jueves, 10 de octubre de 2024

En reconocimiento de aquellos cronistas no oficiales: Jordi Sabater. Recordado como cronista de Capellades (Barcelona)

"Me parece una lástima que en Catalunya no mantengamos —salvo contadas excepciones— una figura como la del Cronista Oficial" 

Rafa Saiz


A los heridos por las letras y la tradición oral. Oyentes de mil y una historias condenadas al olvido. 

Dice la RAE: Crónica: Narración histórica en que se sigue el orden consecutivo de los acontecimientos. Y en cuanto a Cronista: Autor de crónicas. Historiador oficial de una institución. Aunque esto pueda resultar demasiado pretencioso y ser un freno en lugar de un aliciente.


Crónica escrita por  Rafa Saiz desde Capellades (Barcleona), donde se da cuenta del homenaje que recientemente ha rendido el pueblo de Capellades a su "cronista" Jordi Sabater ya desaparecido y en cual Rafa incide en la necesidad de nombrar cronista. Agradecido de que hoy a Jordi Sabater lo puedan recordar y leer  los cronistas oficiales.


Jordi Sabater. Hoy recordado como Cronista de Capellades (Barcelona)


Dibujo de Jordi López Alert

En repetidas ocasiones, y enmarcadas dentro de estupendas conversaciones que mantengo con Jesús Lechón, Cronista oficial de la Villa de Calamocha, he comentado que me parece una lástima que en Catalunya no mantengamos —salvo contadas excepciones— una figura como la del Cronista Oficial.

Lo que no queda escrito no perdura, y hemos perdido ya tantas y tantas tradiciones, hemos olvidado hechos, hemos dejado atrás nuestras historias… esas historias que conforman las piezas de nuestra Historia con mayúsculas.

Dice la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales que sus miembros trabajan por publicar investigaciones, artículos y crónicas que documentan y preservan la historia, las tradiciones y la cultura de nuestras regiones y municipios. Necesario. Imprescindible. Obligado, diría.

Si bien mi pueblo, Capellades, nunca ha contado con un cronista oficial, si preguntáramos a cualquier vecino sobre esta figura, seguro que, sin duda, todos nos contestarían con el mismo nombre: Jordi Sabater.

Jordi Sabater i Cardús (Capellades 1927-2020) Persona extravertida y de carácter curioso, apasionado de la música, de la radio y de la cultura en general, participó de la forma más activa posible en la vida cultural de Capellades.

Director y conductor durante más de veinticinco años del programa radiofónico “Calaix de sastre” (Cajón de sastre) en Radio Capellades. Durante diez años, participó escribiendo la sección “vitralls”en la revista capelladina “La Miranda”. Desde joven, no hubo acto o celebración en el pueblo que no contara con su colaboración. Los jóvenes de ahora dirían que fue el primer «speaker» oficial de la Villa, pero fue más allá, publicando y documentando miles de historias que hacen evitar el olvido. Panadero de profesión durante toda la vida, fue reconocido como maestro artesano.

Hoy, 29 de septiembre de 2024, una ingente horda de vecinos hemos llenado el secadero de nuestro Molino Papelero (Molí Paperer)1 Donde a día de hoy se fabrica papel artesanal, hoja a hoja, para aplicaciones muy selectas.

Lo que nos ha llevado a subir los largos tramos de escaleras que conducen a la parte alta del Molí ha sido el regalo que los hijos de Jordi Sabater han hecho hoy a la historia y la memoria local. Cumpliendo con los deseos de su padre —lo había comentado en alguna entrevista— hoy sale a la luz “Vitralls”, una recopilación de ochenta artículos que Jordi Sabater escribió en la revista mensual “La Miranda”, editada entre los años 1988 y 2009

Proyecto que en vida de Jordi no vio la luz, y que ahora en 2024, cuatro años después de su traspaso, la familia se ha encargado de editar y publicar para homenajearlo.

Entre los textos se pueden encontrar recuerdos de juventud de Jordi, numerosas historias y efemérides capelladinas, pensamientos y puntos de vista sobre las nuevas tecnologías y los tiempos modernos. Anécdotas y crónicas extraídas de una persona con una mente extremadamente fascinadora y atenta.

El acto de hoy, conducido por mi amigo Pep López —garantía de solvencia— ha empezado con el comentario de que presentábamos un libro en que el autor ya no podía estar presente. Aun así, Pep ha intentado no dar al acto la categoría de homenaje. Discrepo. Ha sido un homenaje, correcto, leal a la verdad, respetuoso y merecido a la figura del que yo hubiera nombrado en vida Cronista Oficial de la Vila de Capellades.

Hemos iniciado con un repaso a su trayectoria, una pequeña entrevista con sus dos hijas y su hijo, que nos han explicado un poco como ha ido el proceso creativo del libro, y como he comentado anteriormente, Jordi era un gran amante de la música, hemos escuchado en directo dos magníficas interpretaciones de cuerda en las manos de los hermanos Prat, músicos de prestigio internacional.

Todo el tiempo salpicado de un audiovisual que nos iba recordando imágenes de Jordi, unas familiares y otras con él “en acción”. El acto ha finalizado con la lectura de tres artículos del libro, el primero leído por el periodista y poeta Lleonard del Río, con quien Jordi había colaborado en diversas ocasiones, fragmento que trata sobre la cabalgata de los Reyes Magos. La lectura siguiente he tenido el honor de leerla yo mismo. Pep me comentó que estaba hecha “a mi medida”, y así ha sido, pues trataba de mi tema: La guerra civil española. En este artículo, Jordi nos hablaba de los niños refugiados de otras partes de España que habían venido a Capellades, y fueron bastantes las casas que acogieron esos niños, como uno más de la familia… leyéndolo, pienso que la historia gira y gira, se repite y se vuelve a repetir. Ojalá nunca más ningún niño del mundo deba ser acogido por una familia ajena, huyendo de una guerra…

El porqué de ser yo escogido para esta lectura, aparte de mi perfil literario sobre la guerra civil, ha sido que también fui uno de los colaboradores de Jordi, en mi caso, en la radio, donde le acompañé desde la zona técnica desde los inicios de su programa, en 1983 y durante varios años. Me permito traducir el artículo al castellano, y así compartirlo también con vosotros:



Apuntes de una guerra.

La revista Sapiens nos recuerda en muchas de sus páginas, hechos de la guerra de 1936 que muchos vivimos, de cerca o de lejos, pero que no olvidaremos fácilmente.

L’Anoia fue una de las comarcas de la parte republicana que más número de niños acogió. Niños y niñas que huían —en sentido figurativo— del frente de Madrid. Nuestros pueblos catalanes les abrieron sus brazos. Es historia reciente que en nuestros días no debemos olvidar.

Capellades acogió a un buen número de estos niños que fueron recogidos de las escuelas de Aluche y Carabanchel, y de otros barrios madrileños de la periferia. Los de nuestra villa eran del Colegio Joaquín Costa, Puerta de Toledo, de Madrid.

En muchos lugares, mientras se hurga la tierra para hacer cimientos para nuevos edificios, se descubren refugios que servían de escondite cuando sonaban las sirenas de alarma y se acercaba el salvaje bombardeo a la indefensa población civil.

Nuestra villa y las afueras sufrieron dos o tres ataques sobre la propia piel, y una casa de la Torre Baixa quedó descabezada: Cal Farreras. Algunos van a recordar los estragos que el hecho produjo. Una bomba tumbó la máquina de vapor de un tren de mercancías para inmovilizar el tráfico ferroviario frente al Capelló.

Según las crónicas, los bombardeos de Barcelona inauguraban hace más de sesenta años una práctica cruel: el castigo a la población indefensa, que se refugiaba en gran parte en los túneles de los metros, entonces Transversal y Gran Metro, para quedar salvados de la acometida de las “pavas” con su lluvia de metralla. En el Museo de Historia de Cataluña del Port Vell se pueden ver en imágenes grupos de personas dirigiéndose atropelladamente a los refugios. Patético.

El cielo de Barcelona era escrutado por potentes reflectores para que las baterías antiaéreas pudieran actuar, pero raramente hacían caer a los bombarderos.

El obrador de la panadería de casa, con bóvedas de arco y cubierto por haces, era nuestro escondite, que compartíamos con la familia Rotes —de Cal Carboner— y las hermanas Paquita y Josefina Segura —vecinas—, cuando se acercaba el roncar fatídico de la aviación, que a veces confundíamos con los cazas republicanos del aeródromo de Igualada que venían a dar un paseo. Un pequeño tronco en la boca nos preservaba las mandíbulas.

El edificio García Fossas fue convertido en hospital. Algún soldado herido del frente del Ebro, ya recuperado, se paseaba por el patio increpando la escuadrilla de “ratas” y diciendo: «¡En el frente os querría ver, presumidos!». No sé si los pilotos oían el improperio.

La gran mayoría de niñas y niños madrileños fueron evacuados sin el consentimiento de sus padres y conducidos hacia sitios más seguros, en poblaciones de Cataluña. Entre ellas, Capellades, que fue invitada a dar calor y hogar a unos niños indefensos.

No olvidaré aquella tarde del 9 de octubre de 1936, en la que llegaron y fueron llevados al Teatro de La Lliga con sus justas y precarias pertenencias y casi todos calzados con sandalias de goma. Muchas familias capelladinas los recogieron para integrarlos como un miembro más de la familia y compartir lo que se llama “el pan y la sal”. Algunos se convirtieron en nuevos capelladinos y participaron de la vida del pueblo bebiendo agua de la Font Cuitora, que mágicamente les hizo quedar entre nosotros. Otros regresaron a sus hogares y una minoría fueron evacuados a Francia a su retirada.

El chico de casa se llamaba Miguel Guerra y era hermano del chico del estanco de la calle Mayor, que se llamaba Manolo. Eran hijos de un afilador ambulante.

 

Con Miguel íbamos a la montaña, junto con mi padre Sisquet y mi hermano Jaume, con pantalones de terciopelo para que las zarzas no nos arañaran las piernas. Recogíamos piñones para la cocina económica. Antón María dormía todavía en la cuna.

Pero si queréis saber más cosas de la integración en la vida capelladina de estos niños que nos trajeron, preguntad a Aquilino Lozano o a los hermanos Macarrilla de las Heras, que sabrán más que yo y os darán nombres, hechos y vicisitudes de unos niños que se cobijaron bajo la capa de la solidaridad capelladina con todas sus consecuencias, favorables o adversas.

El caso es que la cruel guerra les marcó un destino, bueno o no tan bueno, alejados del lugar en el que nacieron.

La historia de este asunto es más o menos esta. Julián Manrique se convirtió en un gran actor y otro llegó a ser profesor de lengua catalana.

Yo acabo de apuntar los hechos. Seguro que algún historiador ya procurará abrir más páginas de estos eventos que a veces nos vienen a la memoria.

 

Hasta la vista Jordi Sabater

Revista La Miranda, núm. 202 - junio de 2005

La tercera y última lectura, ha ido a cargo de Nuria Plumed, que fue la segunda voz de Jordi durante varias temporadas de radio, y que versaba sobre la influencia que tienen las rápidas formas, vías de comunicación y transporte contra la vida de comunidad y las relaciones entre vecinos en el pueblo.

Nos vamos con la sensación de llevarnos en las manos un pequeño tesoro. Este libro es historia, es tan historia como el más sesudo de los ladrillos de universidad. Es historia porque gracias a libros como este, seguiremos conservando nuestros recuerdos, tradiciones y nuestra cultura. Nuestra historia.

El libro del que fue nuestro cronista.

Rafa Saiz.







*1: https://www.mmp-capellades.net/spa/


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