domingo, 7 de abril de 2024

Pel camí de Singra

 

Pel cami de Singra

Leo en Zaragoza la tarde del sábado 6 de abril la edición en catalán del libro escrito por Rafa Saiz en torno a su “abuelo” Federico Centellas. Pel cami de Singra. Torres Editores 2024. Evocador título sin duda, en palabras de Lluis Rajadell donde Singra lamentablemente es el final.

Conocí el libro a través del Facebook del Ayuntamiento de Singra, en ese mismo instante lo compre y a continuación no dude en pedirle a Sara Beltrán de Radio Calamocha se hiciese con él y lo entrevistase.

“De Singra no pasaron” ahora me llega años después el recuerdo de dicha frase que tantas veces oi en los corros a los abuelos y que mi padre repetía cuando con el camion volvíamos a Calamocha y señalaba el monte. Soliamos parar a refrescarnos en su agua llenar la botella, beber y beber. Mis recuerdos de vida y felicidad contrastan con lo vivido décadas atrás por otros.

Nunca ni aun hoy supe el verdadero sentido de la frase, si lo decían en un sentido o en otro, aunque tengo una ligera idea. En la guerra quien mas perdió es quien murió. Otra frase para el recuerdo.



En las primeras paginas del libro ya se adelanta el desenlace, así que puede decirse. En ella se comenta lo que se sabe a través de las fuentes oficiales y de las familiares, estas a veces mas difíciles de acceder aunque pueda parecer lo contrario. La suerte también influye, encontrar la correspondencia del Federico con la Tereseta su mujer que quedara en el pueblo con una hija prácticamente recién nacida cuando es llamado a filas.

El resto, del libro, es su periplo novelado de un modo ameno en la desgracia, vital, muy bien escrito y documentado, tópicos que no se deben olvidar, cariño, (a decir de su autor en base a Florenci Olle, de quien ya tengo en marcha sus escritos), el camino que va desde Jorba en Barcelona hasta el país del Jiloca con capital esta vez en Singra. Desde que son llamados a filas un 15 de abril de 1937 al 25 de enero de 1938 cuando murió intentando tomar Singra para el ejercito republicano. Liberar el Jiloca

Sus restos nunca fueron encontrados. Los últimos momentos, al recibir la orden de avanzar, debieron ser terribles, el frio, una llanura inmensa y pelada, mal pertrechados y al fondo en lo alto Singra. Da miedo solo de pensarlo. Tomar dicha posicion habria sido algo mas que un milagro, y los soldados, me temo, bien lo sabian.

Muy recomendable, una joya, solo queda desear suerte a la familia. La búsqueda continua.

jueves, 4 de abril de 2024

Misa en el Santo Cristo

Los domingos a las nueve la batalladora ermitaña hacia sonar el primer toque en las campanas del Santo Cristo. Desde la cama se podía sentir el trajín. Distinto según la época del año. Al silencio de las mañanas de invierno le sucedía el ruido de escobas y corros bajo cualquier geme de sol por escaso que fuera: “Tirar a cáscala mañas, no vais a llegar.” Zanjaba la Moracha el rolde y obedientes y mudadas a escape se jopaban y subían la costera hacia lo del Carretero tocando las puertas al tiempo que guipaban a las delanteras pasar por el rabal camino de una ermita llena hasta las cachas. ¡A joderse de frio! La Gitana se quedaba en el barrio, tan devota como el resto, acudía a sentir misa a las monjicas una hora después.

Las prisas marcaban la llegada, pero no la vuelta. Entre medio lo de menos, la misa. No cale engañarse, mi abuela Rosa y sus amigas se la pasaban por las sayas del triunfo: “Los curas son hombres como nosotras” decía la Carmen y se reía, “Menudos sermones. Ya se podían ir todos a cascársela a Luco y dejarnos a solas con los santos.”  

Ir a misa era pura rutina, un acto social entre iguales, cara el sol del rabal se formaban grupos de figuras grises y negras. Viudas de moño, pañuelo a la cabeza y toquilla de lana. Sabias y cultas hasta lo inimaginable aun sin saber letra. La política siempre al margen pues jamás esperaron nada bueno. Hablar de lo que se ve nunca fue en el rabal criticar. Si en aquel gallinero se abría la puerta y se cerraba a todas horas, si al entriparrao ese lo habían echado otra vez por haragán, sí aquella pispotera estaba preñada, si aquel carnuz no pasaba con un cántaro de vino al día, si aquel zancarrón andaba más jodido que Arpa Vieja ingresado por Teruel, si a mi ver al muchicho aquel, zagal tan poca cosa lo habían echado a África en la mili. Para rematar había dicho el parte que iba a subir el pan. Menuda jodienda. Al final les iba a tocar masar otra vez. 



El cura ensotanao enfilaba al barrio bajo como alma que lleva el diablo tal y como había venido. Sin saludar, con aire marcial más solo que la una sin atreverse a pararse en corro alguno. Lecciones pocas podía dar, ni una confesión ni media docena de hostias había dado a toda esa recua que solo se llegaba hasta allí a alcagüetar en lugar de rezar. Su destino estaba claro, el infierno. Mientras el del cura por ahora era la misa en las monjas. A lo que volvían a casa era la hora de repelar el conejo y echar el arroz y mientras reposaba llegaba la Moracha y pasaba por casa y decía aquello de “niña, a que no sabes de que me enterao allá abajo. Olvídame que no es mi santo. La hostia maña que bien güele, que golica me da. Yo ya no aprenderé a cocinar” y mi abuela le decía “espera niña que te cuente primero lo que han cascao en el rabal.”

“Redios que par de alcagüetas somos. Lo mismo que las demás, parece que solo vayamos a misa a goler. Pero si alguna va al cielo seremos nosotras. El cura ya te digo yo que no. Ese no ira, ni ninguno. Como yo iré primero allí estaré con el mango del azadón en una mano y el hierro rusiente de la estufa en la otra para en cuanto asome el morro alguno que yo me sé, darle como a un tocino. Y a todas esas beatas meapilas que van detrás del cura como perros falderos, que van a misa de doce tan peripuestas, ¡chica si hasta se pintan!, que se creen las marquesas de Monflorite también les atizare, a esas las sacare a hostias. Alguna salvare, como todo, pero niña es que me tocan los huevos cuando las veo subir las gradas de vuelta a casa, que van andando y se van crujiendo. Y no paran de confesarse y pasan todos días a comulgar, redios, se ve que en casa no comen. Y de qué cojones se confesarán si yo no he pecado en toda mi puta vida.” 

“Y esta tarde maña qué leches hacemos vamos al entierro u qué, del zángano este que por fin se ha muerto, ¿te adolece o no? Aunque solo sea por verlo muerto, que se joda y arda, con todo el mal que hizo. ¿Qué se creía que no se iba a morir el tío el copón? La mala vida que le dio a la pobre de su mujer, te acuerdas maña. Él se tenía que haber muerto y no ella. ¡Vaya dios tenemos que lo ha dejado vivir tanto!”


Publicado en El Comarcal del Jiloca el Jueves Santo del 2024

lunes, 25 de marzo de 2024

¡Ojalá nunca perdamos la inocencia!

 Crónica de la Villa de Calamocha Año IV 2024                                              

·      Lunes 25 de marzo de 2024 (8.2ºC)

 

Viaje a Calamocha Domingo de Ramos del 2024

Ayer Domingo de Ramos, en un día desapacible al menos para nosotros recién llegados del calor del Reino de Valencia para sacar al Nazareno y acompañar a la Dolorosa bajo los sones del Santo Cristo y jóvenes camino de la confirmación en esa joya que es el vía crucis de la villa ese que hunde sus raíces más allá de donde puede alcanzar cronista alguno. 

Manuel nos habló con orgullo de la cruz del Santo Cristo que días atrás colocaron en el exterior de la ermita por iniciativa de su cofradía. Tan es así que insistió en que teníamos que verla y no paro hasta que accedimos. Nos guio rabal arriba no fuera a ser que de vuelta a casa nos perdiésemos, fuimos de romería, ya hay otro lugar más de obligada visita en la villa. Hablaba sin parar, nos costaba seguirlo, tomar nota de todo, hablábamos de hijos, de sus padres, ósea de nosotros, de abuelos, de apodos...”Que si hombre que sí, que los tienes que conocer, lo que pasa es que no os acordáis”

Y seguía hablando, es lo suyo, eterno Manuel, llevamos toda la vida escuchándolo y afortunadamente no damos síntomas de cansancio alguno, de esto y de lo otro, aprendemos a su lado, siempre lo hemos hecho. Mi hermano lo mismo le daba la razón que le hacía rabiar, son quintos y él puede hablarle de tú a tú, yo soy el pequeño y aun no se me permite hablar más de lo necesario en la cuadrilla. Ellos conversaban de piedras, niveles y plomadas, lo mismo que podrían hablar de sextantes y astrolabios. Yo escuchaba y trataba de aprender.



Mientras el cronista para sus adentros no dejaba de echar la vista tan atrás tanto como podía, al menos cincuenta años, que se dice pronto, cuando en los atardeceres de la primavera en el Barrio, refugiados entre los porches de los maestros de la calle Escuelas, Rebollo del mismo modo que hacía hoy Domingo de Ramos nos guiaba y nos hacía levantar la vista y mirar cara la luna llena donde para nuestro asombro al cabo de unos segundos señalaba donde se encontraba el cohete de los rusos al acecho pegando vueltas y luego el de los americanos posado sobre la luna, tal y como había dicho el parte de las tres. Por fin Manuel concentrado, chupándose el dedo alcanzaba la hazaña y lograba ver al astronauta americano saliendo del cohete y paseando presto a arrancar el Rover. Fijaos, no perdáis ripio, en cuanto de otro salto os aviso, tenéis que verlo.

Y lo vimos, claro que lo vimos, sin telescopio alguno, yo y todos los que estábamos a su alrededor, apóstoles de su palabra, ver para creer, todo un privilegio poder gozar de uno de esos pequeños detalles que te brinda la evangelizadora compañía de Manuel desde la infancia. 

Ayer vivimos otro de esos  momentos y mi hija Cecilia lo capto maravillosamente, escuchábamos y mirábamos una vez más con atención a Manuel, ojala nunca perdamos la inocencia que nos brindan los encuentros, como cincuenta años atrás, como en tantas ocasiones ayer nos dio de nuevo un recuerdo eterno.

Todo es cuestión de fe. Google, corrobora que vimos desde Calamocha a los astronautas caminar por la luna.

Nationalgeographic Apolo 16 Lanzamiento: 16 de abril de 1972

Alunizaje: 20 de abril de 1972, Cráter Descartes

Retorno a Tierra: 27 de abril de 1972, Océano Pacífico

Tripulación: John W. Young; Charles M. Duke Jr.; Thomas K. Mattingly II

El principal objetivo de la misión fue investigar la superficie lunar en el área de las tierras altas de Descartes, la cuál se consideraba representativa de gran parte de la superficie de la Luna. Fue la quinta misión que llevó hombres a la Luna y también la segunda en la que se empleó el  LRV. Los astronautas recolectaron muestras, tomaron fotografías y realizaron varios experimentos entre los que incluyó el uso por primera vez de una cámara / espectrógrafo ultravioleta en la Luna.

 Continua:

Habíamos madrugado...

martes, 5 de marzo de 2024

La Belle Époque de Olalla

 

Alla por noviembre de 1968 escribía Labordeta en Lucha: “español y aragonés, Benjamín Jarnés, tan olvidado por todos, que un día habrá que sacarlo a flote”. No es que este cronista llevado por las circunstancias de vidas pasadas se haya propuesto hacerlo siendo como es una tarea nada fácil, si bien lo intentara. “La vida es una cadena de fracasos: hay que admitirla así.” Escribió resignado el olvidado, prolífico y nada fácil autor de Olalla.

En realidad, don Benjamín vino al mundo un poco mas arriba en Codo allá por el año 1888 Su padre sacristán y sastre consta que aun teniendo dos trabajos tuvo bastante tiempo libre pues engendró 22 hijos en dos matrimonios. Benjamín fue su hijo número 17, muriendo en Madrid en 1949 “El júbilo verdadero sólo se adquiere a costa de un dolor vencido.” Murió tras haber pasado mil y una calamidades por el exilio y por la vida. A sus padres repartir cariño a tanto hijo les resulto complicado. “Puedo asegurar que nadie, nadie, puso nunca mucho empeño en asomarse a mí. Mis padres no repararon en mí” En 1900 entro en el seminario, las sotanas no le convencieron, en 1910 se jopó a la mili en Barcelona y se hizo sargento del cuerpo de intendencia. Un trabajo cómodo. Fuente de ingresos con la cual iniciar su pasión por escribir. De vuelta a Zaragoza y como militar de profesión estudio magisterio. Débil de salud, caso con Gregoria Bergua en 1916, sus biógrafos dicen que no tuvo hijos.

Empezó a escribir y publicar sin descanso, libros que la crítica elogiaba y casi nadie leía, junto con un puñado de biografías y artículos con los que lograr algún ingreso. Tuvo correspondencia con la flor y nata de los intelectuales del momento. En ella reconoce cuando le preguntan por qué dejo el seminario, que no sabría responder, lo mismo con el ejército. Seguía su camino y lo seguía solo. Las cosas se hacen porque si, no es necesario dar explicación alguna. Uno es lo primero. Sus estudiosos afirman que en sus novelas siempre hay algo autobiográfico. De ser así, sus muchos personajes o él mismo llevaron por un tiempo una vida entretenida de flor en flor que solía acabar en accidente, borrón y cuenta nueva. Por ejemplo, El Convidado de Papel termina con un nacimiento, dando así al traste con la vida planificada de Arturo, o Julio, o Benjamín quien sea, decidiendo empezar de nuevo “debí matarlo, pero no sé odiar”. Vaya usted a saber. Lo que si se puede asegurar es que era enormemente culto, lo leía todo, su escritura lo refleja, por momentos resulta compleja, apasionado de la mitología, a veces aburre, otras es harto entretenido.



La crónica que vengo escribiendo en torno a Calamocha trae parejo lo autobiográfico. La vida de mi familia cien años atrás paso un tiempo por el horno de Olalla y la calle de la Iglesia. Leo a Jarnés sin descanso desde el verano pasado, en su obra parece olvidarse de Codo y hacer de Olalla el paraíso. Allí Mosén Pedro, su hermano, su protector, su padre, ejercía de cura. Allí murió y quedo enterrado en 1926. Cuentan acudía los veranos el joven Benjamín quedando prendado de sus mujeres, Olalla debía vivir en aquellos días toda una Belle Époque. Su ultima visita parece ser fue en 1927. Si bien otro de los hermanos, Abel Jarnés, siguió acudiendo, también sargento de intendencia, articulista y escritor de lo religioso.   

Leo Lo rojo y lo azul, Paula y Paulita, Eufrosina o la gracia, Constelación de Friné,  Locura y muerte de nadie, Cuentos del agua, Venus Dinámica, El profesor inútil, Teoría del Zumbel, obra que se desarrolla a lo largo de siete días en el balneario Aguas Vivas, (Alhama de Aragón) donde los chopos son un personaje más.

Sigo comprando sus libros, viejas ediciones. Ya no se publica a Jarnés. Uno trae el sello de la Universidad Autónoma de Madrid, ¿será un libro robado? Me niego a pensar que la universidad lo vendiera por falta de lectores. Otro el sello de la biblioteca de San Esteban de la Litera ¿Cómo habrá ido a parar a la tienda donde lo compre en Madrid? Otros traen firmas y fechas de sus antiguos lectores. Un domingo en la plaza la Seo encontré dos cuadernos jarnesianos del Instituto Fernando el Católico. El vendedor fue honesto. “Casi estoy por regalártelos, los tengo hace tiempo, nadie los quiere”

En fin, lo dejo, hay más libros en camino. Mientras espero leo una vez más Mosén Pedro.

 

El Comarcal del Jiloca 29 de febrero de 2024

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 7 de febrero de 2024

El Reino del Covirán


A mitad del rabal, en realidad calle Ramon y Cajal quien en su día y por motivos de salud escuso su visita a la villa a la cual había sido invitado con el fin de estar presente en la inauguración de la calle que le dedicaron, se encuentra El Covirán.

Saludo al último de los Sidrines, parapetado una vez más cara el sol en el cantón de la calle Ingenio al pie de su portal, no me ha visto. Ni un alma por la calle salvo dos mujeres musulmanas muy elegantes que parecen de vuelta del Barrio Bajo. Ninguna cortina se abre a nuestro paso, nadie nos observa, si te caes de tus pies, pienso, igual no te encuentran hasta el día del chupinazo. La funeraria pasa vacía, algún sitio ira, pues no da puntada sin hilo, me saluda, ahí viajo mi padre desde Monreal para llegar a donde ahora esta. Alguna obra en marcha en las pequeñas casas que compran y reforman los emigrantes porque nadie parece quererlas, rompe el silencio, poco a poco tal vez el rabal recupere la vida, lo veremos, lo verán de nuevo brillar. Casas estrechas, sin garaje ni casi corral, enraizadas las unas con las otras. Por todas ande de zagal.

Covirán es una empresa de supermercados de Granada, quien iba a pensar que de tan lejos vinieran en su día a dar vida al rabal. Única tienda como tal, supermercado, que queda. Solo abre por las mañanas, lugar al cual se han propuesto mantener con vida los pocos rabaleros que aún conservan la suya propia a la espera de dar el mango. Porque nadie se quedará en ningún cornejal de esta maravillosa tierra para plantero. Convertida en una tienda de las de antes, un templo, lugar de paseos, olvidos y capazos, de aquellos días de cuando no había congeladores ni enfriaban las neveras, y se salía a diario a mercar. Unos metros más abajo la panadería, olor a vida, el horno de Carlos el Churro y el Bar del Mínino, y ya está, se acabó el mundo conocido, orlado por una mezcla de casas viejas y muy viejas donde apenas se adivina algo de vida.



Inevitable recordar mientras caminamos hacia el Covirán. Vengo de Zaragoza de paso a Castellón y he entrado a dar vuelta de mi madre, quien hoy anda más despacio que yo, lo cual hace relativamente poco que sucede. Recordar lo que veía cuando cincuenta años atrás salía con ella a comprar en esa misma calle que a mí me sigue pareciendo en su renglón torcido el rincón más bonito del mundo, rabal de Calamocha ¡si yo pudiera darte el mar!

Cara el Poyo estaba la tienda de Serrano incluso quiero recordar otra tienda frente a la gasolinera en los bajos de los pisos de Rubio, y del barrio las Escuelas cara el Peirón la tienda de Rafael y la Paca, quien también subía a vender a Los Camineros, la palabra ultramarinos lucia en su fachada y don Juan en clase nos había explicado su significado y yo creía que todo cuanto había allí llegaba de América porque nosotros en España éramos pobres y no teníamos de nada. La pescadería de la Paca y el Figura y su taxi, el bar de Santos, la carnicería de la Lucia y el Gato con sus cabezas de cordero y su carne de oveja, manjar olvidado, la barbería de Máximo que acabaría sus días en la calle Escuelas, donde por unos años tuvimos hasta estudio de fotografía con el dicharachero Enric, los relojes y tebeos de Santiago, las motosierras de Paco, la peluquería de las hermanas Colas, la tienda de Carlos el Pipero, a todas horas abierta, la tintorería, el almacén del pobre Felix, coches y motos en venta y otras muchas que ya no recuerdo por su nombre. Decididamente si, para el Rabal cualquier tiempo pasado fue mejor.

Sin más Antonio el Mínino la pasada fiesta del Santo Cristo desde la puerta del bar uno a uno me fue nombrando los negocios, oficios perdidos, que había tras cada una de las puertas hasta donde le alcanzaba la vista, carretero arriba y abajo. Imposible recordarlos todos, necesitaría el periódico entero.

Verano del 2023 D.C.


Doña Conchita, la Maestra, tras la lectura recordó: 


La tintorería, María la Pipera haciendo jerséis,  el Consultorio Médico de D. Ángel Lillo.

La tienda de frente a la gasolinera, ULTRAMARINOS de Jesús Teruel,  casado con Tere la Chopa, dependienta de la farmacia. Jubilada o muy cerca ya de su jubilación.

El de los T.B.O.S también tuvo joyería

Si nos vamos unos metros hacia el Peirón, el Banco Hispano Americano. Bueno ya es salirse de Ramon y Cajal

Frente al Pipero hubo una funeraria, propiedad de Jose Antonio El Cantavieja

Se me olvidaba la Carretería de Miguel, junto a el la herrería del padre de la Concha La Ruiza y TELEGRAFOS. No sé si ya esta todo

Por cierto, desde las Cuatro Esquinas hacia Bello, además de Calle Aragón, ¿tiene algún nombre?

Barrio Nuevo


Amparo Lopez

La tienda de enfrente la gasolinera la llevaron antes María y Armando Leon
Y lo bien que nos venía en aquella época, no tener que bajar hasta el pueblo!!!


Conchi Puertolas Lopez

La peluquería de Marisa también estaba en el arrabal y Angeles la modista cuñada de Paca la de la tienda



jueves, 11 de enero de 2024

GIGANTE

 

Se oía la puerta del Avia de Matinsa, abrir y cerrar y entre medio sonaba el pito. Era Manuel quien tras comer se subía al camión aparcado en la puerta de casa. Despertaba así a mi padre que entre tanto echaba un rosquete, “ya está aquí el tío la faria veniros uno con nosotros.” Subías al camión entre sus rodillas y de regreso caías dormido entre sus brazos Parecía habíamos dado la vuelta al mundo y tan solo íbamos a repartir gránulos para los conejos y harina para la chura de los tocinos por los pueblos cercanos. En todas casas había animales, conversación y buen trato.

El fin de semana Manuel se enfundaba el uniforme de camarero y los sábados daba cuenta de una boda tras otra en el Yoana. El domingo trajeado, elegante se convertía en portero discoteca repartiendo sonrisas. A las diez por fin se marchaba a casa a descansar. Así un año tras otro. De camino solía darnos alcance “a ver qué pasa con esos rabaleros gabaches que se os llevan las chicas los forasteros. Hay que arrimarse más.” Su sonrisa iluminaba la calle Real. Parecía tener prisa por cenar y ver la tele, descansar algo. Su caminar ligero nunca fue por el frio. De hecho, Manuel y familia desmienten el mito del frio en Calamocha. Que yo sepa nunca vistió ropa de abrigo.

Los piensos cerraron y el destino los volvió a unir en Francisco Hernández, aunque ya no se subiera al camión. Por las tardes el huerto. Mi padre paraba el coche tras la vía y charraban. El tiempo fue pasando. Y con él la figura de Manuel se haría inmensa llegada su jubilación.

Año tras año, repartió pasteles, pan y la última prensa escrita en Pastelería Micheto junto a su hija, su sonrisa, su voz y su educación hicieron el resto, convirtiéndolo en uno de los rostros más amables y reconocidos de Calamocha. Su bicicleta en la puerta, su diligencia entre cañaos, barras de pan y madalenas, su conversación, su sola presencia inundaba de luz la pastelería. Acudías a ella un día cuando no estaba y parecía como si faltase algo.

Aquellos años a su vez iban acompañados del merecido descanso, el guiñote diario en los jubilados con mi padre abrigado hasta las orejas, ¿con quién iba a ser si no? Formaban una de las parejas más temidas. El siempre en camisa y una ligera chaqueta vestía ahorrao a veces nos dejamos ganar si no dejas algo para los demás se entufan y no quieren jugar”. Los domingos los matrimonios bajaban juntos al hogar, la merienda, el bingo.



Cuando a uno se le muere un padre, resulta inevitable buscar esa figura paterna que lo sustituya entre quienes te rodean, Don Manuel para mí fue una de ellas. En semana santa, ya enfermo lo visitamos, abrazarlo fue como recuperar a mi padre, nadie tan cercano a él. Su voz y su sonrisa, su optimismo frente a los últimos momentos, nos reconfortaron a todos. En estos últimos meses aun hubo tiempo para algún que otro saludo a través del teléfono: “vamos a llamar a Manuel y Carmen” decía mi madre. “Jesusin maño, cómo estas…” En confianza contaba orgulloso: “los abuelos fuimos amigos, después los hijos y ahora los nietos también lo son. No hay nada más bonito

Don Manuel finalmente se dejó ir a causa de la edad. Cayo rendido en su cama y en su casa junto a su familia con la satisfacción de haber pasado por este mundo y dejar tras de sí una inmensa felicidad. El reconocimiento el día de su entierro por parte de los calamochinos lo dice todo. La misma crónica de la villa, (me encargaré de ello), dirá que en su funeral hubo más gente que en San Roque. Si como cronista me gustaría poder dejar por escrito algo de tantos como se marchan recordando así su paso por la villa, de Don Manuel podría decir que se ha ido un hombre bueno, pero sería injusto, fue algo más, con su ausencia Calamocha pierde a un ser, a una persona realmente extraordinaria, fuera de lo común, un ser excepcional. Un gigante querido por todos.

El Comarcal del Jiloca en la víspera de reyes del año 2024 d.c.