Aquellos, eran otros tiempos, decían nuestros abuelos,
mientras nosotros asombrados, asistíamos al relato que lo corroboraba y ellos contaban
con nostalgia. Tampoco lo que llegaba a nuestros oídos, nos parecía normal.
Efectivamente sus tiempos, habían sido otros.
Luego, en apenas unos años, sus hijos,
nuestros padres, parecieron tomar el relevo y hacer suya la frase, eran otros
tiempos nos decían a todas horas y bajo cualquier excusa.
Resultaba terrible el pararse a pensar: de seguir
todo así, ¿a donde íbamos a llegar?.
Era el acabose, el fin del mundo, la
hecatombe lo que irremediablemente se nos venia encima, sin poder hacer nada
para evitarlo.
Hoy soy yo, nosotros, los que a la menor
ocasión hacemos de la frase toda nuestra razón, frente a lo que a diario nos acontece,
en comparación con lo que dejo de suceder a nuestro alrededor, tan solo unos
pocos años atrás. Efectivamente, son otros tiempos.
Hace un par de "sanroques",
Gabriel se
acerco y me saludo, andaba envuelto en la quimérica empresa, toda una odisea,
de reunir a la Quinta ,
al curso escolar, cosas de esas que trae la edad, con el fin de quedar un día y
charrar, en suma recordar y reafirmar lo evidente, aquellos años de nuestra
niñez fueron otros tiempos.
Fuimos juntos a las Escuelas Viejas después
unos meses a lo que luego seria el Instituto y finalmente estrénanos las
Escuelas Nuevas. Más tarde él dejaría los estudios, debía ayudar en casa, las
ovejas, la tierra, su padre... Un abrazo para toda la familia, hace unos días,
para el Santo Cristo. Recuerdos.
Ese tipo de reuniones, deben se cualquier
cosa, menos aburridas, y deben servir, de ahí su única utilidad, no le veo
otra, para cotejar versiones, la verdad que de cada uno conocemos todos por ir
de boca en boca por el pueblo, por muy lejos que uno este, con la verdad
contada por su protagonista, ver en suma como le ha ido a cada uno en esta
vida, a pesar de que ya lo sepamos.
"Pues mira este cuanto miente, más que
habla, menudo fanfarrón, aún se cree que tenemos diez años, que nos chupamos el
dedo, si ya de zagales, recuerdo una vez...".
Pasan los años, no
cambiamos.
Sin embargo, se equivocaba, no éramos de la
misma Quinta. Que si hombre, que no, le dije, soy un año más joven, tu
perteneces a la
Quinta de Doña Pilar, ¿te acuerdas?, ¿como
no vas a acordarte?, vaya una pregunta que te hago.
Había empezado el curso, yo estaba en primero
de EGB, allá en las Escuelas Viejas, arriba a la izquierda, visto de frente el antiguo
edificio, había empezado el curso, pasado varios días, quizás semanas, tal vez
un mes y llego una mañana, en la cual Doña Pilar, os pregunto algo que no
supisteis responder.
Vete tu a saber el porqué de todo aquello, el
caso es que al mediodía toco a la puerta de clase, entro y tras ella toda una
reata de sus discípulos a priori menos aventajados, tu y media docena larga
más, todos chicos, también fue casualidad aquello, que no os sabias la lección
y allí os dejo, "tirados,
abandonados, condenados" a repetir primero de EGB.
Algo habríais hecho, sus razones tendría. Por eso,
fuimos juntos a la Escuela.. .
Aquellos eran otros tiempos, qué maestra de
hoy en día se atrevería hacer semejante cosa, ninguna, ni maestra, ni maestro,
ni aún teniendo la razón de su parte podría hacerlo, la ley no le dejaría, por
no hablar de los padres y demás familia.
Irradiaba, y aún
irradia Doña
Pilar tanta autoridad que nadie debió decir nada, menos aun el que os iba a
tener que enseñar los quebrados, un tal Don Eugenio, sin galones, recién salido
de la Escuela
de Magisterio, de allá del Reino de Valencia, que solo acertó a decir,
"sentaros donde podáis".
Ni se canteo de la mesa aquel jovenzano, de
hecho siempre lo recuerdo sentado mirando para su tierra, cambio la mesa de
orientación, la esquino, para poder tener frente a él, el Cerro del Poyo,
sintiendo aquello como una parte más de su cruel castigo, una plaza de Maestro en
Teruel. "Bien, Don Eugenio, aquí le
traigo a estos, a mi me sobran, con ellos, hace una clase de cuarenta y pico,
como la mía".
Aquel es el primer
recuerdo que tengo de Doña Pilar, y aquello ocurrió a principios de los setenta, aún tardaría unos
años en venir a vivir al Barrio, lugar en el que de un modo u otro sigue
viviendo, de hecho, creo que nació para vivir allí junto a todos nosotros.
En aquellos días, para entrar en las casas de los maestros había cola, era
menester que alguien la dejase libre para poder ocuparla, casas que hoy, con
poco más de cincuenta años, parecen tan viejas y de otro tiempo, tan
maltrechas, como la propia educación que antaño cobijaron.
Se jubilo Don Vicente, el Director de
aquellos otros tiempos, aquel hombre de la Valencia que lindaba con Teruel, y que hoy me
parece sacado de una novela de Galdós, tan serio como simpático, decimonónico,
siempre trajeado, más bien bajito, un buen día se subió a su Citroën 8 y se
marcho, junto con él, se fue, la Señora Tomasa , su mujer, siempre repartiendo
caramelos a los chiquillos del Barrio, que no éramos pocos, alta con gafas,
sonriente, charradora, apenas ya
volvimos a saber de ellos, si no para confirmar lo evidente.
Y en eso llego
para quedarse en el Barrio: Doña Pilar y familia.
Las abuelas pronto la trataron, su fama como
Maestra le precedía, de todos era conocida, y poco más o menos venían a decir
lo que en lo sucesivo tantas veces oiríamos, principalmente cuando no estaba
ella presente:
Esta Tía, no es como las otras, ni como la Gitana esa que no tiene
ninguna faena, esta, no tomara el sol en el corral despechugada, esta no tiene
desperdicio, no para, y lo principal, no se si os habrías dado cuenta o no,
pero ni tiene vergüenza, ni la conoce.
Esta Tía es como nosotras, como cuando éramos jóvenes, no
cabía mayor elogio.
Redios, solo sabe que pedir favores, ahora
que enseguida esta dispuesta para echar una mano a lo que haga falta, eso si,
manda y mucho, hay que hacerlo a su manera, pero para eso es joven y sabe de
letra, solo le podemos echar en cara una cosa, que no sea tan alcahueta como
nosotras y ella, con lo que debe saber de todas casas,... Si hablara.
Estos "sanroques" nos vimos, cuando
va a ser si no,
y hablando y hablando, cayo en la cuenta, años y años después, de que me debía
un cuadro, el que me prometió el siglo pasado, y el cual yo ya había olvidado.
Unos días después en pasar fiestas, se
presento en casa allá en el Barrio, con el regalo, además, dedicado, no vale nada, dijo, ya veremos digo yo,
y ahora ya es mío. He tenido que descolgar y guardar un Velázquez, para poder colgarlo
y verlo cada día.
No hay color, para mi Doña Pilar le da cincuenta mil vueltas al retrato del Príncipe
Baltasar Carlos de Velázquez que había en su lugar. Me es inevitable
fijarme y verla a ella o la otra gitana la de los cestos, reflejada en su
rostro.
Dejó el Barrio, la casa al jubilarse, aunque
no el pueblo, dado que vuelve todos los veranos, allá, a la Rambla , que
loca esta la Tía ,
decían de ella las abuelas cuando comento que se iba a construir una casa en el
quinto pino camino de la nada, anda maña no me jodas, no le tiene miedo a nada.
Diría, que desde que se marcho aquella casa
esta vacía, con las pegatinas de Naranjito aun en la ventana, pero gracias
aquella bendita locura de construirse una casa, vuelve todos los años al
pueblo, y a su casa, al Barrio, sigue la amistad, y en Navidad, cuando no nos
vemos, hablamos... Muchísimas gracias por el cuadro, el día de su santo le
llamo.
"Ahora le ha dado por pintar, como a la
Lola Flores ", otra bendita locura de aquellos
últimos años, Las abuelas ya casi habían dejado el Barrio, hace tanto de
aquello... Ya se le pasaron los días del arte, según me comento, cosas de la
edad, el hecho es que siempre fue una pionera, (conocido es que a los pioneros,
sus contemporáneos les llaman en un momento u otro, locos. Hasta que el tiempo
le da la razón a uno u otro, en este caso siempre fue a ella), es inevitable
acordarte de Doña Pilar al ver en La Bruja
Novata , a Angela
Lansbury en bicicleta.
Cuando
nadie en el pueblo, ni aun en la ciudad iba en bici, ella la usaba para todo, y
pedaleaba con falda, menuda fortaleza, decían las abuelas, un día se ha de estozolar
en la costera de las Escuelas o de Zurriaga, que bien hace en no tener
vergüenza,...
Cada
tanto le robaban la bocina o le deshinchaban una rueda, nada pasaba, todo tenia
arreglo, seguir pedaleando...
Dios que Tía, mira que no se le pone nada
por delante. Quien fuera como ella, mecagüen la Tía el copón.
Un buen día en la fresca, un anodino día de verano, comento, tarde o temprano, tendré que bajarme de la bici, me hago mayor, voy a
sacarme el carné del conducir...¿qué les parece?.
Tras
el silencio y el consabido asombro por parte de todos, llego el apoyo unánime
del rolde hacia Doña Pilar, no podía ser de otra manera, redios que Tía, tiene más
cojones que una burra capada, es como nosotras, acaba de comenzar así
una de las luchas más épicas que haya llevado a cabo nadie en el Barrio jamás.
La
teórica, nadie esperaba menos de ella, fue coser y cantar, pero aprobar la práctica,
su examen, nos tuvo a todos en vilo durante meses y meses toda una eternidad, batalla
a batalla para ganar una guerra, en Teruel no hay una calle decente.
Guerra
la cual un buen día en un recóndito lugar de Castilla donde residía alguien que
había vivido años atrás en el Barrio, tuvo su fin. Aparco la bici y empezó a
conducir. Todo un ejemplo.
Y ahora, conociéndola, cuando nos diga,
sube que te llevo, como le vamos a decir que no. A nuestra edad, aún vamos a
saber lo que es pasar miedo.
Felicidades
en el día de su santo. Mil gracias. Aquellos
eran otros tiempos, a veces para las Fiestas del Pilar, incluso nevaba.