21 de marzo de 1918.
En este país tenemos una
costumbre muy curiosa. Cuando nos encontramos, en la calle, no tenemos, apenas,
nada que decirnos. Pero, una vez despedidos y dados siete u ocho pasos, se nos
ocurren de repente una serie de cosas urgentes que decir a la persona que hemos
dejado hace un momento. Entonces la interpelamos a grandes gritos, alzando
considerablemente la voz, braceando aparatosamente. El otro nos contesta, claro
es, gritando y braceando con el mismo ímpetu. Como mientras tanto vamos
caminando y la separación de nuestro interlocutor, va aumentando, la conversación
se convierte en un guirigay terrible. Al final, la distancia se hace tan larga
que prácticamente es imposible oír nada. Entonces uno dice, haciendo un gran
esfuerzo:
- Bueno, ya hablaremos...
- Sí, sí, ya hablaremos...
Y, cuando nos volvemos a
encontrar, no tenemos nada que decirnos.
El Cuaderno Gris. Josep Pla
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