Calamocha en los días de hacienda
Hodi mihi, cras tibi.
Que viene a decir "Hoy soy yo, mañana seras tú". Calamocha en los
días de hacienda.
Decididamente el pueblo, para los días de fiesta que trae el calendario,
está realmente bien, hasta incluso, para los entierros, donde lo
“extraordinario”, deja en un segundo plano lo cotidiano.
Sin embargo, pasar por Calamocha, un día de hacienda cualquiera, resulta
desolador, aunque no hayan transcurrido ni tres días, desde que te marchases,
tras las vacaciones de Semana Santa. Toda una paradoja.
(Mi padre murió en Castellón el 14 de mayo del año 2020 derrotado por un cáncer
tras otro)
Así, uno, en su camino hacia los ochenta te dice, lo que por otra parte y
raro que pueda parecer, habitualmente son tus palabras:
A buen sitio me mandas, al huerto, pero no ves como estoy, más jodido que
Arpa Vieja, lo menos llevo un mes con un resfriado del copón, no hay manera de
echar el mal pelo fuera.
O a los “viejos”, dices, que me vaya de casa y me distraiga, a pleitear
allí con unos y con otros, de careo toda la tarde, que si el cortado es más
caro que el café, que si la copa no entra, el uno que no ve, el otro que no
oye, arrastres, renuncios, a cáscala a Luco.
No queréis ver, no os dais cuenta de que no valemos ya para nada, de que
estamos para pocos trotes, enfilando la Canadilla, ni aún para fiestas valemos
ya, nos cansamos de todo, no podemos ni tatear.
Llevo así, aunque no os lo parezca, meses ya. Me quedo en casa. Andaros con
viento fresco al charco de una vez.
Otro, ya en los noventa y cuatro…un rato después, cuando ya estamos en
Zaragoza, donde los días de hacienda son los mismos que en el pueblo. Me habla
así…
Donde mejor me encuentro es en la cama, la vuelta al reloj le pego, igual
me da diez que doce horas, ni me despierto, ni me levanto en toda la noche, eso
sí, en cuanto tiro a levantarme me duelen todos los huesos, dicen que los
tengo, como estarán las vigas del pajar, carcomidos, el caso es que no me dan
solución alguna, los médicos a escape te mandan a escaparrar, con decirte que a
ellos les gustaría llegar a tu edad tal y como estas, te avían, y te mandan
callar, y que pase el siguiente, que ese sí que esta jodido y no tu…Se te van
las ganas de ir. Que tengo años, me dicen, pero eso ya lo sé yo también sin
saber de letra.
Tres más, en Calamocha quedan tres más de mi Quinta, cuatro conmigo, que si
te paras a pensar, casi te diría que quien de mis años no se quedo en el Ebro,
aún vive. Y razón tienes y no te falta cuando recuerdas que la última vez que
nos vimos, yo iba con gayata, y después ya enganche una en cada mano, la de la
Morena y la mía, y ahora, para salir a la calle, cojo el tacataca, el carro, y
me paseo de aquí allí, y charro con unos y con otros, Paseo Longares arriba,
paseo abajo…
Coñe como ha pasado el tiempo para todo, aún recuerdo cuando fuimos a
tallar, recomendados que íbamos el Chato el Esquilador y yo, por un pariente
militar que tenía el. Asi en la fila nos aparto, y dijo, vosotros ya estáis
libres, pero tenéis que tallar como todos, encogeros bien, no me saquéis pecho,
que nadie note nada. No era menester encogernos nada más que un geme, pero si
dabas con uno que quería te jodia… Y nos salvamos de la mili y de la guerra que
fue todo a una. Esa suerte tuvimos.
Pero no te lo pierdes, que acabando la guerra, nos llamaron a filas, y allí
ya no se salvo nadie, ni pequeño, ni grande, ni torcido ni derecho, todos
servían,… y aún me casque, tres años de mili. Mecagüen el turrón que decía
Perico, pues no he vivido yo poco, allí que estuve yo, poniendo la primera
piedra en el Cuartel de Valdespartera, que ya ves lo que queda, nada, y lo que
es ahora, ¿tienes prisa?, ¿Qué llevamos?, ¿dos horas hablando?,… te cuento lo
de mili a escape… Pero eso de dormir, que me decías como es, cuéntame que me
entere.
Te cuento, no sólo es como estar dormido, sino lo peor de todo es como
estar en la gloria. Eso es lo malo, que lo más fácil es dejarte llevar, así que
te medio duermes, caes rendido y notas como empiezas a flotar, y empiezas a
salir, a elevarte unos gemes, un palmo, lo mejor es que lo dejes ahí, te
despiertes, y vuelvas a dormirte. El alma sale y el cuerpo se queda.
La curiosidad puede llevarte a seguir flotando, subiendo, es entonces
cuando miras hacia abajo y te ves tumbado, prestas atención, y eres capaz, de
oír lo que ocurre en cualquier otra habitación lejos de allí, hasta en la calle
si reconoces la voz de quien habla, aunque borroso y muy fuerte, como se oye
debajo del agua, así lo oyes tu… volver empieza ya a ser complicado, y alejarte
más, imagino será el fin. Te vas. La curiosidad mata al gato.
Así pues, llegado el momento, es sencillo, otras veces, cuando directamente
te niegas a salir, te invade la angustia, tratas de despertarte y no
puedes, tratas de moverte y tampoco puedes, oyes y ves todo, y gritas y
pataleas para que te despierten, pero nadie te oye, te creen dormido tan feliz,
te rindes a la espera de irte o no, ahí, ya no creo que puedas hacer
nada.
Más o menos, la cosa es así, una vez te haces a la idea, pueden ser unos
segundos, pero en realidad toda una eternidad, en la que te das cuentas de
donde estas. Te rindes a la espera. Sigue con lo de la mili, y dejemos esto de
los males….
De aquello de la mili que te decía, pues ya ves, acabando la guerra nos
llamaron a todos los que por una cosa u otra nos habíamos salvado de ir, se ve
que llego un momento que todos éramos buenos, y allá que fuimos, no a la
guerra, pero por tiempo, el mismo, … casi tres años me tire allí en el Cuartel
de Valdespartera, que entonces no había nada, y piedra a piedra hubo que
construirlo… Mejor que pegar tiros, cualquier cosa, pero que veías aquello y
decías, esto no me lo acabo, en toda vida, venga con el carretillo y la pala de
un lado a otro, nada de instrucción, desde el primer día, a construir el cuartel.
Pero hubo suerte, al poco de estar, una mañana al hacer de día, en la
formación me sacan, me apartan, y me dicen, tu espera ahí, de esas cosas, nada
bueno podías esperar, pero que vas hacer, esperar lo que hiciese falta y allí
me casco casi todo la mañana hasta que por fin viene un tío, un Sargento y me
dice, oye, he visto que vienes de Calamocha, yo soy de Bañon, una
pregunta te voy hacer, por mal de aprender un oficio quieres cascarte toda la
mili tirando de pico y pala o te quieres venir a casa de pasante para mi, y
miramos de rebajarte de servicios a cambio de que por las tardes las pases en
las cocinas pelando patatas…. No se hable más mi Sargento, me voy con
usted.
Que mili me pegue, de su casa de criado a la cocina, y de la cocina al catre
con un montón de chuscos para todos, y yo harto de patatas y huevos y tajadas,
no me había visto en otra así. Que buen hombre era aquel, ¿hay alguien más de
Calamocha por ahí?,… Pues si mi Sargento, que venimos juntos, Carlos, el
Pipero el de la tienda para que tú me entiendas, que era de mi quinta. “Pues
mañana iré a por él y lo llevare al Botiquín, que necesitan a uno, y que se
olvide de picar. Y así fue, en una mañana le enseñaron a poner banderillas y ya
no hizo otra cosa en la mili. En fin, habrá que pensar en cenar.
(Gargallo murió a mediados de marzo de 2020 en Zaragoza a unos días de cumplir
los cien años y a causa de los mismos DEP)
Otro más, al día siguiente, también con noventa y cuatro, en la Ribera del
Ebro donde los días de hacienda son los mismos que en el pueblo…
Veo que se levanta, ya para marcharse y hace ademán de lanzarme un florero
a la cabeza, que vitalidad pienso. Ven, me dice, vamos a darnos un abrazo y
despedirnos, porque tenemos ya muchos años, y cualquier día nos llaman a filas.
Nunca se sabe, yo estoy como me ves, sin un dolor ni medio. Me quedo pensando
si ese “nos” es lo que parece o no lo es, si habla por él o más bien un poco
por los dos.
(Murió, por causas propias de la edad, la tarde del 23 de noviembre
del mismo año. D.E.P.)
Otro más, otro día después, continuando la ronda, camino de los ochenta,
allá en la Casa Grande a media altura donde los días de hacienda son los mismos
que en el pueblo…
Llamo, abro la puerta de la habitación, me ve y comienza hablar. Pasa maño,
pasa, aquí estamos a la espera de la licencia, para irnos a cáscala a casa, que
no te creas tu, que no tiene narices la cosa, un mes que me he tirado aquí, y
aun las gracias tengo que dar, que estoy vivo me dicen, que me he muerto tres
veces y tres veces he vuelto a nacer, que otros a la primera se fueron…
No te creas que no vale lo que hay que aguantar de los médicos, que ni aun
hablar te dejan, y preguntar ya les puedes preguntar, que te dirán siempre lo
mismo, que hace un día de sol, para el tiempo que estamos, cojonudo, para que
nos vamos a engañar. Que no me queje dicen, ni hablar uno puede, parece que se
ofendan, ni caso maño. Y por qué a mi si paraba fuerte y nunca he tenido
nada, y por qué a mi…
Calla no me seas desustanciado, le interrumpe la mujer llena de humor
gaditano, ¡chiquillo!. ¿Estás lelo o qué?, no ves que ha sido cocinero antes
que fraile, que le vas contar tú.
(El Murió en su casa,
por causas propias de la edad, la madrugada del 22 de junio del año
2016 D.E.P. y Ella murió la navidad del 2017 a causa de un poco de todo)
Otro más, terminando uno ya semejante vía crucis en el que se ha convertido
la semana, camino de los ochenta también, allá en la Casa Grande a una altura
superior donde los días de hacienda son los mismos que en el pueblo…
Cuenta él desde la cama los días que lleva y lo que le quedan, las cuentas
no le salen, tanto tiempo por una tan gran tontería como llego al hospital, un
simple dolor de tripa, pero maño como aquí nadie te dice nada, solo que espere,
que ya dirán, que mañana, que al otro,… basta que abras la boca para que te
digan, que no tengas prisa, que no tienes faena, que esperes, que ya te
diremos, que te calles…. Y los médicos nunca dicen nada. Menos mal que tu, que
te has visto en las mismas o peores, al menos mala cara no me ves.
Bien hombre, ahora que vienes tú, vienen a limpiar, ya te puedes ir, no
quieren a nadie, aquí mandan ellas, y charran más que los médicos, pasa, maña,
pasa, que ya se va,… ¿Cómo va todo?
Otro, ya de vuelta a casa, dejando Calamocha, otro más recién cumplidos los
novena y dos, allá en Navarrete donde los días de hacienda son los mismos que
en el pueblo…Nos despide.
Andaros con viento fresco, casi os diría que molestáis, los jóvenes parece,
nunca tenéis faena alguna, siempre vais con prisa de un lado a otro, y como el
perro del hortelano, ni hacéis, ni dejáis, andaros ya, aquí tengo un montón de
faena, y que dure, porque como todo, el día que la acabe, me iré, dejare todo
hecho...y me iré.
(Acabo sus faenas y sus dias y se marcho el 26 de abril del 2018)