Por, José Tomás Cuéllar, año 2012
Dijo el poeta que la patria del
hombre es su infancia. Buena parte de mi infancia es Calamocha: paisajes,
rincones, personas, rostros… Escenas que han quedado en mi memoria como
fotografías de un “álbum entrañable” del que uno no puede desprenderse y que siempre
lleva consigo allá por donde va.
Una de las escenas que recuerdo
con nitidez es la de la incipiente primavera en los campos y las filas de niños
en la calle La Balsa ,
camino de la iglesia, bajo la atenta y severa mirada de D. Miguel Maícas. Aquel recorrido me hacía
intuir la llegada de la Semana Santa. Era
costumbre de la época el que los niños y niñas de la escuela asistiesen a las “Cruces”
la tarde de los viernes de Cuaresma. Mosén Salustiano recitaba oraciones al pie
de cada una de las estaciones, que llegaban hasta nosotros como un murmullo
lejano e ininteligible. Y aquel murmullo contribuía a que levantásemos la
mirada hacia las alturas y nuestra imaginación infantil volase buscando paisajes
más abiertos.
Recuerdo la Semana Santa como
unos días sin escuela. Días en los que la televisión adquiría especiales tonos
grises debido a una programación distinta, aburrida, que invitaba a salir a la calle, a deambular
por el campo o por la cercana estación, a construir alguna cabaña con los
amigos…
Recuerdo las tardes de las
procesiones. Al tío Octulio vistiéndose el hábito de nazareno para, como se decía
entonces y ahora, llevar el “santo”. A la tía Pilar , siempre
con prisas, llamándonos para llegar puntuales a las celebraciones y a la procesión. A mi madre
peinándonos para que saliésemos bien arreglados. A la abuela María sentada en
la puerta, como siempre, viendo pasar a la gente y viéndonos marchar a todos.
Recuerdo la procesión en la
calle Real , el casino y los bares con las luces apagadas, las
cofradías de siempre, pero con pocos cofrades, los de toda la vida. Recuerdo a la Guardia Civil
engalanada y con el Mauser a la tercerola. Recuerdo especialmente al tío Andrés el Tajada, que
sin pertenecer a ninguna cofradía, levaba su particular cruz intentando imitar
al verdadero Nazareno en las calles de Jerusalén
En plena infancia, una mañana de
septiembre, me fui a los frailes, como se decía por los pueblos del Jiloca. Con
ellos universalicé y globalicé mi existencia y descubrí que Calamocha es conocida,
incluso en Menorca, donde el nombre sonaba, pero no sabían exactamente en qué
zona de la isla situarla. Y con los frailes conocí otras Semanas Santas y
entendí lo que ese tiempo tan especial significa en la vida de tantas personas,
creyentes o no creyentes, que se acercan hasta las procesiones.
Durante esos años, la Semana Santa de
Calamocha la viví a través de las cartas al principio y del teléfono después. Últimamente
lo hago a través de Internet… ¡Calamocha siempre en el recuerdo! Todavía me
viene a la memoria el entusiasmo del tío Octulio por ser la cofradía de Jesús
Nazareno la pionera en introducir un “carro” que facilitase llevar el paso.
Recuerdo la primera foto que se debió hacer del Nazareno. Una foto hecha por
Ángel Martín a raíz del estreno de la nueva túnica que se había confeccionado
para la imagen. Y
también me llegaban cada año noticias del centro de flores que la tía Ángela
había comprado en Zaragoza para situarlo a los pies del “santo”, y que luego
llevaría al cementerio para recordar a todos los nuestros que ya nos habían
dejado.
En 1999, después de casi veinte
años, tuve la oportunidad de volver a ver la Semana Santa de
Calamocha. Encontré una Semana Santa distinta de la de mi infancia. Más
concurrida, más participada, más colorida y sonora. Fue un momento entrañable el
final de la procesión, cuando las cofradías concentradas en la plaza dejaron de
tocar los tambores y en silencio entraron al Cristo muerto a la iglesia. En aquel
momento me vino a la mente aquel enunciado que aprendí en las interminables
clases de Metafísica en la facultad de Granada: “Cuando callan los entes se
escucha al Ser”. Fue aquella una escena indeleble para siempre en mi entrañable
“archivo fotográfico”: la posibilidad de escuchar lo inaudible.
Con los años he ido resituando la pertenencia de la familia a la
cofradía de Jesús Nazareno. La cofradía del Nazareno tiene en Calamocha una
historia larga, indocumentada, sin
papeles. Una historia que únicamente puede ser reconstruida por los recuerdos
de quienes durante generaciones lo llevaron en sus hombros. Una historia
humilde, como sencillos fueron sus primeros cofrades. El primer cofrade de la
familia fue Vicente Saz, el abuelo de la abuela María. Un
hombre del Poyo nacido en Alcorcón, cerca de Madrid y que murió en el Arrabal el
día de San Roque de 1918. Siempre vistió como los hombres de nuestra tierra,
con pañuelo en la cabeza y calzón blanco. Se cuenta que el paso de Jesús
Nazareno fue sorteado entre los parroquianos del pueblo. Al tatarabuelo Vicente
le tocó en suerte el palo trasero izquierdo. Y con los otros tres palos comenzó
la historia de una cofradía humilde, cuyos cofrades vivieron como una gran
suerte el peso del Cristo, que tendrían que llevar sobre sus hombros.
Costaleros acostumbrados al peso del trabajo en el campo. Aquellos hombres
adoptaron una túnica de color morado, el
color del sacrificio, y el tercerol, tan identificado con la Semana Santa de nuestra
tierra aragonesa. La nieta conservó hasta su muerte el hábito de nazareno de
aquel buen hombre. Y el tercer palo también lo heredó el bisabuelo Pedro,
hombre recto y bueno, las circunstancias quisieron que muriese el Jueves Santo de 1965, y como el Nazareno,
enterrado el Viernes Santo, sin el toque de las campanas, la máxima expresión
del luto en la Iglesia
de la época. Y
lo continuó llevando el tío Vicente, tan legendario como atrevido, que
contribuía a poner en la cofradía una alegría que rompía con el formalismo de
lo políticamente correcto. Y con esta peculiar herencia continúa desde los años
setenta el tío Octulio, pozolero de nacimiento y calamochino de adopción.
Recordando los rostros de todos ellos en la distancia uno cae en la cuenta del
paso del tiempo, también de que han sido cuatro las generaciones de nazarenos en
la familia, más de cien años acompañando ininterrumpidamente a Cristo por las
calles de Calamocha.
Mil gracias al amigo Pepe Tomás, embajador calamochino allá donde quiera que va, lector infatigable, estudioso, divulgador de recuerdos, nazareno,... quien como tantos otros, cada mañana al levantarse, se asoma a la ventana esperando ver Santa Bárbara y no la encuentra, tampoco la Dehesa, entonces resignado, cuenta una vez más, los dias que restan para ver llegar a San Roque bajo la generosa sombra de la nave de la iglesia en el fin de su procesión, para volver a la niñez, para ver a la familia para sentir Calamocha.
Recuerdos
JESUS
PD Atento, de aqui a cuatro dias, alli en las islas, ya tendras cerezas, ya habra guindas, ya podreis fer retaci tot l´any.
Edito los comentarios de José Luis Sancho e Isamel:
Me acuerdo perfectamente de las excursiones hasta la iglesia de los escolares, en fila india y sin alborotos bajo la atenta mirada de los maestros. D. Maicas no me llego a dar clase pero sí que lo conocimos como uno de los maestros a los que no había que enfadar mucho.
Me acuerdo de Mosén Salustiano, sobre todo cuando nos daba el catecismo, si no te sabías la oración del día te mandaba al final de la fila. Y así nos aprendimos bastante mejor el catecismo que no ahora. Que les obligan a los chicos a estar tres años de catequesis antes de comulgar y otros tres después y total para que no se sepan el padre nuestro.
En fin que me voy por los cerros de Dehesa, pero así era la Semana Santa en Calamocha, con la procesión que parecía un entierro de tercera nunca mejor dicho y que en diez minutos hacían todo el recorrido los Santos.
En fin que lo de antes mejor o peor solamente se ha quedado en el titulo de este blog. RECUERDOS.
Un abrazo desde Calamocha
Saludos
Edito los comentarios de José Luis Sancho e Isamel:
Los Recuerdos de José Luis Sancho. (Calamocha)
Mis recuerdos de la Semana Santa son exactamente
como José Tomas ha relatado. No inmerso en ninguna cofradía pues mi familia no
se ha arrimado nunca a ninguna, pero si en el aspecto triste de los días.
Me acuerdo perfectamente de las excursiones hasta la iglesia de los escolares, en fila india y sin alborotos bajo la atenta mirada de los maestros. D. Maicas no me llego a dar clase pero sí que lo conocimos como uno de los maestros a los que no había que enfadar mucho.
Me acuerdo de Mosén Salustiano, sobre todo cuando nos daba el catecismo, si no te sabías la oración del día te mandaba al final de la fila. Y así nos aprendimos bastante mejor el catecismo que no ahora. Que les obligan a los chicos a estar tres años de catequesis antes de comulgar y otros tres después y total para que no se sepan el padre nuestro.
En fin que me voy por los cerros de Dehesa, pero así era la Semana Santa en Calamocha, con la procesión que parecía un entierro de tercera nunca mejor dicho y que en diez minutos hacían todo el recorrido los Santos.
Ahora no todo es distinto. Ahora es bonito apreciar
las mejoras que se han hecho en los pasos, los cientos de cofrades que adornan
con sus túnicas la procesión, y ese estruendo que se escucha cuando empiezan a
sonar los tambores.
En fin que lo de antes mejor o peor solamente se ha quedado en el titulo de este blog. RECUERDOS.
Un abrazo desde Calamocha
Los Recuerdos de Ismael (Valencia)
Personalmente recuerdo la Pascua de otra manera, sí
que es verdad que cuando la pasábamos en el pueblo era como dices, seria,
silenciosa, calles oscuras únicamente iluminadas por los cirios que portaban
los nazarenos descalzos.
Pero la Pascua que he vivido fue la de irnos al
campo a comernos la Mona, la de saltar a la cuerda todos en familia y con los
amigos, la de volar la cometa que en valencia se dice "empinar el
cachirulo". A ver quien lo volaba más alto. La de explotar el huevo en la
frente, incluso el que no era duro y estaba pintado igual que los demás , y
reírnos a carcajadas. ¡Que tiempos!, recuerdo a mi madre saltar a la cuerda y
darle "Tocino", una forma de saltar en la que cada vez hay que darle más
rápido hasta quedar uno extasiado y no poder mas.
¡Que tiempos!...ojala volviesen.
¡Que tiempos!...ojala volviesen.
Saludos
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