martes, 15 de mayo de 2012

Ruido de escobas.

Por la entrada al Barrio desde la Rabal bajaron aquella tarde noche de agosto tres o cuatro personas en apariencia, desde la distancia, perfectamente uniformadas, nosotros, allí agostados en la puerta de casa, a la fresca a la espera de la cena, rota nuestra feliz monotonía veraniega, sorprendidos, a escape les vimos, y alguien del rolde llamo la atención ante la inesperada visita:

“Mirar, ya están aquí también, por ahí viene la Brigada de Regulares, menuda vergüenza”.

Todos nos quedamos observando, en silencio, corroborando lo dicho, armados con escobas y cubos bajaban la costera y una furgoneta a modo de escolta cerraba la comitiva. El de Fuentes Claras llevaba la voz cantante:


”A esos los manda el ayuntamiento ahora que son vísperas de fiestas, para que pasen a limpiar las calles, para que no se diga, para que vean los veraneantes lo limpio que esta el pueblo, así da gusto, aunque el resto del año se nos coma la mierda por no tener cojones para agacharnos a recoger nada del suelo, que ahora ya todo es menester que nos lo den hecho … Ya hace días que van por allá abajo por el Peirón, por todas las calles,…Ligero llevan el paso, casi de maniobra, será que vienen cuesta abajo, o será lo poco tienen que limpiar aquí. La madre que los parió, que vengan a sacarnos los colores, que vengan de fuera a decirnos lo que hemos de hacer, con lo curiosos que somos, tanto o más que los gatos, cagamos y envolvemos, así es”.

Cierto, el Barrio estaba más limpio que una patena, de ello nos encargábamos todos de una u otra forma, los unos, no emporcando y los otros, la parte de nuestras madres y abuelas, limpiando.

Todos días, todos los días del año, como el Circo, “al frio y al calor”, a primera hora de la mañana salían a barrer la calle, cada una su puerta, y cada tanto, el resto de la calle, las casas vacías y hasta las aceras que lindan con el cuartel. El ruido de las escobas al rozar el cemento, el ruido del agua vertida en la calle, las mañanas de verano, para no levantar polvo, aquellas primeras conversaciones, nos despertaban cada día a eso de las nueve.

 Allá donde fueras, haz lo que vieras, las casas de los maestros eran un continuo trajín de vecinos de todo pelaje que iban y venían… tarde o temprano, escoba en mano se unían al grupo.

 “Rosa, maña nos hacemos viejas, la Jipi, esa valenciana del pelo rizado barre la calle antes de irse a la escuela, estoy yo en la cama y la siento, y nosotros que pensábamos que no saldría a barrer por ser joven, hoy le ha metido un tute a toda la calle de no te menees. Bendita juventud. Luego a ver si le paso una mata acelgas que le iba a echar a los tocinos, yo ya estoy harta de tanto forraje, y que cene verde la criatura”.

En un suspiro la Brigada de Limpieza estaba a nuestra altura, se paró a saludar…. “Así da gusto, todo limpio, ni una hierba en una puerta, este o no abierta la casa”. El Barrio estaba limpio, era evidente.

Desde el corro de la fresca se oyó una voz que hablaba por todos: “ Se agradece el cumplido y tomar nota de lo que hemos de deciros, si un año pasáis y os encontráis el Barrio sucio, llamarnos la atención, con toda confianza, ahora que una de dos o bien estamos todos en la Cañadilla muertos y enterraos o bien, nos hemos vuelto unos señoritos, si eso pasa, si nos hemos vuelto uno señoritos, si no limpiamos la calle, por que los demás no lo hacen, porque es faena del ayuntamiento y no nuestra, si ya por cualquier cosa se nos caen los anillos, tenéis permiso para darnos una pata en el culo a todos y echarnos al rio… El Barrio es nuestro, y nosotros lo limpiamos, lo que hagan o dejen de hacer los demás es cosa suya, pero aquí no hace falta que entréis a limpiar, a lo demás cuando queráis, pero a limpiar no, tirar pa el barrio bajo… tirar a cáscala de aquí, nosotros somos tan tontos, que hasta a los civiles les limpiamos la calle, aunque ellos no quiera saber nada de nosotros y hayan echao la valla pa que no entremos, tirar a las casas de la gente joven, a esa juventud que no tienen ganas de trabajar y quieren que les den todo hecho”.

Aún hoy me despierto creyendo oír las escobas arrastradas por el cemento, las voces de mi Abuela, de la Moracha, de la tía Ángela, de la Visi, la Piedad, la Pili, Doña Pilar… las campanas del Santo Cristo los domingos.

San Isidro, año 2012.

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