domingo, 23 de junio de 2013

La Tarde del Corpus Christi.


En la tarde del domingo 2 de junio el amigo Pepe Tomas me escribió desde su rincón del Mediterráneo, para nosotros era el día del Corpus, aunque caiga siempre en jueves, día grande de la vecina Daroca, en Calamocha, como en tantos otros sitios, se celebra el domingo:

Mi más cordial saludo en esta tarde del Corpus, que por fin nos ha traído la primavera a Mallorca, aunque los cereales ya están casi todos guardados en los pajares...

¿Recuerdas la fiesta del Corpus en Calamocha? Era uno de los tres jueves en los que más relucía el sol... Llevo ya cuarenta años sin verlo...

Me viene al recuerdo la procesión, en la que los niños llevábamos una rama de cerezo, con caramelos... ¡Que tiempos!

 Querido Pepe, bien sabrás lo ocurrido, en Calamocha los cereales este año no llegaran al granero, menos aun al pajar, no habrá ni para casa ni para vender.

De niño cuando llegaban estas fechas y había tormenta corríamos con mi abuela a encender una vela y rezar delante del cuadro de Santa Bárbara, nada teníamos sembrado le recordábamos, pero ella nos decía: Rezamos por los demás, por los que si tienen.

Todo pardina, una catástrofe, toca volver a empezar, tal vez sea que ahora bailamos a los santos mas que les rezamos, no lo sé.

 


Ya ves, tu recuerdo esta en la foto, comulgábamos para la Ascensión, a finales de mayo, y luego el día de Corpus, los niños más pequeños íbamos a misa de doce, con la rama de cerezo, (que mi padre traía de la Ribera, camión arriba, camión abajo, en Calamocha, cerezas, ya lo sabes, prácticamente imposible), o una rama de almendro, o de chopo, ... llena de caramelos, para bendecir, a pie del Palio, toldo aquel que debía tener mas años que entre todos del pueblo.

La foto es de principios de los setenta, de aquellos años de crisis total que ya nadie recuerda, en la foto aún no había llegado, fueron tan grandes, y tan devastadores sus efectos, que debió ser el ultimo año que fuimos niños a la iglesia con el ramo de caramelos, ... tan es así, que no recuerdo más. Se llevo la crisis por delante la foto y todos sus recuerdos. Luego llegarían otras.

El hecho de ir en pantalón corto y nuestras madres de "verano", siempre nos llevaba a pensar, que la foto no era del Corpus, que debía ser otra fiesta, ¿pero cual?. No hallábamos respuesta. Y nos remitíamos el frío que hacia el día del Corpus del año en que comulgue, a juzgar por las fotos, pleno invierno.

Por la tarde ese mismo día, salían los que habían comulgado ese año, salían en procesión llevando unos santos pequeñitos, por ahí están las fotos, por cierto el año que me tocaba además de frio también  llovió y no salimos de la iglesia.

Recuerdos, algún día, hasta veremos llover el día de San Roque en la procesión.
 
PD Ya me contaras, por conducto interno, cuales eran esos otros dos jueves que recuerdas.

lunes, 27 de mayo de 2013

Aquellas tardes de los domingos. ¡Qué grande era el cine!

Sesenta años ya del estreno de Lo que el viento se llevó en Calamocha.

 


De zagal, sentado junto a la tele, cada vez que empezaba una película, solía escuchar:


¿Te acuerdas?, esta la vimos en el cine, "cinemascope" pone en las letras, ¡qué película tan bonita!, ¡qué actores tan buenos! Ya no hacen películas como las de antes. Las hemos visto todas. Es una pena. ¡Y en color! En color debe ser preciosa".


Lo oí tantas veces, que sin saber porqué inevitablemente me entraban las dudas una y otra vez, en torno a si seria o no verdad, si como decían, la habrían visto en el cine, o seria solo fruto de su imaginación. ¿Cómo películas tan buenas como aquellas?, se iban haber visto en un pueblo de tres al cuarto como Calamocha veinte o treinta años atrás. Aquello era del todo imposible.


Mientras, ellos, a lo suyo, continuaban recordando esos días,  al tiempo que transcurría la película del sábado en la tarde o la noche, todos frente aquel viejo televisor Philips en blanco y negro de un solo canal, que un buen día de San José del año 80, exhausto se paró. "Al final pasa esto, ¿te acuerdas?" aseguraban, a escape, al cabo de un rato. Y pasaba.


En unos días el pariente Juanico el Clavillo, apareció por casa y trajo el Philips K12, la nueva tele. Todavía no sabíamos lo que era un mando a distancia, aun quedaba algo de romanticismo en aquel televisor donde veríamos a todo color el mundial de fútbol y la llegada de los socialistas al poder, un par de años mas tarde. Al tiempo que el pariente Juan puso el modulo para ver la segunda cadena que desde apenas unos meses atrás del ya lejano 1982 había llegado a aquel remoto, frío y olvidado cinéfilo rincón de España.


Todo estaba cambiando tan deprisa,  que irremediablemente parecía no haber ya vuelta atrás para nada, o casi nada. Afortunadamente de vez en cuando veíamos  aquellas antiguas películas que mis padres habían visto ya, en el viejo y olvidado cine de Pardos. Por fin en technicolor. Y aquel segundo canal, los viernes por las noches, nos devolvía a los días pasados, y regresábamos al blanco y negro de La Clave, con James Cagney, Errol Flynn , en las películas de Raoul Walsh, Al Rojo Vivo, Objetivo Birmania...


Hace años deje de dudar de sus recuerdos, el tiempo les dio la razón, y el cartel que puede verse es una buena prueba de ello. Efectivamente de jóvenes no solo vieron cine, si no además del bueno, conocían las películas, amaban al León de la Metro, sentían pasión por Alan Ladd, Glenn Ford, James Stewart, y el alto, grande y feo, John Wayne, Cary Grant, Rod Hudson....y más allá por Sofía Loren, Llina, Elizabeth Taylor, Grace, Vivian, Doris... las grandes películas de vaqueros, romanos, piratas, aventuras y alguna que otra historia de amor y eternos musicales de Gene Kelly y Fred y Ginger. Efectivamente conocían todos los finales, no por imaginarlos, si no por haberlos visto.


Debió ser un cine magnifico, unas tardes de domingo inolvidables:

Todo se lo llevó el viento: los blancos vestidos de muselina de Escarlata O´Hara, las fiestas campestres en las plantaciones, los consejos de Mamy, las maniobras de Rhett Butler… Amores, pasiones, intrigas, esperanzas, ilusiones…Todo se lo llevó el viento de la Historia y el Cine nos lo ha vuelto a traer en una película excepcional.
 
LO QUE EL VIENTO SE LLEVO
 
Es la obra cumbre de la Cinematografía Universal, que el público espera con verdadera ansiedad y podrá admirar en el
 
TEATRO IDEAL CINEMA de CALAMOCHA
 
Los días 15,16 y 17 de Agosto de 1954
 
Sesiones de 5 Tarde y 10 Noche
 
Autorizada mayores.
 
AVISO: Por disposición de la Casa Distribuidora, quedan anulados todos los pases de favor.
 
Durante los días de las Fiestas, Bailes y Verbenas amenizados por la
ORQUESTA IRIS
 
Imp. Maicas. Calamocha
 



La película es del año 1939 y se estreno en España en el año 1950, tan solo cuatro años después llego a Calamocha, lo cual puede dar una idea de lo grande que era aquel cine y aquel pueblo, aquella Villa. Debió ser todo un acontecimiento del que se cumplen ahora, o casi, sesenta años, unas fiestas de San Roque del año 1954. Seis sesiones en tres días, casi nada.

Mi abuela Xalta, debió, pagar por supuesto, y ver la película, pues recordaba constantemente la frase "A Dios pongo por testigo..." de la escena final de la primera parte, que  durante años pensé era el final de la película...la usaba como ejemplo de nunca supe muy bien el qué:

"A todas alguna vez nos ha pasado como aquella pobre desgraciada de la Escarlata, mira que no era mala la pobre, pero que de buena no tenia ni gota, aquella que juro no pasar hambre y se tiro a la tierra a comer como los animales. A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre…".

Hoy, casi sesenta años después de aquellos días, les he preguntado por el cine, una pena que los abuelos ya no estén, ¿de que os acordáis?:


"De las películas de Trazan, de las colas que formaba la chiquillería por las mañanas para sacar la entrada a los hermanos mayores en las taquillas del Cañalejo,…Los domingos por la tarde todo Calamocha iba al cine, era un cine elegante. Al día siguiente no se hablaba de otra cosa. Aquello sí que eran películas bonitas. ¿Españolas?, no recuerdo ninguna, no sé porque no harían”

viernes, 10 de mayo de 2013

Los años de la Cazalla.


Un comienzo.

Lo recuerdo como si fuera hoy, y fue hace casi tantos años, como los que tengo, ni siquiera iba aún con las ovejas,  tendría algunos siete u ocho años, cuando un domingo, sacando las raíces del alfaz para las vacas, allá en la Suertes, vinieron los civiles a llamarnos la atención.

 Sería el año 1945, el Abuelo enseguida los guipo, mira la pareja, ya vienen a por nosotros, algún cabrón nos habrá denunciado. Viéndonos morir de hambre se quedarían contentos, nos echarían un responso y al hoyo. Pobrecicos dirían, no sé dejaron gobernar.

Todo aquello era, como siempre ha sido, por nuestro bien. Todo era, como digo,  por que en aquellos primeros años tras la guerra, en el pueblo, y en todos en general, los domingos no se podía trabajar, había que ir a comulgar, de modo que si te veían de faena, te la jugabas.

Debias salir de casa para ir al campo mudao con la ropa de los días de fiesta para que nadie pensase mal, para que nadie se llevase las manos a la cabeza porque te ibas a ganar el jornal, en lugar de ir a misa.

Alguien nos denunciaría aquel día, o nos verían los mismos civiles, vete a saber, y a la pieza donde estábamos sacando las raíces llego la pareja. El Abuelo todo era jurar, cagarse en dios y en todos los santos, salvo en el Santo Cristo. Eso jamás, de tal cosa presumía, eran otros tiempos, en balde no se hablaba y respetaba al Santo Cristo del Arrabal por encima de Dios, aun siendo, como éramos, del Barrio Bajo.

 Tu pobre Abuelo repartió juramentos para todos los santos, a gritos con todos, con la confianza que le daba el hecho de que uno de los civiles era medio pariente, de allá de la parte de Odón, de la Laguna“Maño, dime quien ha sido”, recuerdo que le decía, “Tío José, no me joda, no se lo puedo contar, qué más da, venga para casa con el zagal y aquí no ha pasao nada…”.

Y  a casa que nos tuvimos que ir. Mira que tenia huevos la cosa. Podía haber sido mucho peor, así que agarramos el montante y a casa. Podía haber sido peor como digo, haber tenido que ir al Cuartel, que además lo teníamos allí en la misma calle donde ahora está el Instituto, te acordaras claro, o a lo peor a misa, escoltaos por los de la capa, el máuser y el tricornio, figúrate si acabamos en misa. La que se hubiera preparao.



Por eso digo lo que digo, nuestros padres, vuestros Abuelos, poco o mucho, antes de salir de casa, tenían que echarse una copa de cazalla, porque si no, no había manera de llevar de ninguna forma a toda aquella gente, beatos, caciques, políticos y demás parientes, todos hermanos y la misma cosa, todos familia nuestra, que se habían propuesto, que los domingos, con una hostia y un poco de agua bendita, viviésemos nosotros los pobres desgraciaos, que vivíamos estilo cáscala, sin orden ni concierto.

Por eso la copa de cazalla antes de salir a la calle, era necesaria, lo mismo que llevar la bota de vino al hombro a todos lados. Sin lo uno, ni lo otro, no se podía salir de casa, y trago va, trago venia, se llevaba mejor todo aquello.

 Tan mal se puso la cosa, que unos meses después, ya nadie salía de casa a trabajar cuando se hacía domingo, ni tierra, ni animales, los domingos a misa, a rezar y comulgar, sin embargo, las fuerzas vivas, los de siempre, se ve que no se quedaron contentos y a escape se dieron cuenta de que nadie trabajaba, pero tampoco iban a misa.

Esta historia es buena también, decidieron tocarles los cojones a nuestros padres, con la Lista,…

Había que ir a misa si o si, y apuntarse en la Lista como que habías ido, luego los beatos, desfaenaos miserables, después de rezar por todos y comulgar, se la leían para ver quien había ido o quien no…

Nosotros nunca fuimos, teníamos otras faenas, el padre de Valero, el pobre Tío Vitos el Sacristán, como vivíamos al lado, pasaba el sábado a casa y decía, José, tranquilo, ya te he apuntao, así se hunda la iglesia mañana con todos esos zancarrones dentro.

Lo primero era lo primero, la necesidad, el trabajo, luego la devoción, no era por no ir a misa,  había cosas más importantes por hacer  que ir a verle el culo al cura mientras cantaba en latín.

Aquella vez que el Abuelo saco el Nazareno, porque yo estaba en la mili, puede que sea la única vez que fue a misa, cuando fue preciso, no fallo, no fue menester ir a buscarlo, que ya sabía lo que tenía que hacer, no era por no ir… había otros menesteres. Y si hubiéramos tenido de que vivir, pues no te digo que no hubiéramos ido a misa, a oler, como todos.

Aún me acuerdo de más, de todos aquellos que nos gobernaron y nos gobiernan, sean quienes sean, que la cosa no cambia, que decía la Tía de Francia. Un día apareció el Tío Colin por casa: José, José… dice radio macuto que pasaran todos estos del rosario y las “hostias” casa por casa y nos quitaran las patatas… nos dejaran lo justo para comer y el resto se lo llevaran para los pobres…

Capaces son estos cabrones, con tal de no trabajar y agachar los riñones en la tierra. Habrá qué pensar algo, ¿algo tendremos que hacer pa joderlos?, no, nos vamos a dejar, y que se coman, si tienen hambre las piedras, así se jodan todos, mecagüen la madre que los pario, no vendrá otra guerra… Y la Abuela se llevaba las manos a la cabeza, “callar, callar, no habléis de eso, redios”.

Teníamos lio otra vez, líos a todas horas y todos los días, para lios los de entonces, así, durante noches y noches, a oscuras y mirando de no hacer ruido, el Abuelo y yo cavamos un hoyo en el corral para enterrarlas bajo el fiemo y dejar cuatro patatos grillaos en la bodega para que se llevasen lo que quisieran cuando pasasen por casa los señoritos del agua bendita de aquellos años de la cazalla, a los que no les bastaba con comulgar para vivir, que tenían que venir a robar a los pobres, para dárselo, … a los ricos, no nos engañemos, lo mismo que ahora y siempre.
 
De los Años de la Cazalla. Recuerdo de La Primera Comunión. Un diez de mayo.

miércoles, 24 de abril de 2013

Sí, sí, ya hablaremos...

 
 


21 de marzo de 1918.

 

En este país tenemos una costumbre muy curiosa. Cuando nos encontramos, en la calle, no tenemos, apenas, nada que decirnos. Pero, una vez despedidos y dados siete u ocho pasos, se nos ocurren de repente una serie de cosas urgentes que decir a la persona que hemos dejado hace un momento. Entonces la interpelamos a grandes gritos, alzando considerablemente la voz, braceando aparatosamente. El otro nos contesta, claro es, gritando y braceando con el mismo ímpetu. Como mientras tanto vamos caminando y la separación de nuestro interlocutor, va aumentando, la conversación se convierte en un guirigay terrible. Al final, la distancia se hace tan larga que prácticamente es imposible oír nada. Entonces uno dice, haciendo un gran esfuerzo:

 

- Bueno, ya hablaremos...

- Sí, sí, ya hablaremos...

 

Y, cuando nos volvemos a encontrar, no tenemos nada que decirnos.

 

El Cuaderno Gris. Josep Pla

miércoles, 10 de abril de 2013

Volver a empezar.

Si te digo la verdad, aquel día pensé morir. La noche de antes, dormí en el rellano de las escaleras, allí medio caí, y allí me recosté.

Ni me había encendido la tele en todo el día. Estaba en las ultimicas del todo, allí dormí. De haber sido invierno, de frio me habría muerto, no me habría enterado de nada, ni importado, casi, como aquel que dice, hubiera sido lo mejor.
No pude subir a la cama, no había fuerzas para nada, ni aun para pedir ayuda, tampoco la necesitaba, mejor solo, de todas formas para qué.

A ratos cerraba los ojos, caía dormido y al rato me despertaba pensando en ver a San Pedro. Y a todos los que se han ido al cielo delante de mí.
Nada me dolía, pero, como te digo,  no me quedaban fuerzas, años y muchos es lo que uno tenía y aun tiene. Y esto, es una cadena donde vamos unos detrás de otros. Cuando uno ha visto morir a tantos, ya sabe, que un día, le tocara a él.

Pero se ve que no era ni mi día ni mi hora. No hay que darle más vueltas.
Así a la mañana siguiente, al hacerse de día y ver la luz, aun sentí el gallo cantar, y las cuatro gallinas que tengo por el corral armar jaleo. Abrí los ojos, y pensé, pues aquí estoy, otro día más. Otro, el último, no puede ser ya que uno dure mucho,…
Conque me baje del rellano del ramo de las escaleras al patio, cuatro pasos mal contaos, a la cama para qué iba a subir si de pronto me encontraba muchísmo bien, había dormido mejor que nunca…

Abrí la puerta de la calle, retire la cortina para ver el sol y me senté a esperar, ya no podía ni con la boina, no tenía ninguna faena, sólo esperar a caer rendido, muerto otra vez.
A lo que el Barrio se despertó y pasaron a verme, enseguidica me notaron que la cosa no iba bien y a escape hube de contar lo que había pasado, pero aun paicia que echaba el mal pelo fuera y dejamos lo del médico para por si acaso más adelante.
Pero conforme avanzaba el día, ya no podía engañar a nadie, el peón se jodia a escape, así que llamaron y llego el médico y dijo, “a Teruel”, y en aquel momento me hizo un desgraciao.

Lo último que uno quiere oír estando así, es que le digan, “a Teruel”, uno, cuando sabe que sus días se han acabado, solo quiere una cosa, morir en su casa, que se lo ha ganado uno, o eso cree uno.

Aún no sé cómo no me morí al sentir la receta de Don Pedro “subir a Teruel”. De haber podido, le habría dado una paliza como a un macho, es lo que se merecía aquel buen hombre.
Tu padre saco el auto de lo de Miércoles y lo acerco a la puerta de casa, yo entre unas cosas y otras no tuve cojones ni aun para subirme solo, entre unos y otros me metieron en el auto, de todos me despedí sabiendo que no los volvería a ver.

A la parte de delante me sentaron y salimos hacia el Rabal, por dirección prohibida, pero ya solo faltaba eso, que a los del Barrio no dijesen por donde hemos de tirar en esta vida.
Conforme arranco el auto y echamos a movernos, sólo pensaba en una cosa, en mi mala estrella, en la mala suerte de irme a morir a Teruel, lejos de mi casa, el Barrio y Calamocha.
Salimos por la esquina, la de Inocencio, y enderezamos para arriba, cara lo de Zarrabainas, la cooperativa, los pajares y las eras, se me habían acabado ya las trillas, la casa de tu tío y mi hermana, el Silo vacio, el Matadero pardina, y en pasar el puente la vía ya casi era de noche, los campos ya ni se veían…
No sé cuanto rato paso, ni donde estábamos, ninguno de los tres hablaba, todos sabíamos a lo que íbamos, así que no sé cuándo ni dónde, no pude más y llorando les dije, al ir a cruzar el puente seria:

 
Perdonar maños que nos os dé conversación con lo que a mí me ha gustado siempre hablar, pero ya sabéis lo que pasa, a mí, como a todos, me hubiera gustado morirme en mi casa y no en Teruel.

Como sé, que la próxima vez que cruce el puente la vía ya nada seré, me he ido despidiendo de todo lo que ha sido mi vida, ya nunca lo volveré a ver Calamocha.
 
Como él bien decía, al tiempo que todo esto me contaba un año después de ocurrido:

Yo como todos, me he de morir, pero a mi ver, ni había llegado mi hora, ni mi día, al volver de Teruel y cruzar el puente de la via en sentido contrario, entrando a Calamocha sentí como si por fin llegase al cielo, la mayor de las emociones:

“Hay que ver lo que se alegra uno cuando baja de Teruel y ve el puente la vía y Calamocha al fondo, parece la entrada al paraíso, el cielo mismo,  no hay nada más bonito, lo que hicieron conmigo los médicos fue un milagro, pude volver al pueblo…”.

 
Su día, su hora, llegaría un par de años más tarde, como él quería, en su casa.
De los Años de la Cazalla. Subir a Teruel para ir al médico, para no volver. El puente la vía. Sin duda alguna el más famoso de la villa.

sábado, 30 de marzo de 2013