"... En la vida, ahora, todo es así, los unos van a joder a los
otros, y los otros a los unos, la cosa es menester que sea así, para que
funcione, aunque seguramente si fuéramos todos por derecho, nos iría mejor,
pero lo malo es quien empieza hacer las cosas bien, nadie..."
Continua y acaba “Las uvas de la
ira”
Cuatro pesetas menos el kilo.
La última cosecha de patatas la
vendimos, faltaba una peseta, la de la vergüenza, a cinco duros el kilo, una
autentica barbaridad, oro en cestos, ni aún hoy, tres décadas después, deben de tener ese precio. El año
anterior las habían pagado a doce pesetas el kilo, para ganar lo justo, y el
posterior a menos de dos duros, se perdía dinero.
Todo un pelotazo aquellas veinticuatro
pesetas el kilo, pero la tierra se cansaba y al año siguiente sembramos maíz, "¿y
si las pagan más caras?", como se ve, no fue así. Todo estaba ya resuelto,
en cualquier caso, esa iba a ser la última cosecha, tras el panizo sembrado en
su lugar, llego el trigo y dejábamos la tierra.
A ratos perdidos en las tardes
del verano al compás del Tour de Francia y Radio Calatayud, lo esgranamos y
ensacamos, se acercaba San Roque y mi padre pensó que sería buen momento para
vender y sacar alguna perra de cara a las fiestas, así un viernes a eso de las
siete aparco la Cometa
en la puerta de casa, el Pegaso Comet de Hernández, cargamos toda la cosecha,
18 sacos y nos fuimos a la Balsa,
a la fábrica de piensos.
Con la hora justa y además un
viernes, no fuimos muy bien recibidos, pero la puerta estaba abierta, y mi
padre aculo la Cometa
al silo, “ande vais que no son horas, mecaguen el copón” se oyó decir al parar
el camión. Por algún rincón salió alguien de entre la oscuridad, allí iban
siempre cubiertos de polvo hasta las orejas, parecían fantasmas, “te traigo
unos sacos de panizo” dijo mi padre, y aquel hombre entre extrañado y
contrariado dijo: “pero no los trajiste el lunes”, “aquel no era mío, era de mi
padre” le contesto, y mientras el hombre de los piensos desaparecía por entre
una de las muchas puertas que había por allí, comento en voz alta “sepas que se
paga a tres o cuatro pesetas menos que el lunes”….y desapareció.
“Mecaguen el copón, sin vergüenza,
no te escondas, ni que la fábrica fuera tuya, cómo ha podido bajar en cuatro
días, tanto el precio, ven aquí y explícamelo, desustanciao, que sois todos
unos ladrones…”. Aquel buen hombre salió por otra puerta y en tono conciliador
trato de explicarlo “va José Maria, qué culpa tengo yo, si a mí se me cae la
cara de vergüenza con estas cosas, tú has sido cocinero antes que fraile, y ya
sabes como va esto…” Mi padre le interrumpió mientras yo tomaba nota de todo,
“Haz una cosa, hombre, ponme la fecha del lunes…. “ Lógicamente, no coló, “oye
o lo dejas al precio que toca o te vas a tomar pol culo de aquí…vamos hombre no
me jodas, que me juego el puesto, no oyes los telediarios o que, no has visto
que ha llegado un barco de maíz a La
Coruña, de Kentaky… y que por eso, bajan los precios y nos
joden a todos, no solo a ti, nosotros también tendremos que bajar los precios,
o no subirlos, una jodienda macho….”, mi padre lo sabía, o vendía o lo regalaba
así que no había otra que aceptar…. “Anda, va, no llores más, si es menester te lo regalamos, quédatelo y danos lo que
quieras, poco sois de fiar, y ya puedes
esperar sentao, que no volvemos por aquí en toda nuestra puta vida, esto se ha
terminao, ya no siembro nada, cien mil veces mejor el panizo de Kentaky que el
de Los Molinares, donde vas a parar”…
Llego el silencio, y el hombre
polvoriento continuo: “Tiene bemoles la cosa, que de fuera venga más barato, a
joderlo todo que viene, ahora traen el maíz, pero mañana será el pienso y todo
esto se irá a cáscala… José Maria, me dan ganas de pegarle fuego a todo,
¿Cuántos sacos llevas?”, Mi padre al segundo dijo: “Veintitrés”, y yo pensé, se
equivoca son dieciocho.
“Chaval, dijo el encargado a otro
fantasma que por alli quedaba, aquí el Sr José María, que cuando tenía tu edad,
hacia lo que tú haces ahora, tragar polvo y mierda, y mira ande ha llegao, todo
un señor que lleva un camión y se entretiene con la tierra, se conoce que le
sobra tiempo y dinero, te va a llevar un saco, lo pesas y lo multiplicas por
veintitrés que dice que lleva y me subes el albarán, y ya por el precio que le
pagamos te vas a casa y que se lo descarguen ellos”.
Mi padre bajo el lateral del culo
del camión con el cuidado con el que lo hacía siempre, aquello pesaba como un
muerto “papa, son dieciocho los sacos que llevamos” le dije en voz baja, y el mostró
su asombro “y yo cuantos le he dicho, dieciocho”, “no, papa le has dicho
veintitrés”… “vaya, pues me habré equivocao, como no suba a contarlos ya no
tiene remedio, porque se ha ido… venga, acércame aquel, el marrón, para que lo
pese….”.
Cada uno de los dieciocho sacos
era de su padre y de su madre, en cualquier caso, rondaban los cuarenta kilos,
salvo uno, la talega marrón, que por hacer la gracia, la habíamos llenado hasta
arriba, yo casi no podía ni arrastrarla…. Mi padre la echo al carretillo y la
llevo a pesar. “Cincuenta y cuatro kilos, pondremos cincuenta y cinco por
veintitrés”, dijo el aprendiz de fantasma, al tiempo que se marchaba.
Subido a la caja del camión le
acercaba los sacos a mi padre para volcarlos en el silo, uno tras otro, no
tardo en llamarme la atención, “no corras tanto, que son veintitrés los sacos
que hemos de descargar, y eso lleva un tiempo”. No hizo falta alargar más la
descarga, al momento ya nos estaban chillando desde la puerta “Venga acabar,
que si voy yo os echo al sinfín a los dos, pa cuatro sacos mal contaos que
lleváis…”. Mi padre, con tranquilidad, se asomo y dijo, “Veintitrés eran y queda
uno, ten paciencia, ya vamos”, De nuevo mi padre, sin querer, se equivoco al
contar los que quedaban, aquel día estaba reñido con los números,… baje de la
caja del camión y aún quedaban, cuatro sacos por descargar, cuatro sacos que
volvieron a casa.
En la puerta de la fábrica baje
la ventanilla y aquel buen hombre se encaramo a la cabina del camión, para
darnos los papeles, pero algo pasaba porque no me los terminaba de dar, así que
pensé en la excusa que pondría mi padre, una cosa era equivocarse al contar y
otra olvidarse de descargar, lo uno un error, lo otro casi robar.
“Sin vergüenza, dale los papeles
al zagal que nos vamos a cáscala de aquí, que no quiero verte más, que si bajo
te doy una paliza por ladrón, así vengan cien barcos cada semana y os vayáis
todos a tomar pol culo de aquí…. Robarme tres pesetas”,… “Cuatro, dijo él de
los papeles, y da gracias a dios, y no te compliques más, los zagales que
estudien, y tu las tierras me las das a mi, toma los papeles, y nada, que vayan
bien las fiestas, es la cosa así, deja la tierra a quien tenga más y tenga
maquinaria, o no terminaras nunca de perder dinero, si hubieras traído un vagón
de panizo el precio seria otro, pero para cuatro sacos mal contaos, es mas la
faena que dais que el beneficio, tu lo sabes. Descansa”.
Ya estábamos casi en la calle,
cuando al cerrar la puerta de la fábrica nos echo el alto….de modo que no
terminábamos de irnos “Oye, José Maria,… que vas hacer con el rastrojo de los
Molinares, con la paja”. Mi padre sin llegar a parar le dijo: “Pegarle fuego a
todo, ya te dije el lunes, que como te vea que pones un pie allí, te doy una
paliza, que te mato vamos, ahora que no nos oye nadie, y más después de lo que
nos has hecho hoy, que nos has jodido los sanroques con esas cuatro pesetas el
kilo, que no te vea, eh, que no te vea, que los chavales estos sanroques se
quedan en casa por tu culpa, ni tocar el rastrojo”.
“Ale venga, iros ya, y tranquilo,
no me veras”.
De vuelta a casa, mi padre tristemente
contento cagandose en las cuatro pesetas del copon y yo, padecinedo, dándole vueltas a la cabeza,
si aquello era correcto o no. “Papá, después de la que le hemos preparao, poco
te costaba haberle dado la paja de Los Molinares, total la vas a quemar”. Mi
padre pareció no haber oído y tardo en contestar encarando ya la entrada al
Barrio para dejar los sacos, que habían hecho el viaje en "balde":
“Con tu tío y tu abuelo, en
aquellos años subiendo y bajando de los trenes a oscuras, los reyes del estraperlo,
y tu, pasando pena. Pues no te queda nada por delante…. Le he dicho que no le
vea, y no lo voy a ver si va o deja de ir, así que no te preocupes, se llevara
la paja si quiere, y en cuanto a lo otro, pues tampoco pases pena, todos nos
conocemos, y si no se ha dado cuenta, es porque no ha querido. En la vida,
ahora, todo es así, los unos van a joder a los otros, y los otros a los unos,
la cosa es menester que sea así, para que funcione, aunque seguramente si
fuéramos todos por derecho, nos iría mejor, pero lo malo es quien empieza hacer
las cosas bien, nadie y no vamos a ser nosotros, seria de tontos. Peor es cuando, solo son unos pocos, los que joden a los
demás....como pasaba hasta hace cuatro días, ahora todo es diferente, aquello
si que era jodido. En cuanto a esto de hoy, como todo hoy, hacienda sin amo,
con su dinero tendrá más cuidado, pero con el del jefe, todos tenemos poco, no
es nuestro, solo somos unos pobres desgraciaos trabajadores, los jefes ya ganan
bastante y bien que se lo cobran”.
Tras aquellos dos pelotazos
consecutivos, las patatas un año y el maíz otro, y con esta impagable lección
práctica económico, político y social, vital sin duda, mi padre, la familia,
después de generaciones, dejo la tierra.
FIN