viernes, 18 de junio de 2021

Primavera

 Me doy cuenta tiempo después trajinando con la boca del grifo que en la pared de la cocina el calendario dice septiembre del 2020. Desde entonces la casa ha estado cerrada, sin agua, sin luz, sin vida. En realidad, muriendo. Y recuerdo que me he dejado el calendario de este año en Castellón. Lo importante era traer la caja de herramientas, como cada verano la Tía Felisa venia de Valencia tan sólo con una maleta llena de medicamentos por lo que pudiera pasar. ¿Cómo la república perdió la guerra estando ella de su parte? Aún hoy, continúa siendo un misterio.

Abrir la puerta, sentir el frio de una casa cerrada y vacía, plena de oscuridad, mientras la calle nos había recibido con el sol y el canto del cuco. Resulta todo tan familiar como extraño. Por momentos también el silencio es absoluto, tan casi mortal que asusta, me paro, miro alrededor. Continuo.

Sobre la mesa del patio un montón de marcos con fotografías. Ordenados por familias. Ochenta años de casa, cuatro generaciones, de mis abuelos a sus bisnietos. Abrimos las ventanas, subimos las persianas, vuelan las moscas, ¡benditas sean! Aquí en Castellón ciudad no hay. Por fin la luz entra, la casa vuelve a la vida y recupero la respiración y algo de tranquilidad. La primera reacción siempre es la misma, tristeza y miedo y el pensar que tal vez sería mejor no volver. Cada rincón, cada cuarto, cada peldaño está lleno de los recuerdos que nos han llevado hasta este día. La habitación donde nacimos, la misma en la que murió el abuelo Casimiro y a los pies del calendario de 1985 un enero, cuando por fin cede el grifo, recuerdo cayo desplomada mi abuela Rosa la torrijana. En principio solo llegan a mi recuerdos tristes y quiero joparme.





En lo terrenal mi hermano, retrato viviente de Casimiro “el calamochino” nacido en Torrijo, lleva la iniciativa, ahora esto, después aquello y luego lo que sea menester. Damos la luz y soltamos el agua. Contenemos la respiración en esos segundos eternos en los que se siente correr por las cañerías bocanadas de vida, esperamos un rato y armados de valor revisamos cada rincón. Con miedo abrimos los grifos. Todo en orden, la casa ha vuelto en sí, resucitado, vivirá. La calefacción funciona, la higuera en cambio en el corral ha muerto helada. En la Ferretería Sanchez Andrés nos dicen “hoy es el día del grifo”, al final hemos decidido renovarlo. Todo en realidad ha sido gracias a mi padre a quien luego subiremos a ver, el nos dejó listo todo, como tapar cada puerta, cada radiador, cada grifo…

Agotados, cuatro horas después replegamos sobre las dos de la tarde. Se ha dado bien. Luis en su rincón nos recuerda que no pudo ser, el Castellón descendió. Café en familia con Paco en el Amariello y el tío Antoñin, viva estampa de mi padre, quien resta los días para ser abuelo. De vuelta a casa me doy cuenta de que he encontrado una Calamocha muy distinta a la de semanas atrás cuando en aquella ocasión nos reencontramos con la familia llegada de Zaragoza y pasamos unas horas juntos. Parece escampar y adolece volver al pueblo.

Pensamos por un instante, una eternidad, incluso en quedarnos para siempre en la casa donde nacimos. Si Calamocha como Castellón viviera en una primavera eterna lo haríamos. Por fin podemos respirar y volvemos, al pasar por Teruel llamamos a Joaquinito. Sonreímos, hacemos planes para el verano.

sábado, 22 de mayo de 2021

Tierra calamochina I

 

Te escribo esta carta, padre, porque tengo la seguridad de que estás en los cielos, sitio ideal para leer lo que la mano de un hijo escribe con temblor. Por lo demás, siempre te gustaron mis cartas. Tampoco te contaré en ella ninguna novedad, puesto que ahí donde ahora estás al parecer se edita un periódico, titulado Eternidad, en cuyas páginas de «Sucesos» se publica en letra pequeña todo lo que hacemos.

Querido padre: El tiempo ha pasado cruel y rápidamente. ¡Un año ya! de tu marcha a la Cañadilla. De aquella tarde de tu postrera despedida donde los rayos de luz en un quiero y no puedo se abrían paso entre las nubes y sus lágrimas en forma de lluvia. Última luz que alcanzaste a ver y tal vez sentir al cerrarse tu nicho una víspera de san Isidro cuando nos dejaste definitivamente y pasaste a ser tierra calamochina esa que tanto amaste.

He decidido escribirte la presente, aunque estés al corriente de todo, para darte cuenta de un modo sencillo de cómo van las cosas por aquí del lado de quienes en una constante y vana ilusión nos creemos tan afortunados como vivos




La crónica del año dirá bien poco. Tan poco que unos años después la habremos olvidado. Tal vez el mayor recuerdo de estos días será una pregunta: ¿cómo pudo sucedernos algo así? precisamente a nosotros que bien sabíamos lo que era por recordarlo cada 16 de agosto.

Tal como viviste tus últimos días así han sido los demás hasta hoy. Encerrados la mayor parte del tiempo. Esperando una vacuna a falta de un santo redentor. Acabo pronto, con decirte que no hubo fiesta de san Roque te digo todo. Tampoco ardió la hoguera del santo cristo y desde septiembre cuando fuimos a por mama. Quien a duras penas se animó y paso allí en casa dos meses, ya no hemos vuelto. ¡Y si!, una vez más, tenias razón, la tierra nos volvió el color cuando dejo de ser culta. Sin fiemo, sin sudor, sin más agua que la caída del cielo el brillante y fértil ocre marrón, el color calamocha se perdió y se tornó blanquecino, albónica tierra de paso. Su nuevo tono hace que ya no se pueda distinguir del camino. Así seguirá por la eternidad.

Con el nuevo año llego el frio, una nevada en enero como cuando eras zagal y un hielo tras otro trajo la muerte a un Calamocha que se tiño de negro. La pandemia se hizo presente, algo que nunca pensamos fuese a suceder, la desolación contaba los contagios por docenas cada día. Resulto terrible hasta que llegado febrero comenzó a escampar. Pero no hubo respiro, entonces nos enteramos de que un tren al que nunca subiremos tal vez vaya a pasar por la vega a la vera del rio de la vida. Al menos se terminó por fin la residencia y se anunció la llegada del Matadero Aragón a los terrenos del campo de aviación donde de crio metías las ovejas las noches sin luna en el cielo ni luz en la tierra. Aunque siempre habrá quien vea en esa misma tierra yerma nuestro ser. Ya en abril por fin las vacunas llegaron y eso nos dio un respiro y una débil esperanza, si bien no pensamos que lo quede de año vaya a ser muy distinto al anterior. Como era de imaginar también cayeron las ultimas heladas que lo dejaron todo pardina y ahora que llega el buen tiempo la vida sigue y quedamos a la espera de alguna que otra pedregada.

Todo lo que veo me hace sufrir, pero si estuviera ciego sufriría lo mismo

PD Párrafo inicial y frase final escrita por José María Gironella en Carta a mi padre muerto.

 

Publicado en El Comarcal del Jiloca 14 de mayo de 2021

viernes, 14 de mayo de 2021

Correo Agde Calamocha



 Hoy una foto de la familia, no entiendo por qué en un día como este me he acordado de ella. Esta es su pequeña historia

Dedicatoria: A mi prima con cariño más sincero y a mi hermana. Maria en Agde 26 de julio de 1943
A veces las cosas no son lo que parece, en realidad parece una idílica estampa veraniega, unas vacaciones en la costa francesa al lado de la playa y mandaban una todos los años, también fotos de estudio, pero no es así




La foto está tomada en el Campo de Concentración de Agde, refugio de los exiliados anarquistas y de hecho, de los tres el pequeño nació allí

En Calamocha mi madre y su prima Nati, hermana de Maria quien envía la foto, se fijaban en los trajes, los peinados los zapatos, … y se miraban así mismas y sentían envidia. Querían estar en su lugar

Y mis abuelos Rosa y Casimiro que mandaban todos los meses a través de la Cruz Roja paquetes sobre todo con ropa y comida, leche en polvo, para el pequeño no tenían duda alguna de que ni aquella ropa, ni aquellos zapatos, ni aquellos peinados eran suyos, ni mucho menos aquellas sonrisas

Y tenían razón, uno tras otros a todos los niños, también a los padres, que también engalanados para la ocasión enviaron sus fotos, los retrataban. Cuenta Maria que había montones de ropa, y de zapatos, entraban por una puerta se quitaban lo suyo, se mudaban, cuando ya se habían duchado, les arreglaban el pelo, les daban un caramelo, sonreían, les hacían el retrato, dejaban la ropa y zapatos, se ponían lo suyo, salían por la otra puerta y días más tarde enviaban la foto, por supuesto censurada, no podían poner en la dedicatoria ni en la carta ni en esa ni en ninguna, nada que rompiese la magia.

Los protagonistas de la foto siguen entre nosotros y Maria no para de sonreír cada vez que cuenta la historia. Pensando que por algún rincón de España habrá otras muchas fotos con los mismos vestidos y zapatos por que todos escogían los mas bonitos

domingo, 25 de abril de 2021

La leyenda de la doncella Jumaya que dio nombre al campo del CF Calamocha

 Érase una vez a principios del siglo XVI cuando en nuestra querida Calamocha en aquellos días, como hoy en los nuestros, paraíso en la tierra bendecida por dios con su paz. Una cristiana joven de origen judío por nombre Jumaca o Jumaya dio en enamorarse perdidamente del mozárabe calamochino igualmente cristiano nuevo, el flamenco Jan o Juan Pudia. Él prendado de su amor bebía los cierzos por ella.

Pero aquel amor puro que, de haber sido protagonizado por otros calamochinos, cristianos viejos, puros de sangre, descendientes de las huestes del Batallador y el mismísimo Cid habría sido uno más. Contó con la oposición de todo el sabio pueblo sin excepción alguna, cristianos viejos, judíos conversos y mozárabes. Teniéndose unos y otros en tan alta estima que veían por igual y con malos ojos aquel amor contra dios y natura.

El pueblo había hablado. Sentenciado. Pero, compasivo estaba dispuesto a perdonar y darles a los amantes una oportunidad de bendecir su unión si renegaban una vez más de su fe original levantado una nueva cruz jamás vista en forma de peirón a la entrada del pueblo cara Daroca ciudad desde donde pudiera verse y fuera dicha cruz al ser levantada símbolo de su amor por el dios único y verdadero.



Pobres de solemnidad, aquello les condenaba aún más a su triste destino de vivir en soledad y morir de amor. Ambos por sus familias repudiados estaban solos. Sollozaba día tras día Juan en su desesperación por no poder desposar a su amada y decidió poner fin a su vida bebiendo el agua maldita de la fuente que acabaría llevando su nombre. Le falto valor para colgarse de un chopo junto al rio o desgarrarse la gola con su hoz. Mientras Jumaya bañada en lágrimas noche tras noche, alertada por una cristiana vieja, amancebada, buscona alcahueta quien le dijo “corred tras él, joparos lejos de aquí con vuestros parientes a la nueva Qalah Musa más allá del Poyo del Cid al sur de las montañas del Hindú Kush al valle del Helmand donde encontrareis la felicidad que aquí se os niega. ¡Dejadnos tranquilos! Pensad que más se perdió en Cutanda”. La doncella siguió su consejo y trato de evitar el suicidio de su amado saliendo en su búsqueda, corriendo acalorada roto su corazón se desplomo, cayose de sus pies a las afueras del pueblo y allí fue dejada y enterrada como infiel, dando su nombre aquel lugar: El campo de Jumaya. Mientras su enamorado moría una legua más allá en las insalubres aguas estancadas que dio en beber como solución a su mal de amores, donde igualmente quedo su cuerpo hundido en el barro dando él también su nombre a la senda que uniría ambas muertes. El camino de la Jampudia aquel que aun hoy va del Campo de Jumaya a la ya fuente seca del mismo nombre.

Mi querido lector todo cuanto he escrito es invención mía, por tanto, mentira y supongo estará conmigo en que no deja de ser una verdadera pena. Más aun si tenemos en cuenta cuan escasos andamos en Calamocha de historias fantásticas, leyendas y mitología que contar.

En fin, si usted como yo, alguna vez se ha preguntado por qué el nombre del campo de futbol de la villa es Jumaya y quiere saber la respuesta deberá comprar el libro escrito por José Carbonell “Historia de una pasión. El Club de Fútbol Calamocha” donde hallara la respuesta y muchas cosas más: “Me he limitado a recopilar información y documentación, para que quede constancia escrita de su historia, aunque es verdad que, desde mi llegada a Calamocha en 1982, he estado casi constantemente involucrado en esos menesteres como directivo e informador no profesional para los medios de comunicación

En suma, lo de Carbonell y el futbol fue y es una verdadera historia de amor real. Sueño que algún día nos pueda radiar en directo un final feliz en forma de ascenso a Segunda B del equipo de los rojos, del equipo jamonero del equipo de “los Tönnies”

Publicado el El Comarcal del Jiloca

miércoles, 21 de abril de 2021

Calamocha mágica. Retrato

 El maestro de la fotografía, el navarretino Gerardo Sancho nos retrató décadas atrás así a todos los calamochinos. De paso por este mundo, sin detenernos, sin pastor, el perro nos observa, no hay rejas, las puertas parecen abiertas, en cualquier caso seguimos nuestro camino. Toda una delicia de una Calamocha mágica que hace ya tiempo dejo de existir



Por el encuadre don Gerardo Sancho debió ver la ocasión, vio la foto y se puso a correr Castellana abajo para llegar a tiempo y hacer el retrato cuando ya el rebaño casi había pasado, el perro que lo vio venir se quedo quieto para así pasar a la posteridad.

domingo, 18 de abril de 2021

San Roque en el Santo Cristo del Rabal

-Oiga, Don Jesús, ¿San Roque, ha estado alguna vez en el Rabal, en el Santo Cristo?.

-Por supuesto, y no hace tanto, que subió a darle las gracias al Jefe, tras volver con bien de la restauración… Responde eso a tu pregunta.
-Si, y no veas de qué manera, porque si San Roque ha estado en el Santo Cristo, existe un precedente, luego hay tradición…



FOTO : Fototeca Xiloca