domingo, 11 de noviembre de 2012

A tú qué te importa.

Las Puertas del Cielo
Al punto de aquella buena mañana de verano apareció el Bicho pedaleando por la esquina del cuartel y los maestros. A Perico preparando los aparejos entre los machos y el remolque, le pillo cara Santa Barbará, tratando de escudriñar el tiempo, lo cual resultaba fácil, así que lo vio llegar y no tardo en saludarle:
 
“Si que has madrugado tu perillán, alguna marcha llevaras, ¿de andes vienes pues, tan mudao, pasa algo o qué?”.
 
Gargallo termino de aparcar la bicicleta junto a la puerta de su casa, bajo de ella, se quito la pinza de la pernera del pantalón en la que un día si otro también se le enganchaba la cadena dejándole un rastro de grasa, lo cual ocurría cada vez que engrasaba aquella vieja bicicleta, que casi tenia tantos años como él, y cada tanto se volvía roma en el pedaleo. Se le quedo mirando, y al ver que Perico le mantenía la mirada esperando una respuesta, comenzó andar hacia él y contesto:
 
“A tu, que te importa”.
 
Para Perico una respuesta así, viniendo de quien venía, era lo más normal del mundo, así que como si tal cosa, la conversación continuo: “Razón no le falta al señor Marques de Monflorite, uno solo quería saludarle. Perdone usted, no he querido ofender. Buenos días tenga el señor”. Se excusaba con cierto donaire, tal y como solía hablar, aunque no hiciese falta Perico.
 
“Buenos días Perico, hoy le va a cascar también, vengo del ambulatorio, de coger hora para las pastillas de la Gitana, pasar no pasa nada, y tu andes vas pues, que te llevas los dos machos, ya estas de cosecheo”. El tono del ciclista ya era el normal, así que lo que fuera que le ocurriese, a escape se le estaba pasando.
 
Las cosas ya volvían a su cauce y Perico se quedo más tranquilo “Que no se me olvide, pues, echar la manta roya para el frio, le dijo, viendo la que se venía encima en un día así tan despejado, ya de mañana tan luminoso, tan pesado. La semana que viene ya se podrá cosechar, ahora es pronto, pero paice que el cangilón del macho este no tiene ganas de nada, y me lo llevo para que se joree un poco el animal, que le de el sol. Mala cara se te nota, haces tu peor cara que el cangilón”.
 
El de la bicicleta trato de explicar la cara que traía poco más o menos de la siguiente manera, que yo recuerde:
 
“Considera no se me va a notar, claro que traigo mala cara, aunque más tonto yo, porque habría de hacer, como hace todo el mundo. Estarme callao. No te creas, Perico, que no tiene cojones la cosa, como aquel que dice, que he ido y vuelto al ambulatorio, Rabal abajo, Cañizarejo, el Perion, chino chano, luego me he vuelto calle Real arriba y a lo que he llegao a las Cuatro Esquinas, ya no he tenido cojones de subir por el Rabal y me he vuelto por el Barrio Nuevo, y pronto es, pero si te puedo decir que me he cruzado con una docena larga de personas, que hoy es dia de mercao y hay trajin por el pueblo… animales, más que animales, borregos, mecaguen el copón, ni una sola persona me ha saludado, ni los del pueblo, ni lo forasteros, el uno que te vuelve la cara, el otro que se esconde, el otro que hace como que no te ve….
 
Pero tanto cuesta mirar a una persona, la conozcas o no y decir hola… Esto no me había pasao nunca, mal esta que los del pueblo no te saluden, pero es que ya ni los forasteros, pero hombre, cuando vas a un sitio y no conoces a nadie, lo primero es saludar, la educación, por lo que pueda pasar, que nunca se sabe… pero ya es hasta la misma gente del pueblo la que no te saluda…”.
 
“Nada Gargallo, no te des mal, es la cosa así, y a peor que va. Cuando necesiten algo de ti ya vendrán alabarte”. Trato Perico ya listo para arrancar las caballerías de animarlo en balde.
 
“Mecagüen san dios, no te lo voy a decir, pero si te dijera con quien me he cruzado, las dos veces además y ni aun mirar me ha mirao, sarnoso, entriparrao, …como me ha jodido tu, el tío el copón, pero que se habrá creído, con el hambre que han pasao en su casa “. No paraba el de la bici, no podía, estaba dolido, entiéndase, jodido, y mucho.
 
Déjalo, a mí también me pasa, cuesta poco mirar a una persona y saludar si quiera con la cabeza o decir, eh… Pero la cosa es así y no sigas porque la culpa es tuya o mía, no de los demás que son todos muy educados y tienen estudios, tuya o mía, por creer que todo el mundo es como nosotros, tonto pareces la verdad, y ya tienes unos años. Olvídame que no es mi santo, que dice la Gitana”.
 
Gargallo decidió ya volverse a casa, apremiado por el tiempo: “Razón tienes, me voy a cascala a Luco, que aun se me pasara la hora del médico, otra igual, ni aun saludar me han saludado al entrar en el ambulatorio, paice que les debas dinero, que les joda que vayas a incomodar, que llame por teléfono me dicen, que así siempre hay hora”.
 
Perico quito el freno del remolque y grito a las caballerías, “gúesque, arre”, y se puso andar cara el Ricnón y si estando juntos si el uno hablaba mucho, el otro no paraba, la conversación continuo mientras el uno y el otro, podían oírse, asi que tratanto de volver las cosas a su apacible cauce, dijo.
 
 “Además, no te pusiste el teléfono para estas cosas de los médicos, pues, razón de más tienen en el ambulatorio, haber llamao, quien te manda a tu salir de casa para  ir a dar faena, cuando puedes llamar”.
 
Gargallo se paro en la puerta de casa mientras Perico lo sobrepasaba alejandose, y le dijo: “Coño, pero si llamo por teléfono, hable poco o mucho, son cinco duros lo que me cuesta, y bajar con la bici no me cuesta nada, y si ya de mañana empiezo el día gastando, son cinco duros que se me van y ya no vuelven,.. si algún día te pones teléfono, no se te ocurra, pero por si acaso, ya hablarnos, ya me contaras, tu tampoco llamaras, también te jodera gastarte si quiera cinco pesetas. Tira con viento fresco.”
 
"Venga pues, hasta la tarde."
 
De los años de la cazalla. El Saludo.

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