Un comienzo.
Lo recuerdo como si fuera hoy, y fue hace casi tantos años,
como los que tengo, ni siquiera iba aún con las ovejas, tendría algunos
siete u ocho años, cuando un domingo, sacando las raíces del alfaz para las
vacas, allá en la Suertes,
vinieron los civiles a llamarnos la atención.
Sería el año 1945, el Abuelo enseguida los guipo, mira
la pareja, ya vienen a por nosotros, algún cabrón nos habrá denunciado.
Viéndonos morir de hambre se quedarían contentos, nos echarían un responso y al
hoyo. Pobrecicos dirían, no sé dejaron gobernar.
Todo aquello era, como siempre ha sido, por nuestro bien.
Todo era, como digo, por que en aquellos primeros años tras la guerra, en
el pueblo, y en todos en general, los domingos no se podía trabajar, había que
ir a comulgar, de modo que si te veían de faena, te la jugabas.
Debias salir de casa para ir al campo mudao con la ropa de
los días de fiesta para que nadie pensase mal, para que nadie se llevase las
manos a la cabeza porque te ibas a ganar el jornal, en lugar de ir a misa.
Alguien nos denunciaría aquel día, o nos verían los mismos
civiles, vete a saber, y a la pieza donde estábamos sacando las raíces llego la
pareja. El Abuelo todo era jurar, cagarse en dios y en todos los santos, salvo
en el Santo Cristo. Eso jamás, de tal cosa presumía, eran otros tiempos, en
balde no se hablaba y respetaba al Santo Cristo del Arrabal por encima de Dios,
aun siendo, como éramos, del Barrio Bajo.
Tu pobre Abuelo repartió juramentos para todos los
santos, a gritos con todos, con la confianza que le daba el hecho de que uno de
los civiles era medio pariente, de allá de la parte de Odón, de la Laguna… “Maño, dime
quien ha sido”, recuerdo que le decía, “Tío José, no me joda, no se lo
puedo contar, qué más da, venga para casa con el zagal y aquí no ha pasao
nada…”.
Y a casa que nos tuvimos que ir. Mira que tenia
huevos la cosa. Podía haber sido mucho peor, así que agarramos el montante y a
casa. Podía haber sido peor como digo, haber tenido que ir al Cuartel, que
además lo teníamos allí en la misma calle donde ahora está el Instituto, te
acordaras claro, o a lo peor a misa, escoltaos por los de la capa, el máuser y
el tricornio, figúrate si acabamos en misa. La que se hubiera preparao.
Por eso digo lo que digo, nuestros padres, vuestros Abuelos,
poco o mucho, antes de salir de casa, tenían que echarse una copa de cazalla,
porque si no, no había manera de llevar de ninguna forma a toda aquella gente,
beatos, caciques, políticos y demás parientes, todos hermanos y la misma cosa,
todos familia nuestra, que se habían propuesto, que los domingos, con una
hostia y un poco de agua bendita, viviésemos nosotros los pobres desgraciaos,
que vivíamos estilo cáscala, sin orden ni concierto.
Por eso la copa de cazalla antes de salir a la calle, era
necesaria, lo mismo que llevar la bota de vino al hombro a todos lados. Sin lo
uno, ni lo otro, no se podía salir de casa, y trago va, trago venia, se llevaba
mejor todo aquello.
Tan mal se puso la cosa, que unos meses después, ya
nadie salía de casa a trabajar cuando se hacía domingo, ni tierra, ni animales,
los domingos a misa, a rezar y comulgar, sin embargo, las fuerzas vivas, los de
siempre, se ve que no se quedaron contentos y a escape se dieron cuenta de que
nadie trabajaba, pero tampoco iban a misa.
Esta historia es buena también, decidieron tocarles los
cojones a nuestros padres, con la
Lista,…
Había que ir a misa si o si, y apuntarse en la Lista como que habías ido,
luego los beatos, desfaenaos miserables, después de rezar por todos y comulgar,
se la leían para ver quien había ido o quien no…
Nosotros nunca fuimos, teníamos otras faenas, el padre de
Valero, el pobre Tío Vitos el Sacristán, como vivíamos al lado, pasaba el
sábado a casa y decía, José, tranquilo, ya te he apuntao, así se hunda la
iglesia mañana con todos esos zancarrones dentro.
Lo primero era lo primero, la necesidad, el trabajo, luego
la devoción, no era por no ir a misa, había cosas más importantes por
hacer que ir a verle el culo al cura mientras cantaba en latín.
Aquella vez que el Abuelo saco el Nazareno, porque yo
estaba en la mili, puede que sea la única vez que fue a misa, cuando fue
preciso, no fallo, no fue menester ir a buscarlo, que ya sabía lo que tenía que
hacer, no era por no ir… había otros menesteres. Y si hubiéramos tenido de que
vivir, pues no te digo que no hubiéramos ido a misa, a oler, como todos.
Aún me acuerdo de más, de todos aquellos que nos gobernaron
y nos gobiernan, sean quienes sean, que la cosa no cambia, que decía la Tía de Francia. Un día
apareció el Tío Colin por casa: José, José… dice radio macuto que pasaran todos
estos del rosario y las “hostias” casa por casa y nos quitaran las patatas… nos
dejaran lo justo para comer y el resto se lo llevaran para los pobres…
Capaces son estos cabrones, con tal de no trabajar y
agachar los riñones en la tierra. Habrá qué pensar algo, ¿algo tendremos que
hacer pa joderlos?, no, nos vamos a dejar, y que se coman, si tienen hambre las
piedras, así se jodan todos, mecagüen la madre que los pario, no vendrá otra
guerra… Y la Abuela
se llevaba las manos a la cabeza, “callar, callar, no habléis de eso, redios”.
Teníamos lio otra vez, líos a todas horas y todos los días,
para lios los de entonces, así, durante noches y noches, a oscuras y mirando de no hacer ruido, el Abuelo
y yo cavamos un hoyo en el corral para enterrarlas bajo el fiemo y dejar cuatro
patatos grillaos en la bodega para que se llevasen lo que quisieran cuando
pasasen por casa los señoritos del agua bendita de aquellos años de la cazalla,
a los que no les bastaba con comulgar para vivir, que tenían que venir a robar
a los pobres, para dárselo, … a los ricos, no nos engañemos, lo mismo que ahora
y siempre.
De los Años de la Cazalla. Recuerdo de La Primera Comunión. Un diez de mayo.