Dedicado a Sole.
Muchas gracias por todo.
Hace
un montón de años, por estas mismas fechas, una buena mañana, todo se
torció, por contarlo de alguna manera, nada del otro mundo ocurrió. El
vespino rojo de Don Ángel, el médico, rompió
el silencio del barrio, y concluyo lo inevitable, nos teníamos que
marchar a Teruel, “aprisa y corriendo”.
En
casa llamaron al taxi de Pascual el Figura, mi padre ya se había
marchado a trabajar y fue él quien nos subió al Residencia, en aquel 132
de color claro, el viaje se me hizo eterno, aún
recuerdo que costó 700 pesetas, creo, y como la urgencia estaba
justificada, se podía reclamar el importe. El bueno de Pascual ejerció
de padre y prácticamente me dejo en la puerta del quirófano, yo diría,
que hasta fue el quien empujo la camilla, y su gorra lo último que vi… “Bueno,
os dejo, hoy dormiréis aquí, voy a dar una vuelta, alguien habrá para
bajar. Que vaya todo bien”.
La
cosa se fue alargando, léase complicando y entre unas cosas y otras se
no fue un mes en pleno curso escolar, una culecada larga, en aquellas
habitaciones enormes, compartidas, de ocho
o diez camas, de niños y adultos,… durmiendo nuestras madres junto a
nosotros en destartaladas sillas de cocina.
Una
mañana, una de las madres, derrotada tras días y días al pie de la cama
de su hija, operación tras operación, se recostó rendida en la cama de
al lado que estaba libre, durmió unos minutos,
hubo que despertarla y dejar la cama tal y como estaba, no se podían
tocar, pero no basto, cuando llego el grupo de mujeres que hacían la
limpieza, una de ellas, la más joven, vio algo que nuestras madres no
vieron al despertarla y estirar las sabanas y mantas
y se cebo con la pobre mujer quien agotada se había quedado dormida a
caballo entre al cama y la silla.
Paso
de preguntar quien había dormido allí, al insulto y la amenaza, armando
un follón descomunal de los que nunca vienen a cuento, sus veteranas compañeras
se limitaban hacer el trabajo pero ella
seguía en sus trece, la madre empezó a llorar y en eso la Señora Orbea,
una mujer del norte que estaba al pie de la cama de su sobrino y que ni
siquiera había pasado allí la noche, dijo, sin levantarse, ni apartar
la vista de la revista que leía, “he sido
yo”, pero no le creyó y siguió a lo suyo, luego fue mi madre la que
hablo, luego la señora de Albarracin…Nada basto.
Finalmente
la Señorita Polanco al dejar la habitación aviso, bajaba a comentar lo
ocurrido con dirección, por ser una falta grave, muy grave, advertía, aquello no era un hotel y allí abajo no se andaban con tonterías, subirían a pedir explicaciones …
Nos metió un miedo terrible a todos y un escalofrio recorrio la habitación, pero fue la Señora Orbea quien
dijo la última palabra, “señorita, haga lo que deba, más tenga en cuenta
una sola cosa, mañana no será usted la que
venga arreglar la habitación, no hasta que le entre la educación” Y así
fue.
Jesús
el Gigante del Poyo nos llevaba a toda la chiquillería al comedor y se
aseguraba de que no dejásemos nada en el plato… Eran otros tiempos,
buenos ya lo creo, desayunábamos café con
leche, y podíamos repetir. Tebeos, juegos, cartas y charrar, no se
podía hacer otra cosa, … salvo ir de vez en cuando a visitar a la gente
de Calamocha que había por allí, como aquel hombre del Salobral, cuyo
nombre ya no recuerdo, que me sonreía y contaba
historias reclinado en la cama, … “ya veras, cuando salgamos de aquí”.
En
el colmo de nuestras desdichas, el día que me daban el alta, cayó la
primera nevada de aquel invierno, tantos días después, ya no me quedaban
lagrimas,… todo era mirar por la ventana,
y ver la nieve. Finalmente, el sábado al medio día pudimos regresar.
Conto
mi abuela, como la casa había sido un continuo trajín, un ir y venir de
gente preguntando por mí, como aquel que dice, todo el pueblo había
pasado por allí a lo largo del último mes,
bueno casi todo, porque mi abuela echo en falta a unos pocos.
“Si
por mi fuera, no volvías a la escuela, fíjate lo que te digo, te
quieres creer maña, que viviendo puerta con puerta en el mismo Barrio,
los maestros no han venido a preguntar por él,
ha estado un mes sin ir a clase y no han tenido tiempo de entrar a
preguntar qué pasaba o cómo estaba, han pasado por la puerta de casa y
me han vuelto la cara, desustanciaos mal nacidos, que se creerán que
son, ya vendrán a pedir favores, ya, que les
daré con la puerta en las narices, y una patada en los cojones, se ha
terminao lo que se daba, cuando haya acelgas y no nos las podamos comer,
se las echare a las gallinas, y a los tocinos o las llevare al Cuartel, pues hasta los
civiles cuando han pasao por la puerta y me
han visto han preguntao por ti, hasta el mala sombra de la cara del
revés, ese que no le da ni los buenos días a su madre, paro el coche y
pregunto, y el andaluz ese tan guapo, ese moceton de las gafas que lleva cuatro
días por aquí, pregunto…. Pero de los maestros,
de los que te dan la letra este año, ninguno ha preguntado… luego dicen
que en los tiempos que corren ahora todo es un libertinaje y se les
esta perdiendo el respeto de antaño… que respeto les vas a tener,
ninguno, que se jodan y se lo ganen… Bueno,
Doña Julia si que ha preguntado por ti, y Doña Conchita, pero esas no
cuentan por que son del Barrio, como la Gitana y Doña Pilar y la Pura ya sabes que están
a todas horas aquí metidas, … pero de los demás, ni uno, salvo la Jipi,
que va a resultar que es la única que sabe
estar, la unica que tiene educación, aun siendo la más joven”.
Aún
tarde una semana en volver a la escuela, como queriendo darles otra
oportunidad cristiana, pero no, aquellos que mi abuela, aún sin saber
escribir, había puesto en la lista negra,
no pasaron. Regrese por fin a clase y lo dicho por ella se hacía
patente, … ninguno pregunto, tan solo se acerco el tutor, precisamente
con el que más dolido se mostraba, para decirme lo que no
quería oír, al día siguiente, uno tras otros haría
todos los exámenes de la primera evaluación para ponerme al día, pues
había tenido tiempo más que suficiente para haber estudiado. Lo recuerdo
como uno de los momentos más crueles del paso por las aulas, pensaba volver a casa con los deberes y apuntes retrasados y volvi con los examenes. Para mi fue algo terrible. Lo días
posteriores no lo fueron menos,… las notas tardaron
en llegar un par de semanas, justo al marchar de vacaciones de Navidad,
y yo que jamás había suspendido nada, temía volver a casa con todas las
asignaturas cateadas, irremediablemente camino de repetir curso en
aquello que los maestros de antaño devenidos
repentinamente en “progres”, presumiendo de haber corrido delante de
los “grises”, daban en llamar “evaluación continua”. Costaba creerles en
todo.
En
el colmo de la indecencia, aun debí de darles las gracias, pues me fui
de vacaciones con todo aprobado, con un puñado de suficientes, los
primeros que “sacaba”… lo mismo en religión o
dibujo que en matemáticas o historia. Me tomaron el pelo, no sabía que
me dolía más, si lo que contaba mi abuela, o la gran mentira de no haber
suspendido nada, y tener tan solo un suficiente en dibujo, o no haber
hecho el examen de religión… los tiempos estaban
cambiando.