Ayer tarde mismo, arranque un surco judías, agobiadas, sofocadas por el calor y ya más duras que el cocote San Pedro, era lo mejor, valía ya mas la salsa que los caracoles, y lo más sencillo era dejar libre el cornejal con el fin de sembrar una era de espinacas, el invierno esta ahí, a la vuelta de la esquina, también aquí, en esta bendita tierra de la eterna cosecha, …
Lleve medio cesto arrobero de tomates, días a tras para las fiestas de San Roque, “¿Pero que siembras huerto, maño, si tu no puedes?” comento Perico, “Nada un corro como este cuarto, ya sabes lo que es aquella tierra,… para dar y vender, no es menester más”, le conteste.
Arrancadas las judías, dispuesto a tirarlas, para distracción de conejos, ardachos y sobre todo caracoles, me dieron pena, y pare un momento a pensar qué hacer. Ya se sabe que si las guardas para sembrar, malo, si apartas un puñao, por ahorrarte las cuatro perras que vale un sobre de simiente nueva, no merece la pena, ni el poco esfuerzo que conlleva el coger los granos. Y si guardas y siembras de segundas, igual te quedas sin comer, que tanto echan, como echan la mitad, como nada…y entonces recordé, lo que de zagales tanto nos divertía. Y guardare para sembrar, dios dirá.
Llegaban estas fechas, las de la vuelta a la escuela y las calles enteras de Calamocha se cubrían de mantos de judías secas que parecían no tener fin … las matas de judías ya amarillas, secas, arrancadas de los huertos se extendían en las puertas de las casas, para que los crios de camino a la escuela, jugando, corriendo, pasasen por encima, se revolcasen, jugasen...y separasen el grano de la vaina.
Al acabar el día con la horca se ablentaban se esporgaban, se repasaban las matas una a una antes de tirarlas y los granos quedaban esparcidos por el suelo, se barrían y a guardar al granero, en lugar fresco y seco…
La legumbre del invierno ya estaba asegurada, la noche de antes se subía y se bajaba un plato para poner a remojo en el agua de lluvia: “Mecagüen san dios, ya están cucadas y medio sulsidas las putas estas, venga maña no me jodas, con la faena que llevan, habrá que comerlas rápido, porque si no las vamos a tener que tirar, asi que mañana bajare otro plato. Redios que sanantonada. En la vida pasaban estas cosas, ni con los garbanzos, ni con las lentejas, niña no se donde vamos a ir a parar”.
“Aquella tierra es un vergel, ya lo creo que si, si aquí en Calamocha fuese lo mismo, hiciese el mismo tiempo, el Ajutar parecería el paraíso, que digo el paraíso maño, el mismo cielo. Ahora, que, me imagino que tu no harás, como la mayoría de los valencianos, que no quitan una mala hierba ni por saber morir, que no se agachan ni pa dios,… piensan que si quitan una hierba, de tan buena que es la tierra al día siguiente tienen en su lugar media docena. Razón, me paice que no les falta de buenísima que la tierra es, que yo la he visto”.
“Aún te bajaras algún día al Ajutar”. Pregunte.
“No, maño, aquello se acabo”. Contesto sonriendo con total entereza.