Como hacer, hay,
realmente poca cosa. Hay dos cosas, sin embargo, muy interesantes: pasear y
hablar con la gente. Los pueblos pequeños viven en un estado de abandono
inenarrable, insondable, abrumador. Por ellos pasan los decenios, los siglos y
están como el primer día. Atraviesan momentos de pobreza y de prosperidad,
ahora estamos en uno de esos momentos. Y las cosas permanecen siempre igual: la
misma suciedad, el mismo abandono, idéntico gusto por vivir en una decrepitud
desagradable y siniestra. Esos pueblos tienen, desde el punto de vista
material, un aspecto desapacible desde todos los puntos de vista.
Este país nuestro
no tiene aseada más que la cabeza, ¡y aún! Lo demás es como otro mundo al que
no llega el menor interés, ni la más vaga iniciativa, ni la menor aportación
del dinero colectivo. En esos pueblos impera la insolidaridad más profunda. A
mi entender, esa insolidaridad ha aumentado, en los últimos años, en términos
considerables. No puede esperase hoy que nazca, del interior de ellos, la menor
empresa de carácter colectivo. En la atonía, en la pesadez de su aire, la
historia es un mero resbalar del tiempo sobres las viejas piedras, sobre los
ladrillos nuevos.
Yo no sé si el
estado y situación de nuestros pueblos provocaran algún día la formación de
algún interés general, de sentido renovador, amable, positivo. Lo que sí sé es
que nuestros pueblos, deberían ser arreglados de buen grado y si ello no fuera
posible, por una imposición contundente. Dar a los pueblos un mínimo de sentido
colectivo, primero en forma de las exigencias mínimas de higiene y de la
limpieza; luego en forma de urbanismo, al objeto de que vivir en ellos no sea
una maldición y una tragedia. Lograr que en verano no haya en las calles tanto
polvo y tantas moscas y tanta porquería; que en inverno no se convierta todo en
un barrizal, un barrizal de cuadra mezclado con un barrizal de lluvia. La
creación de un sistema de algunos, pocos, intereses materiales y concretos,
podría ser el principio, quizá, de la aparición, en un plano general, de
intereses más elevados, la iglesia, la administración, las escuelas, las
comunicaciones, etc. Y así con el tiempo, desde luego con el tiempo, podía
llegar, quizá, a ser posible tener en los pueblos pequeños una conversación con
alguien, una conversación que sobrepasara las feroces ambiciones particulares,
los crudos intereses familiares, y enfocara asuntos más genéricos. Diálogos,
así no son hoy posibles, porque nada hay común en los pueblos. Es decir, los
pueblos no son tales; son grupos de casas aisladas, amontonadas, porque así lo
estuvieron siempre. Pasear, pues, por los pueblos, podría dar y da, ¡y con qué
fuerza, una idea de su estado real y verdadero. ¿Qué ello no tiene interés?,
¡Válgame Dios bendito! Lo tiene, y enorme.
() Me he preguntado
muchas veces, paseando por los pueblos, comprobando la soledad e insolidaridad
que reina en ellos, la espantosa pequeñez de visión, la asfixiante comadrería
que constituye el único denominador común de su vida social, si el
desplazamiento del campo a la ciudad no será una de las pocas cosas de buen
sentido que puedan hacerse en las presentes circunstancias. Me sabe muy mal
haber escrito esta frase. Pero con sinceridad afirmo que al vida en los pueblos
es asfixiante, y a pesar de todos los pesares, a pesar de la tristeza inmensa
de la vida en la gran ciudad, yo comprendo que la gente abandone sus pueblos.
Yo no me marcharía. ¡Pero comprendo que la gente se marche para siempre!
Así, pues, yo
propongo, en los pueblos, simplemente esto: pasear. Con ello se tendrá una idea
del aspecto materia de las cosas. Y de muchas otras cosas que no son el aspecto
material. Aquí esta, por ejemplo, la política.
Josep Pla
Otoño, 1948
Viaje a pie
Ediciones 98
Extracto de sus
páginas iniciales….
Querido amigo,
cuando subas al charco a rezar a la Pilarica, “virgencica, que me quede como
estoy” es lo mejor que puedes pedirle, para ti y para todos nosotros, también
por el pueblo, no lo dudes ni un momento, reza por todos, tal vez, siguiendo la
recomendación del libro, siendo como tienes todo el tiempo del mundo, debieras subir
a la capital andando, o cuando menos en autobús, en tren que quieres que te
diga, tú y todos de por allí, bien sabéis como está la cosa, igual no te topas
con nadie con quien charrar y te pasas el viaje echando un rosquete, sería una pena,
aprovecha y entra en alguna de las
muchas librerías que hay alrededor del Coso, hazme caso, te sentara bien, lo
mismo que el rezar, déjate unos cuartos en el libro, yo te lo compraría si me
encontrase en la certeza de que te lo ibas a leer, y lee a Pla en su Viaje a pie,
y veras como hoy, como ayer, la cosa no cambia, ni cambiara, no lo esperes.
Y por favor, no te
demores en los asuntos pendientes con el Reino de Valencia, tu andas y
charras mucho, capazo tras capazo lo mismo que Josep Pla, sólo la boina te falta. Y todo se te olvida.
Recuerdos.
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