domingo, 1 de febrero de 2015

Lo Prohibido.

   Donostia. (2011) Editorial Meteora. 
Leyendo a Jon Lauko

Calamocha, domingo 23 de noviembre de 2014

A través de la ventana veo como aparca un desvencijado Rover de color gris, esta nublado, a punto de llover, si hiciese frío, pienso, nevaría. Alguien baja, no se molesta en cerrarlo, cruza la calle,, ligero a pesar de su oronda envergadura y edad, creo saber quien es, JB, alias JB, agitador del pueblo a tiempo completo, tiemblo al verlo llegar, si quiera de frío, lleva en la mano lo que parece una bolsa de Simago, una vieja chaqueta de chándal azul, lo tapa, no puedo ver más, abre la puerta de casa, se acerca a mí, sin mediar palabra…  Me temo, llegada mi hora, viene dispuesto ajustar cuentas y yo soy su objetivo.


Bang, Bang… Deja caer ante mi, Donostia y Estación Paris, novelas de Jon Lauko. Me debes 37 euros. Dice tajante. Págame, las dedicatorias fueron por cuenta de Jon. No me des las gracias, no a mi, ni a él, si no a vuestro pueblo, ese del que renegasteis el día que os fuisteis, ve pensando de qué parte estas, ve pensando qué haces por tu tierra.

La amenaza me desconcierta, pero digamos no me afecta. Mi apego a su tierra, que también es la mía, es distinto al suyo. Error por mi parte.



En ese momento le suena el móvil, no creo en casualidades, tampoco creo en lo que oigo, reconozco la voz y los versos, lo deja sonar, no le hace ni caso. Va por mí. Se hace el silencio entre los dos.

“Siempre hay un amigo de los más ricos, y a esos les llevan agua y corderitos. De Madrid han venido que nos marchemos, que nos guardan el pueblo para cementerio”.


Castellón, martes 25 de noviembre.

Son las siete de la tarde cuando llego a casa, ya de noche, el termómetro marca 18 grados, el tiempo esta pesado, hay humedad, pero lo peor de todo es que no hace frío y lo echo de menos. Al entrar me dicen: “Hemos traído del cole dos libros de lectura, y nos hemos leído la primera pagina. Hay uno que te gustara y otro de esos que no, de los que te dan ganas de tirar por la ventana”. Después de tantos libros leídos, en los últimos años, la literatura infantil y juvenil contemporánea ya no tiene secretos para nosotros, así, la critica de la primera hoja suele ser certera, da igual este el libro en valenciano, catalán o español.



¿Tirar por la ventana? Me acuerdo entonces de JB y su pasión por defenestrar a quien, a su juicio no quiere lo suficiente a su pueblo, o lo quiere a una manera, que no es la oficial, la suya propia. Manera equivocada. Con el firme propósito de leer solo la primera página, tomo el libro de Jon Lauko, Donostia. La leo, y lo cierro. Estoy enfrascado leyendo Lo Prohibido de Galdós, y no puedo serle infiel, no puedo leer dos libros a la vez, debería estar prohibido. Dejo Donostia en la estantería. Leída la primera pagina, no hay duda, no lo tirare por la ventana. Me gusta.


A la mañana siguiente recuerdo lo leído, no me lo puedo quitar de la cabeza, esa primera pagina, la escena por así decirlo de la bañera, la España del 77 que despierta entre espuma, amantes y whisky, doy un repaso a las musas de la transición tratando de averiguar quien se esconde tras el personaje, aquellas mujeres que se desnudaban por exigencia del guión y copaban las portadas de las revistas de esos años de la transición que ahora nos quieren hacer creer, fueron una equivocación, no sirvieron para nada, ni sus desnudos, ni sus leyes.

Durante los dos días siguientes trato, sin éxito de encontrar un hueco y leer, quiero saber quien sale de la bañera, el por qué, y sobre todo que se deshaga del que esta durmiendo en su cama. No me cae bien, estoy celoso. Quiero leer el libro, y no puedo, la angustia hace presa en mí y decido ponerle fin. Al fin y al cabo serán un par de horas tan intensas como dulces.

En apenas unas páginas ya no me importa quien salio de la bañera, si Victoria Vera, o Nadiuska, ni quien estaba en la cama, empiezo a pasear por Donostia, lejos ya de Barcelona, donde comienza todo, sin paraguas, saboreando su cocina y sus vinos, serán cosas de la edad, ya no me apetece meterme en la cama con nadie, solo comer, beber y pasear, enterarme de todo al fin y al cabo, apunto alguna que otra receta y decididamente, tomo partido por Kepa, su protagonista, vividor, fantasma, antihéroe, o tal vez no,  alter ego de uno mismo, protagonista que siente la muerte en los talones, cual Cary Grant de Renteria, en aquella de Hisckok del mismo nombre, todo angustia, todo interrogantes, por qué yo …



Son 141 páginas trepidantes, sin descanso, tan vitales como angustiosas, a ritmo de telefilme,  donde todos se vigilan, se conocen, el destino les lleva y les trae, casualidades, en la vida también,  todo es casual, bajo el formato de lo que podía ser un diario de los hechos, al que solo le falta el santoral, donde el tiempo metereológico, se convierte en transfondo de todo.

Con lluvia, las horas, son más tristes. Y así el bueno de Kepa un día al salir del garaje se convierte en héroe sin quererlo, pero de que sirve ser un héroe si no lo pregonas a los cuatro vientos. Complicado. ¿Y de que te sirve a ti?

Pues sirve solo para si mismo, así es Kepa, egoísta, valiente, quien se sorprende así mismo una y otra vez a lo largo de todos esos días que se suceden, días de angustia, amores, huidas, trabajo, bares, ,juego, vinos y librerías. Observándolo todo, sintiéndose observado. Por supuesto, aparece la mujer de la bañera, por cierto tiene el pelo rizado, creo ya saber quien es, se encuentran en Donostia, ella llega de Barcelona, ya se conocían, como no, de los años locos de Ibiza…

Pero claro, es una novela policiaca, no de amor, novela negra, en principio, sin muertos ni asesinos que buscar, pero con muchas preguntas, donde llega un momento en el cual ya es demasiado tarde para volver atrás, tarde para todo, y entonces si, muertos, asesinos, héroes, se suceden .. Todo es lo mismo. ¿O no?

Kepa será tal vez un héroe para si mismo, para mi también, pero a ojos de los demás será un cobarde, aunque se tendrá por valiente, para mi también lo es. Lo es todo. Pero entonces, ¿quien es el asesino?

Somos nosotros, quienes decidimos quien es o no un héroe, y somos nosotros por encima de todo y no las leyes quienes decidimos quien es o no un asesino. Si la razón es la vida, la razón esta de tu parte, y si la razón, tiene tras de si, ideas nobles, románticas, … si matas por amor, si defiendes a tu madre, si defiendes tu vida ¿que eres?.

Tal vez uno mismo, aquel que lee, sea el asesino, y sin excusa alguna en nuestro caso, sólo por placer, por saber como acaba todo, por leer el libro hasta el final… en lugar de haberlo dejado cuando Kepa amaba a Victoria Vera una y otra vez, en un hotel de San Sebastian frente a la playa de la Concha un día de lluvia como otro cualquiera. Tratando de evitar lo inevitable, el momento de la despedida. “Nos vemos en la Estación de Paris.”

Castellón, sábado 29 de noviembre.


Vuelvo a leer el final, busco el prologo, la introducción, dedicatoria, leo todo aquello que se puede leer, lo cierro y lo dejo en la estantería junto a Barrendero Enterrador Ferroviario, y decido echar un rato la siesta, me dejo caer en la cama, la ventana esta abierta, hace calor. Decían que hoy llovería, ahora, cuando va a llover, a alguien le suena el móvil y te avisa, “en diez minutos lluvia”, es ya todo tan previsible, afortunadamente a veces se equivocan, y ocurren cosas impredecibles. Como aquello que le paso al pobre Kepa un buen día la salir del garaje.



lunes, 19 de enero de 2015

De una de las increíbles historias del Tío de Valencia

De la que probablemente sea la mayor gesta aérea llevada a cabo por un pionero calamochino enamorado de su tierra, desde los inicios mismos de la aviación hasta nuestros tristes días de hoy, donde una historia de amor así, seria del todo imposible…

Él, sin duda alguna, de haber  podido elegir donde nacer, habría elegido Calamocha, sin embargo, no pudo, nosotros tampoco, pero en eso, tuvimos la suerte que a él le falto. Vino así a ver la luz un poco más arriba, en Teruel, que tampoco es mal sitio para nacer,  hasta llegado el caso, yo mismo lo hubiera elegido, eso si, con el tiempo paso a amar Calamocha por encima de todas las cosas, y siempre que podía, en aquellos años, del blanco y negro, se presentaba en el pueblo.

De hecho amaba tanto la tierra calamochina, que llegado un día, pensó seria una gran idea, poder acercarse a cualquier hora, y a escape, sin pasar las calamidades que por esas carreteras en aquellos días, a bordo de coches infames, debieranse a buen seguro pasar.

Y así, ni corto ni perezoso, por sus venas, sin duda, corría algo más que gasolina, en cualquier caso, no sangre, diese en comprar ni más menos que una avioneta, cosas también, a mi ver, de cuando la guerra, pues al parecer la hizo no solo del lado que tocaba, eso es del, correcto, si no rodeado de máquinas en aquella temprana aviación, y así, con su propia avioneta,  poder ir a su aire de Valencia, donde vivía, a su pueblo, donde caso, a cualquier hora, volar. Y así fue.

Dicho y hecho, un buen día de verano, camino de San Roque, despego de Valencia y puso rumbo a la procesión. Despego y voló, sobrevoló Teruel y aterrizó en el Campo de Aviación de Calamocha. En suma, todo un pionero, que merece capitulo a parte, más calamochino ni siquiera uno lo es, ni aún habiendo nacido allí en pleno rabal ni por mucho jamón, y cañao que coma.

No creo que ningún otro haya hecho lo que el hizo aquel día,… llegar en avión a Calamocha para pasar unos días. Del todo especial, sin duda, el aeródromo o lo que de el quede, debería llevar su nombre. Dando así por inaugurado aquel lejano verano el puente aéreo, de carácter civil y comercial,  Valencia – Calamocha.

Aquel día que aterrizo en el pueblo sobrevoló tan bajo Teruel, contaban que si paso o no por debajo del Viaducto, en cualquier caso esa parece era su intención. No lograba la familia  recordar si lo hizo o no, si finalmente se acobardo al ver correr asustada a la gente con los días de la guerra aún tan cercanos. Aunque no parece, por lo que de el contaron siempre o por las fotos que podamos ver como espejo de su alma, que fuera él, de los que se echaban atrás. Si pasó o no, no lo sé, no se ponían de acuerdo, tantas veces como se recordaba la heroica hazaña la duda seguía vigente. 

Finalmente se alejo del viaducto y siguiendo la línea de la carretera nacional, aterrizo en el Campo Aviación, una pena que vaya a dejar de existir si no lo ha hecho ya, ahora que el de Caudé esta lleno, y hasta despegan aviones del aeropuerto de  Castellón. Una pena, aquel puente aéreo podría tener hoy su continuidad, una vez abierta la ruta.

En aquellos días el aeródromo de Calamocha estaba en pleno funcionamiento, aviones, soldados haciendo la mili, mandos… y de pronto una avioneta que llegaba vete a saber de donde, tras sobrevolar Teruel, y con qué intenciones. Dio un par de vueltas por Calamocha, hizo un par de fotos aéreas, mando saludos. Todo un acontecimiento… Aterrizaje perfecto finalmente, y recibimiento amistoso por parte de la Guardia Civil, mosquetón en mano. ¡Manos arriba, alto, queda usted detenido!.

Como si la cosa no fuera con él, o si, frente a tan cordial recibimiento que le esperaba, dicen bajo de la avioneta consumada la gesta como si tal cosa, sonriente, sin perder la compostura, orgulloso de lo hecho, de su amor por el pueblo, quería estar siempre allí, llegar cuanto antes, no perder ni un segundo, ordeno y mando sin borrar la sonrisa, lo que había de hacerse, comento de donde venia, a donde iba, por qué, y quien era, “llamen si quieren a Valencia, o mejor a Madrid, acabaran antes, digan que estoy aquí y verán como cuento con todas las autorizaciones habidas y por haber, que sean menester. Lo de Teruel, si, he sido yo, no teman, al volver no entrare a ver mi casa, la gente se ha asustado. Hagan el favor de guardar bien la avioneta durante los días que este en el pueblo, volveré a Valencia con ella”.

Y unos días después, se marcha a Valencia, obviamente volando,… el puente aéreo quedaba inaugurado, a la espera de tener continuidad. Sin embargo, no hubo ya mas vuelos por su parte con origen Valencia y destino a su amada Calamocha. Quizás, donde hay patrón no manda marinero, le dieran un toque, vía conducto reglamentario desde las mas altas esferas de la cadena de mando, en tono discreto y cordial, del tipo habitual  “Camarada, se ha pasado usted cuatro pueblos, no esta el horno para bollos. Déjelo estar, baje los pies al suelo. Esto es España. Un lugar tranquilo”.

Y así hizo, tiempo después llego a su pueblo, a Calamocha, conduciendo un Mercedes, la familia contaba, que era uno de los primeros que llegaron a España tras la guerra, y que el mismísimo Franco había recibió uno igual, regalo de Alemania. Verdad sera.



Así, tal cual se le ve en la foto, Valencia 1948, día de comunión, no engañaba a nadie, siempre iba derecho, así lo recuerdan aún, con un enorme cariño, y de igual modo derecho que caminaba, pretendía que todos los fueran con él. Miembro de esa España paternalista que jamás pasara de moda, conocedora en todo momento de cual es el camino a seguir, por todos aquellos que a uno le rodean, el buen camino, el único posible. El recto. El suyo.

Y en frente, como no, tenía al resto de parientes, familia política calamochina en este caso,  esa otra España, una de tantas, que por muchas trabas que se le pongan, que por muchas palmaditas en la espalda que se le den, y parabienes que reciba, nunca se deja doblegar, ni engañar y asimismo nunca ceja en su empeño de hacer lo que le da la gana, este o no ese buen camino por todos pretendido, en la creencia siempre, de estar haciendo lo correcto, consejos los justos. Mejor darlos que recibirlos. “Este nos quiere gobernar a todos. Dejaremos que se lo crea” Se ve que decía mi abuelo, su cuñado. 


De los Años de la Cazalla. El cuñao con influencias. 



La avioneta protagonista sobrevolando el Puerto de Valencia
Recuerda su hija, mi Tía, protagonista de aquellos viajes, emocionada, añorando aquellos días de abuelos, bicicletas, avionetas, motos. Días de verano, niñez y Calamocha. Ella, mi Tía,  que sí pudo elegir, nació allí, recuerda:

Te podría contar una anécdota de los vuelos Valencia - Calamocha. 

En uno de ellos se atrevió a volar mi madre con la ilusión de ir en una hora a ver a su hija, a mí, y todo fue bien pero mi madre estaba acostumbrada a volar junto a mi padre y  tomar tierra en pista asfaltada, y claro en Calamocha…

El aeródromo de Calamocha era aquello como un sembrado, una era, con unos baches tremendos, tal fue el susto de mi madre al empezar el aterrizaje, que comenzó a gritar y a mi padre lo puso de los nerviosos y capotó un poco, bastante más bien, ya que se rompió la hélice que la tengo yo como recuerdo de aquellos días.

La Chica de la Bicicleta que quiso ser Piloto

Ya sabes que las hélices no se pueden arreglar, gracias a dios,  no pasó nada solo un gran susto para ellos, sobre todo para mi madre.

Aquel aterrizaje recuerdo que a mí me pillo llegando al Campo de Aviación,  pues mi padre siempre daba un par de vueltas al pueblo, no había móviles ni aun casi teléfonos y esa era la manera de decir, ya estamos aquí, yo, todo el pueblo le veía, y yo corriendo acudía en bici a recibir a mis padres. Imagínate como me sentía.

Resumiendo el carpintero del pueblo  arreglo la avioneta, la hélice la trajo un camión nuestro desde Valencia y mi padre se volvió tan contento.

Hoy pienso que fue una locura fiarse de cómo iba la avioneta, pero mi padre, en realidad la familia, éramos, somos así

De todas aquellas historias, de aquellos días, de esos viajes, de la avioneta en su feliz camino de Valencia a Calamocha, fueron no uno si no varios los viajes que hicieron, me quedo siempre la tristeza de no haber seguido los pasos de mi padre. 


Yo no fui piloto porque, mi madre que era lo contrario a nosotros, a mi padre y a mí,  gasolina en las venas nosotros, ella horchata, me lo suplico casi de rodillas una y otra vez, por Dios que no lo hiciera.

Pero si que he pilotado la avioneta, era una PIPER  EC. ADA Tres plazas, de mediados de los años cincuenta. Toda mi vida, me he arrepentido de no tener el título y volar, pues es precioso. Hubiera sido la primera mujer piloto de Calamocha. 


Muchísimas gracias por el recuerdo, y las fotografías, de una historia que tantas veces como se reunida la familia, era recordada con admiración y cariño, como ejemplo de superación. 

lunes, 12 de enero de 2015

El paso del tiempo.

No creáis, no voy a decir nada, no haré como hacia mi abuelo con mi pobre padre que lo llevaba a mal traer por el camino de la amargura. Luego sería mi padre, cuando ya no se acordaba de lo que el suyo hizo con él, el que me salia a mi con la cantinela aquella de los hijos, de lo mal trabajador que es uno para un padre, de no querer echar mano en casa, de trabajar lo justo fuera y de no pensar nada más que en la jarana. La gente joven ya se sabe.



No sé cuantas cosechas de patatas quedaran en el Ventorrillo, pero no voy a pasar pena, ya os las veréis, como me las vi yo. Cuando os toque ya os apañareis, y se que lo haréis bien, aquí o ande sea, eso de destripar terrones, lo llevamos en la sangre. Y os acordareis de mi, y aún mirareis para arriba a ver si me veis, y os pondréis a la faena. A la tierra.

Ya mi abuelo, de mala virgen, le decía de todo a mi padre, cada careo liaban de tres pares de coquines, y fíjate si han pasado años y seguimos comiendo lo sembrado en casa, le decía a gritos, entonces se chillaba para todo “cuando yo falte ni aun patatas comeréis, ni sembrar sabréis...Ahora la juventud no tiene tiempo para nada, ni ganas, de lo que da faena no quieren saber nada, y el huerto da muchisima, pero te da de comer, es agradecido.Vagos, mal trabajadores, mientras este uno, ni poner un pie. Sin vergüenzas.”

Fíjate tu, mi abuelo, decirle eso a mi padre que a los siete años ya iba de pastor el hombre pasando las de Cain y Abel porque no había ande echar las ovejas. Hace cien años ya de aquello. Y después el conmigo, más de lo mismo.

Luego, con el tiempo, yo hice igual, y mi padre me decía tres cuartos de lo mismo, cincuenta años, o los que fueran, después de haberlo oído él, pero con más razón, si cabe, por que yo si que no tenia ganas, mientras hubiese quien lo hiciese, a mi como a todos, no me pillaban, el día que yo falte, me decía a cualquier hora que nos quedábamos solo, no sabrás ni tirar un surco patatas derecho, menuda es la juventud de hoy, venga bailes y cine.

 A mi me parecía que yo no tenia tiempo para nada, atender al trabajo y punto y de la tierra, lo que no daba faena, lo que hacían las caballerias y luego las  maquinas, el caso es que en el hortal no ponía un pie... Y mi suegro, luego de casado, igual,”ni aún el camino de la Serrana conoces, el día que yo no pueda, ni sabrás donde esta el huerto ni sembrar nada, no se quien es peor si tu o mi hijo, mecagüen el copón bendito si no os conociera”.



Todo mentira, la juventud siempre ha sido igual, y los viejos lo mismo, lo poco que hacia uno de mozo le parecía mucho y a la gente mayor, nada. Pero cuando te llega el momento, cuando no te queda más remedio, entonces si, agarras y te pones a la faena, siembras el huerto, sacas la corte los tocinos, te joden el pienso las gallinas y aún no tienes un rato de tiempo que te vas al hortal a dar vuelta. 

A tus padres ya les viene justo para verte, que en vida nadie te hace justicia, pero si te vieran, dirían mecagüen el mozo el copón, me ha tenido aquí jodiéndome de trabajar, por que el se fuera a ganar alguna perra para irse de fiesta, que no hacer casa, y en cuando no he podido, ha cogido el hortal, y sabe más que yo. 


Por eso, este año cuando el día del Santo Cristo, fuisteis a la Serrana a sacar las patatas detrás del tractor de Ruiz, me di cuenta, no sé cuanto sembraré más, pero que no me cale pasar pena. Luego en un lado o en otro, sembrareis, y os daréis cuenta, de lo que todos nos hemos dado cuenta en algún momento, sin razón alguna, cuenta de que estáis malcriando a los hijos, como hicieron con mi y yo con vosotros, que os tengo pena, sin motivo, cría tocinos y no hijos que decía La Moracha.

viernes, 19 de diciembre de 2014

El retrato, el recuerdo más antiguo.

Feliz Navidad …

De cómo van y viene y de pronto surgen los recuerdos olvidados, las preguntas, el querer saber quién somos. Una tarde, en apariencia, cualquiera entre deberes, fotografías y libros.

Venga, cállate y apunta el ejercicio, debes multiplicar, mil-huit-cents noranta-huit per zero coma dos zero, quatre.

Sí, pero una cosa,… en esa fecha, había vivo alguien de la familia. Bueno, vivo sí, me refiero, que hayamos conocido, y sea antepasado nuestro.


Pues claro, ¿cómo si no íbamos a estar nosotros aquí? Al menos hay constancia fotográfica, del abuelo de tu abuela y también de uno de mis bisabuelos y así mismo de uno de tus tatarabuelos. En realidad todos eran la misma persona, y esta retratado, fotografiado en lo que es la foto más antigua que tenemos de un familiar. Luego, cuando acabes la multiplicación, y la hagas bien,  lo cual me parece poco probable, la busco.

Ve buscándola…. Ya está hecha y bien.



Se llamaba José y había nacido en Torrijo del Campo, en Teruel, sus padres eran de un pueblecito que se llama Odón junto a la Laguna de Gallocanta, cerca de allí también, y al cual algún día iremos y se llamaban, Francisco Meléndez, sin duda el apellido más bonito del mundo, Marco de segundo y Gaspara Sánchez, sin más apellidos.

Ellos, los de Odón eran unos de mis tatarabuelos, tuyos, ya no sé cómo se diría, lo buscaremos en el diccionario de María Moliner, que se dejaron en casa un año olvidado los Reyes Magos. O tal vez lo encontremos en las primeras páginas de Fortuna y Jacinta, de Don Benito Pérez Galdós quien para explicar el comportamiento de alguno de sus personajes se remontase tan atrás como tu hoy. Si no lo sabe él, no lo sabe nadie.

Piensa que junto a estos, en aquellos años, había otras muchas personas, todas parientes nuestros, a caballo entre esta tierra de Teruel de la que te hablo, la Castilla que linda con Teruel, la misma Francia y Andalucía, eso que se sepa, luego vete a saber quién más. Todos ellos, junto con algún que otro antepasado de origen desconocido, te hablo de aquellos niños que dejaban abandonados en la inclusa, es decir, en los conventos de padres por tanto igualmente desconocidos, y de los cuales, también hay en la familia.

Por aquella fecha de la que preguntas, nuestro familiar más lejano conocido, a quien puedes ver en la fotografía, tendría algo menos de treinta años por decir algo, y había vuelto de Cuba, allá en América al otro lado del mar. Cuba entonces era parte de España, y fue el lugar donde hizo la mili como soldado y tal vez la guerra, ya nadie lo recuerda,  había vuelto vivo, vuelto para contarlo.

Seria largo de explicártelo ahora, pero a la mili en aquellos años, a la guerra,… como casi siempre ha sido, solo iban los pobres, así que volver debió ser una suerte inmensa. Gracias a dios, o al gorro, el kepis, que le trajo suerte y pudo volver, para que todos nosotros estemos aquí.

Supongo que cuando en su igualmente pobre casa se supo que marchaba a Cuba, aún se dio gracias a dios y se pensó, podía haber sido peor, podía haber sido a Filipinas, que también era España y estaba en Asia, lejos, lejos, lejos y terminar siendo un héroe de los últimos de Filipinas, ya te contare la historia otro día, o te pondré la película, pero olvídate, en la familia no hay héroes…o  haber marchado a África, a pasar las de Viance en Marruecos. Tuvo suerte.

Y en esa foto que ves, y que parece un abuelo, tenía casi la misma edad que yo tengo ahora, murió en torno a 1920 con apenas cincuenta años.  Entonces los fotógrafos iban de pueblo en pueblo retratando a la gente, y la gente dejaba de comer por pagar una foto, juntaban cuatro reales por poder pagar y así se hacían una retrato, probablemente el único de toda su vida, gracias, a que dejase de comer uno o dos días, gracias a eso lo conocemos.

Y en la foto se ve, no solo su cara, sino también su alma, las personas de entonces no engañaban a nadie, salían en las fotografías tal cual eran. Cuentan de él, que era la persona más buena del mundo, y que se fue a Cuba con boina y volvió con el gorrito militar con el que le ves en la foto, y que se llama kepis, y que ya nunca se lo quito, que de puro viejo se le rompía y ya solo se lo ponía para las grandes ocasiones como la del retrato que nos dejó. Cuentan que con él, lo enterraron, allá en la tierra más bonita del mundo, en Torrijo. ¿De qué murió?, de viejo aunque no lo creas, de trabajar día y noche solo para poder comer, de agotamiento, a la edad que yo tengo ahora…

De los Años de la Cazalla. La mili en Cuba.


PD De lo escrito, de lo recordado, de aquella multiplicación a hoy han pasado un par de años, tal vez más. Incluso, lo que parecía imposible se ha hecho realidad, ha aparecido una fotografía aún más antigua, en concreto del siglo XIX.

 Es el retrato de un militar escribiendo una carta a casa. No sabía escribir, pero eso es lo de menos. Es una pose, como tantas otras. Muy probablemente sea él, o quien luego sería su cosuegro, otro de mis tatarabuelos, también soldado en Cuba, sus hijos, nuestros abuelos, igualmente no sabía escribir y juntaban letras en los reversos de las fotografías. “Aguelo mama” Papa de mama”.

Ya todo se confunde. Da la impresión de que un buen día, hace muchísimos años, el futuro de Cuba dependía de un puñado de pobres soldados, todos ellos de Torrijo,

¿Y cómo un pueblo tan pequeño, que mi Tia Nati siempre recordaba como el más bonito del mundo, iba a poder defender una isla, tan grande, y casi tan bonita como aquella tierra donde hoy descansa uno de tus tatarabuelos?

FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO 2015 PARA TODOS LOS CALAMOCHINOS DEL MUNDO


Calamocha, Soria, Palma Mallorca, Buenos Aires, Girona, Madird, Barcelona, Castellón, Zaragoza, Navarrete, Faura, Valencia, Francia… Continuará. 



FELICITACION: 

JOSE LUIS SANCHO PAMPLONA


Viernes 19 de diciembre de 2014, nueve de la noche, cuando la Garita del Jiloca en el Puente Romano marca cero grados. Llega la Navidad.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Nada

(Calamocha un domingo cualquiera a la hora del café, de paso, de vuelta a casa, …Calamocha en los días de hacienda. Lamento. )

Me pasa una cosa, ni buena ni mala, y es que no hacen más que rondarme, unos y otros  como quien no quiere la cosa, y te van y te vienen cuando te ven por la calle con aquello de que si el día que tu no puedas, que si el día que lo dejes,… ya ves como esta la cosa, cuando uno aún no ha enderezado para la Cañadilla,  ya me ven en el camino. Malo. Así que me paran y preguntan qué pasara después.

Tampoco ocurre nada por acercarse y preguntar, todos lo hemos hecho, cuando hemos visto que alguien  iba dando el mango y cojeaba y apuntaba al camino Navarrete  y todo por que nos interesaba lo suyo. Ley de vida.

En realidad lo que quieren es saber. Saber ¿que marchas lleváis? Por que en esta vida, cuando, como nosotros, no se tiene nada, y te lo piden, echa cuenta de cómo estarán los demás. En las últimas del todo. Es el acabose mires para ande mires.



Esto se acaba, todo se acaba, hasta Calamocha se ha de terminar un día de estos a no tardar mucho, si me apuras, aún se acabara antes el pueblo que uno. No ha quedado nada, chico, pero nada de nada. Tú no te puedes hacer una idea porque solo vienes de fiesta, pero los días de hacienda, esto es terrible. De aquí a poco el huerto, y la tierra, irán por delante. Luego nosotros y todo lo demás…

¿Aún dices maño? Todo pardina, que decía el pobre Perico, todo pardina. Qué donde trabaja el Bailador, coñe, pues no lo sabes, a falta veces que te lo he dicho, en lo mismo que trabaje yo, solo que en la puerta del al lado, y aquello esta más parado que el matadero.

Ni se construye ni se reforma, casa que se cierra, casa que se hundirá, muerto el abuelo, muerta la casa, aquí será igual, no nos engañemos… a uno le parecía hace veinte o treinta años años, cuando iba con el camión de pueblo en pueblo repartiendo cuatro sacos de cemento, un puñao de arena y medio palet de baldosas, que aquello era miseria y compañía, pero en comparación con lo de hoy, entonces no parábamos de ir de un pueblo a otro, pero lo de hoy, niño, no tiene nombre. Es el fin de todo. No hay nada. No hay para donde tirar.

Entonces ibas por aquellos pueblos, y veías a cuatro crios, los  abuelos y algún joven, y poco más, y pensabas, esto, o mucho cambia la cosa, o es la última generación, a la vuelta de unos años, no quedara nadie ni en todo Teruel ni en parte de Zaragoza. Pero no pensabas en esto, en lo de hoy, en verte tu, en ver a Calamocha en las mismas. Ahora aquellos abuelos han muerto y los crios, la de vosotros, se han jopao todos, quedan si, aquellos jóvenes camino de la vejez.

Pero aún con todo, lo peor de todo no es eso, sino que lo que veía en aquellos pueblos, es ahora lo que veo en Calamocha, a la vuelta de unos años no quedara nadie, fíjate hoy domingo, del Peirón aquí al Rabal no me he topao con nadie. No hay vida alguna.

Bueno te miento, ha parado un coche preguntado por lo de Mariano y la cesta, pero no cuentes con esa gente el día que cierre el Bar del Matadero, y luego otro que me ha preguntado por el Juzgado, pues venga, que se lo llevan, tira para abajo a escape, que ya no nos hace ni falta. La cosa va de mal en peor por todos lados y de aquí a unos años, ha de cerrar hasta el cementerio, no vamos a tener ya no donde enganchar si no ni aun donde caernos muertos. Si tarda uno mucho en morirse, ya no habrá quien lo entierre, ni te podrán enterrar en Calamocha… hasta la Guardia Civil se ira, ya no queda gente, ya no habrá que robar, que todo estará robado ya por el camino que vamos.

Gente que no hay, ni habrá, eso es lo peor, y no hay por que no hay donde echar mano, gente que ya no quedamos, antes aun ibas por ahí con el camión y decías de Calamocha soy, y enseguida la gente decía con admiración, “allí esta el matadero”, había algo, una empresa, una referencia, algo que todo el mundo conocía, ahora, ahora estamos mas jodidos que Arpa Vieja, como aquellos pueblos, sin nada, envidiando lo poco que tienen los demás y sin una empresa ni media por la que se nos pueda conocer,… y ya con al autovia, nada todo pardina.

Aquellos años, del pantano y la autovia fueron los últimos, ¿te acuerdas?, cuando salíamos a pasear por la Jampudia y ver las obras parecía que nunca se acabarían,  y no lo quisimos ver, como todo iba bien no nos preocupamos por nada más, no nos veremos en otra igual, y ya ves, engordar para morir, con la autovia no entra nadie, y el pantano, muerto de asco, no han de regar jamás los de abajo, para cuatro manzanas que puedan tener,… con toda el agua que se pierde por el río, por no tener las cosas en condiciones,.. Hacer semejante obra, y así con todo.

Veremos que es eso del área de descanso en Lechago, si no hay una perra por ningún lado, ni tenemos ganas de nada, solo queremos que nos hagan las cosas, que nos lo den todo hecho, ya no sabemos para ande tirar, pero algo habrá que hacer.... Una pena todo maño, una pena.

Ahora que, o nos echan una mano, aunque sea al cuello para ahogarnos, y dejar de padecer o esto de todas maneras, se acabo. No ha de quedar ni San Roque. Venga, andaros a cáscala para vuestra tierra y no volváis hasta el buen tiempo y las fiestas. Tira echa lo poco que queda del huerto al maletero y joparos.

Y por este año, no hagas cuenta de llevarte nada más de lo del huerto, se ha terminado todo, al año que viene ya veremos, que dijo aquel, si sembramos o no, con lo que te llevas hoy tendrás que pasar el invierno, ya te apañaras como puedas, y vete pensando la marcha que llevéis, para dentro de unos años, a ti te tocara vender la tierra, en cuanto tire uno para arriba y la casa se cierre, agarras y la vendes, vende todo, toda la tierra a tomar pol culo, todo, no dejes nada, le pegas fuego, le metes herbicida, a ti te tocara acabar con todo, cuando ya no quede nada a la vuelta de cuatro días…

Fin.

Venga, no sigas siempre estamos con la misma cantinela, en peores días os habéis visto, labrando con bueyes y comiendo nabos, todos saldremos adelante y de lo otro, lo que te digo siempre, jamás venderé nada, menos la tierra, que no es mía.


La tierra es de quien la compro, de quien se empeño para trabajarla, de quien la trabajo, y si ellos que la compraron no la pueden vender, y si tu que la trabajaste no lo hiciste, yo que no hice ni lo uno ni lo otro, menos aún voy a venderla, no pinto nada en todo esto. Ya la venderán otros con tiempo para vender y sin nada que recordar, el que venga detrás (por el camino del olvido) que arree, que decía el padre de Inocencio. Yo no.

domingo, 16 de noviembre de 2014

El mechero de Serafín

Garci, el director de cine, suele comentar que a la hora de valorar una película, por lo común, nos olvidamos de lo principal, si ha sido o no entretenida, queriendo decir que, si lo ha sido, todo lo demás sobra, la trama, el mismo desenlace, la historia de amor, lo importante es que nos haga pasar un buen rato, nos distraiga, nos haga olvidar … tal vez soñar.



De modo que haciendo un símil, la novela Barrendero, enterrador, ferroviario, de Jon Lauko, es entretenida, y mucho, más para un calamochino que vea discurrir los días y los años lejos del lugar donde nació, te hace pasar un gran rato y te da pena que se acabe. En verdad no se pude pedir más. Es Calamocha lo que se puede leer y respirar. Hasta sientes frío.

No leo novela negra, si en cambio veo cine negro, en blanco y negro, busco al asesino, lo encuentro, huye, aparece otro sospechoso… y quien la hace la paga, y así ocurre en la novela, aunque termina siendo mas justicia divina que humana, pues los protagonistas sabiendo que se ha hecho justicia no terminan de saber a qué en concreto. Todo ello con un trasfondo tan delicado como el abuso infantil,… lejos un poco de esa España negra y rural a la que estamos mas acostumbrados de pleitos banales por herencias, ribazos y riñas en el baile, puñetazos, navajas y escopetas, venganzas sin sentido. Que tal vez los más mayores esperaban encontrar.



La novela, creo, termina un capitulo antes de acabar, cuando se cierra el círculo y llega la justicia, por eso, hoy, tal vez, me arrepiento de haber leído el ultimo capitulo, que deja abierto un poco a la imaginación lo que paso entre los protagonistas y a lo que te hubiera gustado que fuese el final, pero de eso se trata, no solo de leer, sino de que una vez que has leído algo, te sugiera miles de cosas… y hagas correr la voz a unos y otros, ¿oye la has leído ya?, ¿y a qué esperas?. Final en cierto modo abierto.

Capitulo ultimo para hacer justicia, ser justos más bien, con el bueno de Agapito, justicia que le falto en el libro, cuando aquel buen hombre debió en un momento de lucidez atar los cabos y dar una lección de cómo y porque sucedieron los hechos. Corre ahora peligro, el Agapito real, lo que de él se recuerda, peligro ante el Agapito de ficción. En cualquier caso, gran suerte, que alguien te recuerde, y el no vas, que te haga protagonista de una novela.

Nada más ya salvo que para cualquier calamochino debería ser el regalo de estas navidades y de los próximos sanroques,…por cierto al final no salió San Roque en la novela, no llego el mes de agosto, la justicia fue antes. Regalaremos la novela, haremos “pueblo”…

Recuerdos



El tiempo dirá si como el Madrid de Galdós o la Valencia de Blasco Ibáñez, en unos años tengamos la Calamocha de Lauko, y recorramos sus calles y paisajes centro de la novela recordándola, cuidando de que no te pille aquel triciclo de reparto, en la misma calle de la Castellana, con Teléfonos y sus amores imposibles, allí o en la ventanilla del Ayuntamiento o                de la Castellana, con Telefonos y los amores imposibles, alli o en el blar, y te cuelgan un sanbentio, d, y entr paseemos de la Estación Vega a la Nueva pasando por las casas de esos maestros que ven lo que no se ve, y en el Cuartel, desviemos la mirada al ventanuco de la puerta tras la bandera, tratando de ver si aun el Cabo Antero, a quien solo le falto el deje andaluz, continua de guardia pagando la osadía de salirse del reglamento por un amigo, reparemos en las Escuelas Viejas, en ese infame edificio de hoy en día, poca pena le dio a su arquitecto o a quien fuese, hacer tabla rasa de su vieja fachada y en las injusticias que se comenten a diario cuando se habla por hablar, y te cuelgan un sanbentio, como al bueno de Agapito se lo colgaron en la novela, y vuelvan abrir el Bar “Catalán”, allí donde lo de Elias, para que los bocazas y oscuros mozos viejos como Andrés, griten lo que ocultan, y reviva el Casino su bulliciosa vida de antaño gracias a la novela, y una de sus salas se convierta en la biblioteca del Sr Antonio, de Genaro, de Benito, de Domingo, y den vidilla cultural al pueblo convocando de vez en cuando un concurso literario, del tipo, “Barrendero, enterrador ferroviario. El último capítulo”, …y nos quedemos mirando embobados el Molino, oigamos gritos, escudriñemos las vigas de madera, sintamos el olor del café de puchero, y lo veamos con otros ojos, tan así, que nos de igual se hunda en último acto de justicia… y nos de hasta miedo seguir el camino hacia la Estación Vega, por no saber qué hacer si nos encontramos con Serafín y su pasado, y tal vez a la costera del último camino que haremos el del cementerio, le llamemos Avenida de Agapito Saz, o Bolulevard, que suena más romántico,… camino también de Navarrete, donde al llegar pensemos si no sería la Tía Gueda la hermana del pobre Avelino, y entremos al cementerio y tratemos de averiguar el nicho donde durmió Agapito, nos asomemos a la sala de autopsias, leamos las viejas tumbas en tierra buscando a la niña. Y volvamos al pueblo ensimismados, como in albis, pensando si aquello paso o no paso, si solo fue una novela o fue verdad, y entremos al Chato y pidamos  un sol y sombra, un “gapito” sin saber muy bien porque.

Quizás a partir de hoy, cuando nos encontremos un mechero  en algún lugar de Calamocha un escalofrió nos recorra el cuerpo, y nos haga mirar alrededor, temiendo que en cualquier lugar, una desgracia haya podido ocurrir. Nos sobresalte el pitido de algún último tren camino de la estación, nos de un vuelco el corazón y dudemos por un momento seguir nuestro camino o subirnos al tren, por temor a pasar las de Avelino, en suma, quedarnos o marcharnos.

 A dios gracias ya casi nadie fuma y desgraciadamente ni aun trenes pasan ni paran por Calamocha.


Ahora que ha llegado el frío, es el momento de volverla a leer la novela, con la ilusión de que tenga un final diferente.