Castellón, viernes 16 de enero.
Aparcando el coche, en la penumbra del garaje
observo como se enciende la pantalla del móvil, es un mensaje, un sms, único
conducto seguro hoy en día a la hora de establecer una comunicación, “Tok gim.
Spramos”. Tardo en leerlo y aún más en descifrarlo. “Toca gimnasio. Te
esperamos”.
Es allí, sentado tras la cristalera, donde leo
las primeras cien páginas, de Estación Paris del Jon Lauko, un calamochino más.
De vez en cuando levanto la vista, el vecino ciclista siempre ha dicho que los
gimnasios están llenos de municipales, bomberos, nacionales, y por supuesto
guardias civiles, lo mejor de cada casa sin duda alguna..
Hasta él mismo, el vecino, debe ser agente
doble, miro desconfiado, ¿qué pensaran ellos de mí? Un tío con gafas, raro,
poca cosa, con un abrigo de color rojo nada discreto del que ha sacado un libro
con la foto de Tejero en la portada, aquí el más tonto hace relojes, hay quien
las mata callando… ellos tras también observan.
El resto del libro, de la semana, se convierte
en una pesadilla, un constante mirar atrás, pienso, imagino cosas, trato de
ver, me falta tiempo, ganas tal vez, necesito saber que pasa, el final en si,
es lo de menos, lo vi. en la
tele. Llevo el libro en el bolsillo a todos lados. ¿Pero como
se suceden los hechos?
Viernes, 23 de enero.
Es el momento, todo despejado, el libro y yo
mano a mano, tiene las de perder,… y pierde, pero también me gana. Lo acabo.
The End. Enciendo la tele, y busco Mientras Nueva York duerme. Y tras la escena
de seducción a un borracho Dana Andrews, yo también me duermo.
Trato de ponerle cara a Monsieur Cambremer, ese encantador mal nacido, pero no puedo, me
pregunto si Bogart, en la cumbre de su carrera habría aceptado el papel de un
canalla como el francés. No lo creo, por más que soltase aquel tiro a destiempo
al comienzo de Los Violentos Años Veinte. El no era así. Era un tipo duro, si, pero
no un “francés”.
Y mira que hay malos en la historia del cine,
en los que encontrar una cara que poner al personaje estrella, o a uno de
ellos, en realidad es una novela coral, o de gallinero, un plano secuencia de
Berlanga, personaje estrella del Sr Lauko. Si algo nos gusta al leer una novela
tras otra “perpretada” por un mismo autor, bien lo sabia Galdós, es encontrarnos con un personaje conocido de
otra, y ahí esta Monsieur Cambremer, lo mismo que en
Donostia, alardeando ya de su buen hacer desde la primera novela de Lauko, en
la cual tampoco logre ponerle una cara, ni en blanco y negro ni en color.
Se impone volver a leer Barrendero Ferroviario
Enterrador, da igual el orden, y
desvelar el misterio, repasar los
zagales que en ella aparecen y ver si tal vez, lejos de ser francés, semejante y
frío personaje, no es otra cosa, que un calamochino más.
Con el resto del gallinero me es más fácil,
esa manía de uno de ponerle cara a todo el mundo, quienes hemos hecho la mili
tenemos un repertorio sobrado de caras al uso, para dar y repartir entre
militares y civiles próximos a ellos, además, vivimos lo hechos, y durante años
nos nutrimos de la Interviu, y no por las gachís, nunca se les vio nada, si no ávidos de saber la verdad, al respecto del 23 F y el Banco.
Con la parte femenina, soy más benévolo y tiro
de repertorio del olvidado, por nuestra parte, cine quinqui español, para mi
magnifico, y como estrella invitada Ida Lupino, hace en la parte final de la
novela lo que hoy en día se dice un “cameo” como mala, malísima, agente cuádruple,
o vete a saber qué. Y en cuanto a Nº 1, al pie de la escalera hasta el último
momento, un tipo tan casi duro, como inútil, tan eficiente como incompetente,
el amigo perfecto, el bueno de Jack Lemon ya entrado en años.
Son doscientas paginas, de un constante ir y
venir, de fechas, lugares y nombres, suelo perderme, pero para mi no es algo
nuevo, sigo adelante, no vuelvo atrás, voy a los hechos,… las personas, son lo
de menos. Me llegan los recuerdos de aquellos días, la tele, las revistas, lo
que se hablaba,…caray, que pronto hemos olvidado todo. Parece ya todo tan
lejano, no mintieron entonces, nos engañaron, probablemente si, lo mismo que
hoy. No sé por que nos enfadamos, es lo normal. Lo hacemos todos, ¿Lauko estaba
en el ajo? Lleva bigote, estaba en la flor de la vida en aquellos años, vivió
en Donostia, en Barcelona, … nació, casi en Calamocha, cual será su verdadero
nombre, ¿Cambremer?.
La cosa acaba como acabo, de por medio
no podía faltar la historia de amor, algún que otro muerto, miedo, la
inútil jerarquía militar cuando se trata de tu o los demás y esa escena final
del libro, sin duda lo mejor, ya lo advirtió Steimber en su final de Las Uvas
de la Ira, letras, escena para recordarnos, que la vida sigue, y hay futuro, a
uno y otro lado, del bien y del mal, tarde o temprano, entre todos, “alimentaremos”
nuevas historias, que ya nos sonaran, cuando las volvamos a vivir, golpes de
estado, atracos y amores nos esperan. Vida, libros, cine en blanco y negro
Al final, sin olvidar la jeta de mala leche de
un Lauko a media sonrisa, sin inspiración pegado a una maquina de escribir, tras una cortina de humo, para Monsieur Cambremer opto por la cara de Walter Matthau, en la película,
Aquí un Amigo, su habitación, su fusil…. Bang. Pero para entonces, ya he
terminado la novela. Y
enciendo la tele y me duermo.
Sr Lauko, si ese es su nombre, haga usted el
favor, de ponerse a escribir, y por favor, mande un abrazo al Señor Cambremer, que se cuide, ya estará mayor, y que le cuente lo que
sepa… y luego, ruego, nos lo haga saber
Mil gracias y recuerdos
Estación Paris de Jon Lauko
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