Hubo tiempo muy lejano. Cuando la caja de cerveza de La Zaragozana era amarilla, en el cual allá en Calamocha por San Roque sucedían cosas verdaderamente extraordinarias. Dignas de ser contadas y recordadas más en un año como este en el que las fiestas fueron suspendidas.
CAPITULO I
La Sava
Calamocha noche del trece de agosto
del año ochenta y pico
En algún lugar del Rabal entre el
Callejón de los Condas y la Calle Aragón a la hora de la fresca
Canción
Qué agobio de verano
Tengo el cuerpo empapado en sudor
Se me cae la casa encima
Yo ya no aguanto el calor
La vida ya no es vida en la ciudad
Llegó la hora de cambiar asfalto por mar
Cansado de vivir en una jaula como un animal
Quema la ropa de invierno y prepárate para viajar
Que la tierra prometida está más cerca de lo que puedas
pensar
California ya no existe, el sueño acabó
Pero yo sé de un lugar donde brilla el sol
Déjame llevarte este verano donde está la acción
Mediterráneo
Ruta de calor
Mediterráneo
A templo del sol
Mediterráneo
Noches de luz y color
(Mediterráneo. Los Rebeldes)
José y Miguel Ángel se pegaban
todo el verano de un lado para otro perdiendo el culo detrás de su padre
pintando y cosechando. De la furgoneta Sava al descapotable rojo americano de tropecientos
caballos en forma de tractor el clásico Massey Ferguson y tiro porque me toca,
de un pueblo a otro de un campo a otro y para descansar ahí tenían la granja de
pollos para los ratos perdidos. Había que pensarse mucho si seguir con esa vida
merecía la pena. Miguel Ángel de hecho estaba estudiando entre Zaragoza y
Logroño.
Aquella noche por fin comenzaba
el verano para ellos, las fiestas estaban ahí. José ni siquiera se había
duchado, aun llevaba el traje de faena, unos pantalones cortos de deporte azul
claro oscuro y una vieja camiseta blanca España 82 sobre el hombro, a cuerpo
limpio, más que moreno de campo y de andamio estaba negro como el tizón con la
piel estucada llena de pintura. Puro optimismo no paraba de sonreír y cascar,
buscaba con desesperación entre los pantalones y parecía evidente que no
llevaba calzoncillos. Pero lo que buscaba ahí no estaba, en aquellos años
ochenteros los pantalones de deporte aun siendo tu talla resultaban minúsculos
para tanta humanidad.
-
Joder no me lo puedo creer, lo he llevado encima
todo el puto día y ahora no lo encuentro, debe estar en la Sava, soy un caso.
-
Deja de meterte mano delante de nosotros
gilipollas. Olvídate no va a funcionar, nos tiene pillados de los huevos. Este
año la vamos a pringar. Le advertía su hermano.
Josecico buscaba un imán, se le
había metido en la cabeza que si lo colocaba en el punto exacto del salpicadero
de la furgoneta el cuentakilómetros dejaría de funcionar y podríamos con ello
disponer de la misma mientras su padre estuviese de vacaciones en la playa, de
hecho ya se había marchado. El año anterior con el carné en el bolsillo y
recién sacado aquella semana de vacaciones más allá de los días de fiesta
fuimos de pueblo en pueblo y nos hicimos unos setecientos kilómetros. Para que
no se notase la cosa José tomo la precaución de terminar la semana dejando el
deposito de gasoil tan lleno como lo encontró de su padre. Pero la policía no
es precisamente tonta y la memoria de este hizo el resto. Habíamos hecho más
kilómetros que su padre sin haber pisado mas playa que la Cala Mocha y alrededores.
José o Miguel Ángel conduciendo y el resto de la cuadrilla en la Sava con unas
alpacas de paja como asientos y un par de cajas de cerveza de La Zaragozana a
los pies abarriendonos los restos de las fiestas como si no hubiera un mañana
pues pasado San Roque bien sabemos los calamochinos que cualquier día hiela y
se acaba todo hasta el mismísimo Santo Cristo.
Aquella noche al otro lado del
Barrio de las Escuelas andábamos dándole los últimos retoques a la Peña la
cual consistía en cuatro tablones rescatados
de los andamios de pintar a modo de mesas y sillas y poco más. Habíamos cenado
y estábamos esperando a Parri, pero Joaquinito, siempre tranquilo no venía, así
que José se canso y junto con mi hermano, tan nervioso como el decidieron
ponerse en marcha.
-
Venga el tío Mariano ya estará por Teruel, ese
le pisa a base de bien, y el Renault 12 corre mas que una burra cuesta arriba y
si se ha olvidado algo ya no le merece la pena volver. Vamos a por la furgo,
vosotros gabaches esperarnos en la esquina del Pilero o mejor en el abrevadero
y así cascamos allí la vuelta y nos vamos. El equipo A, ha vuelto, será una
misión peligrosa, solo apta para machos, nos llevará un rato, y no volveremos
hasta pasadas las dos, traer una caja de cervezas.
Apareció por fin el gran Parri
allá por la costera del cuartel vete a saber de donde venia y esperamos la
llegada de los osados de la Sava para subirnos a ella justo cuando pasaba cara
el Poyo el Raba y los suyos con el dos caballos a todo trapo como una
exhalación en un visto y no visto, como en una visión apareció la Chirriana
Azul que todo el mundo creía muerta a la salida de Torrijo años atrás “Chavales
si paramos no arranca, me dan mil duros por ella, se la llevó al amo, ¿pero
ande leches vais si esta todo el mundo en el Barrio Bajo?”
Íbamos a lo nuestro a lo de todos
los años y mejor callarnos, aunque con Paco El Raba ni que decir tiene nos
hubiéramos ido al fin del mundo aquella noche lo mismo que hoy. Íbamos a bordo
de la Sava a navegar bajo el amparo de la noche por algún indeterminado lugar
calamochino entre Navarrete, Torralba, El Poyo y Luco.
CAPITULO II
En algún lugar de la Masada cayó el
Imperio Romano
Canción
Hay un tipo dentro
del espejo,
que me mira con
cara de conejo.
Oye tú, tú que me
miras:
¿es que quieres servirme
de comida?
Soy un macarra,
soy un hortera,
voy a toda hostia
por la carretera
(Soy un macarra.
Los Ilegales)
Nadie se lleve a engaño, fuimos
en todo momento hasta fecha de hoy unos chicos buenos, lo del imán no funciono
si bien se intentó cuanto se pudo, y no por ello dejamos de subirnos a una furgoneta con solo dos asientos y hacer
kilómetros, “si bebes no conduzcas” nos lo enseño Stevie Wonder y
resulto, quien conducía no bebía, aquella Sava tenía tantos años como todos
nosotros juntos y corría lo mismo que nosotros a pesar de la diferencia de
edad, poco o nada.
Como de costumbre aquella noche
previa al chupinazo íbamos a mangar una docena de alpacas de paja al campo de
algún pobre incauto, para poder sentarnos en la Peña e improvisar una pajera por
lo que pudiera pasar y nunca paso. José conducía, cantaba, hablaba, le pisaba
mientras su hermano serio le decía de todo y se resignaba, “ademas de tonto
se entrena, no tiene un geme conocimiento es tonto a mas no poder”. Apuraba
los caminos, iba y venía, daba vueltas sin sentido, y tarareábamos sin parar a
base de monosílabos de acuerdo a todos nuestros conocimientos de inglés aquella
maravillosa canción de los Dire Straits de Walk of life, pasando una y
otra vez por el mismo lugar, sin radio una furgo como dios manda, sin música
todo se disfruta más, ni que decir tiene que le gustaba conducir y se sentía
importante cuando se le iba la zapatilla en una curva o en un bache y nos hacía
saltar y ver las estrellas.
Se las daba de valiente, trataba
de acoquinarnos y para colmo de nuestra eterna mala suerte, había luna llena y
se veía como si fuera de día. Desapercibidos no íbamos a pasar, mala noche para
salir afanar nada, había ovejas por todos rastrojos, cosechadoras apurando las
horas antes de las tormentas sanroqueras, empacando otros y los más optimistas
regando. En fin, había en la Masada más gente que el Peirón, el mangar sin ser
visto estaba complicado y peligroso, nos iba la marcha, nos comíamos el mundo,
no le temíamos ni a nada ni a nadie, ni mucho menos al artífice al volante.
- “Me encanta que los planes
salgan bien. Venga chicos vamos a mangar esas mismo, atentos que apago las
luces, con dos cojones, que no se diga, agarraros vamos a entrar campo a través
en el rastrojo, ¡acelera Torete, acelera!, (se animaba así mismo hablando solo)
hasta están apiladas, que disgusto se llevará el amo cuando eche a buscarlas.
No le vamos a dejar ni una.¡Sooo! Echa el freno Madaleno, hala cáscala bajar”
Y allí a la vista de todo y de
todos, cargamos la Sava, y ya puestos, la noche era tan buena, la fresca
aquella de los campos recién cosechados los unos y regados los otros
transmitían tal calma y serenidad y lo jóvenes que éramos que no pudimos
resistirnos e improvisamos un sofá cara el horizonte infinito de Santa Barbara
como si estuviésemos al borde del mar, bajamos una caja de cervezas y empezamos
a beber y charrar. José, como siempre hizo, abría las botellas con los dientes
y nos las pasaba. Cosas que se aprenden de pequeño y jamás se olvidan, como ir
en bicicleta, y el aprendió abrir las botellas de leche Ram del Plan Marshall
con los dientes igualmente de leche.
-
Pues yo tíos, al año que viene, que os den mucho
y bien, sintiéndolo mucho no se si os podre acompañar para todas estas
historias y demás pijadas, nos hacemos mayores para tanta trápala, si viene el
tío, lo tengo claro, no me echo a correr. En fin, he dejado pasar la prórroga,
al año que viene igual estoy en la mili con el chopo a cuestas aguantando a
esos cabrones en lugar de vuestras impertinencias.
Parri se ponía melancólico como
solo él sabía hacerlo, pero la seriedad y transcendencia del momento iba a ser
desbancada. Si buscaba consuelo en nosotros se había equivocado, dos piedras. A
estilo tropa cada uno se jode cuando le toca. Todos íbamos a terminar marcando
el paso bajo órdenes absurdas en un cuartel. Y no, aquel no iba a ser el peor
sitio ni los peores jefes que la vida nos daría, todo lo contrario.
-
Pues yo tíos, a cáscala, no vuelvo al instituto,
ya está bien de repetir, ni sé la de años que llevo allí, parezco el padre de
todos. Ya le he dicho al tío Mariano que se vaya olvidando. Yo no me quedo aquí
en el pueblo para vestir santos, rascar paredes, pastar titos y destripar
terrones, en septiembre me voy con vosotros a Zaragoza a estudiar cualquier
cosa, de eso de los ordenadores mismo que dicen tiene futuro.
Oír aquello fue un bombazo
inesperado para todos, se nos cayó el mundo, menuda sorpresa. Andaba Josecio,
prácticamente solo sin nosotros el resto del año, aburrido dándole vueltas a la
cabeza después de tropecientos cursos en el instituto, repitiendo por vagancia
que no por tondo y harto de semejante travesía en desierto calamochino había
decidido marchar a Zaragoza, donde estábamos la mayoría y dejar el pueblo.
Era sin duda el fin de una época,
tal vez de la cuadrilla mismo, eso lo cambiaba todo, él era lo último que nos
ataba al día a día de Calamocha. Si abrían o cerraban un garito, si reformaban
otro, si este se liaba con aquella, si venían otra vez Los Inhumanos a tocar,
si para San Roque traerían a fulano o mengano, si habría un concierto del grupo
de moda en cualquier fecha perdida, si organizábamos una comida, una cena, todo
pasaba por él.
Necesitábamos sin duda otra
cerveza, muchas más y no habíamos traído tantas, de pronto sentimos frio, iba a
ser aquel el último año en que salíamos a mangar alpacas, un pastor nos saludó
desde el camino y le ofrecimos una cerveza de cortesía camino de las dos de la
mañana, nos daba pereza de pronto todo, tanto marcharnos de allí como que
llegasen las siete de la tarde del 14 de agosto, no estábamos para nadie.
Joaquín a la mili por fin tras lo estudios, el primero en acabar, y José, la
caída de un clásico tras varios años de verse el percal comprendiendo que o
dejaba Calamocha o décadas después allá por el 2020 salvo catástrofe mundial estaríamos
allí mismo otra vez robando alpacas a su padre. Porque todo hay que decirlo,
nos hacía ilusión presumir y hacernos el mil hombres el valiente, pero esas alpacas
las había “alpacado” la tarde de antes Miguel Ángel y eran suyas. Darse el
gusto a ojo de los demás de que las estábamos robando era impagable.
-
Ah, pues yo me voy hacer otra cerveza, tu
Josecico te jodes, si conduces ya sabes no bebas, además te vas a poner a
estudiar y vas acabar con tu reputación, cuanto antes lo dejes mejor, lo mismo
que ir tras las tías olvídate ya no te conviene, pronto llevaras gafas, te
pondrás gomina, echaras tripa, yo en la mili, estos en tierra de nadie. Cualquier
día será San Roque y nos soplara la polla. Y se hizo el silencio más absoluto.
-
¿Y si nos vamos mañana a comer al Mas y nos
damos un chapuzón?, ¿os acordáis de años atrás? cuando el día que empezaban las
fiestas nos íbamos aún sin carnet con el Citroën 8, el 850 el Renault 12 a todo
trapo, la polvareda que levantábamos. Nos vendrá bien refrescarnos y olvidarnos
de todo, una última vez a saber dónde estaremos el año que viene. Era yo y mi
eterno romanticismo por los tiempos pasados quien hablaba.
-
Cállate, no vengas jodiendo, más que polvo era
humo, medio volcamos, pinchamos, olvídate yo al Mas no vuelvo. Vámonos a la
piltra presiento que estas van a ser unas fiestas muy duras, por no decir
jodidas, con tanto bono que amortizar. Además, el tío Mariano se las ha pirao pero
estamos con los huevos de corbata porque debíamos haber sacado los pollos ayer
e igual estos cabrones llaman y lo joden todo y en mitad de las fiestas tenemos
que sacarlos y mi padre no va a venir y me voy a cagar yo en los putos muertos
del tío los pollos y la madre que lo pario.
-
Tranquilo Tato, eso no va a pasar, estas fiestas
se va a cagar la perra.
-
Con que nos lo pasemos igual que en Navarra me
conformo.
Capitulo III
Cuando Ilegales actuaron en Navarrete
tan solo unos días atrás de aquel día de agosto del año ochenta y pico
Canción
¿Qué hace una
chica como tú en un sitio como este?
Qué clase de aventura has venido a buscar
Los años te delatan, nena, estas fuera de sitio
Vas de caza, ¿a quién vas a cazar?
No utilices tus juegos conmigo
Mujer fatal, siempre
con problemas
(¿Que hace una
chica como tu en un sitio como este? Burning)
-
Sigo pensando que los tíos que vimos el domingo
en Navarrete eran los Ilegales. No me lo puedo quitar de la cabeza eran ellos
fijo. Están a todas horas en la tele son de sobra conocidos no sé cómo la gente
no se dio cuenta de que los teníamos ahí mismo subidos al escenario al pie de la
iglesia a tiro piedra que si les caía una teja o un cacho yeso con la
escandalera que prepararon les partía la crisma. Era yo quien contaba por
enésima vez lo que había visto. Debimos salir corriendo tras ellos por muy feos
que sean y tenerlos tocando hasta el amanecer
(Aun hoy después de más de tres
décadas de aquella tarde noche de domingo allá por los ochenta y pico pienso
igual. Yo vi a Ilegales en Navarrete)
-
Estoy seguro, seguía firme en mi razonamiento y
hasta tenia ya una teoría para explicar lo acontecido. Estos tíos venían
perdidos de tocar en las fiestas de algún pueblo de la parte de las minas
y al pasar por Navarrete camino de la
general vieron la luz, aunque no la había, sintieron el olor de la carne y
cerveza fresca y se amorraron a abrevar en la barra. Alguno habría supongo de
la orquesta que yendo sereno los reconoció y les pidió que se tocasen algo a
cambio de unas birras más y un bocata de panceta y ahí está el resultado, se
pusieron hasta las orejas, se enrollaron tocaron y nos dejaron algo que contar
a nuestros hijos aunque en realidad nunca sabremos si paso o no paso. Yo como
lo vi todo no tengo duda alguna.
-
La tajada que llevábamos era buena, si ya
bajamos mamaos, si aún no se nos había pasado la kurda de la noche, entre que
arreglaron y no el corte de luz nos pusimos otra vez finos, total para diez
minutos de verbena. Fue la hostia, lo que sea que paso. Parri el más alto de todos,
lo había visto como yo.
-
Joder, hay que ver lo mal que os sienta el beber
cualquier cosa fría, una orquesta de pueblo y punto, unos mataos de tres al
cuarto que aquello es Navarrete machos,
solo recuerdo que tocaban pasodobles y que me tenían hasta los cojones,
todo estaba lleno de viejos y críos, un domingo por la tarde nunca es lo mismo
que un sábado por la noche y cuando tocaron Paquito el Chocolatero ya fue el
colmo se me acabo la paciencia, si se ponen a tocar el Manisero subo al
escenario y los echo a patadas, total que
salí huyendo a Calamocha con Carlos y los de Cosa que estaban en las
mismas. A buen seguro la razón estaba con Miguel Ángel
-
Yo vi a los Ilegales en Navarrete y punto, nadie
podrá jamás convencerme de lo contrario, ni siquiera su cantante.
-
No me seas gilipollas
Habíamos estado de fiesta el
sábado por la noche en Navarrete el único lugar donde se podía ir el primer fin
de semana agostero, con permiso de Luco con cuyas fiestas coincidían, pero
irnos a cáscala sin que nos mandasen siempre nos pareció una pedantería por
nuestra parte, ir demasiado lejos. Eso si no quedaba otra que irte fuera dado
que en Calamocha no quedaba nadie, no había nada desde que dejo de hacerse la
verbena del comercio o de la presentación de las reinas para que pudieran hacer
caja el resto, y doy fe de que la hacían talego a talego.
Aquellos sábados navarretinos in
the night previos al chupinazo siempre fueron casi lo mejor del verano. El
domingo posterior obviamente lo dedicábamos a velar armas entre jarbes de cerveza
con el chupinazo a la vista y recordando no sin dificultad lo sucedido la noche
anterior, pero aquel día, como invariablemente siempre pasaba, llego un momento
en el cual nos decidimos a ir de nuevo a Navarrete y echar la última cerveza.
Al llegar aquella tarde noche era
evidente algo pasaba a la altura de la plaza y su escenario. No era normal el
silencio musical y la oscuridad que se apoderaba del lugar montones de coches a
todas caras, gente y más gente y solo se oía el bullicio del pueblo. Así que a
falta de nada mejor la barra estaba hasta los topes, y aunque no teníamos sed,
cortesía obligaba hacer algo de gasto, “vosotros pillar cacho por allí,
nosotros probamos aquí y nos hacemos unos litros, el primero que pida que
avise”. Momentos después todos habíamos culminado con éxito la misión y
teníamos antes nosotros una vez más, más litros que manos. “Venga que se
enfría, que no pare la bota que le decía el pastor al perro”.
Y alargando la espera, otra ronda
hasta que se encendieron las luces, chirrió algún altavoz y entonces tal vez
sucedió. Dos tíos y medio sobre el escenario porque ya me era imposible alcanzar
a ver más hicieron sonar unos primeros acordes guitarreros, todo ocurrió tan
repentinamente que cuanto más lo pienso más me doy la razón a mí mismo.
Ilegales, unos cachondos con
clase, tras el bocata de panceta y las litronas subieron al escenario y atacaron
los primeros e irónicos acordes de “Agotados de esperar al fin” para
seguidamente sin darnos tregua ni dejarnos pensar si lo que veíamos y oíamos
era real o no tocar dos veces seguidas “Soy un macarra” afortunado corte
de luz incluido entre ambas. Nos volvimos locos, parecía que se había hecho de
día, una más y nos vamos, dijo roncamente su líder y ya eran sobre las diez
cuando tocaron el himno verbenero de la canción protesta ochentera por
excelencia “Odio los pasodobles” Fue la apoteosis de una noche de
verano, que levante la mano quien con veinte años no odiaba los pasodobles en
las fiestas de pueblo. A todo el que quería escucharme le decía lo evidente “Oye
que son Ilegales de verdad, fíjate en el peinado del cantante, que esto no es
la orquesta, es el grupo”
Y se acabó lo que se daba,
desaparecieron sin más del escenario lo mismo que subieron a el y comenzó a
sonar “No te vayas de Navarra” y ya no eran tres o cuatro tíos, ni
siquiera los mismos los que estaban tocando, eran otros y era una tía a años
luz del sexapell ilegal quien cantaba. Muy probablemente el líder de Ilegales o
cuando menos el batería llego hasta allí en busca de su amor, esta pudo haberse
fugado con el pero le dio calabazas una vez más.
CAPITULO IV
Hasta que la muerte nos separe
Calamocha tarde del catorce de agosto
del año ochenta y pico
En algún lugar del Rabal entre el
Callejón de los Condas y la Calle Aragón a la hora del café
Canción
Con isto da movida (que movida)
Con isto da movida (que movida)
Haiche moito ye-yé que (que movida)
Haiche moito ye-yé que (que movida)
De noite e de día (que movida)
De noite e de día (que movida)
Usa jafas de sol que movida)
Usa jafas de sol
¡Fai un sol de carallo!
¡Fai un sol de carallo!
(Galicia caníbal.
Os Resentidos)
Al General Westinghouse la calor
de una tarde de agosto en Calamocha se la traía al pario y se la pasaba por el
arco del triunfo, las cervezas eran hielo puro y los cubitos tardaban en
regalarse un invierno calamochino de los de entonces, una eternidad, aquella
nevera que habíamos rescatado, cómo no gracias a la Sava, de una muerte segura
de casa de mi abuela Exaltación y llevado a la Peña enfriaba sin conocimiento aun
yendo a 125 voltios con transformador de por medio
Nos habíamos vestido de blanco
después de comer y acercado hasta allí a tomar nescafé con hielo, uno tras otro
antes de empezar con las cervezas y los cacahuetes y mientras estuviéramos
serenos a preparar bocatas de cara a la cena. A los diez minutos, ya estábamos
dándole a las birras con cacahuetes los cuatro, las dos parejas de hermanos a
la espera de quien tuvieses que venir. Y llego Joaquinito abrió la nevera y se
sirvió dos cervezas a falta de una para no echar dos viajes en plena calor y
con el fin de ponerse a la par. “Hostia puta que calorina, no sé cómo tienen
cojones los cuatro mataos que han quedao de ir al chupinazo de la Unión ¿y
quién es el presidente Cetina nuestro quinto? aun a las siete es una barbaridad
ir al ayuntamiento, venga echamos otra antes de que venga la vasca, ale
Josecico, bollycao, capullin, te ha tocado levántate tú que eres el más joven”
Lo cierto es que después de las
cervezas bajo la luz de la luna nos habíamos quedado tocados casi hundidos y
aunque nadie lo dijera los cinco sabíamos que aquellas iban a ser las últimas
fiestas que íbamos a pasar juntos, las últimas fiestas tal y como las habíamos
conocido años atrás, media docena tan solo pues la nostalgia lo idealiza todo,
una época marcada por el grito “Los del Rabal. Valemos un Montón”. Valiente
tontería lo uno y lo otro. Nos pusimos nostálgicos en todas direcciones.
-
Pero, Chema del Ignacio sabemos algo. Pregunto
Miguel Ángel
-
Lo de siempre, ni escribe, ni llama, ni su madre
sabe nada, sigue con su carrera de matador de tocinos y el resto es fácil de
imaginar, si ha venido en el autobús de las dos lo sabremos enseguida.
-
Joder yo es que me lo veo venir, en diez minutos
lo tenemos aquí, se nos casca media docena de cervezas, nos dice que se va el
día la Virgen y de escotar nasty de plasty que se nos pega aquí todas las
fiestas de gorra sin gastarse un puto duro. No hubo que esperar tanto, Miguel
Ángel tenía razón, una luz cegadora seguida del silencio más absoluto se adueñó
del pitañar que teníamos por Peña
-
¡Buenas muchachos, he venido!
-
¡Eh Tolo!, joder el rey de Roma, me habías
parecido mi primo Jorge, el Jordi, que alegría verte, bien hallado seas, venga
acércate y tráenos unas cervezas y así no me levanto yo. ¿Y qué te cuentas, ya
tienes novia?, parece que has crecido.
Comenzamos a vitorearlo y que más
daba ya todo si aquellas iban a ser nuestras últimas fiestas juntos, Joaquín en
voz baja no dejaba de repetir, “que os dije ayer, que comprar un candado y
cambiar el de otros años era una buena inversión”.
Acto seguido apareció Andrés con la lengua fuera“¿Galle, ande esta?, pregunto,
me dijo que se pillaba el día libre y que estaría por aquí ayer y hoy ayudando,
yo no he podido y no veáis como lo siento. Sacarme una cerveza o dos que vengo
seco esto esta muchismo lejos y hace una calor del copón, me voy beber todas
las cervezas que me toquen de la Peña ahora mismo y no vuelvo a subir más “
-
Tíos este año que no pase la de siempre, a ver
si de una puta vez pasamos las fiestas juntos del chupinazo a la vaca y no va
cada uno por su lado como puta por rastrojo
quedando de un lado a otro, siempre perdemos más tiempo esperando y
buscando que de fiesta y ojo al dato, este año vamos a estar en todos los
sitios, como dios, salvo en misa y procesiones, no nos vamos a dejar nada, y no
vamos a volver a casa hasta que no cante el tocino. En realidad, tal arenga
pudo decirla cualquiera de nosotros a sabiendas de que haría el mismo efecto
que en años anteriores.
-
A mi antes de salir de casa ya me ha dicho el
viejo que si no llueve de aquí a San Roque el día San Roquico que no haga
cuenta con dormir que tiene el agua en la Orillada y habrá que regar las
patatas, así que van a ser unas fiestas duras, muy duras, ¡cabrones! Solo
habéis comprado cerveza y cacahuetes. Como se nota que sois estudiantes y no
tenéis una puta perra. Andrés solía recordarnos nuestra cruda realidad sabedor
de que un día cambiarían las tornas.
José le había
preguntado a Tolo por la novia, y no era una pregunta a lo loco ni con
segundas, de haberla tenido muy probablemente no habría venido como así habría
de suceder en el futuro. Estábamos todos en puertas de los noviazgos y era
evidente que con la llegada de las mujeres el final de la cuadrilla tal cual
venía siendo seria más que evidente y con el paso de los años aun manteniendo
el bloque inicial progresivamente nos iríamos separando, encontrando, distanciando
y volviendo a encontrar. Alejando y hoy pendientes de encontrarnos.
CAPITULO V
Chupinazo
Canción
La culpa fue del
Cha-cha-chá
Que tú me
invitaste a bailar
Embistiendo a mi
capote
Yo me asomaba al
balcón de tu escote
La culpa fue del
Cha-cha-chá…
(La culpa fue del
Cha-cha-chá.Gabiente Galigari)
La plaza de España en los años
ochenta y pico era el centro de las fiestas, allí sucedía todo al raso bajo las
estrellas y la luna sin miedo a que lloviese. Ya podía esperar sentado Andrés que
nada ni nadie le iba a salvar de regar el día San Roquico pues en aquellos años
hasta el tiempo parecía controlar el ayuntamiento. Hoy no hay fiestas que no
llueva, ahora que no hay caracoles, llueve.
Por las noches la plaza quedaba cerrada con unas grandes puertas que
daban paso a los conciertos demostrando una vez los calamochinos que se pueden
poner puertas al bosque lo mismo que nos habíamos empeñado en permanecer juntos
eternamente y a punto íbamos a estar de conseguirlo.
Tiempo antes del chupinazo
llegamos a la plaza sedientos a mas no poder buscamos un grifo de cerveza y un
litro tras otro comenzamos las fiestas entre el mogollón de la gente, saludos,
besos, abrazos y toda la cerveza del mundo. No teníamos medida, ni fondo.
¡Joder como se echan de menos aquellos días! (Pausa emotiva casi para llorar)
Quizás al primer litro no fue, al
segundo que siempre fue seguido del primero quizás tampoco, quien sabe si al
tercero o al cuarto, sin duda debió ser cuando ya cada uno tenía un litro en la
mano que estábamos ya cada uno por su lado tal cual seguiríamos el resto de las
fiestas y nuestros días en su mayor parte. Hasta allí llego, no pudimos llegar
más lejos, no supimos, no quisimos, lo que no puede ser no puede ser y además
es imposible. Claro que hemos tardado más de treinta años en darnos cuenta,
señal que de que todo fue bien.
-
¡Joder! Dijo Chope, ¡cáscatela! alucino
pepinillos. Mientras buscaba el litro de cerveza que recién pedido le había
volado de la mano, allí está el cabrón de Javier, si allí cara el Pobo esta, es
el fijo, aunque no puede ser, yo diría
que va agarrao a una tía. Y yo aquí a dos velas. Que alguien me pida un litro
me dan ganas de llorar
-
¡Mecaguen el copón! Sera cabrón, el Tolo se ha
llevao tu litro, mi litro y el barril porque no ha podido, míralo a dos manos
va, joder el que nos faltaba, el Rafa también ha venido de Zaragoza ya estamos
todas, en busca de alguna jovenzana habrá venido, otro que se cree que todos
días es Navidad, lo del año pasado no creo que lo repita. A Miguel Ángel con
razón le hervía la sangre, lo mismo que Andrés. Pues yo mañana me voy a cazar a
Caminreal o a Cosa con Carlos, ya he quedado, no nos acostaremos, todo sea que
se nos de mal y vaya por la tarde con la repetidora a la Peña y acabe con todos
estos jetas de la capital que vienen aquí a tocarnos los cojones, levantarnos
las tías, beberse nuestras cervezas y comerse nuestros cacahuetes sin soltar un puto duro y además hemos de
reírles las gracias, cabrones hijos de la gran puta, vamonos de aqui que se nos mean en el bolsillo…. “Eh Rafa, ¿cómo estas colega?”
Comenzaba ya esa fase que conlleva toda borrachera decente a cargo de las
buenas personas de exaltación de la amistad donde todo se perdona y olvida.
-
No sé quien andaba buscándote a ti y a tu
hermano José. Dijo una voz en medio del follón mientras sonaba el chupinazo y
las carrozas de las Reinas se ponían en marcha hacia las Monjas.
CAPITULO VI
Nochevieja en agosto
Canción
Los del Rabal
Valemos un montón
¡Eh! Valemos un
montón
!Eh! Tiramos un
montón
Los del Rabal
Valemos un montón
Valemos un montón
(Paco el Raba inspirado
en un anuncio ochentero de Huesitos)
Una nochevieja del año ochenta y
pico dimos cuenta de un cordero en casa del pobre Adolfo, tío de Parri, quien
bien nos advirtió que aquel hogar tiraba del copón, que humo no tendríamos ni
frio tampoco, más bien todo lo contrario íbamos a pasar más calor que en
agosto, finalmente así fue.
Fajo de sarmiento va fajo viene,
la carne, la cerveza, abre un poco las ventanas, mejor las portaladas, vamos a
mover la mesa, ahora un poco luego otro poco y a lo que quisimos darnos cuenta
estábamos fuera en manga corta, camiseta de felpa al cuerpo, bien comidos y
bien mamaos bajo las estrellas sin ganas de movernos, a falta de uvas unos
cacahuetes, una radio que a duras penas encontramos para poder oír las
campanadas y ponernos en marcha, cara la Peña de la Unión y su verbena, sin
prisa pues que no fueran la una o las dos no habría ni dios. “Joder se ha
congelao el agua, pero quien cojones está bebiendo agua, a ver que me entere yo,
quien es el gilipollas venga vamos a rematar el champan” En aquel momento
sentados en el corral bajo las estrellas, con el fuego a la espalda, al raso,
no lo sabíamos ni nos importaba, lo conocimos días después, en Calamocha hubo
aquella noche doce grados bajo cero. (Pausa emotiva, joder éramos insulsamente
jóvenes).
Rematamos la faena, nos bebimos
todo salvo el agua de los floreros que usamos para apagar las ultimas caldas de
la chimenea, replegamos, barrimos, lo dejamos todo en perfecto estado de revista
tal y como nos lo había prestado el bueno de Adolfo y oliendo a humo, ya
abrigados nos bajamos a la Peña la Unión. Aún era pronto y por una puerta
entramos y por la otra salimos habían puesto calefacción y hacia un calor
insoportable, así que nos fuimos a tomar algo de cerveza por la Rambla Bañon
cara el Peirón y allí al subir la costera del Aldi apareció Paco el Raba and
The Wings, ósea el Raba y sus chicos. A escape empezamos a darnos abrazos, felicitarnos el año y dada la solemnidad de la
noche tanta gente como pasaba se unía. Finalmente llegada la calma Paco,
eternamente líder, en el centro del corro pidió silencio y la palabra:
“Chavales, atentos, ¿os
acordáis del anuncio de Huesitos? siguiendo su música he cambiado la letra. Cantar
conmigo”:
Los del Rabal
Valemos un montón
¡Eh! Valemos un
montón
Guay del Paraguay nos pusimos a
cantar una y otra vez, nos costó lo suyo pero nos aprendimos la letra el compás
y el ritmo y le pillamos el tranquillo después de un tiempo. Aquella canción,
aquel himno, ha quedado hoy en un emotivo saludo al vernos año tras año: “Eh,
valemos un montón”. Lo cierto es que nos engancho y desde aquella noche fue
nuestra canción de amor frente a la chica más guapa de Calamocha, por buen
nombre Rabal. Todo un éxito entre nosotros, doy fe de que las dotes como
compositor del Raba, hoy Paquito han ido en aumento y ahí tiene y yo guardo
algunas de ellas, escritas un buen puñado de canciones.
Unos meses más tarde para agosto
la canción se había convertido en nuestra guía, con un cartón hice una
plantilla que aun anda por casa y habrá que enmarcar y llevar al Archivo de
Calamocha para que lo guarden con el lema “Valemos un Montón” y destrozamos acto seguido un puñado de
camisas blancas sanroqueras que aun de vez en cuando en un intento de volver a
la insultante juventud de aquellos días nos volvemos a poner. El movimiento
Ultra Rabal resultaba en apariencia imparable, pero nuestros grafitis siempre
fueron efímeros, dibujados con tizas del instituto. Fuimos, ya lo he dicho, unos
chicos buenos.
CAPITULO VII
Camino del Peirón
Canción
Litros de alcohol
corren por mis venas mujer,
no tengo problemas de amor
lo que me pasa es que estoy loco por privar
No te preocupes mas por mí,
voy a dejar esta ciudad,
ya no te voy a perseguir
(Hormigón, mujeres
y alcohol. Ramoncin)
Nos esperaba el rio las Monjas y
más allá el Rabal a cola de las carrozas y charanga las fiestas dejaban el
vacío y casi el silencio, lleno el suelo de confeti, vino y plástico, la fiesta
parecía pasar de largo camino del Peirón y su oportuno nuevo jarbe mientras le
ponían el cachirulo a San Roque sin más protocolo que el de echar un par de
nudos, momento que solía pasarnos claramente desapercibido, pero bueno, estaba
claro que alguien se lo ponía porque bien podía verse el resto del año. Todo
eran caras conocidas nuevas y viejas, pero ninguna a mi alrededor o casi
ninguna se correspondía con las que me habían acompañado hasta ese instante y
así iba a ser ya prácticamente el resto de los días, un constante ir y venir,
quedar y esperar, y este donde esta, y donde la echamos, y venga que no
llegamos, a cáscala con todo.
Y como yo otra mucha gente pasaba
por allí Pedro y Arturo sin ir más lejos, semi dios este último capaz de estar
en todas partes o casi, el eterno primo de Jose y su hermano que pasaba más
tiempo en el Barrio que en su casa. Arremangaos por los tobillos salían del rio
con las maripis llenas de zanago enredados en la Peña del impronunciable nombre
y por cuyo significado mejor no preguntar el Bobodroño o similar se habían
perdido el chupinazo, aquella mítica y benemérita paidera a orillas del romano,
agujero en el tiempo era su madriguera, y como el que canta su mal espanta allí
estábamos de nuevo poniendo el grito del Rabal en el cielo. Menuda foto.
A la altura del Chato los deje,
cuestión de prioridades y me encontré con Mayte mientras todo el mundo se
dirigía irremediablemente hacia el Santo Cristo al paso que llevaban podía
parecer que tardarían días en volver, pero en un par de horas la charanga
aparecía de nuevo y ponía punto final al chupinazo allí mismo donde seguía
sentado. Al Rabal en busca del submarino que cargado de borrachos, todos de
Calamocha bajaba por la calle Real.
Había quedado con la novia, que
más daba ya la cuadrilla, donde estuvieran, la marcha que llevara. Allí me
quede hasta la hora de cenar, el anochecer, en que subimos a la Peña a dar
cuenta de los bocatas tras alguna que otra botella de champan.
Momento en el cual invariablemente
las fiestas de San Roque de cada año entran en otra dimensión, la de la
confusión.
CAPITULO VIII
Gorilas en la niebla
En algún lugar de Calamocha y en
algún momento de aquellas últimas fiestas de San Roque que pasamos juntos en
aquel agosto del año ochenta y pico
Canción
Te mataré con mis
zapatos de claqué
Te asfixiaré con mi malla de ballet
Te ahorcaré con mi smoking
Y morirás mientras se ríe el disc-jokey
Y bailaré sobre tu tumba
(Bailaré sobre tu
tumba. Siniestro Total)
Quien diga que recuerda lo que
paso un San Roque cualquiera. El ultimo sin ir más lejos tan solo unos días
después de haber acabado a buen seguro miente. Resulta casi del todo imposible,
da igual lo que hayas bebido o dejado de beber. Suceden tantas cosas, te
encuentras con tanta gente, vas a tantos y tantos sitos. De modo que todo
cuanto estoy recordando no ocurrió necesariamente en el orden en el cual lo
escribo, ni siquiera el mismo año, pero seamos sinceros después de tanto tiempo
carece de importancia. En su conjunto conformarían el San Roque tal vez ideal.
Aquel que nos hubiera gustado vivir de principio a fin, aquel que sin duda
vivimos y no nos dimos cuenta en su momento. ¡Ojalá todos los días fuesen San
Roque!
Resulta evidente que de no ser
por momentos como este que llega a continuación no estaría ahora recordando y
escribiendo, añorando aquellos instantes irrecuperables en su realidad que bien
valen una eternidad y que sucedían en medio de ese puñado de horas mal contadas que duran
las fiestas cuando eres joven y no atiendes a otra cosa que no sea lo puramente
festivo, el punto canalla, dejando a un lado lo religioso, esos años en los que
eres incapaz de diferenciar San Roque de San Cristóbal y te da lo mismo arre
que so, pasa allá o güesque.
- No
sé quién andaba buscándote a ti y a tu hermano José. Dijo una voz en medio del
follón mientras sonaba el Chupinazo y las carrozas de las Reinas se ponían en
marcha hacia las Monjas.
La mayor de todas las putadas
para José y Miguel Ángel se debió hacer realidad la tarde del catorce de agosto
de aquel año ochenta y pico en medio del Chupinazo con los camiones amenazando
en la puerta de la granja para cargar los pollos, ese mismo día o tal vez el
quince, si una putada del quince ahora lo recuerdo, el día la Virgen les toco
tirar de pollos hasta arriba de cerveza, arrastrando una borrachera tras otra, sin
dormir, sin cazar ni media perdiz, sin comerse una rosca ni ellos ni nadie
porque las fiestas no estaban para eso si no para derramar litros y litros de
cerveza de día y de noche tras el mogollón.
- A
ver cabrones hijos de la gran puta, de quien ha sido la idea de cenar hoy, y
por qué en la Peña y no en el Peirón, y sobre todo, de quien cojones ha sido la
idea de encargar unos pollos. Yo es que os capo a todos, maricones, de que
vais, os parece poco que llevo todas las fiestas con los pollos a cuestas para
ahora sentarme a cenar un cabrón de estos que igual ayer mismo subí al camión.
- Anda
come y calla que vas a enfermar, esta noche empalmamos y nos vamos a las
vaquillas, radete esos huesos antes de que vengan los de Zaragoza
- Alucina
vecina que si no fuera por estos momentos y los que pasamos en la cama. Medio
alguno
- No
me hables de sueño ni de los de la capital, todas noches acaban aquí, he tenido
que esconder cuatro cajas de cerveza porque nos dejan sin nada. Habrá que ir a
por más, pena no haberle hecho caso a Capote y Francisquin y haber llenado la
Sava. Y ese puto pollo de quien es por qué las cosas como son están de putisima
madre
- De
Galle
-
Y donde esta esté tío, ¿y Luco? subían
delante de nosotros. Oye que espabilen que con el papeo no se juega, traerlo que
me lo jalo. Que se la pique un pollo al tío este.
El catorce a la hora de cenar
volvimos a la Peña eternamente sedientos con hambre y con prisa por salir
corriendo de nuevo hacia la plaza de la iglesia y sus conciertos previo paso
por el Peirón y su café.
Cada día al ponerse el sol era el
momento y dado que éramos una cuadrilla de tíos, tanto de comentar lo obvio en
torno a si os habéis fijado en tal o cual y lo buena que se ha puesto, si habéis
visto a la rubia o la morena esta o la otra que va en tal peña, siempre había
también de por medio alguna de Madrid, claramente inalcanzable para alguien de
pueblo como nosotros, cosas de hombres, como hora era de hacer recuento de
bajas y dar novedades, invariablemente todos los días era lo mismo, había uno
con caguetas, otro echando la pota, uno sin voz, otro que no paraba de cantar,
el cojo, el medio manco, el desparecido, mientras otro con el que nadie contaba
aparecía, rumores, cotilleos, se dice, se comenta y unos cuantos a los que el
hielo y el frio de las bebidas les había sentado fatal. Borrachos reconocidos
asombrosamente ni uno. Y por supuesto el que había perdido la faja y el
cachirulo, y hasta la decencia.
Se accedía a los conciertos de la
plaza a través del callejón de los muertos en sentido contrario al que estos
siempre llevaron, valiente ironía. La calle Mayor era un hervidero de gente
cualquier día de fiesta, porque todos había concierto y todos eran buenos. No
nos perdimos ni uno, nos dejábamos llevar y llego un momento en el que ni
mirábamos el programa ni preguntábamos meses antes quien iba a venir a la plaza
para las fiestas, nos daba igual, sabíamos que sería lo mejor del momento y de
haber durado los ochenta hasta finales de los noventa por allí habría pasado
todo el universo musical de la movida aquella que han comenzado tanto a negar
su existencia como su valor. Definitivamente cualquier tiempo pasado fue algo
más que pasado fue mejor. Entrabas
llegabas a pie de escenario y podías darte el gustazo de poder contar que allí
viste actuar bajo la luz de la luna a Los Rebeldes, Héroes, La Frontera,
Gabinete, Los Elegantes, Puturru, y muchos más. Lo mismo que a la misma
Pantoja, Manolo Escobar, Mocedades… Y por encima de todos a Los Inhumanos una y
otra vez cualquier día del año. Vivamos en una nube y nos íbamos a dormir de
madrugada, leña al mono que es de goma, al salir el sol tras pasar el resto de
la noche en la verbena del Peirón.
Aquellos maravillosos años
estuvieron a punto de acabar con la Peña la Unión. Con el ayuntamiento
convertido en un gigante a la hora de cerrar un programa de fiestas tras otro
en una sorpresa continua. La Charanga era lo único que le quedaba a la Peña,
pues la Banda de Encinacorba que lo mismo servía para el pasodoble en la
ofrenda que en los toros amen de tocar como los ángeles el Baile de San Roque,
no daba para más. Aquellos genios del ritmo y el compás que los nostálgicos
tanto echamos de menos, también amenizaban verbenas y tenían que descansar. (La
general, la bajada a la ermita debería llevar su nombre). Pues bien, aun salía
la charanga de noche desde la Unión a buscar el sol en la Rabal y allí que
estábamos tras ella camino casa, a coger la chupa y bajarnos al encierro. ¡Oh
la Calamocha torera! De aquellos finales de los ochenta.
Nada, ¡tonterías!, aquella obra
faraónica de idear un encierro cortar las calles con barreras y puertas y
pretender que corriésemos como si hubiésemos nacido todos los calamochinos
entre la cuesta de Santo Domingo y la Estafeta allá en Pamplona no resulto. Y fue
una pena por que el entorno resultaba ideal. Sin embargo, paradójicamente,
desde que el 17 de agosto de 1958 un navarro el Maestro de Tudela Isidro Marin
Arnedo inaugurara y tal vez le diese su nombre a la Monumental de Calamocha,
los calamochinos dejaron de encorrer las vacas por las calles. Aquel navarro
sin querer termino con nuestra afición, nos subimos a las gradas, nos sentamos
cómodamente y dijimos, “que corran otros” y así hasta hoy.
Lo dicho: una pena, recuerdo que aún
nos dio tiempo a pegar un voltio y pasar por la barra del Peirón donde el bueno
de Enric el Fotos estaba pluriempleado de camarero y nos preparó una litrona de
leche fría con nescafé. Era la leche el tío, ¡cómo nos cuidaba!, pasábamos
muchos ratos charrando con él en el Barrio en aquel estudio de fotografía que monto
y no termino de funcionar frente a la barbería de Máximo, por momentos en los
ochenta el Barrio parecía convertirse en la milla de oro calamochina o cuando
menos en la calle Delicias de Zaragoza. “Pasar y serviros tíos, he recibido dos
cajas de revistas, procurar no ensuciarlas” y se reía mientas se peleaba en la
puerta con aquella vieja Sanglas de la Guardia Civil que se había comprado
“menuda cabrona, ha heredado el carácter de los antiguos dueños y me lleva por
la calle la Amargura de putada en putada. Me va la marcha tíos”.
A la altura del Brindis decidimos
encomendarnos a Teo y esperar allí la vacas, novillos y mansos que se hacían el
remolón más de la cuenta y no terminaban de decidirse a venir, si se habían
escapado, si había pinchado el camión, corrían más lo rumores que las reses
¿Qué hacemos? a casa, a cáscala, a dormir, nos jopamos. Tiramos andar cara la
plaza confiando en poder salir por la Balsa cuando poco después cuatro o cinco
tíos armando una escandalera del copón venían corriendo a alpargata suelta
delante de la manada y nos vino justo para subirnos al escenario de la plaza y
quedarnos allí aislados en tierra de nadie, como unos náufragos.
Un escenario enorme bajo el cual
podían correr las vacas. Enorme como los novillos que conformaban el encierro,
descomunales, el primero de ellos colorao ojo de perdiz, alto y abierto de
cuerna, bizco del pitón derecho, no se me olvidara en la vida de un salto se
plantó en el escenario. Con toda la sinceridad del mundo jamás pasamos tanto
miedo ya no hacía falta rogar por que la cuadrilla fuese a permanecer junta
pues la cuadrilla iba a morir aquel día mismo de San Roquico a cornada limpia.
O recortábamos en el escenario y dios reparta suerte o nos tirábamos a la plaza
llena de vacas y más novillos. (Pausa, necesito respirar, solo recordarlo me
ahoga)
Si San Roque nos echó la capa o
fue San Teo Doro a quien nos habíamos encomendado minutos antes no lo sé, solo
recuerdo que desde la puerta de la casa de Gorrión donde habían improvisado una
barrera al vernos en tan delicada situación salieron a llamar al novillo y consiguieron
hacerlo bajar. El resto del encierro duro una eternidad permanecimos sentados
inmóviles en el centro del escenario tratando de no ser vistos, cagaos de miedo
hasta que por fin los subieron al camión y se acabó. “Esto no es lo nuestro”
concluimos.
-
Vámonos a la cama ya está bien por hoy quiero
ver a San Roque, ¿quién se apunta?. Pregunte. Solo Joaquinito lo hizo.
-
Vamos a echar un trago al Bosque y a sobar. Mirar
Gargallo ya se va al huerto: “Eh muchichos, buenos días, habéis echao algún
culo esta noche, bien se os ve en la cara que no”
Los toros entre nosotros, amén de
algún escarceo con alguna vaca de madrugada en el callejón del coso, en lo
sucesivo quedaron relegados a las cinco de la tarde, o las seis hora
calamochina en la plaza cara el sol, se terminó el correr ni delante ni detrás,
con la bota y la merienda cómodamente sentados en el hormigón a salvo de sustos
dispuestos a echar unas risas y muchas broncas cuando la cosa se torcía.
Vimos de toda la mayoría bueno,
aunque siempre, más en esta época de constante revisión, tienda a recordarse lo
menos bueno. Como por ejemplo que nunca vimos torear al Maestro Antonio Chenel
“Antoñete” a pesar de estar anunciado en los carteles cosa que nos hacia una
ilusión tremenda poder decirle de todo según se terciase la tarde o romper en
aplausos como hicimos con Pablo Hermoso de Mendoza, aunque no saco a Cagancho
pero sobre todo aplaudimos a rabiar al joven Padilla recién llegado de su
tierra natal en los confines de España quien puso un par de banderillas sentado
en una silla en medio de la plaza y yo sin cámara de fotos. Imperdonable.
Con el tiempo voy dándome cuenta
de que aquellos días van quedando reducidos a cerveza, cacahuetes y amigos y a
los momentos que juntos pasamos sentados en torno a una mesa cualquiera llenos
de sueños por cumplir tratando de imaginar que sería de nosotros en el futuro,
estudios, trabajo, familia, ¿acabaríamos separándonos?, ¿dónde viviríamos?
hablando sin parar y olvidando todo lo demás, con la de cosas que nos debieron
suceder de pie yendo sin parar de un sitio a otro bailando en la plaza, tras la
charanga o entre las barreras de las vacas. Y todo lo que nos pasado después.
CAPITULO IX
Volveremos a ser un imperio. Epilogo. Castellón entre julio y
agosto del año 2020
Canción
Hace mucho tiempo
que se acabo
Pero es que hay cosas que nunca se olvidan
Por mucho tiempo que pase
1582 el sol no se ponia en nuestro imperio
Me gusta mucho esa frase
Con los Austrias y con los Borbones
Perdimos nuestras posesiones
Esto tiene que cambiar
Nuestros nietos se merecen que la historia
(El Imperio
contraataca. Los Nikis)
Hacia un sol de cojones y perdón
por el lenguaje escrito a lo largo de todos estos días sanroqueros. Capítulos
de una vida como ya vengo diciendo casi olvidada. Así tal cual recuerdo
hablábamos en aquellos días, necesitados de una buena pastilla de jabón en la
boca. Un sol de tres pares de cojones lo mismo que el primer día es el que caía
aquel último de fiestas cuando suponíamos de vuelta a San Roque, sin verlo ni
de cerca ni de lejos, en la ermita y nos disponíamos a comernos la vaca, tal
vez aquella que medio mato Parri en el callejón de la plaza cuando la pillo al
amanecer. Apurando asi los últimos momentos juntos de tan inolvidables fiestas
como aquellas que hoy suspendidas sirven de placido recuerdo.
¡Fai un sol de carallo! Deberíamos saber gallego yo el primero así
dicho, así escrito suena tan poético Pero la verdad insoportable era y es que,
en Calamocha, en agosto, al raso y a las dos de la tarde, hace un sol de
cojones.
-
Me
gustaría echarme a la cara a la lumbrera del ayuntamiento a quien se le ha
ocurrido traernos a comer la vaca a la Huerta Grande en lugar de al Bosque, la
cagaste Burt Lancaster, se creerán que aquello es el Amazonas, que le vamos a
pegar fuego, gilipollas. Nos estamos volviendo unos señoritos todo nos molesta,
además esto ni es parque ni es nada, y menudo ababol el que ha dispuesto las
mesas y los tablones sin darse una vuelta el día de antes para ver donde se la
cascaba Lorenzo y donde hay sombra. Sin duda Miguel Angel tenía algo más que
razón, aquello era para pensarse si volver o no.
Sentados bajo la presunta sombra de los árboles el sol caprichoso se
iba moviendo y a nosotros nos era imposible desplazar semejantes armatostes de
mesas y sillas, tablones y tablas. “Tranqui troncos no se va a enfriar la
manduca” La Peña había aumentado en tres días considerablemente con la presencia
femenina y Andrés fue el penúltimo en llegar sudando la gota gorda con un
cántaro de vino pisado por los Chatos fresco y recién sacado de la bodega con
el cual íbamos a mitigar semejante calorina, nos hacíamos mayores y nos
apetecía comer con un buen caldo. Por supuesto Andrés llego en compañía
femenina. “Ya estamos todas dijo, Javier se ha quedado cascando ahora viene,
dejarle un hueco y correos para allá putas, y que cojones es esto que no hay
sombra, ¡Galle ven de una vez! Este tío es tonto, paga y luego no pone un puto
pie o no lo vemos que esa es otra, ¡Javier ven para acá! al fresco”
Recuerdo pasamos toda la calor del mundo y un poco más sin importarnos
demasiado y que a escape, es un decir, comimos y nos marchamos porque allí era
del todo imposible arrimarte a la sombra, refrescarte en el rio, o tan solo
respirar, así que un par de horas o tres después de sentarnos a la mesa
apuradas las ultimas gotas del cántaro, ya sin cervezas, terminados todos los
melocotones de la cosecha de Calanda con vino por supuesto y aunque el sol ya
fuese lo de menos, todos los corrillos hablaban de lo mismo. “Si lo sé no
vengo, menuda sofoquina”
-
Bueno
tíos, dijo Ignacio el Tololo, os dejo, sintiéndolo mucho, un placer una vez
más, habrá que pensar en chapar. O me piro o pierdo el autobús, quiero coger el
directo y echarme a sobar hasta Zaragoza a ver si me ligo alguna y acabo bien
las fiestas. ¿De la Peña cuanto hay que pagar, tenéis cambio?, venga que tengo
prisa así tal cual de blanco y con el petate militar me voy a subir a ver si
dando lastima ligo, me iba a ir con el 124 de Rafa pero el cabrón ha ligao con
una valenciana y se va a ver el mar, y eso que se la presente yo, cuanto más
alto es uno más suerte tiene.
No tardábamos en mandarlo a cáscala a Luco al ver el mismo billete de
mil duros de todos los años con el que se ofrecía a última hora a escotar. Otra
vez se iba sin pagar un duro cien cervezas después, la bronca, las risas,
merecía la pena.
-
Pues
nada nenas, ¡hasta luego cocodrilo! agradecida queda una, dios os lo pague con
una buena mujer y muchos hijos, nos vemos el 11 de octubre cuando bajéis para
el Pilar en los autobuses iré a buscaros para que no se note que sois de
pueblo. Y tranquilos, la vaca la pago yo. ¡Que os den mucho y bien”! Y se
marchaba y todo terminaba, las fiestas, el verano, todo.
-
Mas te
vale que vengas a por mí porque este (Josecico) dice que se va a estudiar a
Zaragoza así que en Calamocha solo quedo yo de plantero, ¡hala todo el ganao
para mi!, qué barbaridad, dejar que la tías se acerquen a mí, como me voy a
poner y el Galletero claro ,aunque con este no se puede hacer cuenta para nada
que va y viene y nunca esta, mira ahí esta su silla, y mira ande está el, a la
sombra, cómo ha visto que había sol el muy puta no ha venido, ese sí que sabe.
Todos a cáscala de aquí, todos a estudiar,
todos fuera y el que se va ya no vuelve porque aquí no hay trabajo, además os
vais a estudiar para eso para no volver al pueblo, esto se acaba, no solo las
fiestas, pronto estaremos cada uno por su lado, y llegara un día que hasta
saludarnos nos costara. Si yo hubiera tenido cabeza para estudiar, y así mira,
al acabar el verano otra vez a cambiar de empresa, se terminan las obras, a
cascármela en casa, al paro mientras hiele a la empresa más grande de España.
Anda, vámonos todos de aquí ya está bien de
hacer el paripé si nos quedamos más nos hacen recoger, vamos a la Peña ahora que
los de fuera se han ido y nos echamos la última cerveza y al año que viene dios
dirá. Venga Parri, marcando el paso, te veo en la Brunete, tú en cabeza, que
los altos en la mili como lo ven todo mejor hacen más guardias que el palo la
bandera, lo que vas a pillar chaval, a cáscala de aquí se han acabo las
fiestas.
¿Y tú
Josecico, que vas a estudiar? Para cura.
Me es imposible por el momento
recordar nada más con claridad además ya he contado todo cuanto por ahora se
puede dejar por escrito, tal vez dentro de unos años continúe. Las ultimas
cajas de cerveza fueron vaciándose en los días sucesivos limpiando la Peña y
tomando la fresca y les dimos matarile al pie de la torre de la iglesia de
Lechago un sábado de fiestas de madrugada antes de volver a casa y acostarnos.
José y Miguel Angel querían echar un rosquete antes de salir a cazar. Ya no
quedaba nada por hacer ni nos sabían igual las cervezas lejos de San Roque y
Calamocha.
-
Vámonos a la piltra, el primo Jorge ¿ande esta?, ¿pero ha venido a las fiestas o no?, ¡hostias! que pronto ha pasado el verano, ni lo he visto, ¡hala a cáscala!, no sé qué leches hacemos
aquí ni para que hemos venido, vamos al Rabal a dormir, subir a la Sava, tíos,
no vaya a ser que suelten el agua y nos ahoguemos en algo que no se alcohol
-
Joder, si un día hacen un pantano aquí, me corto
los huevos
-
Calla Tato, eso no va a pasar. Este Santo Cristo
se va a cagar la perra y los Pilares, van a ser la hostia conmigo allí lo
pasaremos de ahora en adelante dabuten. “Los del Rabal. Valemos un Montón”
Cantar cabrones no me dejéis solo. ¡Venga todos juntos!
Si yo canto es por ti
Es por ti
Es por ti
Aunque digan los demás
Que desafino mucho
Si si si bemol
Si si do sol sol
Si si si bemol
Si si do
Si la si la
Si yo canto es por ti
Es por ti
Es por ti
(Si yo canto. Siniestro Total)
Continuará