miércoles, 15 de junio de 2016

Las cartas de Manolete

Calamocha. Sobremesa del 15 de agosto de 1995.

La Felisa, hace una pausa y pide que alguien le acerque la botella de coñac, tras el carajillo con hielo, quiere abarrerse un culo de café que ha quedado, saborear una copa más. Atrás queda el remolachero, la cerveza y el vino. La conversación, se alarga. Se la acerco, como lo más normal de mundo. Todos sin excepción, más que puesto en duda, hemos mostrado nuestro asombro, por algo que acaba de decir: 

“Recuerdo con un cariño enorme, cada vez que llegaba a Valencia una carta de Córdoba, de la familia de Manolete, y como yo corría a escribirles. Nada más bonito que recibir una carta”.

Triste, cansado y abatido, al día siguiente, sin más remedio, además de ser San Roque, tengo que irme a la mili, agotadas todas las prórrogas. Aquellos días me parecen los últimos de mi vida, pero en realidad tan solo es el último verano en el que coinciden la Felisa, el Víctor y la Balbina,… el último verano de lo que tradicionalmente había sido la familia en fiestas, la edad, que no perdona, unos en el cielo, otros que se hacen mayores, otros que llegan.

Fue el Tío Víctor el primer en reaccionar: Felisa, nos estas diciendo, que conociste a Manolete, al torero, y que además te escribías con la familia. ¿Pero eso es verdad?. Mira que nos conocemos de toda vida, mira que llevamos años charrando, y jamás te lo he oído, eres tremenda, cuéntanos por favor, no nos tengas así….

Me iba a marchar a la mili, y discutíamos si debíamos escribirnos o no, como se hacía antaño. Se estaban perdiendo las formas, una cosa era no escribir cartas, y otra no llamar ni por teléfono, la familia se perdía, se alejaba, se agrandaba. Y todo entraba dentro de la lógica. Pero, las cartas. Dolía perderlas.

En el recuerdo, como no, mi Tío Jesús, se llevaba la palma, debió escribir una carta al día, a juzgar por las muchas fotos que envió, fruto de aquellas milis eternas, de finales de los cuarenta. Escribía desde San Javier, en Murcia, en el quinto pino saliendo de Calamocha por la carretera que lleva a Torrijo, donde había ido a parar por recomendación de la Felisa.

La Felisa aseguraba que a los militares había que entrarles por derecho, llevarlos a un rincón, mirarlos a la cara y decirles: Tengo un sobrino que llaman a quintas, aquí tienes los datos, quiero que haga la mili en Valencia capital, donde tú sabes, ¿te acuerdas, de aquel mes en Guadalajara?, ¿cuándo fue, en el 37?”

La verdad es que nunca se conoció a ciencia cierta, el por qué mi Tío Jesús acabo cumpliendo el servicio en Murcia en lugar de en la capital del Reino, aquella vez fue, quizás, la única en la cual la Felisa, no consiguió lo que se propuso. No quiero ni pensar, donde acabaría el militar de alto rango, aquel buen señor, encargado de llevar a cabo el recado.

“No ha parido madre, hombre que me diga que no, ni mujer, por supuesto” Decía con frecuencia la Felisa.

Cuando en Calamocha se supo dónde iba hacer la mili, a pesar de la recomendación, mi abuela no tardo en mandar recado a Valencia, para que quien fuese, ósea la Felisa, tomase cartas, en este caso de las otras, en el asunto: “Felisa, a Jesús, en la mili, lo han echado a Murcia, cosas que pasan, no lo esperes. Eres igual que tu padre. Recuerdos”.

El padre de la Felisa, era hermano de mi abuela Rosa, y nombrarle, compararla con su padre, era el mayor insulto, desprecio, que mi abuela podía hacerle a su querida sobrina, que prácticamente era una hija. Cosas de familia,…

Lo dicho, no quiero ni pensar, donde acabaría aquel militar que debió recomendar a mi tío y dejo a la Felisa en la estacada. Ella al respecto, siempre contó barbaridades… Eso, si en San Javier, mi tío, gozo de tantos privilegios, que hubo de decir basta.

Aquel fue el único “fallo” conocido de la Felisa, se contarían por cientos, las recomendaciones de todo tipo que fue dando a lo largo de su vida, de uno u otro tipo, "yo favores, no pido, hacen lo que les pido, porque antes, yo, he hecho algo por ellos. He conocido a tanta gente, he estado en tantos sitios"

A más de uno y dos calamochinos, también los enchufo a la hora de hacer la mili allá en Valencia, uno de ellos, sin ir más lejos, fue quien se casó con su hija, otro, casó con la vecina de arriba...

Hablábamos aquel día, en aquella sobremesa de la que no me habría levantado jamás, como decía, de las cartas,… que ya nadie escribía.

Che collons, Víctor, me vas hacer tu, como el desustancio de mi yerno, que no tardo en mandarme callar y echarme a la cara que mentía. ¡Mentir yo! Ha faltado la Felisa, alguna vez a la verdad, decirme, os ha contado algo alguna vez, que al cabo del tiempo haya resultado ser mentira. No. Pues, lo dicho. No solo tengo las cartas, sino que lo que hablo debiera bastar, sin pedirme explicaciones. En su casa yo fui una más, una hija más para su madre, y una hermana más para todos.

Hace un rato, Víctor, has dicho, que conociste, si quiera viste de lejos, a Machado, cuando salía de España, camino de Francia, por que estabas de soldado allí. Y la Felisa no te ha interrumpido, ni lo ha puesto en duda ,porque tú, como yo, porque nadie en esta familia, ha tenido nunca la necesidad de mentir.

Aquello de mi yerno, después de tantos años, es que me jodio viva, echarme en cara que mentía, y que jamás había sentido él, cosa igual ni de mi, ni de nadie, que tenía delirios de grandeza, que chocheaba llego a decirme, vamos para haberme levantado de la mesa, y haberle dado una patada en los cojones. "Aún no ha nacido quien me toque a mi la figa". Su madre, mi cosuegra, la Tía Rosario, que de pequeño debió volverle la cara del revés más de una vez y dos, y no lo hizo, y ahora lo paga la Felisa. También tiene su culpa.

Estábamos en un restaurante, y ni me levante, ni hable más de lo que manda la educación, una vez me dijo lo que dijo y dio a entender lo que dio. Termine y me marche a mi casa. Si a él, como a vosotros, no os lo había contado nunca, será porque nunca ha habido ocasión, porque yo hablar, ya me conocéis, no paro, hablo y lo cuento todo, pero también es verdad, y me darías la razón, que nunca me habéis oído contar dos veces la misma historia, somos ya mayores, hemos vivido mucho, nos ha pasado de todo, y aún no hemos terminado, al menos yo, de contar tanto como he vivido, ni creo que la Felisa vaya a vivir tanto, como para poder contarlo todo. Y cuento, como debe ser, las cosas no por presumir, sino porque lo trae la conversación, y si hoy estamos hablando, de que ya nadie escribe cartas, es lógico que recuerde las que he escrito, las que he recibido, y también las que deje de recibir.

En cuanto llegue a casa aquel día del restaurante, ya no hice otra cosa, me hervía la sangre, removí Roma con Santiago, después de tantos años, y al final, encontré las cartas, me las guarde, y espere toda la semana, hasta el domingo siguiente cuando nos juntamos todos de nuevo a comer, esta vez en su casa. El graciosos de mi yerno, ya lo conocéis, no tardo en decir, “bueno y por Córdoba, Felisa, como están las cosas”. 

Mecaguen el tío el copón, los palos que le habría dado, de haber sido hijo mío. Mira, aquí las tienes, le dije, ven a por ellas y ya nos dirás. A mí nadie me llama mentirosa.

Se levantó, las cogió, volvió a su sitio y se sentó, las leyó varias veces, y ni comió, ni hablo en un buen rato. Al final no le quedó otra, que darme la razón,.. Le faltó tiempo, cuando por fin, salió de su asombro, en levantarse y querer llevársela para copiarlas, trae aquí le dije, esas cartas, no salen de mi vista, se vuelven a casa conmigo, me las dio, y fin de la historia. Fin de la historia. (*)

Joder Felisa, eres cojonuda, lo que tantas veces hemos hablado, ¿como pudo la República, estando tú de su parte, perder la guerra?. Tienes razón, las cartas son de Manolete y familia, la mare que va, collons. Tengo la mejor suegra del mundo, la más grande, no me la merezco.



Te cuento Victor….

Los conocí cuando la guerra, cuando iba a ser si no, de los días que con Pedro en Intendencia nos tocó estar por allá abajo, por Córdoba, unos días, meses imagino, en los que fui a parar a su casa, allí su madre, me acogió como una más, como una hija más,…. Viví con ellas, con su madre y sus tres hermanas, personas mejores que aquellas, pocas.

Yo ya sabéis, que para las cosas de casa no valgo, tendría entonces, no llegaría a veinte años, coño ni a dieciocho, recién casada con la guerra,  y ni aun coser un botón sabia, ni freír un huevo, más que ayuda, en esos menesteres de la casa siempre he sido un estorbo, aun hoy no se hacer nada de eso, ni aprenderé… pero nada importo, allí viví con ellas, allí pasamos como pudimos aquellos días, yo ayudaba poco, pero bien sabéis, que no paro, y eche una mano en todo lo que pude, a la Felisa, nunca se le ha puesto nada por delante, y si había que ir hablar con unos o con otros, echar mano de esto o de lo otro, buscar y sacar de donde fuese, allí que iba la Felisa la primera en tocar a la puerta que quien fuese, vergüenza, ya me conocéis, no he tenido nunca. ¿Quién pensaba? Lo que vendría después, lo uno y lo otro. Manolete estaba en eso de los toros, pero no era nadie, ni se podía imaginar lo que llego a ser luego, quien lo iba a pensar… más noble no se podía ser, al final, se lo llevaron a la guerra.


Mirar, aun se me pone la carne de gallina, solo de acordarme de ellas, y del día en que nos despedimos, la cosa se ponía fea para todos, nos trasladaron a otro frente, y yo las deje allí, cuidaros, cuidaros mucho y que esto acabe cuanto antes, ya nos escribirás que ya sabes dónde estamos, me decía su madre, y en cuanto podamos nos vemos. Cuantísimo me querría aquella mujer y cuanto les quise yo.

Y aquello de la guerra, tócate los cojones, poco más y no acaba, pasaron años hasta que termino, y fuimos a parar a Valencia después de recorrernos toda España entera y verdadera.

Cuando tuve tiempo y me acorde, me senté y escribí a Córdoba, para dar traslado de que estábamos todos bien, vivos y que finalmente, no pasábamos a Francia, y así ver que tal estaban por allí, Manolete ya empezaba a ser famoso. Tan pronto como escribí, me contestaron, todas bien, me dijeron, Manolete dice que en cuanto te enteres de que va a torear a Valencia, vayas a verlo.

Nos ha jodido yo a los toros, antes me vuelvo a Torrijo, o mejor a la guerra, que me voy a una plaza, como si no tuviera otra faena. No podría ir a verlo.

Así que una tarde, al cabo de un tiempo, yo sola en casa, me tocan a la puerta, dos hombres y abra señora, y abra señora, y dale que te pego, y yo que siempre he sido una miedosa, que no, y que no, hasta que uno me dice, que le traigo un recado del Maestro Manolete.

Y entonces les abrí, el uno era un criado y el otro, debía ser un policía secreta que lo acompaño hasta la puerta, y con una sorna y una gracia me soltó: “Es usted la Felisa, el Maestro Manolete quiere verla, que pase sin falta por el hotel, que la espera”.

Mira, me hervía la sangre, le hubiera dado una torta como un pan, de aquí hasta allá.

Pues muy bien señor, le diga usted lo siguiente: si mi marido puede, iremos a verlo, y si no, otra vez será, y le diga también que ahora que ya sabe dónde vivo. Si quiere algo, que venga él a verme.

Nos ha jodido, tratarme como una fulana, no sé qué recado le daría Manolete, pero el que me dio, ya te digo yo que no. Aquí estaríamos, de haber sido yo de aquellas, que nunca les importo agacharse ni pringar sabanas que no fuesen suyas, pues no me faltaron ocasiones ni nada, que de cabrones e hijos de la gran puta, con el perdón de sus madres, anda el mundo lleno, pero conmigo, lo llevaron siempre claro, ya lo creo, pasando calor y matando moscas estaría hoy la familia,… cuando menos estaríamos en Marbella que no en Calamocha

Al día siguiente, fui a verlo, más que nada por si necesitaba algo, y por qué si su madre se enteraba de que no había ido a verle habiendo recibido el recado, lo mismo venía a Valencia y me daba una paliza, no era cosa de perder la amistad, por guardar las formas, fui sola, sin Pedro, que debía estar en el purgatorio, no lo recuerdo, igual lo vi dos o tres veces más, alguna ya con Pedro, cada vez que venía a Valencia, pero claro, aquel cabrón de toro lo mato enseguida, casi no le dio tiempo a nada al pobre.

El hotel, lo recuerdo, como si estuviera hoy allí, siempre estaba lleno de gente, a ver si caía algo, no era fácil acercarse, ni que te hicieran caso, así que al llegar a recepción, buenas, buenas, que desea, soy la señora Felisa, ah, sí, si Manolete ha dicho que suba, que la está esperando, perdone señor, dígale que baje, que yo no subo. ¡Mujer!... ha dicho que suba. Pues dígale que la Felisa, le espera, que si quiere algo que baje, que yo no subo, que soy mujer casada… 

Al minuto Manolete bajo, preguntando donde estaba su hermana valenciana. Y en cuanto me vio, me dijo: Felisa, eres tremenda.

De los Años de La Cazalla. La Fiesta Nacional.

* La Felisa, como ella misma se llamaba, murió hace unos años, cada vez mas, y cada vez mas la echamos de menos. Las cartas no aparecieron entre sus recuerdos, fotos, y papeles que le sobrevivieron. Muy probablemente, aquel día en que después de tantos años, contó la historia, las enseño y dieron fe de ella, al llegar a casa, las quemo.

miércoles, 1 de junio de 2016

Calamocha fue... (Un día de mayo).

Calamocha y yo

Calamocha fue...

Calamocha fue un mes de mayo, sus mañanas y sus caminos, el mío fue la calle Real, recién barrida, también, lo fue, la Balsa y su umbría, camino del instituto bajo el tibio sol de las ocho y media de la mañana, con la rosada en los tejados y el frío que pasa, olvidándose de nosotros, también de la tierra, fueron los corros de los mayores al sol final de la tarde, hablando del sonar de las campanas al medio día, Calamocha fue aquellos fines de semana, de las ultimas cosechas, el dolor de abandonarlas, el sembrar la vega, el ver crecer el cereal en el secano, fue el caminar y echar la vista atrás, el polvo de los caminos, porque nunca llovió lo que tocaba, Calamocha fue la calle y su trajín los miércoles de mercado, adolece la calle, fueron los domingos de los ochenta, días, con la ilusión de la llegada del verano, y sus verbenas, las fiestas de San Roque, la cosecha, Calamocha fue la noche de mayo, viendo a los mayores, mirarse los unos a los otros antes de cerrar la puerta, con la vista puesta en el cielo de Santa Bárbara, a la espera de la última helada, helada que ha de venir, y dejarlo todo pardina, única certeza de aquellos días, abandonados por el Santo Cristo, Calamocha fue el despertar del último día de clase, preguntándonos si habría un mañana, y cual sería…. Calamocha fue mayo, como el resurgir de la vida, lejos del frío, a la espera de la lluvia, de la lluvia sin granizo, del sol abrasador, de las moscas, de la escasa cosecha… En una palabra: Ilusión. En tres, Calamocha es mayo. (Fue)

A todo eso que recuerdo Chabier hace unos días, le puso imágenes y también letra, y dio en llamarlo LAS HIGHLANDS DEL JILOCA:

Verdes cruzados de labores frescas,

Abiertas en los barbechos

Para preparar la sementera de octubre...

Azules, verdes, royos...

Son los colores de mayo

En estas tierras altas”

http://naturaxilocae.blogspot.com.es/2016/05/las-highlands-del-jiloca.html )

Abonando en Los Molinares. Mediados de los ochenta. Calamocha fue un día de mayo.

Y nos despertó, a los calamochinos de la diáspora, en palabras de Jesús Blasco, de ese largo invierno, que no es otra cosa, si no la ausencia de Calamocha. La vida. Si algún día, aquellos campos, se abandonan Dejaremos de ser Calamocha. Dejaremos de ser nosotros mismos.

Por qué nos fue siempre tan fácil conocer la tierra lejana, oída, leída, vista y por qué nos cuesta tanto querer, la Retuerta. Calamocha siempre fue, un lamentar continuo, cuando allí vivimos. Luego fue un recuerdo. Hoy es un recuerdo, tan solo eso. Lamento, ilusión, recuerdo.

Definir Calamocha.

Unas pocas palabras del diccionario más próximo, del María Moliner, deberían, bastar para definir Calamocha. Debería poderse definir de alguna manera, pero ¿Cómo? 

La verdad es que no lo sé, o soy incapaz, al menos por el momento. Además, en mi caso, entiendo, ha de ser una definición en pasado, un imposible.

Quien haya vivido allí siempre, tal vez pueda pueda dar con una definición, y quien sabe si no lo haría mejor, un recién llegado.

Ahí está el diccionario, en la estantería, con las tapas a punto de romperse, con las hojas, arrugadas, y yo sentado bajo él, sin encontrar esas palabras. 

Espada de Damocles sobre mi cabeza. Hielo a finales de mayo. 

Calamocha, unos y otros, fue una suerte llegar hasta allí.

Si lograse definir Calamocha, no como algo pasado, si no como algo presente, tal vez, dejase de escribir. Pero no doy con el orden de las palabras, no puedo, y eso, por momentos, me desespera. Seguiré recordando, seguiré escribiendo. Lo que Calamocha fue.

Nada nuevo es el querer definir Calamocha, antes que yo, el gran Jesús Blasco, dio en intentarlo. El sí lo consiguió. Su definición fue algo más que un reclamo turístico, o un eslogan comercial. Fue un lamento desesperado en busca de ilusión.

Calamocha, conocerte para quererte. Cuando se le ocurrió, tan enorme desatino, tan enorme como fue y aun es su éxito, dice que lo tuvo claro, a Calamocha, hay que conocerla para quererla, y cuando más se le conoce más se le quiere.

De golpe y porrazo, nos llamó a todos “mal nacidos”, y aquí paz y después gloria, nada pasó, solo él podía hacerlo, uno no deja de preguntarse, debes conocer a tu madre para quererla. Al menos en el caso, calamochino, a decir del genial Blasco, sí. 

Últimamente, permeable a todo lo que le rodea, su definición es “Yo por mi pueblo yo por Calamocha: Mato” Faltan, las pegatinas para el coche, como aquellas otras, que tanto éxito tuvieron, todo llegara, alguien las hará.

Definir algo que para mí dejo de existir, empieza a carecer de sentido, todo lo que puedo hacer es, recordar, una parte del pasado, que lleva el mismo camino que todo, pardina de aquí a un tiempo. Todo se acaba.


domingo, 15 de mayo de 2016

A mata caballo.


Recuerdos de Torrijo

Habla mi madre:

De todos los hermanos, el abuelo era el mayor, su padre, la verdad, murió muy joven, se quedaron solos, la madre, los hermanos, todos chicos y la “tontica”,… de la que nunca recuerdo muy bien ni el nombre, si Pilar o qué, ni el parentesco. 

Puede ser que fuera, hasta hermana de su madre, de mi abuela, de esos hermanos que se llevaban motones de años, de esos hijos que se tenían a última hora, de modo que los sobrinos eran más viejos que los tíos, el mundo al revés, que un día fue la norma de cada casa, mi padre seria el sobrino y ella, más joven, la tía… 

La "tontitca" apenas sabía hablar, apenas, podía andar, y solo quería estar con su maño el tato Casimiro, y él se desvivía por ella, le hacia reír, y le llevaba a cotenas por Torrijo los días de fiesta. No tardo en morir…

El abuelo salía de casa a buscar el jornal y según como se le daba, se pasaba varios días sin volver, ¿Ande estará el Casimirin?, por ahí haciendo faenas, un día en una casa, otro día en otra. No había cuidado, rastros no hizo nunca, su madre, la Abuela Emilia, no pasaba pena. Al revés, sabía que cuando volvía a casa, traía alguna perra.

Aunque, eso si, la abuela Emilia no le quitaba ojo al camino de Monreal, pues los frailes se lo querían llevar para que aprendiese las letras y los números… y si no encontraba nada en ninguna casa, o si le daba por pensar y se le metía en la cabeza, que sin saber letra, nunca sería nadie, se escapaba a los frailes… y la abuela al echar en falta el jornal, enderezaba cara Monreal y lo traía llorando. "Dejelo con nosotros al torrijano, al primero de la sección…" Le decian los de las sotanas

(Pero todo esto, ya te lo he contado muchas veces. Sí,mama, pero resulta bonito oírlo)



(En el retrato, único que hay de él en Torrijo. El del centro)

El saber quedaba para los hijos de las casas grandes, y esos, casi nunca tenían ganas de verse. También para los hermanos pequeños de las casas pobres, si querían estudiar y podían, y en Monreal se podia, y en su casa asi lo entendían pero si había ocasión de ganar alguna perra, el saber, podía esperar. El comer no. Seria el Victor el pequeño quien estudiaria. Uña y carne el mayor y el pequeño.

Al Casimiro querían en todos los sitios, pero en especial, en la Casa Grande que estaba a la entrada de Torrijo… Venga calamochino, (sus padres ya lo sabes, habían llegado años atrás desde Calamocha y antes desde Odon) en cuanto escampe, remueva la tierra, y haya tempero, te vienes a labrar. 

Seguramente aprendió a labrar, a la vez que andar, a labrar de prestado, pues en casa no tenían ni tierra, ni animales.

Salían a labrar las tierras de aquella casa, el Casimiro y el hijo del amo, más perro que la chaqueta un guardia, no quería ni trabajar, ni estudiar, era mayor que el abuelo, pero estaba claro quien mandaba allí. Casimirin, con diez, doce años que tenía, "llevátelo a ver si le enseñas a trabajar y haces de el un hombre, hoy te llevas el tiro de tres caballerías, y labráis cuanto podáis a quita caballo, y hasta la noche no os quiero ver, ahí tenéis la alforja con la bota y la merienda". Y tú, le decía al desustanciado del hijo, trae aquí las perras que llevas, que no te van hacer falta. Y se iban los dos a labrar.

Labrar a quita caballo era enganchar dos machos al tiro, y labrar un par de horas, luego desenganchar uno, enganchar el otro, y seguir labrando, y así, enganchando y desenganchando labrar todo el día, todo el santo día detrás del arado se pegaba el abuelo, pues el hijo del amo, no quería trabajar, pero el abuelo, que de tonto no tenía nada, y hacia lo que le mandaban así que con las perras por delante, le sacaba lo que podía al hijo del señorito, perras que el padre no le había encontrado y el uno a labrar y el otro a la sombra y a darle a la bota, hasta que se hacia la hora de volver al pueblo…

Se cambiaban la ropa, y así el amo se quedaba contento de ver lo que había trabajado el hijo al verlo llegar con la ropa sucia y sudada. Venga Calamochino, echa un bocado y ordeña las vacas… y allí mismo, rendido se echaba a dormir al calor de las vacas después de ordeñarlas y hartase de leche, para al día siguiente salir a labrar.

El abuelo, como aquel que dice, jodido pero contento, se sacaba el doble de jornal, todos salían ganando, aquello no era el paraíso, pero casi, lo vino después, ya sabes… sin tener nada de tierra, el trabajo no le faltaba, entonces, ganar algo, para comer y poder guardar para comprar tierra de uno, era soñar despierto, nunca podría comprar nada y menos en Torrijo… lo haría en Calamocha, tras años y años de ir a matacaballo, … 

Y si de zagal veía que no podría salir nunca del amo, cuando acabo la guerra y tuvo que labrar no con caballerías, si no con bueyes, debió de padecer una barbaridad… aquellos años de Torrijo donde aprendieron todos a labrar, le debían parecer entonces un sueño…menos mal que siempre fue alegre, y nunca se vino abajo, porque si echa a darle vueltas a la cabeza, había pasado el tiempo y la cosa había ido a peor.

Madre mía, pobrecico, pues no les costó pocos sufrimientos ni nada, salir hacia adelante, toda la vida de aquí allá, de sol a sol, para poder luego comprar algo, labrar tu tierra… después de haber labrado todo Torrijo, toda Calamocha y Valencia entera y verdadera de arriba abajo. 

Durante unos años, con su otro hermano el Pedro, que ya sabes vivia a su aire en la casa del Hospital de San Roque, se bajaban a la albufera a labrar campos de arroz,… Dicen que eran la admiración de la huerta, y que hacían los dos, lo surcos más derechos que una vela, sin cordel, como hacían los del Reino… y el señoret les decía, no seáis tontos bajaros a Valencia, quedaros aqui. El hermano al final un año de aquellos, dejo San Roque y se bajo, pero el abuelo no quiso dejar su tierra.


Aún recuerdo el día, en que revolviendo en el granero, en la falsa, dio con el yugo de labrar con el tiro de bueyes,… abrió la gloria y le pego fuego. Mal ha de ser que lo necesitemos. Dijo


De Los Años de la Cazalla. 
Labrar a Quita Caballo, la vida a matacaballo. 
San Isidro 2016

A Rosa

Olvido

¿Y tú como sabes todas esas cosas?
Os las oía todos los años
¿A nosotros?
Vosotros, me las habéis contado
¿Y no se te olvidan?
Claro. Más de lo que quisiera
Casi todo lo que os he escuchado
Ya no logro recordarlo
Por eso escribo
Lo poco que nos queda

Mayo

ASI que hoy es su cumpleaños
Si
¿Quieres saber más cosas?
Si
Hoy es el día que murió tu padre
¿Si?
Hoy es el día que tu madre cumplía años
¿Si?
Hoy es el día que murió la madre de tu padre
¿Si?
Seguro hay más, pero no lo recuerdo
No

A mata caballo

PERO maño,
¿Cuántos años dices que ha hecho?
Sesenta y siete
¿Seis y siete?
Bingo
Si, ¿ya lo sabes?, ayer nos lo llevamos
¡Qué poca gente va ya a los jubilados!
Pero escucha: Te los habrá dicho mal
No puede ser que mi prima
Sea tan vieja

Sumas y restas

Saca la cuenta si quieres
Si a su hermana le llevo cuatro
Y a ella, ahora, no se cuantos
Sabes que puede ser
Que tenga mi prima razón
Y sea verdad lo que dices
Que hace sesenta y siete años y
Nació en Navarrete
En la calle del Horno
¿Eso lo sabias?
No cale darle más vueltas
Ahora entre la familia
El tiempo pasa
A matacaballo
Si


domingo, 1 de mayo de 2016

Cuando el agua de la Cirujeda, corría por el pueblo.

Invierno del año 2013, sobremesa de un domingo en Castellón, el café, la retacia, los recuerdos, lejos de Calamocha, lejos en apariencia de todo…
A veces, me da miedo preguntar, 
en especial, por los temas de la salud, 
pienso que si no pregunto, 
todo seguirá igual que antes, 
que nada cambiara, 
que pasara el tiempo para todos, 
pero no para nosotros. 
Valiente tontería. 

HACE un montón de años, 
un médico, más joven que yo, me dijo: 
has tenido mucha suerte. 
Le faltó decir, “has tenido una suerte loca”, 
como aquella historia que cuenta a veces mi padre en boca del Tío Vitos. 
Otro día, tal vez la recuerde. 
El caso, es que aquel joven médico, tenía razón.

HOY por fin, armado de valor he preguntado por Juan. 
Bien, pero mal, ha dicho mi madre, 
una frase que habré oído cientos de veces, 
o mal, pero bien, tanto da. 
¿Qué tal esta?, ¿cómo va?, 
bien pero mal, mal pero bien, 
vamos tirando, que remedio queda. 

Y así, con él, con la familia, he vuelto a recordar una vieja historia, esas cosas que te vienen a la cabeza, sin saber muy bien el por qué, en realidad, es su final, cuando el “trabajo” de aguador, se queda en la familia.

La historia, escuchada.
EL Tío Vitos, el padre de Valero, sacristán, aguador, agostero, lo que hiciera falta con tal de poder tirar para adelante, sacristán y pintor el pobre hijo, quinto mío, era muy amigo del abuelo, y a cualquier hora estaba el bueno de aquel gran hombre por casa con el Tío José, mi padre.
Allí puerta con puerta las dos familias en el Peirón, confesándose, mano a mano charrando con el porrón de por medio,  el Tío Valero aunque se pegaba media vida en la iglesia, aguantando misas y más misas, a todo aquello no le tenía más apego que el justo, y a lo otro el apego que da la necesidad, como aquel dice, punto en boca. Para echarlos al río a todos.
Y a buen sitio venía a parar, él bien lo sabía, al abuelo todas aquellas cosas en las que se devanaba el pobre del Tío Vitos no le iban gota, y del resto de los trajines que se llevaba el amigo, con la gente de dineros del pueblo, aun menos, pero era lo que tocaba, unas veces sufrir y otras padecer, no había otra que salir adelante.
Aun me parece que los veo allí a los dos en le patio de casa, dale que te pego, pasándose el porrón de mano en mano y echando juramentos a todas caras, no se dejaban ni a nada ni a nadie sin repasar.
¿Cómo?, le decía mi padre, cómo si estas que no puedes ni tatear, más jodido que Arpa Vieja, y hace un frío de tres pares de cojones, como que te vas a ir a la Cirujeda a por agua para estos cabrones,… para que se curen, para que echen el mal pelo fuera sus mujeres, vamos hombre no me jodas, te va a dar un pelo y te vas a morir tu como las vacas, estirando la pata como un animal a mitad de camino, por darles gusto a ellos, mándalos hacer hostias, que se vaya a cáscala a Luco, por un día que beban el agua de la misma que los borregos, de la fuente del Bosque, del pozo, nada les va a pasar, que beban lo que bebemos nosotros, a ver si así les entra el conocimiento y las ganas de trabajar…
Haremos una cosa. Insistía mi pobre padre.
Tú agarras la burra y los cantaros y enfilas para la Cirujeda, como haces siempre, y una vez que haya salido el sol y eche a regalar, te dejas ver por el pueblo, y a lo que entres al camino y llegues a la palanca, miras de que no te vean y te amagas y me esperas, no es menester padecer, yo ya echare a buscarte con el carro y te llevare unos cantaros de agua del pozo, y allí llenamos tus cantaros con el agua de este pozo y a la hora que toca, a la de todos los días, cada uno por su lado te vuelves cara el pueblo y tú haces la ronda y les vendes el agua a los señoritos, ya verás… tética monja, ya verás como remozan, ya.
En pleno invierno, así como estas, vas a ir a la Cirujeda para darle gusto a estos, que no tienen coquines para nada, no te amuela, que se jodan como todos, si un día no puedes ir, no vas y punto, que vayan ellos, que no tienen faenas, que manden a otro, que te lo echaran en cara me dices, pues no faltaba nada más que oir eso, copón bendito, matarlos a todos es lo que debíamos haber hecho, no te parece niño, qué me dices pues, trae, suelta el porrón, que no te hace falta beber más, que toses mucho, deja el vino y bebe algo de coñac maño.
Pero hombre José, que también era muy sentido el pobre Vitos, como voy hacer eso, donde has visto tu hacer semejante cosa, a unos pobres desgraciaos como nosotros, eso lo harán las malas gentes, los cabrones, los que beben el agua…no te digo que no, nos lo hagan, pero nosotros, si no podemos ser malos ni aun queriendo…Ire, a por agua.
Y entonces mi padre le contaba la historia de cuando él era crío y había estado de agostero en casa de los Ruizes, del padre de Pepe y Joaquin, para tratarle de hacer ver, que solo era agua, y que en el fondo no era nada malo, que no eras mala persona por hacerlo, ni engañabas a nadie, nada más lejos de la realidad, simplemente, se trataba de que no abusasen de uno… El amo Ruiz decía una cosa, si fuera vino, pero el agua, que sabe toda igual, ya me dirás tú.
Al día siguiente, como otras muchas veces, por Calamocha, entre la gente de bien, corrió el agua del pozo
De Los Años de la Cazalla. Las cosas de los señoritos.
Cuando falto el pobre Tio Vitos, fue la Tía Joaquina (*) la suegra de Juanico, la parienta, ya viuda, la que empezó a echar viajes y más viajes a la Cirujeda para bajar agua y venderla casa por casa a los señoritos y nuevos ricos, no fuera a ser que el agua de los pozos les envenenase el alma…
Más de una vez y dos, fue el abuelo Casimiro con el carro a echarle una mano, de modo que es fácil imaginar que más de una vez y dos no beberían precisamente la bendita agua de la Cirujeda…. Pues tu abuelo el torrijano, amigo de todos, campechano, trabajador incansable, mejor persona imposible… hizo carrera en los años del estraperlo, se las sabia todas, y el agua del pozo de casa el Tio Perico, no me digas porque, siempre tuvo fama en el Barrio de ser la mejor de todas, mejor que la de la Cirujeda.
Continuara, con en el agua de la Casa Baja,la del Tio Ruiz y también con los conejos de la Masada…



A Pascual, el último Aguador de la Cirujeda, a quien le debía una historia, o tal vez dos o tres, desde que este verano pasado nos encontramos en la fuente.

Mari Carmen Gómez Anda que no echó viajes y viajes mi abuela Joaquina, con su burrica, a coger agua de la fuente para los señores y nuevos ricos, de aquel entonces. Lloviera, Nevara, frió o calor y algún susto en el camino, de algún mal nacido, que por ser viuda, se le acercaban y no con buenas intenciones. Pero ahí, estuvo mi abuela, con su entereza y su valentía, que después de quedarse viuda y ser echada por los Ángulos, de la Huerta Grande a la calle, supo sacar adelante a sus dos hijos. Cuanto te he querido abuela Joaquina.

viernes, 15 de abril de 2016

Los ocho errores.


A pesar de vestir toda su vida de negro, era, y aún hoy lo será gracias a Dios, madridista. Sin embargo, en aquellos años, el futbol, realmente era algo muy distinto a lo que hoy parece ser. Por ejemplo, no había necesidad alguna de ser de ningún equipo, y quien era de uno, con más o menos pasión, ni alardeaba de ello, ni se preocupa de mostrar el camino a seguir a los demás, a los que el futbol ni fu ni fa. Además en la tele, para bien, solo había un canal, y solían echar un montón de deportes, baloncesto, balonmano, vóley, hockey hierba y hockey patines, rugby, ciclocros, esquí, saltos, gimnasia,.. Aquel mundo sin color, era muchísimo más grande, que el colorido universo actual. Y gratis. Casi nada. Como para no echarlo de menos, al menos, valga todo, a la hora sentarte a ver la tele

La tele era en blanco y negro, y el Real Madrid y Barcelona, lógicamente, ya eran los equipos por excelencia de unos y de otros, sin embargo, sentíamos un mayor apego  por lo inmediatamente próximo, el Real Zaragoza y el Calamocha, el resto nos caía muy lejos, ¿Madrid?, ¿dónde estaba Madrid?, y ¿Barcelona?, tres cuartos de lo mismo, nada se nos había perdido por allí, y a su vez, cosa hoy rara, éramos todos un poco del At de Bilbao, ahí justo al lado de Zaragoza. Rara vez había futbol entre semana en la tele, y los domingos por la noche, el partido no dejaba de ser un incordio, antes de los Hombres de Harrrelson. La tarde de los lunes, en cambio, era magnifica, terminábamos los deberes viendo Estudio Estadio antes de cenar, sin prisa alguna, resumen tras resumen, tarjetas, infartos, pedradas, insultos, y la eterna moviola, ya eran entonces, el pan nuestro de cada día… Y a la derecha de sus pantallas, de color oscuro, la Real Sociedad, y a su izquierda, de color claro, el Burgos. Ostras, el Burgos, la ciudad a la que desde Calamocha, cualquiera sabría llegar siguiendo la carretera.

Los domingos, costaba levantarse, más en invierno, pero a eso de las once, ya estábamos camino de la iglesia, en concreto de la sacristía, donde hacia un frio de mil demonios, nunca mejor o tal vez peor dicho, vacía desde la marcha de Mosén Salustiano, todo abierto, parecía esperamos, se acababa así el silencio.

Empezábamos a llegar unos y otros monaguillos todos, nos sentábamos, charrábamos, y se nos ocurrían mil y una tropelías, armábamos un escándalo tremendo, lo revolvíamos todo, en especial el folio de las asistencias, el listado con nuestros nombres y una cruz por cada día que ayudábamos a misa, buscábamos el boli habitual para que no se notase la fechoría, y nos poníamos unas cuantas asistencias de mas, al llegar a cien, cien pesetas, llegaba el momento de cobrar, pero la mayor de las veces, dicha lista, se perdía y no había manera de cobrar, y al sentir la puerta, todos más tiesos que una vela, callados y bien sentados.

Falsa alarma, Valero, el Sacristán, llegaba, para encender la caldera del infierno, en unos minutos, podríamos quitarnos el abrigo, ahogados ya de calor, eso sí que era un milagro, a su vez, repartía sonrisas a diestro y siniestro, hablaba poco, y si lo hacía era para discutir de lo humano, que no de lo divino, con el cura cuando este por fin llegaba, de oficiar en las Monjas, con el periódico bajo el brazo.

Que escándalo, por dios, nos decía Mosén Feliciano cerrando la puerta, se os oye desde las gradas. Valero, te tengo dicho, que no permitas esto, que se estén callados o que se queden fuera, y siempre lo mismo,… y ahora qué, la media pasada, y el primer toque, sin tocar, ale, corriendo al coro a tocar, y sin tonterías, y Valero por dios, eso es cosa tuya. Va, venga, tira con la caldera, y escucha, una cosa te voy a decir, y ya lo sabes, lo mismo de todos los años.

Valero, cuando el carbón se acabe, se acabara. Y Valero, palada tras palada, llenaba la caldera a la espera del milagro, de que no se acabase. ¿Dónde estabas cuando vino el camión? El camión de las minas, con el carbón, pasaba cada tanto, y si no te pillaba en casa… el invierno se previa largo y frio.

El momento esperado por todos llegaba cuando Mosén Feliciano por fin, se sentaba en aquella inmensa silla recién tapizada en cuero, como si fuese el trono de Inocencio X, a la espera de que Velázquez lo retratase, sentado, junto a la mesa, que presidia la sacristía, y otras sillas de menor rango, allí en la mesa, había dejado al entrar, el Heraldo de Aragón, pero, aunque todos queríamos verlo, nadie lo tocaba, hasta que él lo hacía.

Junto a él, nos sentábamos el resto, los que podíamos, otros de pie, en cualquier caso, todos alrededor, de la mesa de madera, pulida con el paso del tiempo de tantos monaguillos como en ella, antes que nosotros se habrían apoyado, unos sentados, otros de pie, lo mismo media, que una docena, a la espera de que el mosén, comenzase a pasar las hojas. Todos atentos, comenzaba la lectura. Reinaba el silencio por fin. Silencio que solo podía ser roto por alguna visita inoportuna.




El Heraldo de aquellos años, era un periódico inmenso, difícil de manejar, imposible leerlo en el aire con las manos abiertas, pues de tal modo era inabarcable, así que era necesario buscar un apoyo, ocupando toda la mesa, y el que más y el que menos, alcanzaba a leer algo si quiera fuese del revés, y asombrado comentarlo en alto.

De pronto alguien encontraba algo interesante a más no poder: “Hostia, una tele en color y en oferta cuesta, 1.200.000 pesetas”. A ver, ¿quién ha dicho eso? El bocazas, no tardaba en caer: yo no, lo dice ahí, señalando el anuncio. A ver si aprendemos a leer y hablar, dice 120.000 pesetas, que para nosotros es lo mismo que un millón, atiende a lo que dices y lees, a la próxima te vas fuera, con Don Joaquín a confesarte, porque conmigo no os atrevéis ninguno, os da vergüenza.

Venga, ir uno a dar el segundo toque, y sin hacer el Tarzan, por que ayer tarde, seguro visteis la película, tocar bien, dos toques al final, después de los cuarenta, tocar despacio que luego la gente se vuelve loca, echa a correr, y luego la misa que no empieza.

Llegados a la página de Teruel, y visto que no aparecía Calamocha por ningún lado, el pueblo, lugar tranquilo donde los hubiera, nunca salía en el periódico, ni siquiera en el Lucha de Teruel. Apremiado por el tiempo, cundía el desánimo y pasaba unas cuantas páginas de golpe, y por fin, ante nosotros, las puertas del paraíso. Los deportes.

Una doble página de aquellas daba para muchos titulares, así que el bullicio comenzaba a ser de campeonato, “si hoy gana el Real Zaragoza, casi habrá subido. El Real Madrid ayer empato. El Barça juega hoy con…Y la Real Sociedad, y el Bilbao”

Callaros todos, y dejarme leer el partido de ayer del Real Madrid, pobres, empataron, ahora que, mirar, aquí dice que los otros jugaron muy bien, y merecieron ganar… El Mosén, seguía con pasión, en un caso así, no puede ser de otra manera, al Real Madrid, y nos hablaba de los jugadores, de entonces y de las viejas glorias, los conocía a todos, y los conocía en persona, resultaba fascinante, a todos los había visto, allá en Madrid, dado que frecuentaban un bar, que regentaba su hermano… Van a venir a Calamocha, nos decía, van a venir a jugar aquí, nos lo han prometido, y vendrán.

Y vinieron, claro que vinieron.

Venga, se hace tarde, salir a tocar el tercero, y tú y tu cambiaros para ayudar, y vosotros para pedir, y poneros las sotanas de verano, y dejar las de invierno para los días de hacienda, ya valen pocas perras, y un día que me acuerde me las llevare a las Monjas, por si algún día venís alguno ayudar, que no venís ninguno, y así no paséis frio, y los días de hacienda también hay misa, y estoy yo solo. Venga, tomar el periódico, pero no me lo destrocéis.

Entonces, unos cambiándose, el menos listo, corriendo obligado a tocar el tercero, otros junto a la mesa, Valero entrando y saliendo de la caldera, las inoportunas vistitas que aguardaban como siempre a última hora, con alguna beata que pasaba a la sacristía para pedir una misa, los novios, que llegaban para las amonestaciones, el tiempo que se nos echaba a todos encima, y por fin, la página de los pasatiempos del Heraldo en nuestro poder.

Una, dos y tres, ya…. Se abría la página y ante todos, el juego de los ocho errores de Laplace. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… el octavo error, siempre se resistía, tiene que estar aquí, aquí no hay ninguna, tiene que estar en la cara…

Por favor, todos fuera, vamos salir, pasan de las doce, venga a misa ya… fuera, fuera… no esperéis, que luego haya propina, olvidaros de las asistencias, yo sé quién viene y quien no, por muchas asistencias que tengáis, a mí no me engañáis … Por cierto, siempre caía algo, al terminar la misa, repartia justicia monetaria, unas veces a unos, otras veces a otros.

Aquí, esta, el ocho, ya los tenemos todos. Mayúsculo escándalo,… pasatiempo resuelto, camino del altar.

¿Conoces a ese?

Pues claro, que los conozco. Increíble, lo que teníamos ante nosotros. Del todo increíble. Mosén Feliciano tenía razón, dijo que el Real Madrid iba a venir, y vino. Estaba justo frente a mí, no todo, tan solo una parte. En cualquier caso yo me veía solo ante el todo poderoso equipo de la capital, un cobarde y vergonzoso crio como yo, solo ante el peligro.

Sería un sábado o domingo por la mañana, quien sabe ya, entonces se trabajaba todos los días y yo, junto a mi padre estaba reparando el camión en Talleres Abad. Mi padre había entrado el Avia 7000 de Matinsa de culo unos metros en el taller, y al cabo de un rato, un Austin Victoria rojo, entro y se paró en la puerta. Ven baja a ver si conoces a esos dos.

De la oscuridad del interior del taller a la luz del umbral de la puerta donde dejaron el coche, ya sin resuello se paró al entrar, el Asutin al cruzar el puente de la vía se quedó al borde del desastre,  por alguna tontería, nada grave resulto la avería, yo los veía como dos gigantes, como una aparición, tenía ante mí, a ese tipo de personas, que solo puedes ver en la tele. Concretamente a Juanito y Santillana.

Mientras Santillana amigablemente daba parte de la avería, y explicaba que llegaban para ver jugar al Calamocha con el Real Madrid de veteranos, Juanito se acercó a mí y a mi padre para saludarnos mientras no dejaba de interrogarme, y mi padre hacia lo que buenamente podía, para que yo dejase de ser un gabache y hablase: ¿cómo te llamas?, ¿nos conoces?, ¿de qué equipo eres?...

Como decirle que era del Calamocha de Arrua, de Emilio Gracia su cerebro, y de Mosen Ciriaco, el cura del Poyo que jugaba de lateral,  socio, además, no se podía comparar un equipo con otro, o del Zaragoza, o lo peor de todo, como decirle que mi padre nos había regalo la equipacion del Barça, porque en ninguna tienda había otra, y queríamos un traje de futbolista.

Al final Juanito resolvió la situación de un modo maravilloso, se marchó hacia Santillana y el coche, abrió, el maletero y volvió con un viejo balón de futbol, de esos de antaño, que de tantas patadas, como le habría dado, había perdido todo el color.

 Venga, vamos a jugar, a mí me parece que eres un poco del Barça… y empezó a pasarme el balón, ahora por fin, yo hablaba y me reía, después del miedo pasado, de las preguntas y de cuando se fue hacia el coche, a saber con qué intenciones. Por un momento Juanito llego a parecerme el hombre del saco.

Pronto al hombre del balón, se le unió Santillana,  yo ya había confesado todo, tenía el traje del Barça porque no había otro, y a mí lo que me gustaba era jugar de portero, así, que siguiendo sus indicaciones, me puse de portero en el morro del Avia, y empezamos a jugar en serio, Juanito avanzaba por un extremo de taller, yo salía a cubrir el hueco, me tiraba a sus pies, y él se la pasaba a Santillana, y gol. Me dieron una paliza de campeonato. No puedo decir que les deje ganar, no fue asi, claro que ellos tampoco se dejaron hacer un gol.

En fin, yo creo que a partir de hoy, serás un poco del Real Madrid… Arreglado el coche, poca cosa, repartiendo abrazos se marcharon. Increíble.

Me pregunto si quedara hoy algún jugador de primer orden, que lleve en el maletero un viejo balón de futbol, por si llega la ocasión de dar unos pases, un jugador que haya pisado  un taller, o tan solo un jugador al que se le haya estropeado el coche alguna vez, un jugador que vaya a un pueblo perdido, simplemente por amistad, porque se lo hayan pedido unos amigos, para hacer feliz a la gente, o simplemente un mosén, que los domingos antes de misa, tenga a un grupo de monaguillos en torno a la página de deportes de un periódico … El caso, es que un hecho así, unas simples patadas a un balón por parte de un crio y un jugador de renombre, hoy en día, seria portada en los periódicos, y saldría en todas las televisiones.

Queda ya todo tan lejos, ha pasado tanto tiempo desde el día en que pude ser portada del Marca.