Sucedió la tarde del primer viernes del mes de septiembre pasado. Fue entonces cuando cometí la temeridad de exponer, colgar un par de docenas de fotografías, unas hechas por mí, otras del archivo de Ramona Romero y Antonio Peribáñez una vez revueltos los cajones de su casa al mudarse a Santa Margarita y hasta alguna que otra de autor por mi desconocido allá en Navarrete en el interior de su llamado pabellón multiusos, cuya fachada luce cual castillo y alberga entre la postrera sombra de cada día a los navarretinos.
Lo primero que hice fue
pedir perdón. Nunca he hecho ninguna exposición salvo en el Amariello, fotos
que algún día he de renovar y llegar y exponer en la cuna de don Gerardo Sancho * no sé si era lo más apropiado. Lo
dicho una temeridad.
* Gerardo Sancho del Ramo
(1911-2006) Fotógrafo natural de Navarrete del Río. En 1923 se marchó a
Zaragoza. Su tío administrador de “Heraldo”, le buscó trabajo en el periódico donde
sólo quedaba un puesto como fotógrafo. Nada se le escapaba, nada le parecía
irrelevante. Testigo imprescindible de cuanto pasaba, como un incansable cronista
gráfico a pie de calle. Tras su jubilación marchó a Valencia, donde falleció.
(Xilocapedia)
Días atrás Isabel
Moragriega me pidió fotografías. Conchi Puértolas se implicó en cuanto solicite
su ayuda, mil gracias una vez más. Pendiente queda una comida y otras muchas
tardes. En realidad, uno era lo de menos. Se trataba de pasar una tarde
diferente, de hacer algo sin más, antes de que los agosteros se joparan y las
paredes del pabellón no tengan a nadie a quien acoger a esa hora en la que el
sol se recoge por Calamocha. De poner en valor primero a través de Ramon
Fandos, castellonero afincado desde hace unos años en Navarrete que vivir y
trabajar y hasta emprender en los pueblos pequeños es posible. Él teletrabaja como
profesor de inglés y emprendedor a través de Solartint Y de Natalia Arbues quien lo sabe todo en
cuando a la indumentaria aragonesa y va y viene todos los días al Charco a
trabajar. En suma, eso que nos gusta tanto, contar y escuchar historias.
Finalmente, la fortaleza
multiusos se lleno y disfruto especialmente entre el trajín de la indumentaria.
Mientras, fuera, con el entrañable Jesús Ariñez a la cabeza, resulto, había más
gente que dentro como en las misas de antaño a las que nunca entraban los
hombres. Que para eso eran hombres, no se fueran a pensar.
¿Y ahora qué? ¿Qué hacemos
con toda esa gente? Comentamos con Isabel, Conchi, Visi cuando todo parecía acabar.
¿De perdidos al rio? El Pancrudo es fácil de vadear, habrá que darle continuidad.
Volver. Tal vez con la figura de don Gerardo Sancho, inmensa, como
protagonista, de Navarrete como un pueblo a fotografiar. Cualquier excusa será buena.
Crear un archivo del Navarrete
actual. Revolver cajones una vez más. Y lograr esa instantánea del pueblo “post”
pandemia, ahora que parece escampar. Tratar de retratar el próximo verano a
todos y cada uno de los navarretinos. Y a esa hora en que ya todos están a la
sombra del “castillo” un retrato colectivo cara la ya renovada iglesia. Guardar
las fotos en el Archivo de Calamocha para exponerlas dentro de 100 años al ver
por fin el puente la vía ensanchado o llegar una nueva pandemia. Terminar cada
verano con alguna actividad ligada a la fotografía y fotografiar con los años
todas y cada una de sus calles, casas y paisajes, los últimos huertos, pajares,
eras, trastos y considera si no vas a retratar la roya y cenicienta tierra de Santa
Margarita.