viernes, 17 de abril de 2015

La habitación donde nací.


Tiene su gracia, no estaba previsto que naciera en Calamocha, pero yo quise nacer allí. Tuve esa suerte, pude elegir y elegí Calamocha. Te cuento.

A mi padre la guerra le pillo cumpliendo el servicio militar en Madrid, de permiso en Teruel, y no le dejaron reincorporarse a su cuartel, así que lo reclutaron los nacionales, y sirvió y conoció como motorista mensajero al Coronel Rey D, Harcourt quien rindió Teruel a los republicanos. Preso por los rojos quedo mi padre en el castillo de Mora de Rubielos, mientras a nosotras, a la familia de mi padre, nos evacuaron a Valencia donde nos derrotaron de nuevo y vimos terminar la guerra como republicanas, siendo que la empezamos como nacionales.


Ella paso la guerra con mi padre y su familia en Teruel donde decidieron que no se iban a separar pasase lo que pasase como hacían otras familias. Mi abuela paterna se portó de maravilla con mi madre y mis tías también, allí se casaron por lo civil y después vino lo que vino. En fin, nada más acabar la guerra, mi madre cogió un tren de la época y allá que llegamos al pueblo, a Calamocha.

Mi madre joven como era no quería parar y también quería ver a su hermana Isabel que estaba en Cuencabuena, y otra vez agarro, maleta en mano y preñada apunto de parir y tomo el camino de la estación nueva, pero quiso el destino que  entrara a despedirse de las tías Lacruz que vivían junto al Santo Cristo y hasta ahí llego la Manola, mi madre, ellas que la vieron, no le dejaron dar un paso más, con toda la razón del mundo.



Aquella noche, de vuelta al Peirón, en casa de mi querida Tía Exaltación debí decir ahora o nunca, y me puse en marcha, a las dos llegue llorando de alegría por ver la luz en Calamocha.

Entonces me cogió la Tía Paca, y dijo, se llamara Pilar, a nadie pregunto, era la cosa asi, la madre nunca ponía el nombre, siempre era la madrina o algún familiar cercano, el que te llevaba a bautizar y ponía el nombre. Pilar.

Cuentan que paso todo el pueblo a visitarnos, siempre me contaron que pasaron hasta las mujeres de los Guardias Civiles a vernos y que me todas me hicieron muchos jerséis, las civilas cariñosamente decían aquello de “esta rojilla, esta rojilla guapa que ha venido a nacer aquí”. Como veníamos de Valencia éramos rojos.

Cuando vino mi padre a conocerme a Calamocha, se cabreo, primero por no ser un chico como el quería, y luego el nombre no le gusto nada, el quería Manolita como mi madre, pero ya era tarde y el no pintaba nada allí. La cuestión la zanjo, una vez calmado con las siguientes palabras ante mi madre:  “Pues es bien fea”.

Así durante toda su vida, entre tu abuela y yo, hubo una cierta complicidad  un cariño muy muy especial siempre recuerdo que cuando iba a su casa me enseñaba la habitación donde nací aquel  17 de abril de 1939, dos semanas después de acabar la guerra.


 “La chica de la bicicleta que quiso ser piloto” 



De los Años de la Cazalla. Nacer en Calamocha

domingo, 29 de marzo de 2015

Conforme Dios manda.

Éramos ya mozos, de todo esto que te cuento,  aunque aún no habíamos entrado en quintas, seria allá por el principio de los años cincuenta poco más o menos, cuando llegadas estas fechas de la Semana Santa, todos, chicos y chacos, mayores y pequeños, recuerdo que teníamos que ir "obligados" si o si, a la iglesia a ver al bueno del Cura y confesarnos, y ojo con no ir, que allí tenía la lista, y conforme acudías a cumplir te tachaba y listo otro año más. Si no acudías, te hacían la cruz, y ya podías atarte los machos.

Así que la Tía Marcelina y la abuela Xalatación, aquel día, me acuerdo como si fuera hoy, mano a mano las vecinas allá en el Peirón, no hacían más que decirnos, venga maños ir y no hagáis caso a nada, que si este no va, que si aquel tampoco, que al final van todos, ir y quitároslo de encima cuanto antes y un estorbo menos, no cale que le deis más vueltas. Si total no creáis que el Cura tiene ninguna gana de veros, que a mí me parece que como todos los sacos de carbón, no tiene ganas de verse, si fuese por él, ni misa cantaría. Pero le obligan.

 Y qué ibas hacer, pues ir, mira qué remedio te quedaba, total una tontería como otra cualquiera de las muchas con las que toca cargar a lo largo de esta santa vida, para que te querías complicar, y luego dar explicaciones a unos y otros, a los beatos del pueblo que con la lista en mano, al Cura ni le iba ni le venia, era el que menos le importaba, pero a los beatos, como te digo, a las fuerzas vivas, daban un mal, señalando a unos y a otros… 

Ibas y a cáscala a Luco, a chiflar a la vía del Bao, y como un día es un día y  una paliza es un rato aquel año agarramos los dos nada más comer, fuimos los primeros en presentarnos ante el Cura. Los malos ratos a pasarlos cuanto antes, y procurando que no nos vieran para luego contarles a todos, que aquello no iba con nosotros, que ya podía esperar el Cura senado en el confesionario, que no iríamos a contarle nada ni aun que viniesen los civiles a buscarnos, además los teníamos, el Cuartel, en la puerta casa, y eramos de confianza.



Conque nada, llegamos a la iglesia, echamos a trapalear de un lado para otro, y mecaguen el tío el copón que no está, que aquí no hay nadie, tira a buscarlo, échale un  lazo. Así que nada, al final, con miedo, nos asomamos a la Sacristía y allí estaba echándose un rosquete el hombre, con un frío que hacia terrible. Pero a escape nos guipo el gachó y en eso que el vecino le dijo: “Buenas Mosén, venimos a confesarnos, para que nos borre de la lista, le esperamos ahí fuera, ya saldrá cuando acabe. Iré yo primero”.

De eso nada, dijo el cura, los dos a la vez, y aquí ahora mismo, venga pasar, pasar, todos a dentro, ¿hay alguno más?, …se ve que el hombre estaba allí a gusto o tenía prisa o más faenas que nosotros y quería acabar cuanto antes, no os sentéis que no hace falta, venga que queríais:

Y en eso el vecino, echa hablarle, yo primero dijo, confesarnos, a eso hemos venido a confesarnos por Semana Santa, este y yo, total que empieza a soltársele la lengua, se le va de golpe la vergüenza y empieza con la cantinela: “Ave María Purísima. Padre yo…”.

Mira como si lo viera, agarra el cura, recién despertado de la siesta como estaba, durmiendo que estaba que no dormido… y empieza a gritar, cállate, callaros los dos, que vosotros ya sois mozos y os conozco, a mí con tonterías ninguna que os enderezo en un abrir y cerrar de ojos, cállate, callaros lo dos y decirme, sinvergüenzas, decirme y no mi mintáis, ¿vosotros vais al baile?. Pensaros que contestáis, que Dios lo sabe todo, y yo también.

Nos quedamos los dos sin saber que decir, porque claro, a la vista estaba que el tío se levantaba y nos dabas dos hostias a cada uno por penitencia, dijéramos lo que dijéramos y nos mandaba a casa y santas pascuas, y ya tanto insistir el Cura que el bueno del vecino acertó a decir:

Si Mosén, vamos al baile, pero bailamos conforme Dios manda.

Y que le quiso decir. Virgen Santa. Aún me parece que lo estoy viendo al tío, se agarra el Cura la sotana se levanta más furo que un jabalí y se viene hacia nosotros y venga a chillarnos, que lo sentirían de San Roque al Santo Cristo.

Enteraros de una vez por todas, Dios no manda bailar de ninguna de las maneras. Fuera de aquí los dos y no volváis jamás. Bailar conforme Dios manda, habrase visto que par de desustanciaos, si os agarro os avío. Fuera, fuera.

De Los Años de la Cazalla.


La última confesión.


Domingo de Ramos Año 2015

domingo, 1 de marzo de 2015

El puente sobre el rio Kwai.

País.

Simplemente nacimos en un Barrio (*), nuestro País, es ese, el Barrio, el lugar donde vimos la luz por primera vez y puestos en pie, comenzamos a caminar. Nunca aspiramos a cambiar el mundo, pues siempre nos advirtieron que sin dejar de intentarlo, era mejor no esperar nada y tirar para adelante. En realidad no había nada más, tal vez tampoco nadie más, éramos nosotros, y la sensación de que la cosa no cambiaba ni cambiaría, por mucho que unos y otros se empeñasen o nos empeñásemos, en lo contrario. No cabía nada más, salvo dejar la espera, y echarnos andar.

Allá tras el Cerro de Santa Bárbara, por donde se agostaba el sol, estaba Guadalajara, Castilla y un lugar remoto llamado Madrid, España, lugar, que no paraba de salir en las noticias, más allá de la Casa del Carretero, la Dehesa, por donde salía el sol, aparecía la no menos lejana Barcelona, donde las abuelas habían estado sirviendo en sus años mozos de antes de la Guerra, allí frente a nosotros sentados tras la casa de la Tía Matea, decían estaba el Reino de Valencia, las mismas historias de las abuelas, pero con sabor a flores y paella, y de culo a todos, Zaragoza, el Charco, …

Para nosotros, no había más mundo que aquel, el Barrio, apenas éramos algo más que españoles, aunque nunca se llevó tal moda, ni entonces ni ahora, no había nada de lo que presumir, éramos unos perdedores y quizás nos gustase, aunque querían, queríamos dejar de serlo, con lo nuestro ya teníamos bastante. Menos aún éramos aragoneses, la cosa esa de la autonomía estaba empezando, nos llegó tarde, y nos pilló afortunadamente mirando para otro lado, con el paso cambiado, cuando ya teníamos un País, el mejor de todos posibles, el Barrio, y como bien se encargaban de recordarnos, egoístamente a nuestros oídos, ellos los mayores, unos privilegiados, habían gozado de él eternamente, allí estaba todo su mundo, ¡bienaventurados!, allí acabarían sus días, frente a nosotros, los zagales, que pertenecíamos a un País del que lo seriamos ya por muy poco tiempo, ya entonces se acababa lo bueno, habríamos de joparnos, aseguraban, en una u otra dirección, por pura necesidad, en busca de otro Barrio que quizás nunca sería el nuestro y puestos en el peor de los casos, en busca de otro Barrio, que quizás nunca lo fuéramos a encontrar.

Aquel momento de la partida, de dejar atrás Calamocha, aquellas tardes sentados a la fresca, sintiéndolos hablar, lo veíamos tan lejano, que creíamos ciegamente, no llegaría jamás, y aquel Barrio, nuestro País, y aquellos días, nuestra vida, y aquellas personas, nuestro sentir, serian nuestro País eterno. Ellos nos lo advirtieron, día a día,  cruzar puentes, repararlos, verlos caer, y continuar, seria nuestro destino.

(*) Barrio. Léase, entiéndase Calamocha. Definición de.



Conversación. Perico, Gargallo, mi padre,… en realidad, Calamocha.

Coñe, sí que has madrugado esta mañana, para no tener ninguna faena, a lo que he movido yo, ya te he guipao volviendo por el Cuartel con un fajo bimbres en la bicicleta. No cabe ser más sinvergüenza.

Pues niño, que quieres que te diga, contra mas madruga uno, peor, como el Tío Sino, para la faena que hecho, más me caldría haberme quedado en la cama.

No sé qué te habrá pasado, pero bien te esta, tu que no tienes faena alguna, tu que puedes, quédate en el catre.

Lo que más me ha jodido, para que vamos hablar bien, si es la verdad, es que no está quedando ni un caracol ni medio, el cordero con caracoles se va acabar, nos tocara comernos el cordero a palo seco, y lo otro, que quieres que te diga, ley de vida, de hacer cestos quedan cuatro campañas, como aquel que dice, porque a la gente joven no le va lo de agacharse, se agachan para otras cosas, y hacen bien, pero lo otro que me ha pasado esta mañana al hacer de día, para que te voy a contar, ya he hecho bastante mala sangre. Redios.

Se hacia el silencio, y con él, la espera eterna…

Venga, desustanciado, termina lo que has empezado, no nos dejes así y cuéntanos por qué calamidades y fatigas has pasado de buena mañana, amen, de que todos sabemos que te las merezcas, por no haberte quedado en el catre y por carnuz. Una paliza como un macho habías de menester.

Pronto acabo, lo mismo que de cortar mimbres, al punto la mañana, a lo que ha tirado a salir el sol por Navarrete, he cogido el montante y me he ido para el camino Las Suertes a dar vuelta y cortar las mimbreras, y nada maño, todo pardina, han quedado las mismas que caracoles, ni una, la que no la han cortado las maquinas, le han pegado fuego los ribaceros, total, la mañana echada, un puñado de mimbres que no tengo ni para hacer una caracolera y prau, así que me he dicho, deja bajarme hasta abajo y cruzar a Los Molinares para ver las mimbreras de Malaco.

¡Ah pajaro! Ya sé lo que ha pasado.

Tiene cojones la cosa, que entre unos y otros hayamos dejado hundirse el puente. El año pasado aun me acuerdo, que tira que te va, lo cruce, pero este año, yo pensaba habrían hecho algo,  pero no he tenido cojones a pasarlo, así que he pegado la vuelta y me he venido para casa. Y mira que peso poco, que viene una voleada de aire, y se me lleva, pero me he visto en el rio, y si capuzo no salgo, y a lo que me echéis de menos, o pase una alma por allí, ya me he muerto de rabia y asco por como esta todo. No tenemos perdón.

Por decirlo no será, cansados están los de todas aquellas piezas, de dar parte al ayuntamiento,  y nones, que no es cosa suya les dicen, mecagüen el turrón, ni nuestra tampoco, entonces de quien pues, de Zaragoza dicen, y si te descuidas te dirán que del Rey que esta en Madrid, que lo dejen estar, que va para largo, se ve a mi ver que les dicen.

Coño, entonces de quien es pues, eso no es Calamocha o qué, cuesta poco sea de quien sea mientras vienen y lo arreglan, tirar dos tablones y cuatro tachuelas, y sujetar todo con unos pernos, y cuando menos, si ocurre, que andando o las amotos puedan pasar, ya ni ovejas, ni caballerías, ni una alma puede pasar, a lo que hemos llegado, y lo que nos quedara por ver.

Maño es la cosa es así, no te cale darle más vueltas, quédate en tu casa y no salgas, así no veras como esta todo manga por hombro. Hazme caso, quédate en casa. Y vosotros muchichos, ir pensando en joparos del Barrio cuanto antes.

Como eso cuesta poco, igual le pido a ( ) un par de cangilones y con ( ) y ( ) que aun pasan por allí, vamos una mañana y cruzamos dos tablones y lo dejamos apañao mientras se deciden los de la capital. Y así, si ocurre, se pueda pasar.

Pues tal y como están las cosas, lo mejor que podías hacer, es ir y arreglarlo. A escape perderían el culo para daros las gracias. Capaces son, acuérdate de lo que te digo, de echarlo abajo al día siguiente y de llamaros la atención, que para eso se ve que están los que mandan y los ayuntamientos. Así que no eches a revolver, y te bajas y te jodes,  cuando te toque por el Camino Los Pardos. No cale que te des mal.

La de la película de la otra noche, ¿la viste?, esa que están presos en la selva y tiran hacer un puente y cascan allí una obra como la del Pilar, y a lo que la acaban, van y le pegan fuego. Menuda sanantonada.

Entonces, mi padre, quien se pegaba la vida viajando, viendo mundo desde el camión, de pueblo en pueblo, entraba a la conversación.

El caso es que vas por ahí, por cualquier sitio que vayas, de esos de medio pelo, que no tienen ni rio, y da gozo solo llegar y entrar, oye, tienen todo limpio como una patena, sus jardines, sus parques, y aquí todo, la eches donde la eches, da pena.

El silencio de resignación, confirmaba todo. Y aparecía la duda que cada tanto a uno u otro le rondaba.

El caso es, que ahora mismo, no me acuerdo ni quien es el alcalde, vamos que si me cruzo con él por la calle, saludar, le saludare, pero no caigo, llamarme tonto si queréis, pero que no sé quién es. ¿Y concejales?, pues si me apuráis, casi que tampoco sé de ninguno para dar parte de nada. Me acuerdo que no hace tanto votamos, pero ya no sé para qué, solo nos faltaba lo de Zaragoza, otro gasto más. Coño, este entro de concejal, este que acaba de pasar hace un rato con el auto, pero a mi ver, en cuanto enderezo el camino de lo suyo, abrió paso a sus fincas, para que le entrasen las maquinas, se ve que no tenía más faenas y lo dejo. Al menos fue honrado, y para no hacer nada, solucionado lo suyo, se fue.

Pues como todos, si hubiera alguno de verse en cruzar el puente de Las Suertes, ya habría cascao allí un viaducto de tres pares de cojones sin necesidad alguna, para por si acaso un día es menester. Mientras tanto uno no puede ni  aún remecerse. Somos un pueblo de cajeros y cornejales. Que te paice. Dejamos hundir los cajeros y a escape echamos mano de los cornejales. Ya me diras tú.

De Los Años de la Cazalla. Calamocha, el fin.

sábado, 14 de febrero de 2015

La realidad de las cosas.

Aquel año el Tutor por fin confirmo los rumores que se venían oyendo por el patio, las mañanas de los sábados íbamos a participar en un concurso frente a otros colegios de la provincia. No un concurso cualquiera, si no académico, de conocimiento, serio cien por cien, como los de la tele de entonces, pero sin tele, con radio, eso si, ya que se podría escuchar a través de las ondas, si bien, en Calamocha en aquellos años de la EGB, tan solo se sintonizaba, y no siempre, Radio Nacional de España (Zaragoza), eso sí, llegada la noche, las radios francesas y lo que entendíamos eran árabes se oían con toda nitidez y ayudaban a conciliar el sueño, pero escuchar cualquier cosa emitida desde Teruel, era del todo imposible. Aquello era un remanso de paz. Nunca ocurría nada, casi es una pena que todo haya cambiado tanto.



El Tutor, también nos confirmó lo evidente, la joven y hippy,  Maestra de Sociales, ya todos lo sabíamos, había votado en contra de la participación del Ricardo Mallen en el concurso. Patrocinado por una editorial y un banco,  ella nos quería demasiado, velaba por nosotros lo mismo que nosotros soñábamos con ella y  no lo veía claro, tampoco se fiaba del resto de colegios participantes, pecado de juventud por su parte, aseguraban el resto de los maestros, por tanto no se haría cargo de los “entrenamientos” relativos a su materia. Opinaba sencilla y llanamente que el concurso estaba amañado, y si no al tiempo, estaría dirigido,… y argumentaba sus razones, con sencillez “no merece la pena llevarnos un disgusto más adelante, jamás dejaran que lo gane un colegio de pueblo”.

En cualquier caso, el Ricardo Mallén se lanzó a la aventura. No hay mal que por bien no venga, y así por una parte, gracias aquel concurso, viajamos por toda la provincia, incluida la capital donde fuimos a parar variar veces, y así mismo otros muchos vieron el mar por primera vez, cuando todo acabo, en forma de premio final.

Mientras por lo que toca a la otra parte, supimos de la realidad de las cosas. El clero, los bancos, las multinacionales, tenían ya entonces en sus manos nuestro aciago destino. Como quiera que por aquellos días apenas rondáramos los doce años, el golpe que la realidad nos dio, resulto tremendo y muy educativo también, de lo que nos esperaba después en la vida real.

Así pasamos, como bien digo,  aquellas  mañanas de los sábados, corría el año 1980,  de un lugar a otro durante el tiempo que duro, aquella competición académica, Alcañiz, Calanda, Andorra, y Teruel capital en varias ocasiones, los de pueblo, los de provincias éramos todos colegios públicos, los de la capital, por el contrario, eran todos privados… sábado tras sábado el Ricardo Mallen, se batía en duelo frente a uno u otro colegio, y caminaba con paso firme hacia la final.



Los equipos, uno por curso de quinto al octavo, entrenaban a diario, y salían a competir en chándal, uno de esos azules horribles con el logotipo de la editorial, con los cuales se podía pasar una noche al raso en Calamocha, en medio del invierno, sin miedo a pasar frio, también el banco les había regalado una bolsa para los apuntes. Más tarde caerían en desgracia y nadie oso jamás usarlos. La afición animaba sin parar, canticos ya desde que subíamos a los autobuses de Zuriaga, pancartas,…

El chándal azul de Área 5 Foto de Eva L.

Y la final, acabada la fase clasificatoria, a nuestro alcance. Los cuatro mejores colegios competirían en Teruel por el campeonato, habría fiesta y hasta baile con el grupo Botones si no recuerdo mal.

Y de nuevo, con la gloria de los campeones en unos días, los rumores, antesala del desastre, rondaban el recreo. El Ricardo Mallén clasificado para la final con solvencia, buen hacer, máximo entusiasmo  y oficio se vio relegado a una plaza de esas en las que ni fu ni fa, quedándose fuera de la misma. Adiós a todos nuestros sueños de ganar, de gloria, y de asistir a la fiesta final.

Aquellos días vinieron a dar la razón a la Maestra de Sociales, solidaria, cabreada y desconsolada como todos, era evidente, aquel concurso estaba ideado para vender enciclopedias y no iban a dejar que un colegio público y de pueblo, sin prestigio ni nombre, lo ganase, debía ganarlo un colegio privado y de capital, y siendo los cuatro finalistas de tal clase, no había riesgo alguno.



Curas y monjas de la capital, bajo el amparo del banco patrocinador y la enciclopedia que se jugaba los cuartos, y que con buen criterio debió pensar estos calamochinos lo saben todo, lo que menos necesitan es una enciclopedia. Curas y monjas por detrás de nosotros, libraron una encarnizada batalla académica, y así impugnaron varias preguntas en principio bien respondidas por los equipos del Ricardo Mallen a lo largo del concurso, del primer al último enfrentamiento, apelando, no a Dios, si no a la gran enciclopedia británica, para finalmente hacer recuento de puntos y caer los de Calamocha en desgracia,  caer estrepitosamente en la clasificación, quedar fuera de la final.

Aquel día el Tutor por fin confirmo los rumores que se venían oyendo por el patio, no habría final, fuimos unos ingenuos, unos tontos, reconció, la Maestra de Sociales, quien ya os explico su posición, tenía razón, pero nosotros teníamos ilusión en nuestro trabajo, ha sido una pena, a veces el esfuerzo no tiene recompensa, ya la cosa no estaba clara desde un principio, pecamos de ingenuo, pero somos los ganadores morales ,nos tienen miedo, hemos enviado un telegrama al concurso anunciando que nos retiramos.


No iremos a la final de Teruel, pero hemos acordado que ese mismo sábado os llevaremos a todos como premio a ver el mar.

domingo, 1 de febrero de 2015

Lo Prohibido.

   Donostia. (2011) Editorial Meteora. 
Leyendo a Jon Lauko

Calamocha, domingo 23 de noviembre de 2014

A través de la ventana veo como aparca un desvencijado Rover de color gris, esta nublado, a punto de llover, si hiciese frío, pienso, nevaría. Alguien baja, no se molesta en cerrarlo, cruza la calle,, ligero a pesar de su oronda envergadura y edad, creo saber quien es, JB, alias JB, agitador del pueblo a tiempo completo, tiemblo al verlo llegar, si quiera de frío, lleva en la mano lo que parece una bolsa de Simago, una vieja chaqueta de chándal azul, lo tapa, no puedo ver más, abre la puerta de casa, se acerca a mí, sin mediar palabra…  Me temo, llegada mi hora, viene dispuesto ajustar cuentas y yo soy su objetivo.


Bang, Bang… Deja caer ante mi, Donostia y Estación Paris, novelas de Jon Lauko. Me debes 37 euros. Dice tajante. Págame, las dedicatorias fueron por cuenta de Jon. No me des las gracias, no a mi, ni a él, si no a vuestro pueblo, ese del que renegasteis el día que os fuisteis, ve pensando de qué parte estas, ve pensando qué haces por tu tierra.

La amenaza me desconcierta, pero digamos no me afecta. Mi apego a su tierra, que también es la mía, es distinto al suyo. Error por mi parte.



En ese momento le suena el móvil, no creo en casualidades, tampoco creo en lo que oigo, reconozco la voz y los versos, lo deja sonar, no le hace ni caso. Va por mí. Se hace el silencio entre los dos.

“Siempre hay un amigo de los más ricos, y a esos les llevan agua y corderitos. De Madrid han venido que nos marchemos, que nos guardan el pueblo para cementerio”.


Castellón, martes 25 de noviembre.

Son las siete de la tarde cuando llego a casa, ya de noche, el termómetro marca 18 grados, el tiempo esta pesado, hay humedad, pero lo peor de todo es que no hace frío y lo echo de menos. Al entrar me dicen: “Hemos traído del cole dos libros de lectura, y nos hemos leído la primera pagina. Hay uno que te gustara y otro de esos que no, de los que te dan ganas de tirar por la ventana”. Después de tantos libros leídos, en los últimos años, la literatura infantil y juvenil contemporánea ya no tiene secretos para nosotros, así, la critica de la primera hoja suele ser certera, da igual este el libro en valenciano, catalán o español.



¿Tirar por la ventana? Me acuerdo entonces de JB y su pasión por defenestrar a quien, a su juicio no quiere lo suficiente a su pueblo, o lo quiere a una manera, que no es la oficial, la suya propia. Manera equivocada. Con el firme propósito de leer solo la primera página, tomo el libro de Jon Lauko, Donostia. La leo, y lo cierro. Estoy enfrascado leyendo Lo Prohibido de Galdós, y no puedo serle infiel, no puedo leer dos libros a la vez, debería estar prohibido. Dejo Donostia en la estantería. Leída la primera pagina, no hay duda, no lo tirare por la ventana. Me gusta.


A la mañana siguiente recuerdo lo leído, no me lo puedo quitar de la cabeza, esa primera pagina, la escena por así decirlo de la bañera, la España del 77 que despierta entre espuma, amantes y whisky, doy un repaso a las musas de la transición tratando de averiguar quien se esconde tras el personaje, aquellas mujeres que se desnudaban por exigencia del guión y copaban las portadas de las revistas de esos años de la transición que ahora nos quieren hacer creer, fueron una equivocación, no sirvieron para nada, ni sus desnudos, ni sus leyes.

Durante los dos días siguientes trato, sin éxito de encontrar un hueco y leer, quiero saber quien sale de la bañera, el por qué, y sobre todo que se deshaga del que esta durmiendo en su cama. No me cae bien, estoy celoso. Quiero leer el libro, y no puedo, la angustia hace presa en mí y decido ponerle fin. Al fin y al cabo serán un par de horas tan intensas como dulces.

En apenas unas páginas ya no me importa quien salio de la bañera, si Victoria Vera, o Nadiuska, ni quien estaba en la cama, empiezo a pasear por Donostia, lejos ya de Barcelona, donde comienza todo, sin paraguas, saboreando su cocina y sus vinos, serán cosas de la edad, ya no me apetece meterme en la cama con nadie, solo comer, beber y pasear, enterarme de todo al fin y al cabo, apunto alguna que otra receta y decididamente, tomo partido por Kepa, su protagonista, vividor, fantasma, antihéroe, o tal vez no,  alter ego de uno mismo, protagonista que siente la muerte en los talones, cual Cary Grant de Renteria, en aquella de Hisckok del mismo nombre, todo angustia, todo interrogantes, por qué yo …



Son 141 páginas trepidantes, sin descanso, tan vitales como angustiosas, a ritmo de telefilme,  donde todos se vigilan, se conocen, el destino les lleva y les trae, casualidades, en la vida también,  todo es casual, bajo el formato de lo que podía ser un diario de los hechos, al que solo le falta el santoral, donde el tiempo metereológico, se convierte en transfondo de todo.

Con lluvia, las horas, son más tristes. Y así el bueno de Kepa un día al salir del garaje se convierte en héroe sin quererlo, pero de que sirve ser un héroe si no lo pregonas a los cuatro vientos. Complicado. ¿Y de que te sirve a ti?

Pues sirve solo para si mismo, así es Kepa, egoísta, valiente, quien se sorprende así mismo una y otra vez a lo largo de todos esos días que se suceden, días de angustia, amores, huidas, trabajo, bares, ,juego, vinos y librerías. Observándolo todo, sintiéndose observado. Por supuesto, aparece la mujer de la bañera, por cierto tiene el pelo rizado, creo ya saber quien es, se encuentran en Donostia, ella llega de Barcelona, ya se conocían, como no, de los años locos de Ibiza…

Pero claro, es una novela policiaca, no de amor, novela negra, en principio, sin muertos ni asesinos que buscar, pero con muchas preguntas, donde llega un momento en el cual ya es demasiado tarde para volver atrás, tarde para todo, y entonces si, muertos, asesinos, héroes, se suceden .. Todo es lo mismo. ¿O no?

Kepa será tal vez un héroe para si mismo, para mi también, pero a ojos de los demás será un cobarde, aunque se tendrá por valiente, para mi también lo es. Lo es todo. Pero entonces, ¿quien es el asesino?

Somos nosotros, quienes decidimos quien es o no un héroe, y somos nosotros por encima de todo y no las leyes quienes decidimos quien es o no un asesino. Si la razón es la vida, la razón esta de tu parte, y si la razón, tiene tras de si, ideas nobles, románticas, … si matas por amor, si defiendes a tu madre, si defiendes tu vida ¿que eres?.

Tal vez uno mismo, aquel que lee, sea el asesino, y sin excusa alguna en nuestro caso, sólo por placer, por saber como acaba todo, por leer el libro hasta el final… en lugar de haberlo dejado cuando Kepa amaba a Victoria Vera una y otra vez, en un hotel de San Sebastian frente a la playa de la Concha un día de lluvia como otro cualquiera. Tratando de evitar lo inevitable, el momento de la despedida. “Nos vemos en la Estación de Paris.”

Castellón, sábado 29 de noviembre.


Vuelvo a leer el final, busco el prologo, la introducción, dedicatoria, leo todo aquello que se puede leer, lo cierro y lo dejo en la estantería junto a Barrendero Enterrador Ferroviario, y decido echar un rato la siesta, me dejo caer en la cama, la ventana esta abierta, hace calor. Decían que hoy llovería, ahora, cuando va a llover, a alguien le suena el móvil y te avisa, “en diez minutos lluvia”, es ya todo tan previsible, afortunadamente a veces se equivocan, y ocurren cosas impredecibles. Como aquello que le paso al pobre Kepa un buen día la salir del garaje.



lunes, 19 de enero de 2015

De una de las increíbles historias del Tío de Valencia

De la que probablemente sea la mayor gesta aérea llevada a cabo por un pionero calamochino enamorado de su tierra, desde los inicios mismos de la aviación hasta nuestros tristes días de hoy, donde una historia de amor así, seria del todo imposible…

Él, sin duda alguna, de haber  podido elegir donde nacer, habría elegido Calamocha, sin embargo, no pudo, nosotros tampoco, pero en eso, tuvimos la suerte que a él le falto. Vino así a ver la luz un poco más arriba, en Teruel, que tampoco es mal sitio para nacer,  hasta llegado el caso, yo mismo lo hubiera elegido, eso si, con el tiempo paso a amar Calamocha por encima de todas las cosas, y siempre que podía, en aquellos años, del blanco y negro, se presentaba en el pueblo.

De hecho amaba tanto la tierra calamochina, que llegado un día, pensó seria una gran idea, poder acercarse a cualquier hora, y a escape, sin pasar las calamidades que por esas carreteras en aquellos días, a bordo de coches infames, debieranse a buen seguro pasar.

Y así, ni corto ni perezoso, por sus venas, sin duda, corría algo más que gasolina, en cualquier caso, no sangre, diese en comprar ni más menos que una avioneta, cosas también, a mi ver, de cuando la guerra, pues al parecer la hizo no solo del lado que tocaba, eso es del, correcto, si no rodeado de máquinas en aquella temprana aviación, y así, con su propia avioneta,  poder ir a su aire de Valencia, donde vivía, a su pueblo, donde caso, a cualquier hora, volar. Y así fue.

Dicho y hecho, un buen día de verano, camino de San Roque, despego de Valencia y puso rumbo a la procesión. Despego y voló, sobrevoló Teruel y aterrizó en el Campo de Aviación de Calamocha. En suma, todo un pionero, que merece capitulo a parte, más calamochino ni siquiera uno lo es, ni aún habiendo nacido allí en pleno rabal ni por mucho jamón, y cañao que coma.

No creo que ningún otro haya hecho lo que el hizo aquel día,… llegar en avión a Calamocha para pasar unos días. Del todo especial, sin duda, el aeródromo o lo que de el quede, debería llevar su nombre. Dando así por inaugurado aquel lejano verano el puente aéreo, de carácter civil y comercial,  Valencia – Calamocha.

Aquel día que aterrizo en el pueblo sobrevoló tan bajo Teruel, contaban que si paso o no por debajo del Viaducto, en cualquier caso esa parece era su intención. No lograba la familia  recordar si lo hizo o no, si finalmente se acobardo al ver correr asustada a la gente con los días de la guerra aún tan cercanos. Aunque no parece, por lo que de el contaron siempre o por las fotos que podamos ver como espejo de su alma, que fuera él, de los que se echaban atrás. Si pasó o no, no lo sé, no se ponían de acuerdo, tantas veces como se recordaba la heroica hazaña la duda seguía vigente. 

Finalmente se alejo del viaducto y siguiendo la línea de la carretera nacional, aterrizo en el Campo Aviación, una pena que vaya a dejar de existir si no lo ha hecho ya, ahora que el de Caudé esta lleno, y hasta despegan aviones del aeropuerto de  Castellón. Una pena, aquel puente aéreo podría tener hoy su continuidad, una vez abierta la ruta.

En aquellos días el aeródromo de Calamocha estaba en pleno funcionamiento, aviones, soldados haciendo la mili, mandos… y de pronto una avioneta que llegaba vete a saber de donde, tras sobrevolar Teruel, y con qué intenciones. Dio un par de vueltas por Calamocha, hizo un par de fotos aéreas, mando saludos. Todo un acontecimiento… Aterrizaje perfecto finalmente, y recibimiento amistoso por parte de la Guardia Civil, mosquetón en mano. ¡Manos arriba, alto, queda usted detenido!.

Como si la cosa no fuera con él, o si, frente a tan cordial recibimiento que le esperaba, dicen bajo de la avioneta consumada la gesta como si tal cosa, sonriente, sin perder la compostura, orgulloso de lo hecho, de su amor por el pueblo, quería estar siempre allí, llegar cuanto antes, no perder ni un segundo, ordeno y mando sin borrar la sonrisa, lo que había de hacerse, comento de donde venia, a donde iba, por qué, y quien era, “llamen si quieren a Valencia, o mejor a Madrid, acabaran antes, digan que estoy aquí y verán como cuento con todas las autorizaciones habidas y por haber, que sean menester. Lo de Teruel, si, he sido yo, no teman, al volver no entrare a ver mi casa, la gente se ha asustado. Hagan el favor de guardar bien la avioneta durante los días que este en el pueblo, volveré a Valencia con ella”.

Y unos días después, se marcha a Valencia, obviamente volando,… el puente aéreo quedaba inaugurado, a la espera de tener continuidad. Sin embargo, no hubo ya mas vuelos por su parte con origen Valencia y destino a su amada Calamocha. Quizás, donde hay patrón no manda marinero, le dieran un toque, vía conducto reglamentario desde las mas altas esferas de la cadena de mando, en tono discreto y cordial, del tipo habitual  “Camarada, se ha pasado usted cuatro pueblos, no esta el horno para bollos. Déjelo estar, baje los pies al suelo. Esto es España. Un lugar tranquilo”.

Y así hizo, tiempo después llego a su pueblo, a Calamocha, conduciendo un Mercedes, la familia contaba, que era uno de los primeros que llegaron a España tras la guerra, y que el mismísimo Franco había recibió uno igual, regalo de Alemania. Verdad sera.



Así, tal cual se le ve en la foto, Valencia 1948, día de comunión, no engañaba a nadie, siempre iba derecho, así lo recuerdan aún, con un enorme cariño, y de igual modo derecho que caminaba, pretendía que todos los fueran con él. Miembro de esa España paternalista que jamás pasara de moda, conocedora en todo momento de cual es el camino a seguir, por todos aquellos que a uno le rodean, el buen camino, el único posible. El recto. El suyo.

Y en frente, como no, tenía al resto de parientes, familia política calamochina en este caso,  esa otra España, una de tantas, que por muchas trabas que se le pongan, que por muchas palmaditas en la espalda que se le den, y parabienes que reciba, nunca se deja doblegar, ni engañar y asimismo nunca ceja en su empeño de hacer lo que le da la gana, este o no ese buen camino por todos pretendido, en la creencia siempre, de estar haciendo lo correcto, consejos los justos. Mejor darlos que recibirlos. “Este nos quiere gobernar a todos. Dejaremos que se lo crea” Se ve que decía mi abuelo, su cuñado. 


De los Años de la Cazalla. El cuñao con influencias. 



La avioneta protagonista sobrevolando el Puerto de Valencia
Recuerda su hija, mi Tía, protagonista de aquellos viajes, emocionada, añorando aquellos días de abuelos, bicicletas, avionetas, motos. Días de verano, niñez y Calamocha. Ella, mi Tía,  que sí pudo elegir, nació allí, recuerda:

Te podría contar una anécdota de los vuelos Valencia - Calamocha. 

En uno de ellos se atrevió a volar mi madre con la ilusión de ir en una hora a ver a su hija, a mí, y todo fue bien pero mi madre estaba acostumbrada a volar junto a mi padre y  tomar tierra en pista asfaltada, y claro en Calamocha…

El aeródromo de Calamocha era aquello como un sembrado, una era, con unos baches tremendos, tal fue el susto de mi madre al empezar el aterrizaje, que comenzó a gritar y a mi padre lo puso de los nerviosos y capotó un poco, bastante más bien, ya que se rompió la hélice que la tengo yo como recuerdo de aquellos días.

La Chica de la Bicicleta que quiso ser Piloto

Ya sabes que las hélices no se pueden arreglar, gracias a dios,  no pasó nada solo un gran susto para ellos, sobre todo para mi madre.

Aquel aterrizaje recuerdo que a mí me pillo llegando al Campo de Aviación,  pues mi padre siempre daba un par de vueltas al pueblo, no había móviles ni aun casi teléfonos y esa era la manera de decir, ya estamos aquí, yo, todo el pueblo le veía, y yo corriendo acudía en bici a recibir a mis padres. Imagínate como me sentía.

Resumiendo el carpintero del pueblo  arreglo la avioneta, la hélice la trajo un camión nuestro desde Valencia y mi padre se volvió tan contento.

Hoy pienso que fue una locura fiarse de cómo iba la avioneta, pero mi padre, en realidad la familia, éramos, somos así

De todas aquellas historias, de aquellos días, de esos viajes, de la avioneta en su feliz camino de Valencia a Calamocha, fueron no uno si no varios los viajes que hicieron, me quedo siempre la tristeza de no haber seguido los pasos de mi padre. 


Yo no fui piloto porque, mi madre que era lo contrario a nosotros, a mi padre y a mí,  gasolina en las venas nosotros, ella horchata, me lo suplico casi de rodillas una y otra vez, por Dios que no lo hiciera.

Pero si que he pilotado la avioneta, era una PIPER  EC. ADA Tres plazas, de mediados de los años cincuenta. Toda mi vida, me he arrepentido de no tener el título y volar, pues es precioso. Hubiera sido la primera mujer piloto de Calamocha. 


Muchísimas gracias por el recuerdo, y las fotografías, de una historia que tantas veces como se reunida la familia, era recordada con admiración y cariño, como ejemplo de superación.