Eran aquellos días interminables, días del eterno verano de la niñez, cuando con apenas cinco o seis años, con la tarde llegando a su fin y el sol escondiéndose por Santa Barbará, por fin nos dejaban salir a jugar en la puerta de casa, la calle para correr, el barrio.
El fútbol, los tres fallos en la pared, el tejo, la bombilla, el escondite, la gayola, el churro, el burro, las cartas, tres navíos por la mar…
Mi abuela solía asomarse a vigilarnos, a dar vuelta de vez en cuando, con un barreño lleno de agua remojaba la calle, antes de sentarse un rato a tomar el poco fresco que pudiera haber mientras el marrón cemento de la calle devolvía la humedad del agua vertida, …
Al mismo tiempo, se asomaba Carmen la Moracha, en una mano la silla y en otra el botijo, parece que la estoy viendo ahora, que diría aquel.
- Niña, Rosa, que me llevo a la tropa, que dicen que se vienen conmigo a la fuente, dejo aquí la silla.
- Ten cuidao maña no te fíes de estos, que son muchismo malos, átalos cortos
- No te cal que pases pena, al que se cantee de mi, cogeré y los echare al rio, ¿me habéis sentido?
- Si es que te hacen sudar pez niña, no atiende a nada
- No me amueles maña, que son zagales, venga tirar pa lante todos a cáscala de aquí, tirar pa la fuente, que os voy a echar a todos al rio las monjas.
- Llama al pequeño que se lleve el botijo de casa
- ¡Manolin!. Olvídame que no es mi santo maña, … ya han vuelto la esquina, anda trae dámelo. Que aun tengo que cocer las acelgas, redios que pocas ganas tengo de nada y que mal me hace esta jodida pata,que llevo tuesto del garron, redios...que pocas perras valemos, la hostia, luego te cuento que esta tarde he estao por el barrio bajo.
En aquel camino de apenas unos metros, de casa a la fuente se nos iban las horas, la Carmen antes de salir del barrio en cada puerta cogía un capazo, mi abuela, Doña Encarna, Doña Julia, luego en la esquina mirando de reojo al Cuartel a los civiles, por si acaso, "que con ellos nunca se sabe, a veces me dan ganas de pegarle fuego a mi casa, si con ello supiese que iban a arder ellos también y a cascala el cuartel (Eran otros tiempos)", de nuevo capazo con quisiera que fuese o viniese, que pasase camino de la fuente, de vuelta del huerto, ... y la parada obligada en el portal de la Amelia…
Y nosotros allí, a mitad de camino, jugando a pillar en el abrevadero, capuzando más de una vez en aquel salto en busca del refugio, de la “casa”, del centro, del poste, con su cartel de peligro de muerte que nunca creimos… su anchura de apenas medio metro era todo un abismo a salvar, cuidando de no caer en el sumidero, cuya rejilla nunca se encontraba puesta para evitar que se embozase y se desbordase el agua por toda la replaceta.
- “Esperar, esperar, he visto un renancuajo, ir a buscar un bote. Vamos a cazar renancuajos”
O tal vez sea pescar, no lo sé,… pequeños, grandes, con patas, sin patas, … y un poco de pan de rana en la lata, para que pudiesen comer.
Como era posible que habiendo tantos renancuajos el Ajutar no estuviese lleno de ranas…
- Zagales, todos a la fuente, que se hace de noche y la bombilla está rota, andar al esbarizaculos de la fuente. .. ¡Manolin, templao, cogeme el botijo!,… y tirar a cascala esos renancuajos, desustanciaos.
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Abrevadero: Estanque, pilón o paraje del río, arroyo o manantial a propósito para dar de beber al ganado
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