viernes, 1 de febrero de 2013

El Cajero.

Presumía mi amigo Javier de hablar un español perfecto, no en vano, se dice fue allí en La Rioja donde ambos nacieron.

En la dura y apacible convivencia diaria de la vida de aquellos años que pasamos juntos, alguna de las palabras que me oía le hacían interrumpirme y me pedía explicaciones entre ofendido y curioso por tan gran afrenta a la lengua de Cervantes, por mi perpetrada:

"Perdona querido, como puedes hablar así, como si fueras un cantinero, perdona, pero esa palabra, puedo por el contexto adivinar el significado que le atribuyes, pero esa palabra no existe. Es lo que siempre te digo: si tuvieras acento aragonés, serias lo más parecido a Don Paco Martinez Soria. Misteriosamente no tienes acento alguno, por eso es una pena que hables con esas palabras, tú que puedes hablar un español perfecto, como yo".

Que una palabra no exista, para un purista como él, quería decir que no estaba en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, o en su caso en el Maria Moliner, aunque por ser esta ilustre señora, aragonesa, tenía mi amigo a su diccionario por algo "secundario", prescindible más bien, máxime cuando localizo su pueblo natal a pocos kilómetros de Calamocha.

Para su sorpresa, no tanto como para la mía, una tras otra, las rancias palabras calamochinas, existían, estaban pues en el diccionario.




De modo que una tras otra las palabras aparecían tanto en mi conversación como en el diccionario: festejar como noviazgo, cochera como garaje, cornejal como un trozo de tierra y a escape, como correr..cubo, pozal, caldereta, patio, corte,...no acabaria nunca.

Un día pronuncie la palabra "cajero" como la tierra que hay bajo un salto de agua. Aquel día fue el último, ya nunca más trataría de corregirme, lo recuerdo bien, tanto el porqué, le hablaba del cajero de la Serrana al pie del huerto, (Una pena no encuentro la foto), como lo que estábamos haciendo, jugar a la ajedrez, yo avanzaba con las fichas blancas que conformaban el ejército francés saliendo a defender Paris en taxi, frente a sus tropas invasoras, recreando la Gran Guerra, al insistir en la palabra y dar por muerto a uno de mis soldados, "peones", dejándolo abandanodo en un "cajero del Somme". Cesó por un momento de jugar, a pesar de ir con ventaja y dijo:

"Por ahí no paso, los huevos me juego, entendidos como cojones, los míos, que no me voy acoquinar,como dirias tu. La palabra cajero no tiene nada que ver con lo que tú dices, terraplén, barranco, si quieres, pero no cajero, esa forma de hablar, esa palabra así usada, no es sino un localismo, una forma de mal hablar de vosotros los calomochinos, que no calamochenses ni calamochanos. Eso no existe".

Salió con paso firme hacia su habitación, en unos segundos estaba de vuelta, y dijo:

"El futuro de mis hijos esta en tus manos, dice el diccionario en una de sus entradas para la palabra cajero: En acequias o canales, parte de talud comprendida entre el nivel ordinario del agua y la superficie del terreno. A dios pongo por testigo, que si me dejas seguir festejando, si no me conviertes a escape en eso que llamas un mozo viejo, jamás osare corregir tus palabras."

Le perdone y me dejo ganar. Pero, siguió tratando de corregirme, siguió buscando y encontrando las palabras del calamochino en el diccionario. Siguió aprendiendo en suma. Escudriñando palabra a palabra cuanto yo decia.

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