A penas llevaba entonces el instituto una media docena de años, y alguien de arriba aunque con la culpa siempre carguen los de abajo, los alumnos en este caso, ideo y se saco de la manga una semana cultural o algo semejante de modo y manera que se programaron actividades de toda índole, con el fin de salir del tedio y la rutina del saber.
Charlas, cine, lecturas, juegos… Escaqueo en líneas generales, lo cual no es propio ni mucho menos, de la vida docente, … pasa en todos lados.
Y así, aquel día:
El profesor de filosofía desde el umbral de entrada a clase dijo: “Buenas tardes y perdón por el retraso. La puerta está abierta por si alguien, quiere salir de clase, ¿nadie se va?, está bien, cierro”.
Y cerró.
Se acerco a la mesa, justo frente a mí, dejo los bártulos, alzo la vista, y busco con la mirada a dos ilustres repetidoras que se sentaban, de acuerdo con su rango, en la última fila, para proseguir:
“Bien, lo primero de todo, enhorabuena a dos de mis alumnas más aventajadas, el departamento de Matemáticas esta que echa chispas, destrozado literalmente, la gente de ciencias tiene mal perder.
Con nosotros, simplemente eso no pasara, pero si llega el caso, será diferente. Mañana después de comer nos veremos las caras, jugareis contra nosotros, pues hemos alcanzado la final, ha costado, por eso llego tarde, lo hemos logrado, mañana los profesores de filosófica jugaremos la final de guiñote contra vosotras, guerreras sin piedad que habéis defenestrado al joven y preparado departamento de matemáticas.
Sinceramente, miedo me dais, yo no voy a dormir…pero bueno, habéis podido marcharos a entrenar y no lo habéis hecho,… y vuestros rivales de hoy no dejan de ser unos jovenzuelos. Pero, mujeres y cartas, en fin”.
Derrotar a la pareja de filósofos se antojaba empresa imposible, la suerte a buen seguro se habría acabado frente a la pareja de matemáticos. Solo un milagro podía apartar a las repetidoras del subcampeonato, un milagro del tipo:
“Mirar otro camión de mi pueblo, (Desde clase se veía la carretera nacional y en su constante circular de camiones siempre pasaba alguno de Soria, de Olvega, Agreda o cercanías, su casa), os quiero mucho, la verdad, y sé que vosotros a mi también, pero creerme si os digo que más de una vez abriría la ventana, y me subiría al primer camión que pasase y me iría a casa,… y en cuanto a vosotros,… creedme si os digo que saldríais adelante igual” .
Y daban miedo entre otras muchas cosas, porque él en concreto era capaz de jugar con tus cartas y las de los demás, muy por encima de lo que cualquier matemático pudiera hacer o intuir.
En aquellos años “los mentalistas” campaban a sus anchas por televisión… “Tonterías, yo también puedo aprenderme la guía telefónica de cualquier ciudad, incluida la metrópoli de Calamocha, traerla mañana y en un rato la memorizo, total son cuatro números”.
Nadie trajo nunca la guía pero entre silogismo, lógica y demás un buen día, dijo “Venga un valiente y cultivado voluntario entre vosotros, con más de cien palabras en su vocabulario,… bueno, mejor vais saliendo uno por uno y cada uno que ponga diez, veinte palabras en la pizarra las que se sepa, … luego me dais dos minutos, me las aprendo y la semana que viene, el día que queráis os las digo, y si fallo una, os vais todos al Carril a jugar al futbolín y me perdéis de vista, la alegría será reciproca”.
Fue en vano, no lo perdimos de vista.
Al día siguiente llego puntual y dejo cortésmente que entrasen primero las repetidoras, cerró la puerta y dijo:
“Por partes, como no hay mal que por bien no venga, primero de nada, felicitar al campeón tanto de damas como ajedrez, que también se encuentra entre nosotros, amigo Luis Ignacio, ¿Latorre donde estas?, no te escondas, sal, has estado fantástico, … lo de las damas no se muy bien como ha sido, pero lo de la ajedrez, fenomenal, derrotar al pardillo catedrático de matemáticas recién destetado es algo maravilloso,… se que los matemáticos te han obligado a firmar tablas, por miedo a perder, pero que les den oye, el premio será para ti.
Maravilloso, creo que con esto mas la derrota del guiñote el seminario lo cierran y se vuelven todos a la universidad, de donde no debieran haber salido, ni aún entrar si me… en fin”
“Y segundo, a estas alturas, ya todos o casi todos debéis saberlo, vuestras muy ilustres compañeras se han proclamado campeonas de guiñote, ahora si que puedo parar un camión y marcharme pues el discípulo ha superado al maestro, al menos mis enseñanzas sirven para algo, y la lectura que se supone habéis hecho de las matemáticas, de Bertarnd Russsel, también.
Hemos caído pues, en un visto y no visto, por dos cotos a cero, por ocho partidas a cero, por goleada, sin paliativos, una paliza tremenda, los profesores de filosofía hemos caído, de un modo tan sencillo como el mecanismo de un mechero, no dudéis en felicitar a la pareja, son todo un portento guiñoteril.
Mecagüen el coplero. No es ninguna excusa, pero si la realidad, que las cartas, como las mujeres, se van con quien quieren”
El profesor, una vez más y siempre, como en todo cuanto hacia o decía en cada momento, era justo.