martes, 4 de diciembre de 2012

El Dichero olvidado.


Estaba el bueno del Dichero olvidado, recostado bajo la generosa sombra del zaguán de León Muñoz, en otro lado no se podía estar, esa era la verdad, el sol lo inundaba todo, era el día de San Roque, llegue yo igualmente en busca de sombra y lo vi, automáticamente hicimos un amago de saludo, que interrumpimos al oír como la música dejaba de sonar, comenzó un Dicho, y guardamos silencio. Es lo que toca.
 
No recuerdo, si como de costumbre nada se oía, no hay mal que cien años dure, salvo el carro de la megafonía en la procesión, o simplemente no nos gusto lo que oímos, el caso es que rompimos el silencio, casi al unisonó del resto de la gente y comenzamos a charrar, el con la vista hizo un gesto de desaprobación tras lo escuchado, y yo fui un poco más allá y dije: ciertos Dichos deberían estar prohibidos.
 
El ejercía de Lazarillo, no perdía de vista, al amigo de la infancia, que después de tantos años volvía a Calamocha cámara en mano, fotografiando todo lo que nosotros ya después de tantas procesiones somos incapaces de ver.
 
De todas maneras, lo que hablamos, que decía aquel, esto se soluciona con algo tan sencillo como que tú vuelvas a echar algún que otro Dicho de vez en cuando, en lugar de quedarte a la escucha. Fue lo segundo que le dije.
 
Entonces le cambio la cara empezó a sonreír y pensé, por fin, ahora me dirá lo que a muchos nos gustaría oír que después de tantos años, tiene pensado arrancarse de nuevo. Desgraciadamente habrá que seguir a la espera. Y del que espera ya se sabe.
 
Me das la alegría del día y hasta de las fiestas, me dijo, ¿en verdad tú te acuerdas de que echaba Dichos? El estaba asombrado y yo no entendía muy bien la pregunta. Claro que lo recuerdo, yo y todos lo que ya van teniendo una edad lo recordaran, y aun es más te echaran de menos.
 
Que va, que va, contesto, ¿sabes? aun ayer, Fulano y es más, Mengano, decían no recordar nada, me lo negaron todo, y aun me atrevería a decir, me hicieron quedar como mentiroso. No hubo forma de convencerlos, para ellos yo, jamás he dicho un Dicho.
 
Pues hombre, tampoco hace tanto, ni tanto, que veinte años no es nada, y los de tu quinta al menos, deberían recordarte, en mi caso, no tengas duda alguna, yo no solo te recuerdo si no que como ves te echo en falta. Lo de Fulano y Mengano, es de nota.
 
Aquello sí que eran silencios cuando un Dichero agarraba el Palitroque, más en tu caso, que aun sabiendo quedar bien con todo el mundo no cesabas de repartir estopa en verso, eran también o eso me lo parece a mí, otros Dichos, éramos todos otros, yo que sé… otros tiempos.
 
Ponías el contrapunto la juventud, el saber, la critica entre aquellos dos monstruos a los que parecía estabas llamado a suceder al señor alto de las gafas y a ese otro, buen hombre de la oronda figura, y la voz cortada… Veras que me acuerdo. Al final tú, lo habrías heredado todo y así junto a la crítica tuya, habrías continuado con la ironía del uno y la pose dichera del otro y sobretodo la dicción de este último, pues también, recuerdo te trabucabas a menudo, como cuando un niño bueno dice la verdad con temor.
 
Un año a la altura de la Calle Mayor, pasado ya el callejón de los Muertos, cuando todos los santos se quedan solos, llegaba la procesión agonizando por el calor, y nadie la paraba, nadie daba un descanso,… Aquella pareja te buscaba primero con la vista y luego a gritos, ¿ande para este tío, búscalo para que eche un Dicho?, esta juventud, nunca este cuando se le necesita, a mi no me quedan Dichos decía el uno, a mi tampoco ni Dichos ni ganas, decía el otro… Al final el que se trabucaba, más aun con el sofocante calor de la vuelta agarro el Palitroque, y comenzó a improvisar, bendita improvisación,….
 
El calor, lo típico en aquella calle como tema del Dicho, la falta del Dicheros, un descanso para todos, nada se le entendía, pero a buen seguro los Bailadores se lo agradecían, entonces el señor alto y con gafas le tiro un amago para quitarle el Palitroque, “calla, que no se entiende” le grito, “calla que acabe, que te arreo”… Parecía que iba arder hasta el Convento, pero no fue así, tuya, mía, acabado un Dicho llego otro, cargado de sorna contra el primero en arrancarese, sin sonar el Bolero uno tras otro, descanso doble. Aquella buena señora que en esos años, sin tele, sin nada como aquel que dice, hacia la procesión, radiocasete en mano, probablemente tenga grabado el episodio en cualquier caso, Dichos tuyos habrá, en algún lado.
 
La Banda de Encinacorba comenzó de nuevo atacar el Bolero, casi ya mas suyo que nuestro y siguió la procesión su lento camino, la dejamos pasar un buen rato charrando, y haciendo oídos sordos a los Dichos enfrascados en recordar tiempos mejores, pero no nos engañemos, nada más lejos de la realidad.
 
Ahora, le dije yo, una duda que tengo dime si es verdad o no, en aquellos años también escribas y no parabas, folletos, programas y sobre todo en el Diario, leer algo de Calamocha era leer algo que tu habías escrito, no había más, me hacía, a mí y a todos, una ilusión tremenda que mi madre llegase a casa y nos trajese los periódicos de la semana y dijese, “mirarlos bien, sale Calamocha”, y ahí estabas tú. Tú eras Calamocha. Me quede en silencio esperando una contestación, que la memoria no me traicionase.
 
Vaya que si, yo escribía todo aquello, ahora soy yo el que casi no se acuerda, pero si, no te equivocas, era yo, bien lo recuerdas.
 
En fin, ya nos alcanza San Roque, habremos de salir al sol, luego otra gente te tomo el relevo, y uno dejo de leer, pensó sin más que con lo leído ya tenía bastante, en cualquier caso con recordar ya tenía bastante… Por cierto, aquellas reuniones en el despacho del cura, cada Semana Santa, con aquel cura joven, que rompía el protocolo para decir, “Paz, paz, basta de tambores, que cruz Dios mio, toque arriba, toque abajo…. Ahora vamos a pecar”. Y sacaba la botella coñac y los botellines de cerveza, del fresco de la ventana. Alli tambien, contabas cosas y no parabas, lo de menos eran los santos,...anecdotas, historias, pequeños descubrientos, todo un mundo.
 
Sabes, ahora está en Teruel, que tiempos…
 
En fin, ya se sabe, fue llegar la política y echarlo todo a perder, hablo por ti, que tan pronto como entraste en la casa de todos, dejaste de echar Dichos, de escribir, fue casi el fin…. Tal vez el pueblo gano un buen político, cosa que dudo, porque no creo que recuerden que un día fuiste concejal, ni un escándalo que disteis, ni un plato roto, aquello si que eran otros tiempos en todo…. Aquel día que entraste en política se perdió a un gran Dichero, y todo lo demás. Podias haberte puesto una calle, y nadie habria dicho ni mú, porque te la merecias, o haberte nombrado cronista oficial...
 
Una última cosa, tómatela como quieras, con preocupación o con alegría, y luego ya seguiremos, en casa la juventud, que van todos por ahi delante bailando, dice divertirse más, pasárselo mejor, en al procesión de Semana Santa que en San Roque, allí se sienten más protagonistas, más libres, …
 
Recuerdos.

domingo, 11 de noviembre de 2012

A tú qué te importa.

Las Puertas del Cielo
Al punto de aquella buena mañana de verano apareció el Bicho pedaleando por la esquina del cuartel y los maestros. A Perico preparando los aparejos entre los machos y el remolque, le pillo cara Santa Barbará, tratando de escudriñar el tiempo, lo cual resultaba fácil, así que lo vio llegar y no tardo en saludarle:
 
“Si que has madrugado tu perillán, alguna marcha llevaras, ¿de andes vienes pues, tan mudao, pasa algo o qué?”.
 
Gargallo termino de aparcar la bicicleta junto a la puerta de su casa, bajo de ella, se quito la pinza de la pernera del pantalón en la que un día si otro también se le enganchaba la cadena dejándole un rastro de grasa, lo cual ocurría cada vez que engrasaba aquella vieja bicicleta, que casi tenia tantos años como él, y cada tanto se volvía roma en el pedaleo. Se le quedo mirando, y al ver que Perico le mantenía la mirada esperando una respuesta, comenzó andar hacia él y contesto:
 
“A tu, que te importa”.
 
Para Perico una respuesta así, viniendo de quien venía, era lo más normal del mundo, así que como si tal cosa, la conversación continuo: “Razón no le falta al señor Marques de Monflorite, uno solo quería saludarle. Perdone usted, no he querido ofender. Buenos días tenga el señor”. Se excusaba con cierto donaire, tal y como solía hablar, aunque no hiciese falta Perico.
 
“Buenos días Perico, hoy le va a cascar también, vengo del ambulatorio, de coger hora para las pastillas de la Gitana, pasar no pasa nada, y tu andes vas pues, que te llevas los dos machos, ya estas de cosecheo”. El tono del ciclista ya era el normal, así que lo que fuera que le ocurriese, a escape se le estaba pasando.
 
Las cosas ya volvían a su cauce y Perico se quedo más tranquilo “Que no se me olvide, pues, echar la manta roya para el frio, le dijo, viendo la que se venía encima en un día así tan despejado, ya de mañana tan luminoso, tan pesado. La semana que viene ya se podrá cosechar, ahora es pronto, pero paice que el cangilón del macho este no tiene ganas de nada, y me lo llevo para que se joree un poco el animal, que le de el sol. Mala cara se te nota, haces tu peor cara que el cangilón”.
 
El de la bicicleta trato de explicar la cara que traía poco más o menos de la siguiente manera, que yo recuerde:
 
“Considera no se me va a notar, claro que traigo mala cara, aunque más tonto yo, porque habría de hacer, como hace todo el mundo. Estarme callao. No te creas, Perico, que no tiene cojones la cosa, como aquel que dice, que he ido y vuelto al ambulatorio, Rabal abajo, Cañizarejo, el Perion, chino chano, luego me he vuelto calle Real arriba y a lo que he llegao a las Cuatro Esquinas, ya no he tenido cojones de subir por el Rabal y me he vuelto por el Barrio Nuevo, y pronto es, pero si te puedo decir que me he cruzado con una docena larga de personas, que hoy es dia de mercao y hay trajin por el pueblo… animales, más que animales, borregos, mecaguen el copón, ni una sola persona me ha saludado, ni los del pueblo, ni lo forasteros, el uno que te vuelve la cara, el otro que se esconde, el otro que hace como que no te ve….
 
Pero tanto cuesta mirar a una persona, la conozcas o no y decir hola… Esto no me había pasao nunca, mal esta que los del pueblo no te saluden, pero es que ya ni los forasteros, pero hombre, cuando vas a un sitio y no conoces a nadie, lo primero es saludar, la educación, por lo que pueda pasar, que nunca se sabe… pero ya es hasta la misma gente del pueblo la que no te saluda…”.
 
“Nada Gargallo, no te des mal, es la cosa así, y a peor que va. Cuando necesiten algo de ti ya vendrán alabarte”. Trato Perico ya listo para arrancar las caballerías de animarlo en balde.
 
“Mecagüen san dios, no te lo voy a decir, pero si te dijera con quien me he cruzado, las dos veces además y ni aun mirar me ha mirao, sarnoso, entriparrao, …como me ha jodido tu, el tío el copón, pero que se habrá creído, con el hambre que han pasao en su casa “. No paraba el de la bici, no podía, estaba dolido, entiéndase, jodido, y mucho.
 
Déjalo, a mí también me pasa, cuesta poco mirar a una persona y saludar si quiera con la cabeza o decir, eh… Pero la cosa es así y no sigas porque la culpa es tuya o mía, no de los demás que son todos muy educados y tienen estudios, tuya o mía, por creer que todo el mundo es como nosotros, tonto pareces la verdad, y ya tienes unos años. Olvídame que no es mi santo, que dice la Gitana”.
 
Gargallo decidió ya volverse a casa, apremiado por el tiempo: “Razón tienes, me voy a cascala a Luco, que aun se me pasara la hora del médico, otra igual, ni aun saludar me han saludado al entrar en el ambulatorio, paice que les debas dinero, que les joda que vayas a incomodar, que llame por teléfono me dicen, que así siempre hay hora”.
 
Perico quito el freno del remolque y grito a las caballerías, “gúesque, arre”, y se puso andar cara el Ricnón y si estando juntos si el uno hablaba mucho, el otro no paraba, la conversación continuo mientras el uno y el otro, podían oírse, asi que tratanto de volver las cosas a su apacible cauce, dijo.
 
 “Además, no te pusiste el teléfono para estas cosas de los médicos, pues, razón de más tienen en el ambulatorio, haber llamao, quien te manda a tu salir de casa para  ir a dar faena, cuando puedes llamar”.
 
Gargallo se paro en la puerta de casa mientras Perico lo sobrepasaba alejandose, y le dijo: “Coño, pero si llamo por teléfono, hable poco o mucho, son cinco duros lo que me cuesta, y bajar con la bici no me cuesta nada, y si ya de mañana empiezo el día gastando, son cinco duros que se me van y ya no vuelven,.. si algún día te pones teléfono, no se te ocurra, pero por si acaso, ya hablarnos, ya me contaras, tu tampoco llamaras, también te jodera gastarte si quiera cinco pesetas. Tira con viento fresco.”
 
"Venga pues, hasta la tarde."
 
De los años de la cazalla. El Saludo.

lunes, 29 de octubre de 2012

Todos los Santos en agosto.

La cortina.
 
Retiro la cortina de tela de rayas blancas y verdes clareadas por el sol que resguardaba la entrada del patio de casa, la puerta estaba siempre abierta, volvía de hacerse el moño, prácticamente la única vez que salía de casa cada verano, era para ir a la peluquería, entro, se sentó y me pidió un vaso de agua, mejor el botijo dijo, traía el pan, pastas y unas flores, no podía más.
 
Sería, el verano de 1980.
 
Al sentirla, mi abuela se acerco para decirle “Jodo maña, no te creas que no vale, que te has ido al punto la mañana y ya íbamos a comer sin tu, estábamos pasando pena, y pensando en llamar a Santos para que te pregonasen por los altavoces, ¿habrás traído el pan?, y ¿ande coño vas con esas flores, qué es eso, qué escondes?”.
 
Ella.
 
Entonces la Felisa, apenas recuperado el aliento empezó hablar: No, si de la peluquería he salido pronto, y bien guapa, hay que ver lo bien que trabaja esa chiquilla, pero ya que estaba por allá abajo me he dicho, Felisa, porque no te vas a ver a la consuegra y me he ido a ver a la Rosario, que si no siempre está con la cantinela de que no voy a verla, y me he ido al Peirón, y después de ir y subir a tocarle a la puerta, la topo esta no estaba, no se le caerá la casa encima no, la mare que va, así que de vuelta otra vez para el rabal he entrado a saludar a León Muñoz.
 
Y allí se me ha pasado el rato, recordando y charrando me ha hecho pasar a casa, y ya cuando me marchaba, he visto las flores y las he cogido, no me las ha querido cobrar, les he dado propina a los chiquillos… pero yo ya no estoy para estas caminatas ni este calor, esto ya no es como antes, al año que viene no salgo de Valencia, me quedo en el Reino, aquí hace ya más calor que allí…
 
Y luego he entrado al Churro y he comprado el pan y unas palmeras para luego con el café, y aquí estoy que de pocas me muero por el camino, por no saber pedir un vaso de agua, que la Felisa no es de esas. Yo si puedo no pido favores, yo los hago.
 
Redios y aquí una pasando pena y tu de ruja, si le habrá pasao algo, si le habrán provocao, y ¿esas flores, tan feas, que no me extraña que no haya querido cobrártelas, para qué?. Pregunto mi abuela intrigada.
 
Las flores.
 
Interrumpió la Felisa, evitando en principio contestar a la pregunta. Ya no hay santo varón en este mundo capaz de provocarme, y si lo hay, de la primera leche que le meto, lo pongo mirando para Albacete, por no decir para otro sitio, yo con mi marido, con mi pobre Pedro, a quien dios tenga a su lado, ya tuve bastante, a mi no me toca nadie, ale vamos a comer, que ya me puedo mover.
Ah, las flores son para llevárselas a mi padre. Concluyo.
 
El patio enmudeció, en la casa entera se hizo el silencio más absoluto, el silencio perfecto, tía y sobrina se miraban sin decir nada,… mi abuela, asombrada a más no poder, incapaz de dar crédito a lo que acababa de oír, acertó a hablar y preguntó: ¿Para tu padre, para tu padre, para tu padre?
 
La conversación cambio de tono y empezó a discurrir precipitadamente: la Felisa, con resignación trato de excusare sin necesidad, al fin y al cabo eran para su padre, si para mi padre ya sabe, mi abuela no le dejo terminar, si, ya sé quien era tu padre, mi hermano, por eso mismo no entiendo a santo de qué después de tantísimos años, me sales con estas de ir a llevar flores a semejante botarate entriparrao, desustanciao como era mi hermano, por mucho que fuera tu padre, además cacho tonta, ¿ tú sabes donde esta enterrao, donde le dio tierra su familia?.
 
Torrijo no es Valencia.
 
En Torrijo, dijo tajante y mi abuela contesto, coño como todos, como toda la familia, como tu pobre madre cuando murió tan joven y con toda recua tan pequeños que erais, pero no me digas donde están enterraos ni mis hermanos ni mis padres ni nadie, porque entonces no era como ahora, había más faenas, y nunca se iba al cementerio, y menos a llevar flores que cuesten perras.
 
Déjelo estar tía, a mi padre, lo enterraron al fondo a la derecha, lo sé, así nos lo dijeron, que nosotros no pintábamos ya nada después de tantos años, que ya enterramos a nuestra madre y a nuestro padre le dieron tierra su familia y au …, para nosotros casi como si no existiera, lo mismo que nosotros para él, ni yo, ni la del perro de mi hermana, ni el farute de mi hermano, ni la desustanciada de mi hermana la otra, la pequeña. Además Torrijo no es Valencia ya lo encontraremos. Y no deja de ser mi padre, por mucho que luego se volviese a casar, era lo que tocaba entonces. Hizo bien.
 
Había que ir a comer, asi que mi abuela decidió dar por terminada la conversación, no te apures, tonta el higo, el domingo nos subimos a Torrijo vemos a la familia y ellos nos darán traslao, pero ya te digo yo, nadie sabrá decirnos donde esta ninguno de la familia, y menos donde metieran a tu padre.
 
Ale, mone a comer y olvídame, querer llevarle flores a tu santo padre, habrase visto, después de tantos años, coño de antes de la guerra seria eso de que se murió o al poco de acabar. Si ya no estará allí, ya se habrá jopao. No te amuela la tía esta, y seguro que a tu madre nunca le llevaste, tan desustanciada tú y tus hermanos como mi hermano.
 
Mientras mi abuela desaparecía a echar la comida, la Felisa seguía hablando con la seguridad de que ella oía todo.
 
De eso nada, grito, mañana agarraremos los chiquillos y yo y le diremos a José Maria que nos suba a Torrijo, al Cementerio, a mí en ese pueblo no se me ha perdido nada, yo no vuelvo, ya sé que me quieren mucho y me mandan muchos recuerdos, se agradece.
 
Ya les tengo dicho, que un verano de estos, cuando tenga tiempo subiré a verlos a todos, pero este año no.
 
La muerte de un pobre desgraciao.
 
Como fuera que la cosa aunque no urgía si convenía terminarla cuanto antes, y como la Felisa en su enorme humanidad, nunca pedía nada, y en cambio te daba todo, al día siguiente, ella, mi padre y yo subimos al Citroën 8 y enderezamos el camino de Torrijo.
 
En el corto trayecto que separa Calamocha del pueblo donde viniera a nacer a principios de los años veinte, mi padre se permitió advertirle de lo evidente: Felisa, si esta cerrao habremos de ir a pedir la llave, ya que subimos no nos vamos a bajar de vacío, ¿no te parece?.
 
 El de tu prima la tendrá, y si no sabrá quién la tiene, y ya que pasamos por su casa habrá que cumplir y dar vuelta de tu otra prima, que ya estará por aquí y de tu primo, de todos tus primos hermanos, niña, que para eso los tienes.
 
Ella con una tranquilidad pasmosa, se apresuro a decir: Olvídate Jose Maria, yo a Torrijo no entro, me fui para no volver, si no podemos pasar al cementerio mala suerte, nos volvemos a casa, y aquí paz y después gloria, descansen todos en paz, los vivos y los muertos.
 
Si por una de esas, termino sentenciando, hoy en Torrijo se hubiera muerto, si quiera por darme el gusto de tenerlo abierto, algún pobre desgraciao que lo hayan enterrao esta misma tarde y podamos entrar, sería lo mejor.
 
Dios es Torrijano.
 
La Felisa era Tremenda, lo decía Blas uno de sus tíos, hermano de su padre, y razón no le faltaba, hasta Dios parecía deberle favores, Dios es torrijano por más señas, y así, al llegar al cementerio, la puerta estaba abierta, y los últimos asistentes al entierro de aquel pobre desgracio que se había muerto por darle gusto, se marchaban.
 
El cementerio.
 
Con los tres ya en la puerta, ella con las flores en la mano, yo diría que había dormido con ellas, que no se había separado de ellas ni un momento por temor a que mi abuela les pegase fuego y acabase con aquella tonta idea, de llevarle flores a su padre… el panorama era desolador.
 
Y aun decís que esto lo cierran con llave, será para que no salgan, que se van a llevar de aquí, quien va a querer entrar. Pregunto la Felisa.
 
Tienes razón, … nos quejamos del cementerio de Calamocha, que no lo cuidan ni tanto ni mucho, pero esto está de puta pena, hace un mes con todo verde un rebaño ovejas habría matao aquí el hambre de todo el invierno,… pues anda que el cornejal de la derecha donde dices que está tu padre, parece la selva Corea.
 
Che collons, anda cariño, ten cuidao no te caigas a ningún hoyo y vete a ver si encuentras al Mateo este, yo de aquí no me muevo, me estoy empezando a cansar de la idea que tuve, de las flores y de todo.
 
Llévate el gayato ese para alpartar las zarzas y a ver qué encuentras. Advirtió mi padre mientras él se iba a la otra parte y la Felisa se quedaba junto a la puerta, leyendo las lapidas de las tumbas cercanas. Mirase a donde mirase, su prodigiosa memoria, heredada de su tia Fidela, quien también estaría en aquella sagrada tierra enterrada, le daba recuerdos para todos. Y el silencio del camposanto quedaba roto:
 
Los muertos.
 
Mal no se debe hablar de quien falta, pero yo la verdad os digo, que de aquí no puedo hablar bien de nadie, mira esta mismo, cuatro años más joven que yo y diez años ya que se murió, ahí está bien, su padre, peor que la Guardia Civil… un día si no nos separan le hubiera arrancao los ojos a ella y a la puta de su hermana que me sacaba dos palmos.
 
Y mira el tío este, una noche vino a casa con la escopeta en la mano que le habíamos robao los nabos… que bien están aquí todos… joderos como podáis, no me esperéis.
 
Mira el adefesio este, la de las patas bambas, que no sabía ni andar, esta iba loca detrás del Blas seria, que fea era la pobre…Che collons, lleva cuarenta años muerta, pobreta, que pena, me callo, no digo nada, a pues se caso y todo, que pone tu marido e hija, y tiene flores…. No he dicho nada. Dios la tenga en gloria.
 
¿Qué sale o no sale el Mateo?.
 
Un Mateo, dos Mateos, tres Mateos…
 
Mi padre por un lado contesto: Nada maña, no sale, acércate si quieres y saludas a su tio, al Manuel, , claro que como aquel dice, se murió ayer, pero del otro Mateo, nada, habrá que ponerle un lazo como a los conejos para que cuando salga a rondar caiga, … aquí no está Felisa, tu encuentras algo zagal. Me chillo mi padre ya cansado.
 
Y yo por el otro lado, por el fondo a la derecha, tampoco: Nada Tía, ya es la segunda vuelta que doy, aquí todo es salir Mateos, Brunas, Pulmed, Julves, Melendez… de debajo las piedras, pero ninguno lleva los apellidos en el orden de la familia, me queda por repasar aquel montón de cruces del rincón… pero no espere nada.
 
La Felisa se acerco a ver al Manuel y de paso mi padre encontró a la otra hermana de su padre, a la Eulalia, ella se quedo sin ganas de seguir, con respecto a su padre los hermanos llevaban cuatro días, allí, así que desistió de encontrarlo, entonces pensó en sus abuelos, el Blas y la Jeroma… y pidió que los buscásemos, pero tanto mi padre como yo, le dijimos que no estaban, al recitarle los apellidos cayó en la cuenta y dijo:
 
Así que la Rosa, a quien tan mal le parecía que trajese flores a mi padre os ha mandado aquí con la idea de que busquéis a los suyos, …Vámonos a cáscala a Luco, todos de aquí, que a mi no me la pegais, que yo no naci ayer. Ale, mone pa casa.
 
La Batalla Alfambra.
 
De regreso hacia la puerta pregunte a mi tía: Qué hacemos con las flores, no se las va a llevar a casa, se las dejo al primer Mateo que encuentre. No fue esa una pregunta acertada ni mucho menos, La Felisa se apresuro a decir, no, ni se te ocurra semejante barbaridad, no llevamos flores para tanto Mateo, solo falta que me vean salir y luego me pidan explicaciones de por qué a este sí y aquel no….
Estámpaselas a cualquiera, busca algún pobre desgraciao, algún soldado de apellidos lejanos y déjaselas, quien sabe, igual fuimos nosotros, el Pedro y su columna quien le dio matarile en la Batalla de Alfambra, así nos perdonara por haberlo matao para perder, o ponlas en el montón de cruces, qué más da.
 
Vámonos.
 
Mi padre cerró la puerta del cementerio, esos enormes portalones de hierro que no había forma humana de manejarlos, y aún dices que a esto le meten una llave, para qué… La Felisa se quedo mirando las tumbas, con la vista puesta en el rincón donde debería estar … A este lo expropiarían a escape, le dijo mi padre, por mal que de la Felisa volviese en sí, no pagaría la tierra y a escape le meterían otro cajón encima, siempre fue así, adivina.
 
A fer la ma.
 
Resignada comento, y a mí que se me habrá perdido aquí, para qué coño pensé en traer flores al tio este, que ni tenia vergoña ni res, que cosas son los recuerdos después de tantísimos años que vienen y se van…otros tiempos eran, entonces nacíamos como conejos, y luego poco se preocupaban de ti, date vida como puedas, de todas formas, nos dieron la vida, lo hicieron lo mejor que pudieron, en fin…
 
De mi padre en vida nunca se podía esperar gran cosa, así que no sé que me esperaba yo de muerto, veo que sigue igual, la cosa no cambia. Padre, buenas noches, no me espere, no volveré a Torrijo, me marcho a Valencia.
 
De los años de la cazalla. Los padres de los abuelos. El siglo XIX.

martes, 16 de octubre de 2012

El final

 
En un lugar de Teruel junto a Calamocha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace ni tres días, terminó el verano ….
 
Asombrado aquel hombre, ante la mata de guindillas, que allí en la puerta casa habían sembrado por capricho y dar que hablar, de aquel que no tiene otra cosa que hacer, ya sabe, con el culo mata moscas, le dijo al vecino y cómplice:
 
Coño, pues si que les has metido tu buen tute a las guindillas estos dias, que no has esperao a nadie, me te habrás comido media docena, y eso que aun no se barrunta el frio. Que morro más fino tienes cara cabron, ya te puede picar bien el culo, ya. Y para rematar de joderla del huerto también se me han llevao un puñao, ósea, ya no sé si las cato este año.
 
Y el vecino, amigo y compañero de plantero, tranquilo pero nervioso, le dijo las que se había comido ni más ni menos: Coñe, pues me habré comido las mismas que tu. Lo cual a todas luces era, cuando menos, sorprendente.
 
Joder, pues yo me parece que me comí una el jueves, el día que me apetecieron las judías blancas con morro y salí y la enganche. La cuenta estaba echada.
 
Pues aun te has comido más que yo, porque yo ni las he catao….la verdad te digo y no miento, que si miento, me quede ciego ahora mismo. Evidentemente pasaba algo, la cosa se ponía interesante. Y llegó la explicación, tras un largo silencio, aquel que no habia comido ni quedó ciego, dijo:
 
Tú también pareces tonto, ya te lo dije, cosas así no se pueden tener ni en la puerta casa ni en los caminos, … ¿ande te paice que están las que faltan, quien te paice a tu que las ha podido coger?
 
 
Se hizó de nuevo el silencio, y el otrora acusador asombrado de nuevo, cayó en la cuenta, el único que las había probado lo entendió todo, miro al cielo al tiempo que echó un juramento, tras otro, de esos que ni aun a escribir uno se atreve, repaso todo el santoral y solo paró cuando se ahogaba de rabia… y el vecino y medianero de la mata de guindillas prosiguió en su explicación aunque ya parecía todo dicho, resuelto el misterio.
 
Pues fue el viernes de madrugada, no había hecho más que sentir que cogía una, que me tire de la cama, abrí la persiana, y le dije de todo, lo puse bueno al entriparrao ese, que no te da ni los buenos días, si me tuviste que oír,… y aun se me volvía, y se me encaraba, que esa tierra es del pueblo, que no es mía, que el también es de aquí, que lo que hay en España es de los españoles, me dijo, y que en el campo de la Estación tenía más, que fuera yo allí a cogerlas, que mías eran y tiempo tenia… así que ya sabemos quién nos las roba aquí y allí, y se habrá llevao lo que le haya hecho falta y más… y aun quería tener razón,… para luego irá por ahí regalándolas y presumiendo….
 
Y aun le dije, cuando ya la cosa se ponia tirante, y un saco de hostias había de bajarte y darte, para que te lo llevases también, y lo repartieses entre tus amigos, que enseguida acabarías, que serian todas para ti, espera que te lo baje, espera… tira pa tu tierra cabrón. Vete a tu tierra a robar.

Conque a escape se fue ,en cuanto se penso que me tiraba rellano de escaleras abajo para escacharle la cabeza.
 
Fin de la historia, entonces.
 
Mecaguen la puta, y no haberos oído, haberme llamao hombre, que el año pasao ya hizo lo mismo, el seria el que las cogió, quien si no, y yo también le habria bajao un saco de hostias bien lleno y aun una talega que aún queda por el granero, también, y todas para él.
 
 
De los Años de la Cazalla. Los otros veraneantes.

martes, 9 de octubre de 2012

Merendar Sopeta

 
El domingo merendamos Sopeta, la nocilla aqui, tiene los dias contados. Las cosas como son.
 
"En esta casa no se tira nada, tirando no se va a ningun lado. La cosa no esta para tirar". Decian y no se cansaban de repetirlo las abuelas, luego a ratos los padres y ahora nosotros, a todas horas.
 
Asi que, con el pan duro, para desayunar Torrijas, y para merendar Sopeta. Aqui va la Receta del Sopeta, la del desayuno otro día.
 
Recuerdo a las dos abuelas cortar el pan a rebanadas y en la pila de fregar  rociarlas con vino del porron, en todas casas habia siempre uno con un culo de vino, al menos mientras hubo abuelos, es el caso del de la foto, mi abuelo José pasaba horas amorrado al mismo, con el puño en alto, mas que nada por que tapaba la boca con un corcho de manera que apenas caia algo.
 
"Toma, echa un trago". Y te lo echabas, y te quedabas como dios,... y ni siquiera habias comulgado aún, cuando ya sabias beber en porron y hasta hacer "cantar la rana".
 
La merienda del domingo, lo dicho, resulto espectacular,  ¿cmo no estara esto en la catra de los mejores restaurantes?. No lo sé. Una pena.
 
Receta
 
Pan duro a rebanadas, untar es decir, rociar con vino tinto, echarle un poco de azucar, y listo para comer.

 
De postre, uvas de Calamocha, recien llegadas a la costa, que olor mas buena al lavarlas, ... La variedad de las mismas, esta clara, como dira Gargallo, "de cojon de gato", las mejores.
 
Muchas gracias.

martes, 25 de septiembre de 2012

Torrijo del Campo en Versos 1918


 

Por pasarme tan deprisa

para atrás me retrocedo

saludo a la Militara
 
y a Benigno el “Centimero”.
 

Ahora paso a la esquina

porque me viene a la mano,

me encuentro con María

y con Vicente Ninano.
 

Y me paso a la otra casa

sin correr, pero deprisa,

y me encuentro con el Lesmes,

y su mujer que es la Rita.
 

Los que habitan esta casa

no lo puedo yo decir,

me parece que la habitan

la Militara y Perrin.
 

Por aquí las demás casas

que forman nidos y hogares

yo ya no las conozco,

que entonces eran solares.
 

Aquí tenemos las casa

que hoy habita Gabrielico

la construyeron sus padres

Manuela y Pascual Majito.
 

Esta es la Paca la Antera

la que tenemos aquí,

están formando su hogar

con su marido Agustín.
 

Y me estoy dando cuenta

que la Rambla va en remate

al amigo Antonio Julve

lo tenemos por delante.
 

Este es viudo y se prepara

de nuevas para casarse,

Francisca la Pucherera

la ha convidad a su enlace.
 

Aquí tenemos la casa

con su puerta cara el cierzo

que la habita la Rincona,

y su marido el Eusebio.
 

A continuación hay otra

que también sana se cria

habitada por Andrés

y su mujer la María.
 

Ahora suelo encontrarme

por la mitad del Calvario

y en esta casa me encuentro

con la Teresa y el “Cacho”.
 

Desde casa de Vicente,

cerca tengo el paradero

me encuentro con la Isabel

y Manuel “EL Mosquitero”.
 

Por aquí encuentro una casa

que os lo voy a explicar,

la mujer, es la Vicenta

el hombre, el tío “Militar”.
 

Aquí veo un matrimonio

que tuvo poco que hacer.

se trata de una Melusa

casada con un Garcés.
 

Y siguiendo mi camino

en esta casa me meto,

solo puedo saludar

a la Antonia de Morito.
 

En esta casa que estoy,

de golpe nos encontramos

a saludar a Perpetua

y a su marido el Mariano.
 

Me vuelvo otra vez “pa” tras,

que la cosa ya está clara,

en esta me encuentro

con el Cosme y la Nicolasa.
 

Y ahora vamos a ver

en esta casa vecina

encontramos al gallo

y su esposa Marcelina.
 

Y marchando muy deprisa

en esta casa me paro

para poder saludar

a la Mónica y al Manco.
 

En esta casa que entramos

es la que nos interesa,

vive Isidro “El Pájarico”

y su mujer la Teresa.
 

A Gregorio Carrascuevas,

en esta casa le encuentro,

además de estar muy solo

parece que está contento.
 

Iba y venía constantemente en aquel dos caballos furgoneta de color claro, color crema, en cuyas puertas se podía leer en letras de varios colores, entre otra cosas: Herminio Mateo, Fontanería, Torrijo del Campo. Mi abuela conocía el coche, auto decían los mayores, por el ruido que hacia al llegar y aparcar, por la chapa de la puerta al cerrarse, y ella, se asomaba a la ventana para comprobar que no se equivocaba y emocionada comentaba con cierto orgullo, “ya está aquí el sobrino Herminio, a ver que se cuenta”.

Y charraban, y charraban y charraban, se les hacían las tantas, nunca había prisa, por estas mismas fechas, llegado octubre solía bajar al Barrio azafrán para esbrinar o mandarnos algún conocido de Torrijo o de Caminreal, “llévale a mi tía Rosa, yo este año no tengo, ella ya lo sabe, dale recuerdos”… hablaban de la salud, de la familia de Torrijo, de las pocas novedades que el tiempo traía y de las cosas de Francia, de los recuerdos en suma, de las jotas, de aquella noche de baile ya de antes de la guerra, de la bajada luego de mis abuelos a Calamocha en busca de faena, de la Quinta del Biberón, y la toma de Barcelona, y del Secretario, de quien aun no siendo familia directa, el fontanero sentía verdadera admiración, admiración reciproca…

Hablaba pausado, con voz fuerte y rota por el tabaco, en aquellos años roncos en los que el fumar era como el comer, algo necesario por su normalidad, tonto el que fumaba pero nada más, tono perfecto y claro, voz tal vez jotera en su juventud, de festejador en Calamocha, todas fiestas allí en casa, era alto, muy alto, era Mateo, buen mozo, y mi abuela en él creía ver a su hermano, el cachondo de Blas, a pesar de que este viviese en Francia.

Herminio, inquieto, escribía a la familia, llamaba por teléfono, contaba historias, traía recuerdos, de todos, parecía fascinado por los años vividos y por lo que estuviese por venir, … preguntaba, escuchaba y contaba, trataba de dar respuesta a todo, conocerlo todo y contarlo, y todos escuchábamos en silencio, como si un día nosotros tuviésemos que contar sus historias.

Así que fue Herminio quien un día se presento por casa con un papel que decía Torrijo del Campo en versos, 1918, y del cual no hay autor pues no está firmado, quien lo fotocopio lo corto, no le dio importancia, no trae autor pero si protagonistas y muchos. Herminio que más o menos vería la luz en Torrijo unos años después de lo escrito lo leía al tiempo que mi abuela asentía, y a cada nombre un alto, un recuerdo,…

Herminio jugaba con ventaja, que ya lo conocía, y mi abuela que por aquel entonces de 1918 tenía unos diez años, recordaba para que su sobrino se volviese a casa con un puñado más de cosas que contar a propósito del pequeño tesoro escrito.

Nuestros abuelos no sabían leer, poco o nada, que es lo mismo, así que durante un tiempo el papel estuvo a mano y cada tanto mi abuela nos pedía que se lo leyésemos, asentía, nos interrumpía y nos hablaba de los personajes Para alguien que tan solo sabia escribir su nombre, escuchar a sus nietos leer, debía resultar maravilloso, un pequeño triunfo suyo, señal de que en la vida que les había tocado vivir, lo habían hecho bien, “ahí que pone” solía decirnos…. Una tarde entre al cuarto y era Doña Pilar la maestra, la vecina, de quien a veces no se sabía muy bien donde vivía si en su casa o en la nuestra, la que lo estaba leyendo en voz alta, y mi abuela concluyo con seriedad: “Guarda la hoja por ahí, no la pierdas, Herminio sabe dar traslao de todos, pero ya ahora mismo, si la verdad quiere que le diga, no recuerdo a nadie, de Torrijo serán, pero de eso hace muchismos años”

Otros días Herminio llegaba con alguna carta, con alguna foto, había hablado con alguien, tenía algo que contar… Nos dejo hace unos años, no muchos, pero ya empiezan a parecer una eternidad, por estas mismas fechas en las que los campos se vestían de morado, del color oro del azafrán.

De los Años de la Cazalla. La Tía y el Sobrino.