La mañana del Santo Cristo
subimos a Caminreal íbamos a por un jamón a lo de Isidro, al final echamos el
viaje en balde, ¿o no?. Conducía yo, y después de años y años volvimos a la
conversación de siempre.
Así, mi padre no paraba de
decir la cantinela de siempre que él no lleva el volante: en la vida vas
aprender a conducir, llevas el auto forzado a más no poder, fíjate en las
revoluciones, y el ruido que hace, que poco cuidáis las cosas, y lo que gasta
así, redios es que no vais aprender. Al menos mi hermano me apoyo y dijo “yo no oigo nada”, otro que tal dijo mi
padre, a que te mando a Luco le dije yo, a que paro y te bajas a Calamocha
matando hormigas… Cállate. Pero no se calló.
Empezó a recordar, la
primera vez que salió a la carretera.
Recuerdo que bajo mi
pariente Lacruz de las oficinas y dijo, “José Maria, tu vete a casa y a la
mañana cuando quieras, vienes a por la furgoneta y te vas a Bello a los
Peirolones que te la cargaran de pollos picantones y los llevas a la fonda que
los quieren para estas fiestas. ¿Has estado en Bello alguna vez?, ¿sabes donde
esta?, pasas la Estación y te vas cara Tornos, ¿y los Peirolones sabes qué son?,
es igual, toma las llaves y cuando llegues a Bello, preguntas, cargas y te
vuelves”
Unos meses antes de irme a
la mili, al vender las ovejas, entre a trabajar en los piensos allí en la
Balsa, Piensos San Roque, Piensos Z,
Pygasa… Y mi tío Lacruz no hacia otra cosa que decirme, y “ande vayas, en al
mili sácate el carné”, pues bien, sin el carne me vine, y entre otra vez a los
piensos, y el pariente otra vez con la cantinela a mi a y a los demás “Menuda
juventud, que hagáis el favor de sacaros el carné”.
En eso estábamos pensando,
ninguno le veíamos futuro ni creíamos que algún día tendríamos coche. Al
final ya medio obligados, nos sacamos el carné porque nos lo pagaron, no por
otra cosa “que juventud, na mas piensa en beber cerveza , comprar cacahuetes en
Benito el Val y llevarlos al horno de Blasco”. Y era verdad, no necesitábamos
más, todos pensábamos jubilarnos allí tirando de saco.
Y luego la que pasa,
teníamos el carné y no nos dejaban ni subirnos a las furgonetas, a echar la
siesta. Meses pasaron hasta aquel día que bajo el pariente y me mando a Bello.
Yo ni me acordaba ya ni de marchas, ni embragues, ni leches.
Así que me fui a casa, pero
considera iba a dormir, con el sueño cambiado que llevaba y con los nervios
menos aun. Trabajábamos de noche para no dejar al pueblo sin luz, necesitaba la
fábrica todo lo que producía Sixto en el Molino, y para encender la maquinaria
el pueblo debía estar dormido o los plomos se saltaban, no había para todos. A
dormir, ya lo creo que dormí aquella noche.
A la mañana cuando ya no
había nadie en la Balsa me fui a por la furgoneta, no quería que me viera
nadie, ni aún las ratas, la puse en marcha y enderece para arriba, cruce el
paso a nivel de la Estación Vieja, que estaba abierto, ya contaba con ello y no
parar hasta Bello y yo venga a písale, a cáscale todo lo que podía, yo más
feliz que una perdiz y más contento que chupillas que por fin conducía, y toda
la carretera para mi.
Pero amigo, correr es fácil,
pero frenar, a mecagüen la leche, las pase putas de verdad, en cuanto deje
atrás la Rambla de la Cirugeda, el llano que se acaba, y yo que ya no sabía que
hacer, tiro a frenarle, la medio freno, pillo la curva, la primera que había
cuando ya la carretera tiraba a empinarse camino Tornos, tiro a reducir de
marcha, me echo a poner nervioso, se sale, no entra, va la DKV, se me va para
todas caras y se para el motor, pero ella no se paraba.
Mira, no sabía qué hacer, ni
atine a frenar siquiera, ni a girar el volante, nada, yo solo veía que me iba
para abajo, otras vez para la Estación Vieja, y venga para abajo, ya me veía en
el Peiron, hasta que, oigo un ruido tremendo y ella sola se paro, el culo
contra unas carrascas, las ruedas de atrás en la cuneta, las otras en el aire.
El fin del mundo. Aquello iba a ser el fin de mis días, una dijenda en todo el
pueblo.
Esta si que va a ser buena, pensaba, cuando se
enteren en la fabrica me van a decir de todo, estos que no han tenido cojones
para sacarse el carné, y yo aquí haciendo el paripé. Así que, lo que pasa en
esos momentos, de todo, pensé en irme a Bello andando y traerme los pollos como
si fueran ovejas, pero como iba hacer eso, nada, a Calamocha andando y contar
lo que pasaba.
Solo me faltaba llorar,
mecagüen el copón bendito, ya estaba dispuesto a volver al pueblo a pata, claro
entonces por las carreteras no pasaba ni dios, igual me pegaba allí todo el día
y no veía una alma, así que cuando ya me iba a bajar, siento el ruido de un
camión, y tiran a pitarme que ya me había visto desde lo alto y paro allí
mismo:
“Pero, José Maria, maño, que
te ha pasado, ande vas”. Coño que para ser agosto va el tiempo muchismo jodido
y he pillado aquí una placa de hielo y se me ha ido a cáscala la furgoneta.
Era el pobre Rando,
el padre de la parienta la de la frutería, unos años mayor que yo y que llevaba un
camión de los grandes para lo que eran aquellos tiempos, y enseguida lo dispuso
todo, se bajo, escudriño todo y me hizo subir a la DKV, y echar mano al volante
“si supieras la que me paso a mi la primera vez que me subi a un camión” me
decía para tranquilizarme, …
A lo que me quise dar
cuenta, aquel camión suyo, que sería de cuatro o cinco toneladas, poco más que
la furgoneta, ya estaba en la cuneta por el campo a través, como las cabras,
acelerando y echando humo a todas caras, que madre la que vamos a preparar
aquí, y él venga alli, zancochando para adelante y detrás, y en un instante,
puso la cabeza del camión al culo de la furgoneta y me saco a la carretera y el
salió de allí como si tal cosa, y ni un rasguño ni su camion ni la furgoneta,
fue en un visto y no visto, “venga a por los pollos, maño, me hacía, … ya me traerás
uno que se te escape”. Yo todo era darle las gracias, y el venga a reírse y
darme animos.
Le metí primera y tire para
arriba, no le cambie más, no me llegaba la camisa al cuello y aun fui pensando
y dándole vueltas a al cabeza todo el viaje, ya verás me decia yo, ahora Rando lo
contara y mañana seré el hazmerreir de todos. Pero nunca lo conto, y si yo no
os lo cuento ahora, jamas se habría sabido. Papa, no lo has contado cientos de
veces, tantas como veces vamos en el coche y no conduces tu.
Tornos 13, Bello 21, kilómetros,
la señal que había en las Cuatro Esquinas tenia escrito eso, pues así fue, me
plante en Bello en primera, sin cambiarle, las caballerías en Tornos me
adelantaba, iba disfrutando del paisaje, y allí en Bello, al primer paisano que
vi, le pregunte, y sin parar la DKV ni nada los cargue y me vine para abajo,
“pero quédate almorzar, párala”, …nada de vuelta a casa en primera, no le pegue
fuego al motor de milagro, y los pollos un sofoco de cojones.
Aún le saque segunda al
cruzar el paso a nivel de la via, que lo pille cerrado y casi me da un mal de
tener que parar, pero aún me anime, que ya me vi en casa, y pensé, si pasa
algo, de aquí a la fonda me llevo los pollos pastando, y le saque segunda cara
la Balsa. Joder que mañana lleve aquella primera vez, mira que se pasa mal a
veces cuando no se sabe cómo van las trochas.
Y ya ves, unos meses
después, andaba yo con la DKV por la Castellana de Madrid, en aquellos años de
las ferias y merengues. Que correrías por la capital, del Valle los Caídos a
los cabaretes, y venga merengues a todas horas, si ya me parece que te lo he
contado alguna vez, coño, si ya lo tendrás escrito. Venga tira, que no vas
aprender a conducir en la vida. Redios, que vergüenza. Nadie nace aprendido,
pero los hay que no aprenden en toda su vida, y tu eres uno de ellos. Tira
aparca ahí.
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