Seguimos el camino de baldosas rojas y verdes hoy negras por la niebla del transcurso del tiempo y las huellas de infinitos pasos perdidos. Terrazo firme como el primer día, camiones y camiones de Hernández embaldosaron las calles de Zaragoza casi cuarenta años atrás. A veces mi padre hacia dos viajes al día con aquel Pegaso Comet.
Es la víspera del Pilar. Apenas pasaremos un día en el charco. Daremos vuelta de la abuela y Cecilia y Sofia asistirán al concierto de Pablo Alborán. Malos tiempos para el rock, como para casi todo. No cabe un alma en la plaza del Pilar. Mientras, nosotros caminamos hacia la feria de los Sitios y su muestra de artesanía aragonesa, visita obligada cada año.
Veraniega noche cerrada de luna llena y sin embargo en Castellon sigue lloviendo. A cada paso que doy levanto la vista y veo un rincón familiar, un encuadre del injustamente olvidado fotógrafo navarretino Gerardo Sancho Ramo, que ya he visto a través de sus ojos devolviendo a la luz los negativos de su colección más personal,
“A ti te conozco, eres el cronista” Es Inés y su marido, maestros que llegaron a vivir al Barrio de las Escuelas en el 87 justo cuando jope a la universidad. Tristemente mi madre no lograra recordarlos. “Había un ambiente extraordinario” reconocen. Aun mas lo había cuando los maestros tenían autoridad de verdad. Salíamos, a la fresca y se hacia el silencio cada vez que hablaban. Respondo con nostalgia. Se nos va el tiempo entre recuerdos, entre ellos, el triste cerrar de las pequeñas escuelas que han ido viviendo.
Estamos en el puesto de Creaciones Nómadas, lugar de encuentro para los calamochinos. Nuestra casa en medio de la muchedumbre festera y me llevo el último ejemplar a la vista de Lunas Veladas. Escrito por Asun Perruca y con ilustraciones de Ritamarindo
“A nuestras tierras y mares por acogernos, a nuestra gente, por sostenernos, y a la Luna, espectadora serena de las noches en vela, por no mudar el semblante cuando arreció la locura…”
Desgarradoramente bonito su lectura te devora, te hace jirones el corazón, te devuelve la vida al alma, te sientes entre afortunado y triste. Te pones en su lugar, aunque cada uno tenga el suyo. Tomas aire, te ahogas y giras la vista y ahí está: Ese milagro de color, dulzura y sueños que es la obra pictórica de Ritamarindo. Y corro a contarlo bajo la luna llena, bajo la vida plena que mañana al amanecer y con el partir de la ofrenda podemos perder.
Hay noticias que oscurecen hasta el fulgor de los días de verano, pero también hay libros que son Vida, que merecen ser cargados en la maleta de viaje a la espera de que se hunda la tarde y salga la luna. Sigamos escribiendo y leyendo y no nos cansemos de recomendar lecturas, más cuando con ellas se desatan los sentimientos y estos te desbordan y te dan ganas de dar gracias a la luna por dejarte verla una noche más y dar gracias a los colores por devolvernos la paz con nosotros mismos, la luz y la esperanza.
Unos metros más allá el puesto de Azafranes del Jiloca será nuestra última parada, “Queso, no me queda, mañana tendré, se ha ido mi padre a Monreal”. Pues nada longaniza y con unas madalenas que he comprado de Mediana de Aragón ya tenemos avío y ahora mismo a sopar a la ribera y a leer mientras acaba el concierto. Nos vemos en Castellón, no te olvides del queso.
Publicado en El Comarcal del Jiloca 10 de noviembre de 2022
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