viernes, 15 de febrero de 2013

El Viejo y el Mar


Quizás de críos pocas cosas nos gustasen más, que el hecho de poder salir a pescar cuando llegaba el buen tiempo y abrían la veda, una vez pasado San José.

Nada había en el rio que mereciese la pena, sin embargo, éramos la ilusión personificada, la bici, la caña, el morral, unas lombrices y a pescar. Con paciencia y una caña, pescador.

A pescar algún día algo que no fuese un triste y bigotudo samarugo o una fina madrilla del color del arco iris si la mirabas hacia el sol, quien sabía si pescar algo como podía ser una trucha, y de un kilo al menos, ya puestos a pedir.  Aquella posibilidad era nuestra ilusión, todo un sueño, un sueño que nunca se vio cumplido.

Del Puente Romano al Salto, cualquier lugar con el agua remansada y un poco de profundidad, era un buen sitio para lanzar el anzuelo, los plomos y el corcho, el mismo ojo del Puente Romano, el pozo de la revuelta en el camino de la Fuente del Bosque, el Ratero, el Pozo los Hoyos, la Y Griega, y algún que otro repocete a trasmano, entre el Rincón y los confines del pueblo, ya en el Salto,…

Ir a pescar al Salto, era como salir al mar, allí íbamos con cantimplora y merienda, la rellenábamos en la fuente de la Masada para poder pasar la tarde, y a pescar, de haber algo grande, todos lo sabíamos, debía estar allí, lejos de todo, solo era cuestión de paciencia, de encontrar el lugar y el día adecuado.

Nunca hubo nada en ningún sitio, en el Salto tampoco, pero de haberlo, tenía que estar allí, bueno, nunca hubo nada, en aquellos años, antes, al parecer entre esas alejadas aguas de la presa, el canal, el rio y la casa, había pesca a mansalva. Así lo contaba, así lo aseguraba Manuel, su abuelo se lo había dicho.

Sentados junto al rio, por parejas, en grupos, en cualquier caso nunca solos, por si alguno se iba al agua echarle una mano y pedir ayuda, pasábamos las horas con la esperanza de pescar esa trucha de más de un kilo que solo veíamos en sueños y que se nos resistía. Manuel hablaba, mientras masticaba, siempre llevaba algo en la boca, alguna raíz de junco:

Acordaros, la lombriz hay que pincharla en el anzuelo por el culo, para que pueda nadar en el agua y trate de escaparse, entonces los peces la ven moverse y van a por ella, si no, no se mueven y no pican...

 Deberían abrir la veda cuando empiezan las vacaciones, ahora ya no queda nada, mientras estamos en la escuela se nos llevan todo, entre el Tío Caminero, el Boto y el del Banco aquel, se llevan todo, menuda injusticia, y ahora nosotros parece que no sepamos pescar. ¿Qué ande vamos nos dicen? A pescar y se ríen de nosotros.

En este tiempo ya no veras a ningún mayor salir con la caña, solo a nosotros, señal de que no queda nada…y no salen, no por que haga calor, no salen porque ya lo han pescado todo, solo quedan los barbos viejos, esos que nunca pican y alguna trucha despistada, que a esa sí, la podemos pescar, porque se les oye chupar y saltar a cazar mosquitos, alguna hay, que se ven, pero solo nos pican los mosquitos… los mosquitos y esos barbos diminutos llenos de raspas que ni los gatos se pueden comer.

Una pena, un día como hoy, sin sol, nublado o con lombrices o con miga de pan, tenían que picar y ni por esas, se lo han llevado todo, seguro que los mayores de noche vienen a pescar, si a nosotros nos dejaran, entonces de noche, si alumbras con una linterna al anzuelo, te hartas de sacar truchas…

Mi abuelo ya lo decía, en aquellos años, de noche no salía de la casa, por no tener que echar a la gente que venía a pescar, del Poyo, de Calamocha, venia todo quisqui… mi abuelo, cuando vivía aquí, se hartaba de comer truchas, pozales de cangrejos, pollas de rio, anguilas, entonces había de todo y tanto, que nunca uso caña…por eso se ríe de nosotros cuando nos ve salir a pescar. Luego desde que los desagües van a parar al rio, se ha muerto todo, hasta los topos. No hay nada.

Las mejores truchas dice mi abuelo que las cogía aquí en el canal, cerraba un poco la tarjadera allí en la presa durante el día cuando no se necesitaba agua para las turbinas, cuando no tenia que fabricar electricidad  y a pozales las sacaba, y en invierno, como entonces se podía pescar todo el año, y si no daba igual, porque nadie le veía, por no mojarse desde la casa bajaba un cesto atado a una soga con cuatro migas de pan al remanso de la casa y al cabo del rato lo subía lleno de truchas, y las pollas de agua, le criaban en el corral de casa, entre las gallinas…

Y cuando veía alguna trucha más grande de lo normal, le ponía jarcias en los lugares de paso, allá en las compuertas, donde más cubre,  y la enganchaba, esa es la forma de coger las más grandes, a plomada o con jarcias, seguro que ahora si vamos, alguno tio tiene alguna puesta, aunque no se pueda pescar así…

Mi abuelo, un día, cogió una trucha enorme, tan grande que cuando fue a sacarla estaba aun viva y le mordió la pierna, fue allí en el rio, desbrozando después de una riada, por eso desde aquel día, mi abuelo cojea algo, si os fijáis bien, lo notareis…

Seguía y no paraba…nada picaba, ya ni los mosquitos. Había muchismo de todo, se ponía las botas de regar, iba de la presa a casa y las sacaba llenas de truchas, y algún cangrejo…

Resulto inevitable mientras leí El viejo y el mar de  Ernest Hemingway, que al pescador en su lucha con el mar, le pusiese la cara de su abuelo, el Tio José.
 

El pescador de Hemingway, aunque solo es su barca, también hablaba, también recordaba, mientras, como nosotros, esperaba que el mayor de los peces, que jamás había pescado, mordiese el anzuelo.

El viejo recordó aquella vez, cuando, en la taberna de Casablanca, había pulseado con el gran negro de Cienfuegos, que era el hombre más fuerte de los muelles. Habían estado un día y una noche con sus codos sobre una raya de tiza en la mesa, y los antebrazos verticales, y las manos agarradas. Cada uno trataba de bajar la mano del otro hasta la mesa.

Se hicieron muchas apuestas y la gente entraba y salía del local bajo las luces de queroseno, y él miraba al brazo y a la mano del negro, y a la cara del negro. Cambiaban de árbitro cada cuatro horas, después de las primeras ocho, para que los árbitros pudieran dormir. Por debajo de las uñas de los dedos manaba sangre, y se miraban a los ojos y a sus antebrazos, y los apostadores entraban y salían del local, y se sentaban en altas sillas contra la pared para mirar. Las paredes estaban pintadas de un azul brillante. Eran de madera, y las lámparas arrojaban las sombras de los pulseadores contra ellas. La sombra del negro era enorme y se movía contra la pared según la brisa hacía oscilar las lámparas.

Las apuestas siguieron subiendo y bajando toda la noche, y al negro le daban ron y le encendían cigarrillos en la boca. Luego, después del ron, el negro hacia un tremendo esfuerzo y una vez había tenido al viejo, que entonces no era viejo, sino Santiago, el Campeón, cerca de tres pulgadas fuera de la vertical. Pero el viejo había levantado de nuevo la mano y la había puesto a nivel. Entonces tuvo la seguridad de que tenía derrotado al negro, que era un hombre magnífico y un gran atleta.

Y al venir el día, cuando los apostadores estaban pidiendo que se declarara tablas, había aplicado todo su esfuerzo y forzado la mano del negro hacia abajo, más y más, hasta hacerle tocar la madera.

La competencia había empezado el domingo por la mañana y terminado el lunes por la mañana. Muchos de los apostadores habían pedido un empate porque tenían que irse a trabajar a los muelles, a cargar sacos de azúcar, o a la Havana Coal Company. De no ser por eso, todo el mundo hubiera querido que continuara hasta el fin. Pero él la había terminado de todos modos antes de la hora en que la gente tenía que ir a trabajar.

Después de esto, y por mucho tiempo, todo el mundo le había llamado el Campeón y había habido un encuentro de desquite en la primavera. Pero no se había apostado mucho dinero y él había ganado fácilmente, puesto que en el primer match había roto la confianza del negro de Cienfuegos. Después había pulseado unas cuantas veces más y luego había dejado de hacerlo. Decidió que podía derrotar a cualquiera si lo quería de veras pero pensó que perjudicaba su mano derecha para pescar. Algunas veces había practicado con la izquierda. Pero su mano izquierda había sido siempre una traidora y no hacía lo que le pedía; no confiaba en ella.

El viejo y el mar Ernest Hemingway 1951

viernes, 1 de febrero de 2013

El Cajero.

Presumía mi amigo Javier de hablar un español perfecto, no en vano, se dice fue allí en La Rioja donde ambos nacieron.

En la dura y apacible convivencia diaria de la vida de aquellos años que pasamos juntos, alguna de las palabras que me oía le hacían interrumpirme y me pedía explicaciones entre ofendido y curioso por tan gran afrenta a la lengua de Cervantes, por mi perpetrada:

"Perdona querido, como puedes hablar así, como si fueras un cantinero, perdona, pero esa palabra, puedo por el contexto adivinar el significado que le atribuyes, pero esa palabra no existe. Es lo que siempre te digo: si tuvieras acento aragonés, serias lo más parecido a Don Paco Martinez Soria. Misteriosamente no tienes acento alguno, por eso es una pena que hables con esas palabras, tú que puedes hablar un español perfecto, como yo".

Que una palabra no exista, para un purista como él, quería decir que no estaba en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, o en su caso en el Maria Moliner, aunque por ser esta ilustre señora, aragonesa, tenía mi amigo a su diccionario por algo "secundario", prescindible más bien, máxime cuando localizo su pueblo natal a pocos kilómetros de Calamocha.

Para su sorpresa, no tanto como para la mía, una tras otra, las rancias palabras calamochinas, existían, estaban pues en el diccionario.




De modo que una tras otra las palabras aparecían tanto en mi conversación como en el diccionario: festejar como noviazgo, cochera como garaje, cornejal como un trozo de tierra y a escape, como correr..cubo, pozal, caldereta, patio, corte,...no acabaria nunca.

Un día pronuncie la palabra "cajero" como la tierra que hay bajo un salto de agua. Aquel día fue el último, ya nunca más trataría de corregirme, lo recuerdo bien, tanto el porqué, le hablaba del cajero de la Serrana al pie del huerto, (Una pena no encuentro la foto), como lo que estábamos haciendo, jugar a la ajedrez, yo avanzaba con las fichas blancas que conformaban el ejército francés saliendo a defender Paris en taxi, frente a sus tropas invasoras, recreando la Gran Guerra, al insistir en la palabra y dar por muerto a uno de mis soldados, "peones", dejándolo abandanodo en un "cajero del Somme". Cesó por un momento de jugar, a pesar de ir con ventaja y dijo:

"Por ahí no paso, los huevos me juego, entendidos como cojones, los míos, que no me voy acoquinar,como dirias tu. La palabra cajero no tiene nada que ver con lo que tú dices, terraplén, barranco, si quieres, pero no cajero, esa forma de hablar, esa palabra así usada, no es sino un localismo, una forma de mal hablar de vosotros los calomochinos, que no calamochenses ni calamochanos. Eso no existe".

Salió con paso firme hacia su habitación, en unos segundos estaba de vuelta, y dijo:

"El futuro de mis hijos esta en tus manos, dice el diccionario en una de sus entradas para la palabra cajero: En acequias o canales, parte de talud comprendida entre el nivel ordinario del agua y la superficie del terreno. A dios pongo por testigo, que si me dejas seguir festejando, si no me conviertes a escape en eso que llamas un mozo viejo, jamás osare corregir tus palabras."

Le perdone y me dejo ganar. Pero, siguió tratando de corregirme, siguió buscando y encontrando las palabras del calamochino en el diccionario. Siguió aprendiendo en suma. Escudriñando palabra a palabra cuanto yo decia.

jueves, 17 de enero de 2013

Se siente tocar.

Callaros un momento, deja alpartar la sartén del fuego. Parece que se siente tocar a muertos. Chica, no puede ser, voy abrir la ventana a ver.

Santo Cristo la Arrabal, esta Valero tocando a muertos, el domingo de entierro, ayer de entierro y esta tarde, aun jueves, otra vez, la campana no miente. Vaya una sanantonada, otro muerto, y otra vez a misa.

Y quien habrá sido, si ayer en la iglesia no se dijo nada, si, que se sepa, no hay nadie en puertas, enfermo ni aquí, ni fuera.

Santa Bárbara bendita, ha debido ser una desgracia, un accidente, de repente. a lo peor un joven.

Pero, nadie ha dicho nada y ya se sabría fíjate la hora que es, la de comer, ni siquiera la Carmen ha pasao ni ha dicho nada en toda mañana, no será conocido, será forastero y lo traerán a enterrar aquí, mejor así, parece que si se muere uno de fuera, no es lo mismo.

Joder. No cale hablar más, es del pueblo y ya se sabe, ya viene la Morena, ya se siente la puerta. Mal
 

Se abrió, como siempre en estos casos, la puerta de casa de manera atropellada, era la Carmen, quien si no, teniente de un oído, capitana del otro, y marcando el punto y raya apresuradamente con la pata galana que le hacía cojear. Ella parecía saberlo siempre todo. Andaba, corría, chillaba.

Rosa, maña, ande estas, sabes ya quien se ha muerto, no lo vas a saber con la hora que es, Rosa, ande paras niña, considera ande vas a estar, en la cocina, yo también tengo la sopera en el fuego, quedamos para la tarde y a escape me voy, prepárate redios, de entierro otra vez, maña no sé qué va a ser esto, no va a quedar ni uno, ni jóvenes, ni viejos, ni aun para plantero, esto no respeta a nadie.

Y aun dicen que vayamos a misa, y que recemos, jodete, el día que se vaya la ultima monja, dejare de ir los domingos a las monjicas. si hubiera dios, estas cosas no pasarían, hala maña olvídame que no es mi santo. habíamos de pegarles fuego a los curas y al copón bendito. A ver por que se han de morir los jóvenes hubiendo viejos como nosotros que ni oímos, ni vemos, ni valemos para nada, solo para dar faena. Puta pena.

A mi ver, se ve que a las siete tocaran y a la media el entierro, tarde, pero si no la familia no alcanza, y luego el Felicianico se ve que hasta esa hora no puede, que anda de ruja por la capital.

La Matea me ha dao la noticia, me lo ha dicho esta mañana, bien pronto, pero chica no valgo para nada, se me ha ido el santo al cielo y se me ha olvidado pasar y ya lo sabrás.

Una pena todo, me lo ha dicho cuando venía de lavar de la fuente y ella se iba a no sé donde que ya no me acuerdo, o no me enterao, cascando de lo otro.

Se ve que lo echaron ayer noche en falta, venga a esperarlo y a esperarlo en casa, que no venia, y ese era de los que a su hora se recogía, que de bares, nada, siempre trabajando el pobre. y fueron a buscarlo y tira, para que te quieres incomodar, lo encontraron muerto, aviando los animales, que se ve los tenía en el pajar de sus abuelos, caído de sus pies, menudo escaparate le queda a ella ahora en casa, y tan joven, y los zagales, y los padres, y tan buena persona que era que en cuanto te veía te saludaba, que no sabía que hacerse por todo el mundo..chica, chica, chica.

Venga a cáscala, me voy de aquí, a la tarde a eso de las siete pasas y me tocas, porque a su casa no cale que vayamos, que demás gente habrá, me voy, que aun se me socarrara la comida, unos pocos bisaltos he puesto a cocer, más duros ya que el Santo Cristo, que ya se ve que los ha arrancao y son los últimos, todo se acaba, aunque por mí, como si no sembrara, no me van gota y luego a freír un poco pescao, que caro esta todo maña, y el pan que dicen si lo suben otra vez, y el butano como se ha puesto, habrá que masar en el horno otra vez, y guisar con leña. fíjate qué hora es ya, la de comer.siempre con trápalas, no escarmentamos ni aunque nos maten a palos. Ale, ya pasaras.

Mecagüen el copón bendito, tú no sabes quién se ha muerto, y yo aun no te lo he dicho, y aquí venga a cascar y cascar que yo no paro y no tienes ni zorra idea de lo que ha pasao y ha sido muchismo gorda, pues siéntate maña, siéntate que será lo mejor, y luego aun te diré a quien se llevaron también ayer a Teruel para morirse, que ese no vuelve y a ese mala sombra si que no le tengo duelo, hace años que se debería haber muerto el tío cabron, pues espera luego te digo quien y aún se me quemara el pienso. Calla niña, ayer noche encontraron muerto a...


 Todavía de vez en cuando me parece oír las campanas, sentirlas llorar. Bastaba un solo toque para que todo el Barrio a la par que el pueblo se envolviese en su silencio, el tiempo parecía detenerse.

De Los Años de la Cazalla. Tocan a muertos.

martes, 1 de enero de 2013

El agua de la Cirujeda.

Cada vez que llovía mi abuela sacaba al corral una caldereta y la ponía justo debajo de la canal de uralita con el fin de recoger el agua de la lluvia, por esas canales de cemento bajaba limpia, no era como recogerla de las tejas de donde a su vez caía tierra, tosca del Poyo, musgo y de vez en cuando, pájaros, ratas y demás animales, muertos.

 En un par de minutos el agua se salía por los bordes del pozal,  lo entraba a la cocina y llenaba una sopera para poner a remojo y cocer unas judías al día siguiente y el resto del agua del cubo la bajaba a la bodega donde en una garrafa de plástico la almacenaba, los viejos garrafones de tantos cantaros de vino acarreados, terminaban por darle sabor al agua, había que guardar, pues llover, lo que se dice llover, contaba que cada año menos. Santa Barbará bendita.

Yo me imaginaba a mi otra abuela en el Peirón haciendo exactamente lo mismo, y a todo Calamocha en sí, el Barrio se llenaba de baldes, barreños y hasta alguna palangana y algún que otro terrizo donde recoger la lluvia, lo extraño para mí era que llegase algo al rio, con todo el pueblo replegando el agua del cielo, la mejor para cocer las legumbres, ahí parecían estar todos de acuerdo, tanto los del Rabal como los de Barrio Bajo, las judías, garbanzos o lentejas, aquello era una verdad incontestable, había que cocerlos en esa agua.

 Mas en esto, como en todo, nunca llueve a gusto de todos y había, por increíble que pueda parecer, quien no estaba de acuerdo. Sin ir más lejos, el "morro tocino" de mi Tío Antonio, el sibarita de la capital, quien allá en el Peirón discrepaba del gusto de su hermana y abuelas de pueblo en general por el agua de lluvia a la hora de cocer, frente a otras aguas, y en concreto la de la Cirujeda. Tetica de monja a su decir. Y lo mejor para los riñones.

Vamos, que para que te quieres incomodar, pues si el día que mi abuela estaba de matapuerco le ponía al "morro tocino" de su hermano, un plato de judías blancas, con morro y oreja, cocido con agua del cielo, lo hacía un desgraciado.

 Semejante manjar convertido en una porquería por no saber cocer las judías conforme dios mandaba, con el agua adecuada. Había lio y del gordo. "Maño, o comes, o te jodes". Sentenciaba mi abuela, la del Peirón. Para quien eso de que el agua del cielo bajaba sucia a causa de la contaminación mientras que el agua manada de la tierra estaba limpia como una patena, le costaba de  creer...

Pues yo que queréis que os diga, que si lo sé no vengo, y que otro año me lo pensare, que llega uno aquí a su pueblo, a joderse de frio, con toda la ilusión del mundo por tirarle de la pata al tocino, asar el rabo en el fuego del agua caliente para el vermú, y comerse unas judías bien hechas, y te encuentras con esto, para cuatro mondongos que me quedan, una jodienda.

Hacerme unas judías así, con ese agua que las deja tan duras, y todos los años igual, donde este la de la Cirujeda que se quiten la del cielo, parecéis tontas, por no decir que lo sois, no vais aprender en la vida, y no será porque no os lo diga todos los años, joder, la legumbre se cuece con el agua de la Fuente de la Cirujeda.

 A este paso, por no salir a por agua los pocos días que llueve acabareis cociendo con la del grifo, o con la bendita si fuerais mas a misa, y si mi apuráis de la Fuente del Bosque, de ese agua que ni las ovejas ni las caballerías han querido nunca...


Otra igual, no sé en qué cojones estaría pensando el Alcalde que fuera cuando se fue al Poyo a buscar el agua en lugar de tirar para la Cirujeda, a esos también, lo mismo que a vosotras, matarlos, por ver si escarmentaban, era poco... Y aun te diré más maña, ahora cuando vuelva del Casino aunque este helando agarrare con los zagales y nos iremos a la Cirujeda, que ya casi no nos queda agua en casa y llenare las garrafas con las luces del coche y sino mañana y en cuanto llegue a Zaragoza le diré a la Pilar que me haga judías bien hechas y no zancochadas de cualquier manera como estas, así que ya me pondrás algo de morro y oreja y chorizo, además del mondongo que llevaras pensado  darme, para cenar mañana en el Charco.

Y venga, mirar de terminar ya, no comáis tanto que no os hace ninguna falta, levantaros y prepararnos el café, sacar la botella de Veterano,  que me tengo que ir a echar la partida, y venga maña ve a dar vuelta de la morcillas y pinchalas,  que no se os revienten como todos los años, que luego no hay quien se las coma. ¿Maña, han quedao judías?.

Te levantas al fuego y lo miras tu  desustanciao, y te vas a tomar pol culo de aquí cuanto antes, a tomar el café al Casino señorito, que te aguanten allí que pagas, impertinente, si te quedas, ya sabes, a capolar, pero con lo mal que has comido y lo poco hombre que queda de lo poco que fuiste...no te acabas un tocino en una tarde. Tira a cascala.

De los Años de la Cazalla. El agua del cocido.

Feliz año a todos.

Fotografías: MIGUELS.C.V. 2012

jueves, 20 de diciembre de 2012

La última Navidad.


Recuerdo de toda esta maldita vida que he vivido aquí en esta tierra, muchas cosas y ninguna buena, entre todas ellas una, las primeras navidades que pase recien llegada en el año 47, las peores de mi vida. Luego no es que fueran mejores, es que ya simplemente no había.


Las estaba pasando putas, esa es la palabra, no hay otra, como nunca pude imaginar, desde que en agosto de aquel año cruzara las montañas y como perro por su casa, como si me fuera a comer el mundo llegue aqui y esperaba la Navidad, como si en esos días toda mi suerte por fin fuera a cambiar, pero no lo esperes, no esperes nunca nada, es mejor que no…


Había pasado mucho tiempo, unos pocos años si se quiere, pero demasiados,… ya no conocía a mi familia, me vine a encontrarme con ellos y enseguida me di cuenta que los había dejado en Calamocha, una pena, ahí todos nos equivocamos, pero yo la que más.


Se pensaban que iba a llegar desnuda, llena de roña la cara, con las uñas negras, con piojos… la pueblerina pobre, la cateta rodeada de gallinas y mulas, de mierda, la beata de misa los domingos….Y eran ellas, las de la república de boquilla, las salopes, que todo era ponerse colonia y peinarse, pero nada de bañarse, ni cambiarse de ropa… unas guarras enormes.

 
Que equivocadas estaban, como yo, con lo que pensaba encontrar, todos nos equivocamos, esa es la verdad … llegue mejor vestida que ellos, mejor peinada, sabia coser, planchar, guisar, limpiar, peinar, para todo era la primera, especialmente para trabajar y ayudar, no importaba a quien… yo no era lo que esperaban, y además tenía ideas propias, ideas que ni imaginaban pudiera tener viniendo de la guerra, de la España fascista, donde fui libre en comparación con lo que encontré.


Así que aquella Navidad, la del año 1947 me la pase llorando como nunca en la vida… y me fui a la cama, como un día cualquiera sin oír de nadie, “Feliz Navidad”… ni siquiera un Felicidades… coño, que no solo era Navidad, que era el día de mi santo,… y en España antes del jaleo me felicitaban y celebrábamos la Navidad, y en Calamocha todo el mundo me felicitaba, en casa y fuera de casa… la cosa y las personas, habían cambiado tanto.


Aquella noche, me fui a la cama y me puse a llorar, dormí con mi prima,… nos habían puesto a las dos juntas porque había venido familia de España a visitarnos y había que hacerle un hueco… y yo que pensaba que por venir ellos, íbamos a celebrar la Navidad por todo lo alto, esperaba ese día como tonta.



“Lloro prima, porque nadie me ha felicitado, porque cuando pasaba la Navidad en España me acordaba de la familia, de aqui,… y la celebraba allí con la tía, creyendo que lo poco que a mí me parecía que teníamos en la mesa, no debía ser nada comparado con lo que aquí debías tener…lloro porque hoy no he comido chocolate cocido, ni turrón de cacahuetes y cañamones, que siempre nos hacia la tía, porque no podia comprarnos el turron de almendra de la Confiteria de Catalán… lloro porque aquí no hay Navidad, ni santos. Lloro porque yo quisiera estar en Calamocha”.


Y fue entonces cuando vino a decirme mi prima, que la gente de alli, celebraba la Navidad como todo el mundo,… ¿pues entonces nosotros que somos? Le dije. No me supo contestar, lloro conmigo.


Chiquillo, dejalo estar, no entendía nada. Aquella noche fue de las peores de mi vida, si no la peor,… esta maldita tierra que piso se me cayó encima y ya nunca me dejo respirar.


FELIZ NAVIDAD Y MUCHAS FELICIDADES.

 

Pd. Por aqui, todos bien, la cosa sigue igual, no cambia. Recuerdos.

 

JESUS

martes, 4 de diciembre de 2012

El Dichero olvidado.


Estaba el bueno del Dichero olvidado, recostado bajo la generosa sombra del zaguán de León Muñoz, en otro lado no se podía estar, esa era la verdad, el sol lo inundaba todo, era el día de San Roque, llegue yo igualmente en busca de sombra y lo vi, automáticamente hicimos un amago de saludo, que interrumpimos al oír como la música dejaba de sonar, comenzó un Dicho, y guardamos silencio. Es lo que toca.
 
No recuerdo, si como de costumbre nada se oía, no hay mal que cien años dure, salvo el carro de la megafonía en la procesión, o simplemente no nos gusto lo que oímos, el caso es que rompimos el silencio, casi al unisonó del resto de la gente y comenzamos a charrar, el con la vista hizo un gesto de desaprobación tras lo escuchado, y yo fui un poco más allá y dije: ciertos Dichos deberían estar prohibidos.
 
El ejercía de Lazarillo, no perdía de vista, al amigo de la infancia, que después de tantos años volvía a Calamocha cámara en mano, fotografiando todo lo que nosotros ya después de tantas procesiones somos incapaces de ver.
 
De todas maneras, lo que hablamos, que decía aquel, esto se soluciona con algo tan sencillo como que tú vuelvas a echar algún que otro Dicho de vez en cuando, en lugar de quedarte a la escucha. Fue lo segundo que le dije.
 
Entonces le cambio la cara empezó a sonreír y pensé, por fin, ahora me dirá lo que a muchos nos gustaría oír que después de tantos años, tiene pensado arrancarse de nuevo. Desgraciadamente habrá que seguir a la espera. Y del que espera ya se sabe.
 
Me das la alegría del día y hasta de las fiestas, me dijo, ¿en verdad tú te acuerdas de que echaba Dichos? El estaba asombrado y yo no entendía muy bien la pregunta. Claro que lo recuerdo, yo y todos lo que ya van teniendo una edad lo recordaran, y aun es más te echaran de menos.
 
Que va, que va, contesto, ¿sabes? aun ayer, Fulano y es más, Mengano, decían no recordar nada, me lo negaron todo, y aun me atrevería a decir, me hicieron quedar como mentiroso. No hubo forma de convencerlos, para ellos yo, jamás he dicho un Dicho.
 
Pues hombre, tampoco hace tanto, ni tanto, que veinte años no es nada, y los de tu quinta al menos, deberían recordarte, en mi caso, no tengas duda alguna, yo no solo te recuerdo si no que como ves te echo en falta. Lo de Fulano y Mengano, es de nota.
 
Aquello sí que eran silencios cuando un Dichero agarraba el Palitroque, más en tu caso, que aun sabiendo quedar bien con todo el mundo no cesabas de repartir estopa en verso, eran también o eso me lo parece a mí, otros Dichos, éramos todos otros, yo que sé… otros tiempos.
 
Ponías el contrapunto la juventud, el saber, la critica entre aquellos dos monstruos a los que parecía estabas llamado a suceder al señor alto de las gafas y a ese otro, buen hombre de la oronda figura, y la voz cortada… Veras que me acuerdo. Al final tú, lo habrías heredado todo y así junto a la crítica tuya, habrías continuado con la ironía del uno y la pose dichera del otro y sobretodo la dicción de este último, pues también, recuerdo te trabucabas a menudo, como cuando un niño bueno dice la verdad con temor.
 
Un año a la altura de la Calle Mayor, pasado ya el callejón de los Muertos, cuando todos los santos se quedan solos, llegaba la procesión agonizando por el calor, y nadie la paraba, nadie daba un descanso,… Aquella pareja te buscaba primero con la vista y luego a gritos, ¿ande para este tío, búscalo para que eche un Dicho?, esta juventud, nunca este cuando se le necesita, a mi no me quedan Dichos decía el uno, a mi tampoco ni Dichos ni ganas, decía el otro… Al final el que se trabucaba, más aun con el sofocante calor de la vuelta agarro el Palitroque, y comenzó a improvisar, bendita improvisación,….
 
El calor, lo típico en aquella calle como tema del Dicho, la falta del Dicheros, un descanso para todos, nada se le entendía, pero a buen seguro los Bailadores se lo agradecían, entonces el señor alto y con gafas le tiro un amago para quitarle el Palitroque, “calla, que no se entiende” le grito, “calla que acabe, que te arreo”… Parecía que iba arder hasta el Convento, pero no fue así, tuya, mía, acabado un Dicho llego otro, cargado de sorna contra el primero en arrancarese, sin sonar el Bolero uno tras otro, descanso doble. Aquella buena señora que en esos años, sin tele, sin nada como aquel que dice, hacia la procesión, radiocasete en mano, probablemente tenga grabado el episodio en cualquier caso, Dichos tuyos habrá, en algún lado.
 
La Banda de Encinacorba comenzó de nuevo atacar el Bolero, casi ya mas suyo que nuestro y siguió la procesión su lento camino, la dejamos pasar un buen rato charrando, y haciendo oídos sordos a los Dichos enfrascados en recordar tiempos mejores, pero no nos engañemos, nada más lejos de la realidad.
 
Ahora, le dije yo, una duda que tengo dime si es verdad o no, en aquellos años también escribas y no parabas, folletos, programas y sobre todo en el Diario, leer algo de Calamocha era leer algo que tu habías escrito, no había más, me hacía, a mí y a todos, una ilusión tremenda que mi madre llegase a casa y nos trajese los periódicos de la semana y dijese, “mirarlos bien, sale Calamocha”, y ahí estabas tú. Tú eras Calamocha. Me quede en silencio esperando una contestación, que la memoria no me traicionase.
 
Vaya que si, yo escribía todo aquello, ahora soy yo el que casi no se acuerda, pero si, no te equivocas, era yo, bien lo recuerdas.
 
En fin, ya nos alcanza San Roque, habremos de salir al sol, luego otra gente te tomo el relevo, y uno dejo de leer, pensó sin más que con lo leído ya tenía bastante, en cualquier caso con recordar ya tenía bastante… Por cierto, aquellas reuniones en el despacho del cura, cada Semana Santa, con aquel cura joven, que rompía el protocolo para decir, “Paz, paz, basta de tambores, que cruz Dios mio, toque arriba, toque abajo…. Ahora vamos a pecar”. Y sacaba la botella coñac y los botellines de cerveza, del fresco de la ventana. Alli tambien, contabas cosas y no parabas, lo de menos eran los santos,...anecdotas, historias, pequeños descubrientos, todo un mundo.
 
Sabes, ahora está en Teruel, que tiempos…
 
En fin, ya se sabe, fue llegar la política y echarlo todo a perder, hablo por ti, que tan pronto como entraste en la casa de todos, dejaste de echar Dichos, de escribir, fue casi el fin…. Tal vez el pueblo gano un buen político, cosa que dudo, porque no creo que recuerden que un día fuiste concejal, ni un escándalo que disteis, ni un plato roto, aquello si que eran otros tiempos en todo…. Aquel día que entraste en política se perdió a un gran Dichero, y todo lo demás. Podias haberte puesto una calle, y nadie habria dicho ni mú, porque te la merecias, o haberte nombrado cronista oficial...
 
Una última cosa, tómatela como quieras, con preocupación o con alegría, y luego ya seguiremos, en casa la juventud, que van todos por ahi delante bailando, dice divertirse más, pasárselo mejor, en al procesión de Semana Santa que en San Roque, allí se sienten más protagonistas, más libres, …
 
Recuerdos.