Todos los libros se deben leer, y para nosotros, en especial aquellos que de un modo u otro, recuerdan a Calamocha, gran suerte la nuestra, El Jardín de los Naranjos, de Jon Lauko, escritor "calamochino", por la gracia de Dios, resulta imprescindible leerlo.
LEER una novela de Jon Lauko, leer algo que me recuerde a Calamocha, es un placer que como lector, quisieras nunca acabase, es como un oasis en medio del desierto, un descanso, el paraíso mismo, un lugar, sus novelas, donde quedarte y disfrutar, de la esencia de la vida misma.
Más aun, hoy si cabe, inmersos como estamos en esa travesía por momentos tan soez como atroz, por la que “obligados” caminamos la mayor parte de las veces, sin remedio, de mala gana, travesía en el desierto, en la cual parece se han convertido nuestros días.
Por ello, y por todo lo que a uno pueda recordarle la tierra donde vio la luz, amén de otras muchas más cosas, leer el Jardín de los Naranjos, ha sido una auténtica delicia. Con lo cual, ya lo he dicho todo.
Sin embargo, tanto lo uno como lo otro, con el paso del tiempo, se acaba, se acaba el libro, se acaban los días entre naranjos y conversación, y sigue el discurrir de la vida, cuyos aciagos días del momento, eso sí, en principio no se acaban, y aún se ven lejanos en su fin. ¿Se acabaran?, todo parece indicar que no.
Piensas en aquellos días sobre los que nos habla la novela, y la facilidad con que entre sus gentes rodaban cabezas, cortaban manos, volvían a rodar cabezas, juzgaban de inmediato, asediaban, iban a la guerra, impartían justicia y volvían a rodar a cabezas, eran unos barbaros, piensas, pero qué pensarían ellos de nosotros, ante tanto como vemos, oímos y al parecer no sentimos…
Claro está, que Jon Lauko nos había acostumbrado, y a mi aficionado, a la novela negra, y eso es lo que, al menos yo esperaba, día tras día, desde el fin de aquellas páginas del 23F, crímenes, asesinos, buenos y malos, si es que hay diferencia entre unos y otros.
Esperaba una novela negra y sin embargo, hace unos meses, Jon Lauko, dijo hasta aquí hemos llegado, y después de tanto esperar, de quien espera ya se sabe, desespera, nos sorprende sumándose a la moda de la novela histórica, válgame dios, pensé, como está el mundo, que desatino, volver a leer “historia”. Al menos, al ver que no formaba parte de ninguna trilogía, conseguí tranquilizarme. Dispuesto a leer la novela. Ahora una idea me ronda por la cabeza, mejor no pensar, pero y si en su próxima aventura literaria, que a buen seguro, ya tendrá en borrador, ¿se sumara a la moda de la novela erótica? En fin… Dios dirá. Dios lo perdone.
En el discurrir del verano del año de Nuestro Señor 2015 después de la llegada al mundo en Belen de Jesucristo, nuestro salvador, el hijo de Dios, nuestro único señor, verdadero y todopoderoso. Vino a ocurrir un hecho realmente extraordinario y vino para poner luz y abrir un camino a la esperanza para todos nosotros en medio de la desolación reinante. Y así, Don Francisco Rubio, quien vivía por aquellos días en esa Barcelona, que costaba tanto de definir como aun de creer, hijo que fuera de aquel maestro de escuela, que por unos años llegó a vivir en el Arrabal de Albónica, desde Santa Maria de Albarracín, su primera tierra. Publicó en medio de aquel frio verano un libro, por el escrito, al dictado de sus recuerdos, que llevo por título El Jardín de los Naranjos y por añadido El Sable de la Dinastía.
Vuelta al relato.
Compre el libro a través de internet cuando ya llegaba la navidad, y por supuesto en papel, así cuando por fin lo tuve entre mis manos y lo abrí, vi algo diferente a los anteriores, lo mire de arriba abajo, leí algún párrafo, me fije en el tamaño de la letra, y pensé, vaya, da la impresión de que esta novela, a pesar de todo lo que pudiera haber imaginado, merecía una encuadernación de lujo, tapas duras y marca páginas. Y ciertamente así es.
En una prosa verdaderamente bonita, por momentos poética, fácil de leer, ágil, sin una palabra de más ni de menos, por momentos sin tregua…adiós gracias bien fragmentada en capítulos, con su introducción, historia paralela y relato. De no ser así, uno estaría condenado a leerla de principio a fin de un tirón.
De modo que muy leal y fiel a su tierra, el escritor Jon Lauko no nos cuenta una historia, si no muchas historias, una tras otra, sin descanso, a cual mejor, y por momentos, llenas de matices y sugerencias, quien espere encontrar una única historia, al uso tradicional, de planteamiento, desarrollo y desenlace, encontrara todo lo contario, una historia tras otra, en torno a Santa Maria de Albarracin. Conquistas, táctica y estrategia, asedios, cristianos, judíos, árabes, viajeros, guerreros, monjes... y una partida de ajedrez absolutamente increíble.
Cada capítulo viene a tener su introducción, por parte del narrador, y su historia, o su relato, como bien escribe una y otra vez Jon Lauko: Vuelta al relato. Dicha introducción, es prácticamente imposible de seguir, adornada de fechas, estaciones, y nombres árabes, casi es mejor, leer sin pensar, y acercarse al relato. Escuchar sin pensar, como cuando mi madre quiere contarme algo importante y comienza:
Ahora que me acuerdo, no te he contado, y sé que te gustara, que el otro día, cuando ya había que salir andar con chaqueta, de vuelta a casa por la Cangrejera, que bajaba yo de allá arriba, me encontré con la hija de aquella mujer que venía tanto por casa a ver a tu abuela, ya sabes, la que estuvo cuando la guerra con la tía Felisa, a la que tanto quería, por aquel favor que le hizo a su marido, cuando se juntaron en no sé qué pueblo de Guadalajara, que luego se marcharon a vivir, por no sé dónde, mas allá de Santander, o no sé, al norte, pero que venían todos los veranos a Calamocha, a casa de sus padres, allá por el otro barrio, el caso es que, lo que nos alegramos de vernos, que estaba de paso en Calamocha porque había venido a vender unas tierras que ni sabía que eran suyas, que además las tenían por dónde íbamos a …
Mama, por dios, qué más da ya todo eso, cuéntame la historia.
Mientras en el caso de Jon Lauko y el Jardín de los Naranjos, la historia suele comenzar así, como si de la formulación de un problema matemático se tratase, que para eso, fue según cuentan las crónicas, profesor de Álgebra. Dios y sus alumnos lo hayan perdonado:
Vuelta al relato.
Caes en la cuenta y piensas, ¿quién fuera de Albarracín?, de las Tres Torres, de Santa María, lo mismo pensarían ellos, los de Albarracín, al leer Barrendero, Enterrador, Ferroviario, ¿quién fuera calamochino? para disfrutar aún más, si cabe, de la lectura, pero al cabo de unas pocas páginas, caminos, ríos, bosques, montañas, todo cuanto cuenta, forma parte ya de ti, uno deja de perderse y en el colmo de la buena suerte para un lector calamochino, de pronto aparece en la novela, la Calamocha de Lauko, la referencia a Albónica, un aliciente más para su lectura, emocionado señale la página, al menos una docena de veces…
Agradecido Jon Lauko a las tierras de la niñez. Cierras el libro, y piensas, Santo Cristo el Arrabal, que pena no sea una trilogía. Oh dios, todo poderoso y misericordioso y qué pena también hoy no rueden cabezas, como ayer. Si mi pluma valiera tu pistola. No, creo, que esta frase final, no va aquí. Perdóname dios, si he pecado, tanto de pensamiento como de obra, ya no sé lo que escribo. Aunque todo cuanto he dicho sea verdad.
(*) Todos ellos, con seguridad, ancestros tanto del bueno de Agapito como del algo menos bueno Momsieur Cambremer y el resto de personaje del universo Lauko.
Libros que hay que leer, ...
El JARDIN DE LOS NARANJOS
El JARDIN DE LOS NARANJOS
(El sable de la dinastia)
De Jon Lauko
Editorial Sekotia 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario