A pesar de vestir toda su vida de negro, era, y aún hoy lo será gracias a
Dios, madridista. Sin embargo, en aquellos años, el futbol, realmente era algo
muy distinto a lo que hoy parece ser. Por ejemplo, no había necesidad alguna de
ser de ningún equipo, y quien era de uno, con más o menos pasión, ni alardeaba
de ello, ni se preocupa de mostrar el camino a seguir a los demás, a los que el
futbol ni fu ni fa. Además en la tele, para bien, solo había un canal, y solían
echar un montón de deportes, baloncesto, balonmano, vóley, hockey hierba y hockey
patines, rugby, ciclocros, esquí, saltos, gimnasia,.. Aquel mundo sin color,
era muchísimo más grande, que el colorido universo actual. Y gratis. Casi nada.
Como para no echarlo de menos, al menos, valga todo, a la hora sentarte a ver
la tele
La tele era en blanco y negro, y el Real Madrid y Barcelona, lógicamente, ya
eran los equipos por excelencia de unos y de otros, sin embargo, sentíamos un
mayor apego por lo inmediatamente
próximo, el Real Zaragoza y el Calamocha, el resto nos caía muy lejos, ¿Madrid?,
¿dónde estaba Madrid?, y ¿Barcelona?, tres cuartos de lo mismo, nada se nos
había perdido por allí, y a su vez, cosa hoy rara, éramos todos un poco del At
de Bilbao, ahí justo al lado de Zaragoza. Rara vez había futbol entre semana en
la tele, y los domingos por la noche, el partido no dejaba de ser un incordio,
antes de los Hombres de Harrrelson. La tarde de los lunes, en cambio, era
magnifica, terminábamos los deberes viendo Estudio Estadio antes de cenar, sin
prisa alguna, resumen tras resumen, tarjetas, infartos, pedradas, insultos, y
la eterna moviola, ya eran entonces, el pan nuestro de cada día… Y a la derecha
de sus pantallas, de color oscuro, la Real Sociedad, y a su izquierda, de color
claro, el Burgos. Ostras, el Burgos, la ciudad a la que desde Calamocha,
cualquiera sabría llegar siguiendo la carretera.
Los domingos, costaba levantarse, más en invierno, pero a eso de las once,
ya estábamos camino de la iglesia, en concreto de la sacristía, donde hacia un
frio de mil demonios, nunca mejor o tal vez peor dicho, vacía desde la marcha
de Mosén Salustiano, todo abierto, parecía esperamos, se acababa así el
silencio.
Empezábamos a llegar unos y otros monaguillos todos, nos sentábamos,
charrábamos, y se nos ocurrían mil y una tropelías, armábamos un escándalo
tremendo, lo revolvíamos todo, en especial el folio de las asistencias, el
listado con nuestros nombres y una cruz por cada día que ayudábamos a misa,
buscábamos el boli habitual para que no se notase la fechoría, y nos poníamos
unas cuantas asistencias de mas, al llegar a cien, cien pesetas, llegaba el
momento de cobrar, pero la mayor de las veces, dicha lista, se perdía y no
había manera de cobrar, y al sentir la puerta, todos más tiesos que una vela,
callados y bien sentados.
Falsa alarma, Valero, el Sacristán, llegaba, para encender la caldera
del infierno, en unos minutos, podríamos quitarnos el abrigo, ahogados ya de
calor, eso sí que era un milagro, a su vez, repartía sonrisas a diestro y
siniestro, hablaba poco, y si lo hacía era para discutir de lo humano, que no
de lo divino, con el cura cuando este por fin llegaba, de oficiar en las
Monjas, con el periódico bajo el brazo.
Que escándalo, por dios, nos decía Mosén Feliciano cerrando la puerta, se os
oye desde las gradas. Valero, te tengo dicho, que no permitas esto, que se
estén callados o que se queden fuera, y siempre lo mismo,… y ahora qué, la
media pasada, y el primer toque, sin tocar, ale, corriendo al coro a tocar, y
sin tonterías, y Valero por dios, eso es cosa tuya. Va, venga, tira con la
caldera, y escucha, una cosa te voy a decir, y ya lo sabes, lo mismo de todos
los años.
Valero, cuando el carbón se acabe, se acabara. Y Valero, palada tras
palada, llenaba la caldera a la espera del milagro, de que no se acabase. ¿Dónde
estabas cuando vino el camión? El camión de las minas, con el carbón, pasaba
cada tanto, y si no te pillaba en casa… el invierno se previa largo y frio.
El momento esperado por todos llegaba cuando Mosén Feliciano por fin, se
sentaba en aquella inmensa silla recién tapizada en cuero, como si fuese el
trono de Inocencio X, a la espera de que Velázquez lo retratase, sentado, junto
a la mesa, que presidia la sacristía, y otras sillas de menor rango, allí en la
mesa, había dejado al entrar, el Heraldo de Aragón, pero, aunque todos
queríamos verlo, nadie lo tocaba, hasta que él lo hacía.
Junto a él, nos sentábamos el resto, los que podíamos, otros de pie, en
cualquier caso, todos alrededor, de la mesa de madera, pulida con el paso del
tiempo de tantos monaguillos como en ella, antes que nosotros se habrían
apoyado, unos sentados, otros de pie, lo mismo media, que una docena, a la
espera de que el mosén, comenzase a pasar las hojas. Todos atentos, comenzaba
la lectura. Reinaba el silencio por fin. Silencio que solo podía ser roto por
alguna visita inoportuna.
El Heraldo de aquellos años, era un periódico inmenso, difícil de manejar,
imposible leerlo en el aire con las manos abiertas, pues de tal modo era
inabarcable, así que era necesario buscar un apoyo, ocupando toda la mesa, y el
que más y el que menos, alcanzaba a leer algo si quiera fuese del revés, y
asombrado comentarlo en alto.
De pronto alguien encontraba algo interesante a más no poder: “Hostia, una
tele en color y en oferta cuesta, 1.200.000 pesetas”. A ver, ¿quién ha dicho
eso? El bocazas, no tardaba en caer: yo no, lo dice ahí, señalando el anuncio.
A ver si aprendemos a leer y hablar, dice 120.000 pesetas, que para nosotros es
lo mismo que un millón, atiende a lo que dices y lees, a la próxima te vas
fuera, con Don Joaquín a confesarte, porque conmigo no os atrevéis ninguno, os
da vergüenza.
Venga, ir uno a dar el segundo toque, y sin hacer el Tarzan, por que ayer
tarde, seguro visteis la película, tocar bien, dos toques al final, después de
los cuarenta, tocar despacio que luego la gente se vuelve loca, echa a correr,
y luego la misa que no empieza.
Llegados a la página de Teruel, y visto que no aparecía Calamocha por ningún
lado, el pueblo, lugar tranquilo donde los hubiera, nunca salía en el periódico,
ni siquiera en el Lucha de Teruel. Apremiado por el tiempo, cundía el desánimo
y pasaba unas cuantas páginas de golpe, y por fin, ante nosotros, las puertas
del paraíso. Los deportes.
Una doble página de aquellas daba para muchos titulares, así que el
bullicio comenzaba a ser de campeonato, “si hoy gana el Real Zaragoza, casi
habrá subido. El Real Madrid ayer empato. El Barça juega hoy con…Y la Real
Sociedad, y el Bilbao”
Callaros todos, y dejarme leer el partido de ayer del Real Madrid, pobres,
empataron, ahora que, mirar, aquí dice que los otros jugaron muy bien, y
merecieron ganar… El Mosén, seguía con pasión, en un caso así, no puede ser de
otra manera, al Real Madrid, y nos hablaba de los jugadores, de entonces y de
las viejas glorias, los conocía a todos, y los conocía en persona, resultaba
fascinante, a todos los había visto, allá en Madrid, dado que frecuentaban un
bar, que regentaba su hermano… Van a venir a Calamocha, nos decía, van a venir
a jugar aquí, nos lo han prometido, y vendrán.
Y vinieron, claro que vinieron.
Venga, se hace tarde, salir a tocar el tercero, y tú y tu cambiaros para
ayudar, y vosotros para pedir, y poneros las sotanas de verano, y dejar las de
invierno para los días de hacienda, ya valen pocas perras, y un día que me
acuerde me las llevare a las Monjas, por si algún día venís alguno ayudar, que
no venís ninguno, y así no paséis frio, y los días de hacienda también hay
misa, y estoy yo solo. Venga, tomar el periódico, pero no me lo destrocéis.
Entonces, unos cambiándose, el menos listo, corriendo obligado a tocar el
tercero, otros junto a la mesa, Valero entrando y saliendo de la caldera, las
inoportunas vistitas que aguardaban como siempre a última hora, con alguna
beata que pasaba a la sacristía para pedir una misa, los novios, que llegaban
para las amonestaciones, el tiempo que se nos echaba a todos encima, y por fin,
la página de los pasatiempos del Heraldo en nuestro poder.
Una, dos y tres, ya…. Se abría la página y ante todos, el juego de los ocho
errores de Laplace. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… el octavo
error, siempre se resistía, tiene que estar aquí, aquí no hay ninguna, tiene
que estar en la cara…
Por favor, todos fuera, vamos salir, pasan de las doce, venga a misa ya…
fuera, fuera… no esperéis, que luego haya propina, olvidaros de las
asistencias, yo sé quién viene y quien no, por muchas asistencias que tengáis,
a mí no me engañáis … Por cierto, siempre caía algo, al terminar la misa, repartia
justicia monetaria, unas veces a unos, otras veces a otros.
Aquí, esta, el ocho, ya los tenemos todos. Mayúsculo escándalo,… pasatiempo
resuelto, camino del altar.
¿Conoces a ese?
Pues claro, que los conozco. Increíble, lo que teníamos ante nosotros. Del
todo increíble. Mosén Feliciano tenía razón, dijo que el Real Madrid iba a
venir, y vino. Estaba justo frente a mí, no todo, tan solo una parte. En
cualquier caso yo me veía solo ante el todo poderoso equipo de la capital, un
cobarde y vergonzoso crio como yo, solo ante el peligro.
Sería un sábado o domingo por la mañana, quien sabe ya, entonces se
trabajaba todos los días y yo, junto a mi padre estaba reparando el camión en
Talleres Abad. Mi padre había entrado el Avia 7000 de Matinsa de culo unos
metros en el taller, y al cabo de un rato, un Austin Victoria rojo, entro y se
paró en la puerta. Ven baja a ver si conoces a esos dos.
De la oscuridad del interior del taller a la luz del umbral de la puerta
donde dejaron el coche, ya sin resuello se paró al entrar, el Asutin al cruzar
el puente de la vía se quedó al borde del desastre, por alguna tontería, nada grave resulto la
avería, yo los veía como dos gigantes, como una aparición, tenía ante mí, a ese
tipo de personas, que solo puedes ver en la tele. Concretamente a Juanito y
Santillana.
Mientras Santillana amigablemente daba parte de la avería, y explicaba que
llegaban para ver jugar al Calamocha con el Real Madrid de veteranos, Juanito
se acercó a mí y a mi padre para saludarnos mientras no dejaba de interrogarme,
y mi padre hacia lo que buenamente podía, para que yo dejase de ser un gabache
y hablase: ¿cómo te llamas?, ¿nos conoces?, ¿de qué equipo eres?...
Como decirle que era del Calamocha de Arrua, de Emilio Gracia su cerebro, y
de Mosen Ciriaco, el cura del Poyo que jugaba de lateral, socio, además, no se podía comparar un equipo
con otro, o del Zaragoza, o lo peor de todo, como decirle que mi padre nos
había regalo la equipacion del Barça, porque en ninguna tienda había otra, y
queríamos un traje de futbolista.
Al final Juanito resolvió la situación de un modo maravilloso, se marchó
hacia Santillana y el coche, abrió, el maletero y volvió con un viejo balón de
futbol, de esos de antaño, que de tantas patadas, como le habría dado, había
perdido todo el color.
Venga, vamos a jugar, a mí me parece
que eres un poco del Barça… y empezó a pasarme el balón, ahora por fin, yo hablaba
y me reía, después del miedo pasado, de las preguntas y de cuando se fue hacia
el coche, a saber con qué intenciones. Por un momento Juanito llego a parecerme
el hombre del saco.
Pronto al hombre del balón, se le unió Santillana, yo ya había confesado todo, tenía el traje
del Barça porque no había otro, y a mí lo que me gustaba era jugar de portero,
así, que siguiendo sus indicaciones, me puse de portero en el morro del Avia, y
empezamos a jugar en serio, Juanito avanzaba por un extremo de taller, yo salía
a cubrir el hueco, me tiraba a sus pies, y él se la pasaba a Santillana, y gol.
Me dieron una paliza de campeonato. No puedo decir que les deje ganar, no fue
asi, claro que ellos tampoco se dejaron hacer un gol.
En fin, yo creo que a partir de hoy, serás un poco del Real Madrid…
Arreglado el coche, poca cosa, repartiendo abrazos se marcharon. Increíble.
Me pregunto si quedara hoy algún jugador de primer orden, que lleve en el
maletero un viejo balón de futbol, por si llega la ocasión de dar unos pases, un
jugador que haya pisado un taller, o tan
solo un jugador al que se le haya estropeado el coche alguna vez, un jugador que
vaya a un pueblo perdido, simplemente por amistad, porque se lo hayan pedido
unos amigos, para hacer feliz a la gente, o simplemente un mosén, que los
domingos antes de misa, tenga a un grupo de monaguillos en torno a la página de
deportes de un periódico … El caso, es que un hecho así, unas simples patadas a
un balón por parte de un crio y un jugador de renombre, hoy en día, seria portada en los periódicos, y saldría en todas las
televisiones.
Queda ya todo tan lejos, ha pasado tanto tiempo desde el día en que pude
ser portada del Marca.
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