El año que abrieron el Matadero
de Matinsa me mandaron a Cariñena y allí cargue el Avia valenciana hasta
arriba de cajas llenas de botellas de plástico de un litro de vino y de cajas
con jarras de barro envueltas en paja, jarras para echar un chato, no
más, en las botellas había una etiqueta con la fotografía del matadero, y en
las jarras ponía Matinsa, aún quedara alguna por casa, las hacían en
Villafeliche cuando en la comarca teníamos y sabíamos hacer de todo, de todo
para regalar, de tan feas que eran a todo el mundo le gustaban, eran graciosas,
estaban recién hechas y parecían yo que sé,
del año catapún. Jarras como las que luego se vieron en Curro Jimenez, pues eso más o
menos las mismas, de cuando la guerra con los franceses debía ser el molde.
Mi madre la Xaltación decía:
“Pero maño, a Madrid te vas, allí te han mandado, con lo grande y lejos que
esta”. Y allí que me fui, me levanté a las cuatro de la mañana, sin pegar ojo
de tantos nervios que tenía y estaba deseando jopar, dormí peor que la noche en que me fui
a la mili y mi madre solo hacia que pasar puta pena por si acabábamos matando
hormigas con las botas de Segarra en el Sahara Español como los de la quinta de antes, me subí al Avía y
cara Monreal carretera y manta hacia la Feria de Muestras de Madrid.
Luego iríamos unos cuantos años
más, justo hasta que nos aprendimos el camino, directos al Pabellón de Aragón a
encontrarme con los de Calamocha que ya estaban allí en avanzadilla, con Reinaldo el confitero
a la cabeza. Tenía todo Madrid para mi, entonces ni coches ni circulación, y de
guardia a guardia y algún que otro samaritano llegue a la Feria sin problemas.
Se apostaban en los semáforos de entrada los madrileños desfaenaos y en cuanto
veían una matrícula rara y que buscabas a un guardia se acercaban y se ofrecían
a llevarte, se subían al camión y te guiaban por unos duros, conmigo subió uno
que era el vivo retrato de Tony Lebanc, vamos aun hoy creo que era él.
A escape salieron todos los que
estaban por allí a descargar el camión en cuanto que llegue a la feria y
dejaron las cajas por todos lados, porque aquel rincón de Calamocha estaba
hasta arriba de huevos, yo jamás en mi vida había visto tantos, venga huevos y
más huevos por todos los lados, huevos para hacer merengues, las colas para
comerlos eran enormes, y es que en Madrid todo es más que grande, grandismo.
Y Madrid debía estar llena de gachís,
eso en aquellos años lo sabíamos todos, y de cabaretes pero jamás en aquellos dias
de tanta trápala ni aquel año ni ninguno nos dio tiempo a salir de la feria, allí
hacíamos la vida esos días y allí teníamos lo que llamábamos
el picadero de la ilusión, pasa y acuéstate un rato, me dijeron
tenían cuatro camas, para los días de feria y dormían a turnos. Madrid ni
tocarlo. Pero bueno, no te voy a engañar
ni mentir, un año de aquellos y sin feria desde de Calamocha nos llevaron a
todos a ver el Valle de los Caidos y luego a dormir a Madrid, pero eso ya es
otra historia.
Aquel primer día a lo que me iba
a recostar un poco después de no haber dormido y de tanto nervio a escape
echaron mano al camión y su carga, “venga vamos almorzar, que ya tenemos vino” y allí
todos dale que te pego, jamón, longaniza, chorizo, de todo y todo bueno, de lo
primero que hacia el matadero, y botella va botella viene que de pocas nos
bebemos el Avía entera, y el que venga detrás que arree y luego para
despejarnos a dar una vuelta, a recorrernos toda España de caseta en caseta que
estaban todos preparando la feria. Mañana echada y a comer lo que nos dejamos del almuerzo y Reinaldo dale que
te pego no paraba de hacer merengues, y la gente venga a llevarse bandejas y
mas bandejas, no le quedaba tiempo ni de sentarse a comer. Era el hombre mas feliz del mundo. Comimos lo mismo que
almorzamos o más y ya estorbaba el camión, así que les dije, oye yo me voy a echar un
rosquete, me despejo y me voy, ¿queréis algo para el pueblo?
Y no me había ni
tumbado en el catre, que aparece Reinaldo por el picadero y me dice: “Oye maño,
y que vas hacer, irte de vacío o has de cargar en algún lado, si le
echamos al camión una máquina y un horno que he comprado, te dirán algo?". Que van a decir, nada.
Así que entre todos metimos la
maquinaria al camión que la tenía allí en la caseta de la feria y se comía
media parcela y ya la gente que empezaba otra vez a llenar aquello venga
merengues para todos lados y el Florentino, mecaguen el tío el copón, que ya estaba
viviendo en Madrid y que tenía que venir para sacarme de allí, que no venía, y
la feria llena que ya ni se podía
circular ni andando ni en camión y echa a buscar a uno de Madrid para que te
sacase que allí no había ninguno y los guardas que quitásemos el camión, y el
pobre Reinaldo que no sabía ya que hacer de puro contento que estaba con los
merengues que se los quitaban de las manos y la maquina empaquetada para el
pueblo culpable como se sentía se lio la manta a la cabeza y dijo, “espera que
yo te acompaño a la salida de Madrid, que yo esto me lo conozco de los viajes
que hemos hecho ya estos días, para unas cosas y otras, te saco, te encamino y
ya me buscare la vida para volver, no te preocupes de nada, con alguno de los
que a la entrada de Madrid vengan a la feria me vendré y con una bandeja de merengues les pagare”. De
ninguna manera me iba a dejar solo, "venga que aún quedan merengues, vámonos
luego hare más". Y se subió al camión conmigo.
No hubo forma, ninguno de los dos
atinábamos a cómo salir de Madrid, ni guardias, ni indicadores, nada, venga a
dar vueltas como tontos de un lado a otro y la tarde se acababa, y el ya
preocupado por lo uno y por lo otro, “a esta hora ya no quedaran merengues,
tira por allí, por allá” y al cabo las mil vi un camión matricula Guadalajara
en una finca descargando muebles, y le dije, anda vamos a ver qué marcha llevan
los paisanos, y allí me quede, aun me subí a la caja a terminar de ayudarles y
ellos me sacaron de la capital y a lo que me estaba despidiendo del pobre Reinaldo,
que si el autobús, que si un taxi, que si me voy andando que la feria está ahí
detrás, que hemos dado más vueltas que un tonto, "perdona maño es que no sé cómo
darte las gracias" que no sabia que hacese, y en eso un coche que
para y nos pregunta cómo llegar al Feria.
A escape se subió Reinaldo con
ellos le falto tiempo, yo os llevo, que vengo de allí. De vuelta para Calamocha
me acordaba una y otra vez de Reinaldo subiendo al coche de aquellos buenos e
inocentes samaritanos pensando, llegare yo antes a Calamocha que Reinaldo a la feria,
memos mal que les pagara con merengues y los dejara contentos y en su vida
olvidaran que los mejores merengues de Madrid los hacen en Calamocha.
De Los Años de la Cazalla. Merengue para todos