Tiempo atrás en abril de 1920 a don Antonio Caja Alegret el
ayuntamiento le concedió plaza de médico en la villa. Mes y medio después hubo
que enviarle un telegrama con “respuesta pagada” para que manifestase su intención
de venir o no. Entre todos los destinos que solicito a todas luces no era su
preferido. Sin embargo, se quedó entre nosotros casi cuatro décadas. Activo en
todos los ámbitos llego a ser un calamochino más y quiso demostrarlo llamando
Roque a uno de sus hijos, lo cual a su esposa le pareció excesivo. Alguno de
aquellos hijos, muerto prematuramente, sigue entre nosotros.
Juan Caja Riquez, nacido en la calle Real en 1926 y muerto en
apariencia lejos de allí en Mallorca en 2003 fue uno de sus hijos. Meses antes
de su muerte escribió Recuerdos. Los años de su niñez, su vida, su
pueblo y su gente. Un Calamocha en blanco y negro, amable y cruel. Paz y
guerra, inolvidable. Quien debió llamarse Roque jamás pudo olvidar el lugar
donde vio la luz. Fue su hijo Juan Pablo Caja Forteza el encargado final de editar
sus recuerdos en una sencilla publicación.
Puestos en antecedentes y antes de que sea demasiado tarde y
el éxito le haga olvidarse de los amigos y hasta de Calamocha, vamos con la
estrella de la familia, que no es otra que un tal Alejandro Caja, nieto de uno,
hijo de otro, hermano del último. Cumplidos ahora los cincuenta y “sin poder reconciliarse
soñando ningún recuerdo”, se entretiene, (hay gente para todo), escuchando la canción
más triste del mundo en el convencimiento de que un día, mientras prepara un
caldero de habas, una diva californiana, cosas de la globalización, le tocara a
la puerta en Piedralves, (provincia de Ávila), allí donde transcurre hasta el momento
su vida tranquila, (quien sabe si debería en un plan b como Pla convertirse en
cronista de aquel idílico lugar escribiendo, por supuesto, en catalán) para
caer ella rendida a sus pies y cantar sus poemas. Obvio es el decirlo, varios
de los mismos han pasado ya al mundo de la música y se pueden escuchar de la mano
de Tristeza Veloso (Alberto Santos).
Alejandro con la sola compañía de su Sombra, su perra, es un
poeta que para escándalo de los puristas no duda en reconocer: escribe por
dinero. Al tiempo que trata de enamorar a golpe de soneto, ¡hay que estar loco!
o haber nacido en el siglo equivocado pues tan solo le sirve para recibir como
respuesta emoticones y con suerte comer de caliente algún que otro domingo después
de misa.
Si puta por los rincones 2018 y Pues puta matriculá 2021 llevan su
firma en su propia editorial: Los libros Portátiles, abierta a todos los
heridos por las letras. Poemas y cuentos conforman el primero, solo poemas este
segundo escrito al llegar a los cincuenta, puramente existencial, tras la
pandemia no podía ser menos, vital.
Afortunadamente para nosotros sus lectores reincidirá y
seguirá escribiendo y en plena vorágine de ventas amenaza con un próximo libro
de relatos y ¡tiene tanto que contar! Jandro, rey del andergraun, de las letras
doctor forense, todo glamur, ¡ha vivido tantas vidas!, lletraferit sin remedio
por la gracia de dios, ¿de quién si no?, ¿del tabaco, de la noche, de la carne?
Lo ha vivido, bebido, escuchado y leído prácticamente todo y todo lo cuenta de un
modo impecable. Llamado a alcanzar grandes gestas, a conquistar condados,
estados, villas y cortes y el dorado californiano, para Calamocha mañana será tarde.
Articulo publicado en El Comarcal del Jiloca del 9 de julio de 2021
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