lunes, 21 de marzo de 2011

El Barrio en los años cincuenta.


De niño guardadas las fotos en una caja de zapatos, pasaba horas viéndolas una y otra vez en las eternas siestas de los veranos, a la espera de que bajase el sol y nos dejasen salir a la calle. Que no fueran las seis de la tarde no comenzaba el Barrio a quedar bajo el cobijo de las primeras sombras del día.  

Sin tele, sin maquinetas,  tan solo con tebeos, viejas revistas, periódicos, un matamoscas, y muchas moscas, muchas, tantas que a veces hasta las echo de menos. Solos con aquella vieja caja llena de fotos,  imaginando las historias que pudiera haber tras ellas, pasábamos las horas “una pena, con la de fotografías que había por casa, casi todas las perdimos”, solía decir mi abuela. 

En realidad creo que jamás perdió una sola foto, si acaso recordaba momentos, hechos, que le hubiera gustado tener “retratados” y que como muchas de las cosas en aquellos años, más que difíciles, eran caras. Imposibles sin más.

Sin duda la foto del Barrio, y otras similares, eran las que más nos gustaban, ver a nuestros abuelos y vecinos jóvenes, y sin embargos tan mayores, viejos ya en sus años de juventud, de tranquilidad, allá por los años finales de los 50, “cuando empezaban a echar el mal pelo fuera”.

La Visi comentaba hace unos días, en realidad llevamos años, unos y otros hablando de lo mismo, ellos sin duda más, cada vez que se suben al coche o al autobús, camino de los médicos a Teruel, una semana si otra también.

"El Barrio se nos va" comentan, pronto no quedara nada ni nadie del Barrio donde nacimos, donde nos criamos, aún han de pasar muchos años, pero se acaba, se nos va de las manos, de los recuerdos,  como se nos fue allí la niñez… 

Sin embargo, en realidad el Barrio, ya murió antes de que nosotros llegásemos, antes ya hubo otro Barrio, como habrá otro en unos años.


De aquella primera generación que lo construyo al acabar la guerra, los primeros en vivir allí, los niños ya son abuelos,… luego llegamos nosotros conforme ellos, sin querer, sin hacer ruido, se marchaban.

De pie, Jesús  a continuación el Francés, tenía como es lógico su nombre, pero todos le llamaban El Francés, a su vez dueño de la cámara, del mismo modo que en Francia le llamaban el “Español” por estar casado con una española, forastero allá donde fuese, luego, su mujer la Marieta, la Tía  Ángela, su hermana Maria de blanco, venida de la capital, a la moda de Valencia, de vacaciones en el pueblo, la abuela Rosa y la Tía Antonia “La Caminrealera”. 

La muerte de su marido, el entierro, los monaguillos con la cruz y el cura llegando al Barrio a buscar el cajón, es la primera que recuerdo. Ella pasaba las tardes con mi abuela al pie de la estufa de leña, haciendo ganchillo, interminables colchas, esbrinando en invierno, “copón bendito, ese zafran esta amarillo, si metes mas lengüetas que brines” le decía mi abuela, luego a la hora de pesar, el dueño del zafran de Fuentes Claras, del mismo Caminreal, de Torrijo de donde fuera, le decia “cuidao que si me encuentro un dedal dentro, me lo quedo”,… y la Tia Antonia asegura, “de oro del que caga el toro” y esos tres, cuatro duros de más que sacaba a base de lengüetas y farafolla entre el zafrán, nos los daba al momento, devanando ellas mano a mano, eternas madejas de hilo entre suspiros, más sorda que la tapia el cementerio, a pesar del sonotone, el trasto de la oreja,  siempre de buen humor, llena de refranes e historias, pero dado que era sorda, apenas hablaba, apenas se podía llevar una conversación. Y al hablar chillaba, y mi abuela, “redios no me grites, que solo oyes lo que quieres, desustanciada”.

A continuación, la Tía Ángela madre, siempre recordada con cariño, pues fue la primera en marcharse, murió joven apenas unos años después de la foto,  luego la Tía Amparo, la del horno, en cada Barrio uno, la mayor de todas… y quien cuando éramos niños, años después, venía su familia a pasar los veranos al fresco del horno, era la primera en salir cada tarde a la sombra y era allí en las puertas del horno frente a la casa de Carmen la Amada y Joaquin el Malaco, donde nos refugiábamos junto a su amplia parentela que iba y venía a verla continuamente, nunca estaba sola. 

Luego aparecen la Tía Carmen La Peregrina siempre tranquila, casi pausada, dulce, remangada y sonriente, luego la Pili, la Nelly, hija de los franceses, y Julián, el hijo de la Carmen

 Y finalmente sentadas y siempre de izquierda a derecha según lo vemos, la Cristobalina con el hijo su hermana Maria en brazos, ambas hijas de la Tía Amparo, a continuación los jóvenes Feliciano y el “abuelo” Casimiro, con sus albarcas de esparto, y casi con la edad que yo tengo ahora, con el Tete Manolin y sus rizos en su regazo, el juguete de todos, él mirando hacia otro lado, probablemente llamando al Chato, el perro lobo de la familia, deseando terminar la foto, para joparse a jugar. Hoy abuelo ya. Y sentada, en cuclillas, finalmente la nuera de la Tía Eufemia, que parece estar tejiendo algún tapabocas que regalar para el invierno a algún abuelo.

Todos eran familia, Tíos o Tías,…de todos, entrañable, para echar de menos sin duda, “anda pasa a casa de la Tía Amparo y tráete un pozal de agua fresca, que su pozo es más hondo, y pásate por casa de la Tía Ángela y pregunta por el Tío Perico, que lleva toda mañana estornudando de contino”

El retrato, supongo lo haría Manolo padre, aunque la cámara fuese del Francés, y quisiese este llevarse un recuerdo de España, luego mando al menos esta copia, de apenas cinco por cinco centímetros, casi una foto de carné, pero más que suficiente para poder recordar a todos, seria San Roque, el Santo Cristo o un domingo cualquiera del verano y lógicamente se echa en falta a mucha gente, que en ese momento a buen seguro no estarían en el Barrio, porque de haber estado, seguro, habrían salido en la foto, todo un pequeño gran acontecimiento en aquellos días.  Días en los que ni siquiera las casas de los maestros, que hoy parecen en ruinas, estaban construidas, allí, es donde posaron para recordarnos quienes fueron y quienes somos, allí es donde continúan posando.

Así era el Barrio hace, no tanto, tal vez  cincuenta años, luego llegamos nosotros, también para irnos.

Dedicado a la Visi, festividad del día de San José, año 2011.


Nota : 


Hace unos días me di cuenta de una cosa, un detalle que en gran parte, termina por decirlo todo, en realidad sólo vemos lo que queremos ver, y que solo recordamos lo que nos viene en gana, por asi decirlo… 

Visto el retrato, por todos, cientos de veces desde la pasada navidad, cuando decidí ponerlo, unos días después vuelvo a mirar la foto y una de sus protagonistas, que todos vimos, ha desaparecido. Curioso.

La mujer del “Francés”, la Marieta, no está en la foto,  y sin embargo todos la habíamos visto, la explicación no tiene nada del otro mundo, simplemente que si aparece en alguna otra foto similar de ese mismo verano, de modo que casi con seguridad seria ella, y no el "Padre Manolo" quien hiciese tan soberbia fotografía. Merito de todos, en especial de quienes posan.

Andaría el Tete Manolin padre, sin tiempo para tonterías, al pie del cañón, sin poder separase ni un momento del fuego, haciendo el arroz, mano a mano con su suegro el Tío Perico,  en un dialogo a todas luces incomprensible por ambas partes: 

Mecagüen el turrón maño, vamos hacernos el retrato con todos, deja la paella un rato, que no pasara nada … 

Che collons, que no, calle, calle, vaya usted si quiere, que esta leña de sarmiento no vale res, si voy se nos quema el arroz, … el próximo día además de un garrafon de agua de Valencia, traeré leña de naranjo, que esa si que es buena, no el sarmiento. Vaya, vaya usted.

Copon bendito, cuanta tontería tenéis  los de la capital. Como para dejarte solo maño, no saldré en el retrato porque capaz eres, si te dejo solo, de pegarle fuego al Barrio.

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