Donostia. (2011) Editorial Meteora.
Leyendo a Jon Lauko
Calamocha, domingo 23 de noviembre de 2014
A través de la ventana veo como aparca un
desvencijado Rover de color gris, esta nublado, a punto de llover, si hiciese
frío, pienso, nevaría. Alguien baja, no se molesta en cerrarlo, cruza la calle,, ligero a
pesar de su oronda envergadura y edad, creo saber quien es, JB, alias
JB, agitador del pueblo a tiempo completo, tiemblo al verlo llegar, si quiera
de frío, lleva en la mano lo que parece una bolsa de Simago, una vieja chaqueta
de chándal azul, lo tapa, no puedo ver más, abre la puerta de casa, se acerca a
mí, sin mediar palabra… Me temo, llegada
mi hora, viene dispuesto ajustar cuentas y yo soy su objetivo.
Bang, Bang… Deja caer ante mi, Donostia y
Estación Paris, novelas de Jon Lauko. Me debes 37 euros. Dice tajante. Págame,
las dedicatorias fueron por cuenta de Jon. No me des las gracias, no a mi, ni a
él, si no a vuestro pueblo, ese del que renegasteis el día que os fuisteis, ve
pensando de qué parte estas, ve pensando qué haces por tu tierra.
La amenaza me desconcierta, pero digamos no me afecta. Mi apego a su tierra, que también es la mía, es distinto al suyo. Error por mi parte.
La amenaza me desconcierta, pero digamos no me afecta. Mi apego a su tierra, que también es la mía, es distinto al suyo. Error por mi parte.
En ese momento le suena el móvil, no creo en
casualidades, tampoco creo en lo que oigo, reconozco la voz y los versos, lo
deja sonar, no le hace ni caso. Va por mí. Se hace el silencio entre los dos.
“Siempre hay un amigo de los más ricos,
y a esos les llevan agua y corderitos. De Madrid han venido que nos marchemos,
que nos guardan el pueblo para cementerio”.
Castellón, martes 25 de noviembre.
Son las siete de la tarde cuando llego a casa,
ya de noche, el termómetro marca 18 grados, el tiempo esta pesado, hay humedad,
pero lo peor de todo es que no hace frío y lo echo de menos. Al entrar me
dicen: “Hemos traído del cole dos libros de lectura, y nos hemos leído la
primera pagina. Hay uno que te gustara y otro de esos que no, de los que te dan
ganas de tirar por la ventana”. Después de tantos libros leídos, en los últimos
años, la literatura infantil y juvenil contemporánea ya no tiene secretos para nosotros,
así, la critica de la primera hoja suele ser certera, da igual este el libro en
valenciano, catalán o español.
¿Tirar por la ventana? Me acuerdo entonces de
JB y su pasión por defenestrar a quien, a su juicio no quiere lo suficiente a
su pueblo, o lo quiere a una manera, que no es la oficial, la suya propia.
Manera equivocada. Con el firme propósito de leer solo la primera página, tomo
el libro de Jon Lauko, Donostia. La leo, y lo cierro. Estoy enfrascado leyendo
Lo Prohibido de Galdós, y no puedo serle infiel, no puedo leer dos libros a la
vez, debería estar prohibido. Dejo Donostia en la estantería. Leída
la primera pagina, no hay duda, no lo tirare por la ventana. Me gusta.
A la mañana siguiente recuerdo lo leído, no me
lo puedo quitar de la cabeza, esa primera pagina, la escena por así decirlo de
la bañera, la España del 77 que despierta entre espuma, amantes y whisky, doy
un repaso a las musas de la transición tratando de averiguar quien se esconde
tras el personaje, aquellas mujeres que se desnudaban por exigencia del guión y
copaban las portadas de las revistas de esos años de la transición que ahora
nos quieren hacer creer, fueron una equivocación, no sirvieron para nada, ni
sus desnudos, ni sus leyes.
Durante los dos días siguientes trato, sin
éxito de encontrar un hueco y leer, quiero saber quien sale de la bañera, el
por qué, y sobre todo que se deshaga del que esta durmiendo en su cama. No me
cae bien, estoy celoso. Quiero leer el libro, y no puedo, la angustia hace
presa en mí y decido ponerle fin. Al fin y al cabo serán un par de horas tan
intensas como dulces.
En apenas unas páginas ya no me importa quien
salio de la bañera, si Victoria Vera, o Nadiuska, ni quien estaba en la cama, empiezo
a pasear por Donostia, lejos ya de Barcelona, donde comienza todo, sin
paraguas, saboreando su cocina y sus vinos, serán cosas de la edad, ya no me
apetece meterme en la cama con nadie, solo comer, beber y pasear, enterarme de
todo al fin y al cabo, apunto alguna que otra receta y decididamente, tomo
partido por Kepa, su protagonista, vividor, fantasma, antihéroe, o tal vez no, alter ego de uno mismo, protagonista que
siente la muerte en los talones, cual Cary Grant de Renteria, en aquella de
Hisckok del mismo nombre, todo angustia, todo interrogantes, por qué yo …
Son 141 páginas trepidantes, sin descanso, tan
vitales como angustiosas, a ritmo de telefilme, donde todos se vigilan, se conocen, el destino
les lleva y les trae, casualidades, en la vida también, todo es casual, bajo el formato de lo que podía
ser un diario de los hechos, al que solo le falta el santoral, donde el tiempo
metereológico, se convierte en transfondo de todo.
Con lluvia, las horas, son más tristes. Y así
el bueno de Kepa un día al salir del garaje se convierte en héroe sin quererlo,
pero de que sirve ser un héroe si no lo pregonas a los cuatro vientos. Complicado.
¿Y de que te sirve a ti?
Pues sirve solo para si mismo, así es Kepa, egoísta,
valiente, quien se sorprende así mismo una y otra vez a lo largo de todos esos días
que se suceden, días de angustia, amores, huidas, trabajo, bares, ,juego, vinos
y librerías. Observándolo todo, sintiéndose observado. Por supuesto, aparece la
mujer de la bañera, por cierto tiene el pelo rizado, creo ya saber quien es, se
encuentran en Donostia, ella llega de Barcelona, ya se conocían, como no, de
los años locos de Ibiza…
Pero claro, es una novela policiaca, no de
amor, novela negra, en principio, sin muertos ni asesinos que buscar, pero con
muchas preguntas, donde llega un momento en el cual ya es demasiado tarde para
volver atrás, tarde para todo, y entonces si, muertos, asesinos, héroes, se
suceden .. Todo es lo mismo. ¿O no?
Kepa será tal vez un héroe para si mismo, para
mi también, pero a ojos de los demás será un cobarde, aunque se tendrá por
valiente, para mi también lo es. Lo es todo. Pero entonces, ¿quien es el
asesino?
Somos nosotros, quienes decidimos quien es o
no un héroe, y somos nosotros por encima de todo y no las leyes quienes
decidimos quien es o no un asesino. Si la razón es la vida, la razón esta de tu
parte, y si la razón, tiene tras de si, ideas nobles, románticas, … si matas
por amor, si defiendes a tu madre, si defiendes tu vida ¿que eres?.
Tal vez uno mismo, aquel que lee, sea el
asesino, y sin excusa alguna en nuestro caso, sólo por placer, por saber como
acaba todo, por leer el libro hasta el final… en lugar de haberlo dejado cuando
Kepa amaba a Victoria Vera una y otra vez, en un hotel de San Sebastian frente
a la playa de la Concha un día de lluvia como otro cualquiera. Tratando de
evitar lo inevitable, el momento de la despedida. “Nos vemos en la Estación de
Paris.”
Castellón, sábado 29 de noviembre.
Vuelvo a leer el final, busco el prologo, la
introducción, dedicatoria, leo todo aquello que se puede leer, lo cierro y lo
dejo en la estantería junto a Barrendero Enterrador Ferroviario, y decido echar
un rato la siesta, me dejo caer en la cama, la ventana esta abierta, hace
calor. Decían que hoy llovería, ahora, cuando va a llover, a alguien le suena
el móvil y te avisa, “en diez minutos lluvia”, es ya todo tan previsible,
afortunadamente a veces se equivocan, y ocurren cosas impredecibles. Como
aquello que le paso al pobre Kepa un buen día la salir del garaje.
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