya la carretera tiraba a empinarse camino Tornos, tiro a reducir de marcha, me echo a poner nervioso, se sale, no entra, va la DKV, se me va para todas caras y se para el motor, pero ella no se paraba.

Mira, no sabía qué hacer, ni atine a frenar siquiera, ni a girar el volante, nada, yo solo veía que me iba para abajo, otras vez para la Estación Vieja, y venga para abajo, ya me veía en el Peiron, hasta que, oigo un ruido tremendo y ella sola se paro, el culo contra unas carrascas, las ruedas de atrás en la cuneta, las otras en el aire. El fin del mundo. Aquello iba a ser el fin de mis días, una dijenda en todo el pueblo.

 Esta si que va a ser buena, pensaba, cuando se enteren en la fabrica me van a decir de todo, estos que no han tenido cojones para sacarse el carné, y yo aquí haciendo el paripé. Así que, lo que pasa en esos momentos, de todo, pensé en irme a Bello andando y traerme los pollos como si fueran ovejas, pero como iba hacer eso, nada, a Calamocha andando y contar lo que pasaba.

Solo me faltaba llorar, mecagüen el copón bendito, ya estaba dispuesto a volver al pueblo a pata, claro entonces por las carreteras no pasaba ni dios, igual me pegaba allí todo el día y no veía una alma, así que cuando ya me iba a bajar, siento el ruido de un camión, y tiran a pitarme que ya me había visto desde lo alto y paro allí mismo:

“Pero, José Maria, maño, que te ha pasado, ande vas”. Coño que para ser agosto va el tiempo muchismo jodido y he pillado aquí una placa de hielo y se me ha ido a cáscala la furgoneta.

Era el pobre Rando, el padre de la parienta la de la frutería, unos años mayor que yo y que llevaba un camión de los grandes para lo que eran aquellos tiempos, y enseguida lo dispuso todo, se bajo, escudriño todo y me hizo subir a la DKV, y echar mano al volante “si supieras la que me paso a mi la primera vez que me subi a un camión” me decía para tranquilizarme, …

A lo que me quise dar cuenta, aquel camión suyo, que sería de cuatro o cinco toneladas, poco más que la furgoneta, ya estaba en la cuneta por el campo a través, como las cabras, acelerando y echando humo a todas caras, que madre la que vamos a preparar aquí, y él venga alli, zancochando para adelante y detrás, y en un instante, puso la cabeza del camión al culo de la furgoneta y me saco a la carretera y el salió de allí como si tal cosa, y ni un rasguño ni su camion ni la furgoneta, fue en un visto y no visto, “venga a por los pollos, maño, me hacía, … ya me traerás uno que se te escape”. Yo todo era darle las gracias, y el venga a reírse y darme animos.

Le metí primera y tire para arriba, no le cambie más, no me llegaba la camisa al cuello y aun fui pensando y dándole vueltas a al cabeza todo el viaje, ya verás me decia yo, ahora Rando lo contara y mañana seré el hazmerreir de todos. Pero nunca lo conto, y si yo no os lo cuento ahora, jamas se habría sabido. Papa, no lo has contado cientos de veces, tantas como veces vamos en el coche y no conduces tu.

Tornos 13, Bello 21, kilómetros, la señal que había en las Cuatro Esquinas tenia escrito eso, pues así fue, me plante en Bello en primera, sin cambiarle, las caballerías en Tornos me adelantaba, iba disfrutando del paisaje, y allí en Bello, al primer paisano que vi, le pregunte, y sin parar la DKV ni nada los cargue y me vine para abajo, “pero quédate almorzar, párala”, …nada de vuelta a casa en primera, no le pegue fuego al motor de milagro, y los pollos un sofoco de cojones.

Aún le saque segunda al cruzar el paso a nivel de la via, que lo pille cerrado y casi me da un mal de tener que parar, pero aún me anime, que ya me vi en casa, y pensé, si pasa algo, de aquí a la fonda me llevo los pollos pastando, y le saque segunda cara la Balsa. Joder que mañana lleve aquella primera vez, mira que se pasa mal a veces cuando no se sabe cómo van las trochas.


Y ya ves, unos meses después, andaba yo con la DKV por la Castellana de Madrid, en aquellos años de las ferias y merengues. Que correrías por la capital, del Valle los Caídos a los cabaretes, y venga merengues a todas horas, si ya me parece que te lo he contado alguna vez, coño, si ya lo tendrás escrito. Venga tira, que no vas aprender a conducir en la vida. Redios, que vergüenza. Nadie nace aprendido, pero los hay que no aprenden en toda su vida, y tu eres uno de ellos. Tira aparca ahí.

sábado, 16 de mayo de 2015

Monsieur Cambremer. Un calamochino más.

Castellón, viernes 16 de enero.

Aparcando el coche, en la penumbra del garaje observo como se enciende la pantalla del móvil, es un mensaje, un sms, único conducto seguro hoy en día a la hora de establecer una comunicación, “Tok gim. Spramos”. Tardo en leerlo y aún más en descifrarlo. “Toca gimnasio. Te esperamos”.



Es allí, sentado tras la cristalera, donde leo las primeras cien páginas, de Estación Paris del Jon Lauko, un calamochino más. De vez en cuando levanto la vista, el vecino ciclista siempre ha dicho que los gimnasios están llenos de municipales, bomberos, nacionales, y por supuesto guardias civiles, lo mejor de cada casa sin duda alguna..

Hasta él mismo, el vecino, debe ser agente doble, miro desconfiado, ¿qué pensaran ellos de mí? Un tío con gafas, raro, poca cosa, con un abrigo de color rojo nada discreto del que ha sacado un libro con la foto de Tejero en la portada, aquí el más tonto hace relojes, hay quien las mata callando… ellos tras también observan.



El resto del libro, de la semana, se convierte en una pesadilla, un constante mirar atrás, pienso, imagino cosas, trato de ver, me falta tiempo, ganas tal vez, necesito saber que pasa, el final en si, es lo de menos, lo vi. en la tele. Llevo el libro en el bolsillo a todos lados. ¿Pero como se suceden los hechos?

Viernes, 23 de enero.

Es el momento, todo despejado, el libro y yo mano a mano, tiene las de perder,… y pierde, pero también me gana. Lo acabo. The End. Enciendo la tele, y busco Mientras Nueva York duerme. Y tras la escena de seducción a un borracho Dana Andrews, yo también me duermo.

Trato de ponerle cara a Monsieur Cambremer, ese encantador mal nacido, pero no puedo, me pregunto si Bogart, en la cumbre de su carrera habría aceptado el papel de un canalla como el francés. No lo creo, por más que soltase aquel tiro a destiempo al comienzo de Los Violentos Años Veinte. El no era así. Era un tipo duro, si, pero no un “francés”.  



Y mira que hay malos en la historia del cine, en los que encontrar una cara que poner al personaje estrella, o a uno de ellos, en realidad es una novela coral, o de gallinero, un plano secuencia de Berlanga, personaje estrella del Sr Lauko. Si algo nos gusta al leer una novela tras otra “perpretada” por un mismo autor, bien lo sabia Galdós,  es encontrarnos con un personaje conocido de otra, y ahí esta Monsieur Cambremer, lo mismo que en Donostia, alardeando ya de su buen hacer desde la primera novela de Lauko, en la cual tampoco logre ponerle una cara, ni en blanco y negro ni en color.

Se impone volver a leer Barrendero Ferroviario Enterrador, da igual el orden,  y desvelar el misterio,  repasar los zagales que en ella aparecen y ver si tal vez, lejos de ser francés, semejante y frío personaje, no es otra cosa, que un calamochino más.

Con el resto del gallinero me es más fácil, esa manía de uno de ponerle cara a todo el mundo, quienes hemos hecho la mili tenemos un repertorio sobrado de caras al uso, para dar y repartir entre militares y civiles próximos a ellos, además, vivimos lo hechos, y durante años nos nutrimos de la Interviu, y no por las gachís, nunca se les vio nada, si no  ávidos de saber la verdad, al respecto del 23 F y el Banco.

Con la parte femenina, soy más benévolo y tiro de repertorio del olvidado, por nuestra parte, cine quinqui español, para mi magnifico, y como estrella invitada Ida Lupino, hace en la parte final de la novela lo que hoy en día se dice un “cameo” como mala, malísima, agente cuádruple, o vete a saber qué. Y en cuanto a Nº 1, al pie de la escalera hasta el último momento, un tipo tan casi duro, como inútil, tan eficiente como incompetente, el amigo perfecto, el bueno de Jack Lemon ya entrado en años.



Son doscientas paginas, de un constante ir y venir, de fechas, lugares y nombres, suelo perderme, pero para mi no es algo nuevo, sigo adelante, no vuelvo atrás, voy a los hechos,… las personas, son lo de menos. Me llegan los recuerdos de aquellos días, la tele, las revistas, lo que se hablaba,…caray, que pronto hemos olvidado todo. Parece ya todo tan lejano, no mintieron entonces, nos engañaron, probablemente si, lo mismo que hoy. No sé por que nos enfadamos, es lo normal. Lo hacemos todos, ¿Lauko estaba en el ajo? Lleva bigote, estaba en la flor de la vida en aquellos años, vivió en Donostia, en Barcelona, … nació, casi en Calamocha, cual será su verdadero nombre, ¿Cambremer?.

La cosa acaba como acabo,  de por medio  no podía faltar la historia de amor, algún que otro muerto, miedo, la inútil jerarquía militar cuando se trata de tu o los demás y esa escena final del libro, sin duda lo mejor, ya lo advirtió Steimber en su final de Las Uvas de la Ira, letras, escena para recordarnos, que la vida sigue, y hay futuro, a uno y otro lado, del bien y del mal, tarde o temprano, entre todos, “alimentaremos” nuevas historias, que ya nos sonaran, cuando las volvamos a vivir, golpes de estado, atracos y amores nos esperan. Vida, libros, cine en blanco y negro

Al final, sin olvidar la jeta de mala leche de un Lauko a media sonrisa, sin inspiración pegado a una maquina de escribir,  tras una cortina de humo, para Monsieur Cambremer opto por la cara de Walter Matthau, en la película, Aquí un Amigo, su habitación, su fusil…. Bang. Pero para entonces, ya he terminado la novela. Y enciendo la tele y me duermo.

Sr Lauko, si ese es su nombre, haga usted el favor, de ponerse a escribir, y por favor, mande un abrazo al Señor Cambremer, que se cuide, ya estará mayor, y que le cuente lo que sepa… y luego, ruego, nos lo haga saber

Mil gracias y recuerdos




Estación Paris de Jon Lauko