martes, 25 de marzo de 2014

Las primeras vacaciones de nuestros abuelos.

Decía el Tío Paloma “enfermar es cosa de ricos”, y lo solía repetir una y otra vez allá en el Palmar, en la albufera de Valencia, en cuanto se le presentaba la ocasión y alguien quería oírle, entre barcas y copas, entre el tajo y la cantina, en realidad era Don Vicente Blasco Ibáñez, quien  hablaba por él en su novela Cañas y Barro.

Razón no le faltaba, como tampoco a ninguno de nuestros abuelos, quienes decían exactamente lo mismo, llegando un poco más lejos si cabe, “enfermar es cosa de ricos, lo mismo que las vacaciones, y no hablemos del retiro. Moriremos, como lo que somos unos pobres desgraciados, tirando del arado”.

No menos curioso y cierto resulta el hecho que se recuerda de que el mismísimo Blasco Ibáñez pasase algún que otro periodo “vacacional” en el Castillejo, allá en Calamocha. Seguro que a Perico nacido por aquellos años y lugares, le oí alguna vez alguna historia con Don Vicente de protagonista, sin saberlo.

Tan era así la cosa para nuestros abuelos al respecto de enfermedades y fiestas, que en concreto uno de ellos no alcanzo a vivir ninguna de tales circunstancias propias de los ricos.

Así, jamás se fue de vacaciones, nunca se retiro y tan apenas enfermo que se murió sin haber puesto un pie en un hospital, ni haber visto, prácticamente, a medico alguno en su vida. Murió de viejo con tan solo setenta años y en su cama, la misma donde nací yo.

Don Angel, el médico de aquellos bonitos años, aparcaría el vespino rojo en la puerta de casa, subiría a la habitación y tranquilamente, ante todos, diría, “Es el final. Aquí en casa será cosa de un mes, si subimos a Teruel, en cuatro semanas te bajaran, te daré algo para que lo lleves mejor y adelante, por mi, para estas cosas, como en casa en ningún lado. Tu dirás”

No con menos tranquilidad mi abuelo efectivamente, hablando por todos, diría: “Así es la cosa, un día es un día y una paliza es un rato, si me dieras una copa de anís y tres cigarros al día, lo llevaría mejor, diles también que no se pasen con las comidas, no tengo gana ya lo saben, y ya no necesito trabajar. Que le vaya todo bien. Donde se está bien, buen rato, aquí nos quedamos. Gracias por venir”. Mi abuelo, con buen tino, espero al cumpleaños de mi abuela, la felicito, y marcho por fin de vacaciones, al cielo. Dando la razón así a quienes piensan que finalmente podemos, unos pocos, elegir el momento de nuestra propia muerte, una vez que lo damos todo por hecho.


Y así y todo llegamos a la fotografía, con mis abuelos, el Auge y la Xaltación junto al Tío Cachurro y la Tía Matea, allá por el año 80, en algún lugar en el cual no nos ponemos de acuerdo. 

Creo no equivocarme, que a pesar de todo la foto está tomada en color, al menos en el color que dominó sus vidas, donde todo fue mayormente o blanco o negro.

No hemos logrado reconocer a nadie más, estaba el tío no se quien y la tía no se qué, que eran matrimonio, pero como tenían un hijo por allí, aquel día se habían ido a verlo y no salieron en la foto, donde media comarca, o media provincia de Teruel posa junto a los guías. 

Creía tener un pequeño tesoro con todos abuelos de su quinta calamochina, pero me temo no sea así.

Alicante, Benidorm, Elche, Javea allí creo finalmente que fue el lugar donde pasaron aquellas vacaciones, para muchos tanto las primeras como las ultimas. La playa, el mar más bien, castillos, iglesias, museos y la gran decepción que fue para mi abuelo la visita al Huerto del Cura en Elche, aquella mañana creyó que iba a disfrutar de la huerta valenciana en todo su esplendor y lo llevaron a ver flores y arboles que ni las ovejas ni las cabras se comerían. Para semejante viaje, no hacía falta alforjas.


De los Años de la Cazalla. Enfermedades y vacaciones. Cosas de ricos.

Recuerdo de Javea
Para Fer. Detalle, en rojo las iniciales de los protagonistas conocidos.
(En el caso de mi abuelo debe quedar claro que el botellin no era ni de agua ni de Coca Cola, era de cerveza)









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